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Rúben y Gavi Targaryen El Fin De La Guerra.


Con la sincronización de sus mentes y corazones, Gavi y Rúben sabían que debían priorizar la inminente guerra sobre sus sentimientos personales. Gavi, ahora capaz de comunicarse plenamente tanto como humano como dragón, decidió buscar a más dragones y revivir la antigua tradición de los jinetes de dragones.

Una noche, bajo la luz de la luna, Gavi lanzó un rugido poderoso que resonó a través de los cielos y los valles de Drakoonia. Este llamado ancestral convocó a los dragones que alguna vez conoció y que ahora estaban de su lado. Entre ellos estaba Josh, un dragón de escamas doradas que había sido uno de los primeros en responder al llamado.

Gavi, en su forma de dragón, se comunicó con los dragones, explicándoles la necesidad de elegir jinetes humanos para enfrentar la amenaza que se cernía sobre el reino. Los dragones, comprendiendo la gravedad de la situación, comenzaron a buscar a aquellos humanos dignos de convertirse en sus jinetes.

Drax, un dragón de tamaño mediano con escamas plateadas, sorprendió a todos al elegir a Bernardo como su jinete. Bernardo, aunque inicialmente incrédulo, aceptó la responsabilidad que esto conllevaba.

Josh, el dragón dorado, eligió a Jude Bellingham, el joven campesino que había demostrado su bondad y valentía al cuidar de los dragones. Jude, aunque sorprendido, aceptó con humildad, sabiendo que su conexión con los dragones sería crucial en la batalla que se avecinaba.

Otros dragones también respondieron al llamado de Gavi. Livack, un dragón de escamas heladas, voló desde los confines del norte, trayendo consigo a un joven guerrero llamado Robert Lewandowski. Robert, conocido por su destreza en el combate y su corazón noble, fue elegido por Livack para ser su jinete.

Con los nuevos jinetes y sus dragones listos, Rúben y Gavi comenzaron a preparar al reino para la guerra. Los entrenamientos se intensificaron, y la coordinación entre los jinetes y sus dragones se volvió crucial. Cada día, la conexión entre los jinetes y sus dragones se fortalecía, y con ello, la esperanza de proteger Drakoonia crecía.

Rúben, montado en Gavi, lideraba los entrenamientos, demostrando una sincronización perfecta con su dragón. Bernardo, Jude, y Robert, junto con sus respectivos dragones, seguían su ejemplo, aprendiendo a luchar y volar en perfecta armonía.

La guerra se acercaba, pero con los jinetes de dragones unidos y preparados, Drakoonia tenía una oportunidad real de enfrentar y vencer a sus enemigos. La antigua tradición de los jinetes de dragones había sido revivida, y con ella, la esperanza de un futuro seguro y próspero para el reino.

La guerra por Drakoonia comenzó con un rugido ensordecedor que resonó a través de los valles y montañas. Aemond Targaryen, montado en su dragón oscuro, lideraba su ejército hacia las murallas del reino. Su mirada estaba fija en el horizonte, donde sabía que encontraría a Gavi... A su amado Lucerys.

Rúben, montado en Gavi, observaba desde las alturas. A su lado, Bernardo en Drax, Jude en Josh, y Robert en Livack, todos listos para la batalla. Los dragones rugían, sus escamas brillando bajo el sol, y los jinetes sentían la adrenalina correr por sus venas.

—¡Es hora!—Gritó Rúben, levantando su espada.

—¡Por Drakoonia!

Los jinetes y sus dragones se lanzaron al aire, volando hacia el ejército de Aemond. El cielo se llenó de fuego y humo mientras los dragones se enfrentaban en una danza mortal. Gavi, con Rúben en su lomo, se lanzó directamente hacia Aemond, sus ojos llenos de determinación.

—¡Aemond!—Gritó Rúben, su voz resonando en el campo de batalla.

—¡Hoy pagarás por tus crímenes!

Aemond sonrió con malicia, sus ojos brillando con locura.

—¡Rúben, bastardo usurpador!—Respondió Aemond.

—¡Hoy reclamaré lo que es mío!

Los dos dragones chocaron en el aire, sus garras y colmillos entrelazándose en una feroz lucha. El fuego brotaba de sus bocas, iluminando el cielo con un resplandor infernal. Rúben y Aemond intercambiaban golpes, sus espadas chocando con un sonido metálico que resonaba por todo el campo de batalla.

