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102.-Cuando la luz deja de brillar

Ragnur estaba orgulloso de lo que había hecho, el hechizo del rey se había roto, pero también había despojado a su aprendiz de algo que sin duda despertaría su codicia. Mientras Tarikan usará a Siri, más pronto aquel demonio tomaría su cuerpo y su mente a su merced.

—¿Sientes eso? Es el verdadero poder viajando por tus venas Tarikan. Nadie merece ahora tu compasión.

—Compasion ¿Eh? —La voz de Tarikan había bajado al menos dos tonos de lo que era normal.

Se puso de pie lentamente y observó su mano y las venas de sus brazos que sobresalían como si se hubiera ejercitado. Era extraño, sentía como si en su interior existiera el infinito, dónde los límites se habían eliminado y podía sentir lo que realmente significaba el poder de la magia oscura.

—Los reyes no sabrán de este cambio, al menos que utilicen el collar, creo que es suficiente tiempo para que te encargues de todo.

—¿No te interesa la corona? —preguntó el duque.

—No, solo vine por la escama del dragón , creo que es suficiente lo que he hecho para tu beneficio, ahora, dámela.

Tarikan giró su rostro lentamente hacia él, pero sus ojos se tardaron más en posarse sobre su mentor y luego una leve sonrisa se dibujo en su boca. El duque en una fracción de segundos tomó un gran machete que usaba para diseccionar y la incrustó en la mesa haciendo un sonido fuerte y violento. Las cosas se derramaron por el suelo frente al hombre.

Ragnur tardó solo unos segundos en darse cuenta que una de las cosas que había caído de la mesa fue el dedo meñique del mismo duque. Subió su mirada solo para recibir un golpe con el puño bien apretado.

—¡No puedes! —dijo cayendo al suelo con el duque encima.

—Nunca confíes en el perro que siempre golpeaste.

—Megs tis...—Ragnur intentó hacer un patrón de defensa, pero el duque no tardó en volver a golpearlo hasta que lo dejó inconsciente. No tuvo ni una pizca de remordimiento.

Cuando se dió cuenta que el hombre no se movía más, se incorporó y miró su mano izquierda. No podría recuperar su dedo, ya que si lo hacia este volvería con el pacto que había hecho.

—Lo perdido, muerto está —dijo sacando una luz azul de curación y en cosa de segundos su dedo que brotaba sangre se detuvo y comenzó a cerrarse.

Entonces volvió a ver al hombre y tomándolo del borde de la ropa de lo llevó arrastrando.

—Si me conocieras —dijo mientras su voz hacia eco por el lugar—. Sabrías que no necesito nada para apoderarme de esas fuerzas, y si no tengo quien me enseñe de esa magia, lo voy a descubrir tarde o temprano sin la ayuda de nadie.

Ragnur fue encerrado bajo una barrera, aunque no había sido difícil reducirlo, aquello solo fue así porque el duque lo tomó desprevenido y el hombre había confiado que su ahijado seguiría siendo el mismo tonto y fácilmente indulgente.

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Por momentos, el duque creyó que ahora que Arkan no estaba en su espalda podía ser privado de todo sentimiento de pureza y amor, pero no fue así.

Todo ser humano tiene algo cruel en su interior, la mayoría solo lo suprime muy en el fondo, pero cuando está la posibilidad de disponer de un ser humano y verlo como juguete, sin límites ni responsabilidad, las atrocidades que pueden haber en la mente de esa persona son perturbadoras. La mayoría de gente normal, puede volverse muy violenta cuando le dan las posibilidades. Posibilidades que eran ilimitadas hoy para aquel hombre.

En el medio de la noche, mientras los sonidos de los grillos se podían escuchar al interior del castillo, Aynoa había vuelto a dormir, acurrucada entre las sábanas con una almohada entre las piernas no se dió por enterado del tiempo que fue observada en el medio de la oscuridad.

Los ojos del duque habían vuelto a su fino gris, resplandecientes y claros no apartó su mirada de aquella mujer. Sentado sobre una silla a solo tres metros de ella no hubo un solo ruido que alertara de su presencia.

Cualquier persona que despertara en esa condición se llevaría un gran susto. El duque no tenía un rostro relajado, sino que la miraba con una ira tan grande que se podía sentir la aguda mirada que tenía.

"Ella sabía todo esto desde un principio"

Era fácil perderse en pensamientos negativos, ¿cuántos secretos más escondía su mujer?

Mantener sus ojos sobre ella fue suficiente para que esos pensamientos se mantuvieran tranquilos.

Aynoa despertó cuando el ruido del exterior comenzó a ser más fuerte. Estiró lentamente su cuerpo bajo las sábanas mientras bostezó pesadamente y luego de mirar hacia la ventana  escuchó un leve chasquillo.

—Tarikan —soltó sentandose de un salto.

—¿Esto lo sabías también?

Aynoa abrió la boca, pero no salió ni un solo ruido de ella, su cuerpo no se lo permitió. En cuanto puso sus ojos en él, un frío como el hielo tocó su piel. El cabello de sus brazos se levantaron tanto, que parecía que se enterraban causándole ardor y luego, un escalofríos bajó y subió con rapidez de su pecho. Un miedo que ya antes había conocido se apoderó de su cuerpo, pero ni una sola extremidad pudo mover.

El miedo que antes sentía por algo tan peligroso, Tarikan se había vuelto uno.

Su piel se había vuelto pálida, aún tenía su pelo castaño y sus ojos grises, pero el borde de estos parecían que se habían teñido negro. Se sintió intimidada, con esa mirada de pupilas contraídas parecía que el duque podía fácilmente rebuscar el interior de su cabeza en busca de respuestas.

—Lo-lo sabía...

—¡Sí lo sabías! —dijo poniéndose de pie con rapidez y hablando entre dientes.

—También sabía cómo te sentiste al perder algo tan importante para ti, no me eches la culpa —dijo girando su rostro hacia un lado evitándole y lentamente salió de la cama. Ese sentimiento de euforia que el duque experimentó luego de ser separado de Arkan también estaba escrito.

—Me libero de las cadenas del rey, pero ¿Por qué siento que tú me has puesto más cadenas?

—¿Discutirás conmigo justo hoy antes de irte? ¿Puedes detenerte a pensar en las cosas que estás haciendo y diciendo? Yo nunca te he controlado.

—Aynoa, tienes el control de las cosas que han pasado, y del futuro.

—Creeme —dijo ella mirándolo con tristeza—. Que hay cosas que no pueden cambiarse y otras cosas que desearía realmente interferir.

—Al menos dime si todo...—dijo él dándole la espalda.

—Todo saldrá bien para tí, Tarikan.

—Si lo hubiera sabido, hubiera tomado medidas preven... —agregó sin mirarla.

—Las tomé —dijo acercándose a él. Tarikan al escucharla volteó a ella e inclinó las cejas—. Soy tu esposa Tarikan, no soy algo menos digno que eso. Solo confía en ti y en mi.

Aynoa era incapaz de sostenerle la mirada, de espaldas parecía el mismo y era por eso que se había acercado, pero en cuanto el volteó ella giró su mirada a un costado.

—No quiero que interfieras en nada, olvida que sabes que es lo que ocurrirá —dijo él tocando su mejilla derecha y ella enseguida sintió su helada piel.

—Me cuidaré.

—Eso espero —dijo el soltándola y dió unos pasos a la puerta.

—No...no, por favor no te vayas así nada más —dijo agarrando parte de su chaqueta hasta que él se detuvo.

Tarikan se volteó y la besó, fue brusco y fugaz que solo unos segundos después abrió la puerta y salió de allí. Aquello ella ya lo sabía, sabía el cambio radical que tendría el duque, pero vivirlo era una cosa mucho más distinta.

Cuando todo estuvo listo, el ejército completo fue marchando hacia las puertas, el duque fue el último en aparecer mientras todos ya se estaban moviendo.

—Estaremos atentos a cualquiera de sus cartas, mi señor —dijo Reimy bajando la cabeza.

Todos pudieron visualizar la despedida de ambos duques, un beso, un abrazo y nada más.

—Tarikan, ¿de verdad no hay nada que me quieras decir? —preguntó Aynoa acercándose y mirándolo desde abajo mientras él se acomodaba en la montura del caballo.

El hombre la observó con tranquilidad, pero solo acarició su rostro con su mano y le regaló una sonrisa.

—Nos vemos. —Fue lo último que él le dijo antes de darle riendas al caballo y seguir al grupo.

Reimy fue el único que dio pasos hacia él antes de que se esfumará y era porque había notado aquel sutil cambio de aspecto que cualquiera que lo conociera y hubiera compartido suficiente tiempo con él, lo notaría.