Mientras tanto, Bernardo y Drax se enfrentaban a un grupo de soldados enemigos en tierra. Drax lanzaba ráfagas de fuego, incinerando a los soldados mientras Bernardo luchaba con su espada, defendiendo a los aliados de Drakoonia.

—¡No pasarán!—Gritó Bernardo.

Jude y Josh volaban en círculos, atacando desde el aire. Josh lanzaba llamaradas de fuego dorado, mientras Jude lanzaba flechas con una precisión mortal. Los soldados enemigos caían uno tras otro, incapaces de resistir el poder combinado de dragón y jinete.

—¡Vamos, Josh!—Gritó Jude, su voz llena de emoción.

—¡Mostrémosles de qué estamos hechos!

Robert y Livack, desde los confines helados del norte trajeron a más dragones, se unieron a la batalla con una furia implacable. Livack lanzaba ráfagas de hielo, congelando a los enemigos en su lugar, mientras Robert luchaba con su lanza, derribando a cualquiera que se interpusiera en su camino.

—¡Por Drakoonia!—Gritó Robert, su voz resonando en el campo de batalla.

La lucha continuó, con dragones y jinetes enfrentándose en una batalla de un solo ganador. El cielo se llenó de fuego, hielo y humo, y el suelo temblaba bajo el peso de los dragones en combate. Aemond, montado en su dragón oscuro, seguía luchando con una furia implacable, decidido a reclamar a Gavi y destruir a Rúben.

—¡No puedes ganar, Rúben!—Gritó Aemond, su voz llena de odio.

—¡Lucerys es mío!

—¡Gavi no es tuyo, Aemond!—Gritó Rúben.

—¡Nunca lo será!

La batalla alcanzó su punto culminante cuando Gavi, con un rugido ensordecedor, lanzó una ráfaga de fuego azul que envolvió a Aemond y su dragón. El cielo se iluminó con un resplandor cegador, y por un momento, todo quedó en silencio.

Pero la guerra aún no había terminado. Aemond, aunque herido, seguía luchando, su odio y locura impulsándolo a seguir adelante.

La batalla por Drakoonia alcanzó un nuevo nivel de intensidad cuando Aemond reveló su arma secreta: Cannibal, uno de los dragones más temidos de la época de la Danza de los Dragones. Cannibal, conocido por su ferocidad y tamaño colosal, se lanzó al aire con un rugido que hizo temblar la tierra.

Gavi, montado por Rúben, se preparó para enfrentar a esta nueva amenaza. Los dos dragones chocaron en el aire, sus garras y colmillos entrelazándose en una lucha feroz. Cannibal, con su tamaño y fuerza abrumadora, logró herir a Gavi, dejándolo inconsciente.

—¡Gavi!—Gritó Rúben, sintiendo el dolor de su dragón.

En el caos de la batalla, Rúben perdió el equilibrio y cayó. Mientras caía, uno de los dragones aliados, Dirrcku, se lanzó en picada y logró sostener a Rúben, dejándolo a salvo en el suelo.

—¡Rúben, cuidado!—Gritó Jude, montado en Josh, mientras Aemond, montado en Cannibal, descendía para perseguir a Rúben.

Jude y Josh se lanzaron hacia Aemond, intentando detener su avance. Josh lanzó una ráfaga de fuego dorado, obligando a Cannibal a retroceder momentáneamente.

—¡No dejaré que te acerques a él!—Gritó Jude.

Mientras tanto, Gavi, herido y debilitado, entró en el mundo de los sueños. Allí, se encontró en un lugar familiar y reconfortante.

Frente a él, estaba una mujer que su corazón y su mante podían recordar aún después de mil siglos... Rhaenyra Targaryen.

Mi pequeño niño…—Dijo Rhaenyra, su voz llena de amor y tristeza, la mujer lo abrazó con una calidez impresionante... Uno que solo una madre es capaz de crear.

—Yo no…—Comenzó Gavi, sintiéndose abrumado.

Lo sé, pero eres una parte de mi Lucerys, así que también eres mi niño.—Dijo Rhaenyra, acariciando su rostro.

A su lado estaban Daemon, Jacaerys, Joffrey, y otros miembros de su familia. Todos lo miraban con amor y orgullo.

Solo nos vamos a poder ver una vez, mi niño.—Dijo Rhaenyra, sus ojos llenos de lágrimas.

Tú puedes, debes derrotar a Aemond y vivir como debió ser desde siempre. Ve con Rúben, ambos son únicos y son uno solo.

Daemon se acercó a él y lo abrazó con fuerza.

Dale a Rúben esto.—Dijo, entregándole una espada.

—Esta es…

Dark Sister. Con ella, una vez derroté a Aemond, y es hora de que otro Targaryen lo haga. Rúben I Targaryen lo hará.—Dijo Daemon, volviendo a abrazarlo.

Sus hermanos, sus abuelos, su padre, y todos los que amaba lo rodearon, abrazándolo con amor.

Te estaremos esperando, mi dulce niño, pero aún no es tu momento.—Dijo Rhaenyra, besando su frente.

La batalla alcanzó un punto crítico cuando Gavi, aún inconsciente, quedó vulnerable. Cannibal, aprovechando la oportunidad, se lanzó hacia Rúben con una ferocidad implacable. El dragón oscuro abrió sus mandíbulas, listo para acabar con el rey de Drakoonia.

Rúben, viendo la amenaza inminente, se levantó  para detener a Cannibal como sea.

En ese momento, Bernardo, montado en Drax, se lanzó entre Rúben y el dragón oscuro.

—¡No, Bernardo!—Gritó Rúben, su voz llena de desesperación.

Bernardo, con una valentía inquebrantable, miró a Rúben por última vez.

—¡Protege a Drakoonia, Rúben, fue un placer ser tu amigo!—Gritó Bernardo, su voz resonando en una despedida.

Cannibal atacó con una fuerza devastadora, y Drax, junto con Bernardo, fueron golpeados con una ráfaga de fuego y garras. El impacto fue tan fuerte que los restos de Drax y Bernardo cayeron al mar, desapareciendo bajo las olas, tal como había sucedido con Lucerys Velaryon y Arrax siglos antes.

Rúben, viendo a su mejor amigo, su hermano, sintió un dolor profundo y desgarrador. La escena era un deja vu del recuerdo de cómo Lucerys y Arrax perecieron a manos de Aemond. La pérdida de Bernardo fue un golpe devastador, pero también encendió una furia y determinación en Rúben que no había sentido antes.

La misma que una vez sintió Rhaenyra Targaryen.

—¡Aemond!—Gritó Rúben, su voz llena de ira y dolor.

Gavi, despertando de su inconsciencia, sintió la pérdida de Bernardo y la furia de Rúben. Con un rugido ensordecedor, lanzo la espada desde su ocioso hacia Rúben.

Rúben atrapó a Dark Sister en el aire, sintiendo su poder resonar en sus manos.

—¡Es hora de terminar esto, Aemond!—Gritó Rúben, su voz llena de dolor y rabia empuño la espada Dark Sister, se lanzó hacia Cannibal y Aemond. Los dos dragones chocaron en el aire, sus rugidos resonando como truenos.

Gavi, herido pero determinado, lanzó una ráfaga de fuego azul que envolvió a Cannibal. El dragón oscuro rugió de dolor, pero no se detuvo. Con un movimiento rápido, Cannibal atrapó a Gavi con sus poderosas mandíbulas, y los dos dragones comenzaron a descender del cielo, sin dejar de luchar.

Rúben, viendo la oportunidad, saltó de su silla de montar en Gavi hacia Cannibal, tal como Daemon Targaryen lo había hecho siglos antes. Con la espada Dark Sister en mano, se lanzó hacia Aemond, su mirada fija en su enemigo.

—¡Por Drakoonia!— Por Lucerys, por Arrax... Por Bernardo.

Aemond, sorprendido por el movimiento de Rúben, intentó defenderse, pero Rúben fue más rápido. Con un golpe preciso, clavó la espada Dark Sister en la cuenca vacía del ojo de Aemond, replicando el movimiento que Daemon había usado para derrotarlo en el pasado.

El impacto fue devastador. Aemond soltó un grito de agonía mientras Cannibal y Gavi chocaban con el suelo, creando un chorro de agua y tierra que se elevó hacia el cielo. El cuerpo de Aemond quedó encadenado a la silla, con la espada Dark Sister incrustada en su cuenca vacía, y Gavi aprovechó el momento para destrozar la garganta de Cannibal, obtenido así la victoria.




















La guerra había terminado, y aunque las cicatrices de la batalla aún eran visibles, Drakoonia comenzaba a sanar. La paz y la prosperidad regresaron al reino bajo el liderazgo de Rúben y Gavi, ahora conocido como el Rey Pablo Gavi I Velaryon Targaryen.