"Era la última vez que lo vería, era la última vez que podía escuchar su voz y tocarlo y aún así él jamás soltó un "te amo" de sus labios. Jamás lo hizo y jamás llegarán a mis oídos para escucharlo"

Aynoa lloró mientras el ejército marchó, las criadas la reconfortaron sobando sus brazos mientras ella luchó para no quebrarse. Las frases como "el tiempo pasará rápido, ya volverán" no significaban nada para ella. El duque volvería, sí, pero la posibilidad de que ella no estuviera para recibirlo era alta, junto a una gran tristeza que no podía imaginar, se posó en su pecho.

—Tiene que estar tranquila, no queremos que el bebé se adelante.

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Las serpientes no estuvieron más de dos horas en marcha cuando de la nada los cuervos negros comenzaron a rodear al duque sobre su caballo.

El hombre al darse cuenta, giró su rostro hacia Sebastián, ya que aquello solo significaba una cosa, Gerald

—Nos vemos allá —dijo antes de desaparecer por completo.

Tarikan había sido bastante astuto, sacó a Siri completamente fuera de su cuerpo cada vez que tenía que asistir a reuniones con las culebras, todos sus súbditos quedaron protegidos con aquello. Cuando el rey lo mandó a llamar, no había una sola prueba que pudiera mostrarle alguna traición de parte del duque, invocó a Siri frente a Gerald y sus consejeros, y su demonio no mostró nada más que hechos del pasado, ninguno demostró una pizca de sospecha de parte de él. El duque también se las rebuscó para que Ragnur también fuera omitido.

Todo lo que se habló allí, el duque ya lo sabía. Las culebras habían interceptado una carta de la corona hacia Miminch, en el cual se anunciaba tomar todas las acciones contra esta organización que había estado atacando Hamrille. Muchos decían que lo que se robaban eran repartidos a los pobres, pero eso solo enfadaba más al rey.

Hoy Miminch cumplía casi tres meses sin tener recursos y la hambruna comenzó a desesperar a sus habitantes. La mayoría de ellos pudieron viajar y migrar a otras ciudades o pueblos, pero cuando Newrom se dio cuenta de aquello, ordenó cerrar las puertas y toda su gente comenzó a perecer.

La pequeña guerrilla se desataría justo en las llanuras, cerca de Sinova y Tiham. El ejercito de las serpientes se había dividido en dos para poder sorprender a Miminch y ya lo esperaban escondidos en esos paramos.

El grupo más pequeño estaba allí junto a todos los aldeanos que se habían reunido a la causa. Mientras el resto del ejército viajaba hacia ese lugar, para unirse a la guerra, Tarikan había dejado órdenes para que el camino se desviará solo por un día.

—Quiero que te contactes con Newrom y te encargues de esa gente —dijo el rey—. Comanda a un grupo de hombres, cien, doscientos, hazlos partir ya hacia allá.

El rey claramente no tenía idea que las serpientes ya no estaban reunidas en Castilville, el único lugar que podía anunciar y avisar sobre aquello estaba siendo interceptado mientras la reunión continuaba.

—Es absurdo que un grupo de rebeldes se convirtieran en un gran peligro para el reino. ¿Quién los comanda?, ¿quién es el líder?, ¿de dónde vienen?

—Terminaré con esto lo mas rápido posible, pero al no tener información, me temo que me tomara unos días —dijo Tarikan mirando al rey.

—Hazlo, pero no lo mates, tráeme al líder vivo.

—Por su puesto mi rey —dijo Tarikan bajando su cabeza y enseguida caminó hacia los pasillos.

"Estaré justo frente a ti"

El duque hizo sonar su armadura con cada paso hasta que se detuvo frente a un gran ventanal mirando hacia los jardines. Allí en medio de una pérgola la reina reía tomando el té junto a unas invitadas. Parecían todas ser de alta clase por sus hermosos y elegantes vestidos, ignoraban grandemente lo que estaba ocurriendo fuera de la capital, claramente el revuelo de afuera solo llegaba a los oídos de los hombres.

—El gran duque de Castilville —dijo la reina al verlo acercarse.

—Duque —dijeron las demás poniéndose de pie y bajando sus cabezas.

—Es un gusto verla —dijo mientras sus ojos solo se fijaron en la reina.

—¿Cómo ha estado su viaje? —preguntó una mujer acercándose a él y tomando su brazo.