Los dragones volvieron a vincularse con los humanos, eligiendo a aquellos que consideraban dignos, y la antigua tradición de los jinetes de dragones fue restaurada.

Jude, quien decidió quedarse después de la guerra, se convirtió en la mano derecha de Rúben. Su lealtad y valentía fueron invaluables para el reino. Robert, por otro lado, se convirtió en el primer maestro en cien años en enseñar a montar dragones, transmitiendo su conocimiento a las nuevas generaciones.

Un día, un sonriente Rúben corría por los pasillos de su castillo. Jude le había informado que el momento había llegado

Iba a ser padre.

La emoción y la anticipación llenaban el aire mientras Rúben se dirigía a la habitación donde Gavi lo esperaba.

—¡Rúben, rápido!—Gritó Jude, su voz llena de alegría.

Rúben no perdió tiempo y corrió a toda velocidad, su corazón latiendo con fuerza. Al llegar a la habitación, encontró a Gavi en la cama, con el huevo envuelto en las cobijas. Gavi lo miró con una sonrisa cálida, sus ojos brillando con amor y emoción.

—¿Ya?—Preguntó Rúben, con una mezcla de nervios y felicidad en su voz. Había perdido a su mejor amigo, a su hermano, y ahora estaba a punto de recibir un nuevo miembro en su familia.

—Ya.—Dijo Gavi, asintiendo.

El huevo comenzó a romperse, y Gavi tomó al pequeño bebé en sus brazos. Con ternura, se lo pasó a Rúben, quien ya tenía lágrimas corriendo por sus mejillas.

—Hey… Hola amigo… Soy yo... Tu bastardo favorito... Soy papá.—Dijo Rúben, su voz llena de amor y emoción.

El pequeño bebé, con ojos brillantes y curiosos, miró a Rúben y Gavi, sus nuevos padres. En ese momento, Rúben supo que, a pesar de las pérdidas y las batallas, habían encontrado la felicidad y la paz que tanto habían buscado.

—Mira, Gavi, tiene los ojos de Bernardo.—Dijo Rúben, con una sonrisa nostálgica.

Gavi asintió, sus ojos llenos de lágrimas.

—Sí, y su espíritu también. Bernardo siempre estará con nosotros, en nuestros corazones y en nuestro hijo.—Dijo Gavi, acariciando la mejilla del bebé.

Rúben abrazó a Gavi y al bebé, sintiendo una paz y felicidad que nunca había experimentado antes.

—Te prometo, Bernardo, que cuidaré de él y lo amaré con todo mi corazón.—Murmuró Rúben, mirando al cielo.

Los años pasaron, y el reino de Drakoonia prosperó bajo el liderazgo de Rúben y Gavi. Los dragones volvieron a ser una parte integral de la vida del reino, y la historia de amor y valentía de Rúben y Gavi se convirtió en una leyenda, inspirando a generaciones futuras a luchar por lo que es justo y a proteger a aquellos que aman.

Jude, como mano derecha del rey, se convirtió en un pilar fundamental del reino, siempre al lado de Rúben y Gavi, apoyándolos en cada decisión.

Robert, como maestro de dragones, enseñó a muchos jóvenes a montar y cuidar a los dragones, asegurando que la tradición de los jinetes de dragones perdurara.

Un día, mientras paseaban por los jardines del castillo, Rúben y Gavi observaron a su hijo jugar con un pequeño dragón. El niño, con la misma valentía y espíritu de Bernardo, reía y corría, lleno de vida y alegría.

—Mira, Rúben, nuestro hijo está creciendo tan rápido.—Dijo Gavi, con una sonrisa.

—Sí, y cada día me recuerda más a Bernardo.—Respondió Rúben, con una mirada llena de amor y nostalgia.

—Sé que él estaría orgulloso de nosotros y de nuestro hijo.

Gavi asintió, abrazando a Rúben.

—Sí, lo estaría. Y nosotros seguiremos adelante, construyendo un futuro brillante para Drakoonia y para nuestra familia.

Y así, en los pasillos del castillo, con su familia y amigos a su lado, Rúben y Gavi vivieron felices, sabiendo que habían construido un futuro brillante y seguro para Drakoonia y para su hijo. La paz y la prosperidad reinaban en el reino, y la historia de amor y valentía de Rúben y Gavi se convirtió en una leyenda que sería contada por generaciones.




Por si alguno no lo entendió, el hijo de Rúben y Gavi es el resultado de la unión de Bernardo y Drax...


Fin.

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