—Hacia tiempo que no le veíamos por estos lados —dijo otra.

Tarikan a pesar de ser un hombre casado, aún era un hombre que llamaba la atención, ya había algo distinto en él. No apartó a ninguna, pero sus ojos solo se fijaron en Eulisa.

—Por favor, el duque vino a verme ¿No? —dijo la reina poniéndose de pie lentamente. Las mujeres la miraron y soltaron pequeñas risas mientras se apartaron—. Déjenos solos, todos.

Aquella orden fue rápidamente obedecida, los soldados que estaban vigilando el perímetro también entendieron aquello y se voltearon dando pasos más lejos.

El duque se quedó allí, mientras la mano de una mujer fue acariciando su rostro y otra acarició su pecho hasta que desaparecieron a sus espaldas. La distancia entre el y la reina fue poco a poco estrechada por la mujer.

—¿Cómo está ella?, ¿Con una panza tan grande como la mía? —preguntó acariciándose.

—Mi esposa está bien, aunque está preocupada.

—Oh debe superarlo, estoy consciente de las cosas que están ocurriendo cerca de tus tierras. Al parecer Newrom está perdiendo la cabeza con todo lo ocurrido. Gerald no habla nada más que eso, se ha obsesionado con atrapar a los rebeldes —dijo agarrando la mano de él y la posó en su gran panza.

—Son solo gente ignorante.

—He escuchado que son solo desertores, pocos son soldados, estoy segura que si vas hacia allá, el pleito estará terminado en dos o tres días.

—Reina Eulisa...

—¿Lo has sentido? —preguntó subiendo su mirada y sonriéndole—. Se ha movido al escucharte.

—Lo dudo mucho pero...

—Ahí esta otra vez. —La reina volvió a sonreír con alegría, Tarikan podía ver cómo sus ojos brillaban con dulzura, pero el no sentía absolutamente nada—. ¿Que sientes? Tu esposa también dará a luz en unos meses, supongo que muy dentro de ti se alegra de ser padre de dos pequeños.

Tarikan se guardó todo tipo de comentarios, sea verdad o no lo que decía la reina, él solo deseaba ser padre de uno y de uno solo sería.

—Tienes algo distinto —dijo ella levantando su mirada y rodeó con sus brazos el cuello del hombre—. Supongo que has estado aprendiendo más hechizos, te ves más atractivo así.

Sus ojos observaron los ojos del duque, muchas veces lo había hecho y está vez si notó aquel cambio. Sus ojos de ese hermoso gris único tenían un borde negro que antes no estaba. Se podían observar sutilmente, pero ella que lo conocía desde niño y que amaba esa mirada pudo también notar aquel cambio.

—El rey me ha ordenado salvar a su escuincle favorito, sabrá de mi pronto —dijo el bajando su rostro y mirándola con más atención.

La reina tomó aquello como una despedida, desenvolvió lentamente sus brazos de su cuello y tomó su rostro para besarlo. Por primera vez la mujer sintió la mano del duque sostener su espalda baja y su otra mano se quedó en su barriga.

El duque la besó, así como besaba a su esposa, por primera vez fue él quien se movió primero. El bien y el mal ya no estaban en su conciencia, solo fue tomando decisiones por su objetivo principal. Destruir la corona.

Con un respirar agitado, la reina fue abandonada allí, ella observó la espalda del hombre mientras se limpiaba lentamente la saliva que había derramado fuera de su boca. Su excitado corazón palpitó locamente por unos grandes minutos.

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Sebastián que estaba cargando unas carretas, sintió el aire frío llegar a su espalda antes de ver cómo los cuervos dejaban ver a su señor. El hombre había vuelto después de su visita a la capital. Había tardado solo unas cuantas horas.

Una vez que todo su cuerpo se había transportado, el duque sacó de su ropa un pequeño frasco de vidrio, lo destapó con una mano y se lo echó a la boca. El líquido cubrió todo su paladar y el interior de ella para luego escupirlo en el pasto y en cuanto esté estuvo en contacto con la naturaleza, soltó un humo, el cual poco a poco se fue difuminando.

—¿Todo bien? —preguntó su soldado mientras el duque se acercaba a él.

—Escamas y cuernos, Sebastián. Escamas y cuernos —dijo alzando la mirada y frente a él, el templo sagrado se podía visualizar a lo lejos, este sin duda volvería a estar asediado por sus hombres.

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