Epílogo
Bueno... ¿cómo empezar esto?
A estas alturas se supone que debería poder escribir un epílogo sin muchas dificultades. El hecho de que sea tan difícil quizá no me ponga en muy buena posición como escritora, ¿no?
Bueno, te voy a poner en situación.
Hoy hace exactamente cinco años que publiqué mi libro Tardes de otoño y... bueno, la editorial ha insistido en que le añada un epílogo.
Si te soy sincera, preciado lector o lectora, una parte de mí siempre creyó que cuando escribiera este epílogo sería pudiendo decirte cómo terminó mi historia con mi querido capullo, pero... supongo que las cosas no salen siempre como queremos. La vida nunca es tan fácil.
Y te estarás preguntando qué ha pasado en estos cinco años, después de que empezara a escribir en mi querida Patty II.
No te preocupes, toma asiento porque voy a ponerte al día.
Empecemos por mi pareja favorita, mis queridos Lisa y Russell. Creo que, a estas alturas, puedo llamarlos perfectamente los dos mayores apoyos de mi vida.
Ambos terminaron sus respectivas carreras, aunque solo Lisa ejerce de lo que estudió y trabaja como pedagoga. Por suerte para ella, encontró trabajo muy rápido en una escuela no muy lejos de la casa en la que vive ahora —desde hace dos años— con Russell. Él, por su parte, dejó atrás esos días de correr por el parque y vivir en una ruidosa residencia para dedicarse más a fondo al deporte. Lisa y yo no lo teníamos muy claro cuando nos lo contó, pero ahora trabaja como entrenador personal y, honestamente, se le ve mejor que cuando estaba en la universidad, así que me alegro por él.
Lo mejor de eso último es que trabaja con algunas famosillas y Lisa y yo podemos sonsacarle toooodos los chismes que queremos de ellas.
Holt también siguió con su camino. Tras la abrupta salida de Aiden del gimnasio, Rob estuvo a punto de cerrarlo e ir directo a la jubilación porque, según él, era un mal entrenador. Todo cambió cuando Holt se ofreció a ser su nuevo pupilo. Rob vio en él todo el entusiasmo que le había faltado a Aiden durante todos esos años en los que había seguido boxeando sin ganas y se dio cuenta de que, quizá, no era tan mala idea trabajar con él. Así que empezó a centrar todos sus esfuerzos en convertirlo en un boxeador excelente. Samuel y Mark, sus dos ayudantes, también decidieron quedarse y formar equipo con él. Así que, al final, todos pudieron conservar sus trabajos y seguir haciendo lo que más les gustaba.
A Mark y Samuel, por cierto, los vi hace unos pocos meses. Hacía tanto que no nos veíamos que casi no nos reconocimos, pero mi pelo es difícil de ignorar, así que terminaron acercándose a mí. Resulta que ahora son pareja. Sinceramente, nunca lo habría adivinado, pero me alegro por ellos. Se les ve felices. Y me invitaron a un refresco, así que yo también me vi feliz. Todo perfecto.
Cabe destacar que el bueno de Holtito resultó ser mucho mejor de lo esperado. Quizá no tanto como Aiden porque le faltaba algo de ligereza y rapidez, pero en cuanto conseguía atrapar a su contrincante... era suyo. Los tumbaba de uno o dos golpes. Ese era su punto fuerte, la fuerza. Y Rob lo entrenó para que la usara de la mejor forma posible. Ahora, prácticamente cada vez que abría el periódico, veía su nombre en la sección de deportes hablando de una nueva victoria por algún lugar del mundo.
Holt no tardó en dejar la universidad para dedicarse a tiempo completo a boxear, cosa que parecía hacerlo inmensamente feliz, como si hubiera encontrado por fin su propósito en la vida.
Lisa tuvo sus reservas al principio, pero tras ir a verlo a un combate con Russell, empezó a adorar ver a Holt boxear. Y, aunque nunca recuperaron su relación de amor, una bonita amistad se formó entre ambos. De hecho, Lisa muchas veces viajaba para poder apoyar a Holt en sus combates. Yo la acompañé unas cuantas veces para darle también mi apoyo, aunque muchas otras no tenía tiempo para hacerlo.
También empecé a salir mucho con Abigail, mi compañera de instituto. De hecho, acepté su petición de ir al centro de estética donde trabajaba y empezamos a hablar, y hablar, y hablar... y de repente me di cuenta de lo mucho que la había echado de menos. Así que nuestra relación fue recuperándose poco a poco, semana a semana, hasta que, un año más tarde, Lisa, ella y yo nos volvimos inseparables.
En cuanto a Drew, mi exnovio, trabajaba en el gimnasio al que iba a hacer ejercicio de vez en cuando. Al principio, los dos nos ignoramos bastante el uno al otro. Sospechaba que era para no poner las cosas incómodas. Se suponía que ya no había rencores, pero era raro tenerlo tan cerca después de haberlo tenido tan lejos durante tanto tiempo. Y más ahora que él estaba avergonzado por haber sido un idiota conmigo sin verdaderas razones.
Fue él quien se acercó un día y me recomendó unos cuantos ejercicios para mi tipo de cuerpo. Unas semanas más tarde, me recomendó un ejercicio distinto. Unos meses más tarde, ya se quedaba conmigo en una de las máquinas y hablábamos con bastante naturalidad, como viejos amigos.
No fue hasta dos años más tarde que se atrevió a pedirme una cita.
No te voy a engañar, me sentí como si estuviera traicionando a cierta persona, pero... habían pasado dos años, quería ponerme a prueba, me sentía un poco sola... y, honestamente, me hacía ilusión. Además, después de todo ese tiempo yendo con él al gimnasio, después de hablar casi cada día por meses y meses, había vuelto a ver al Drew que había conocido en mi adolescencia, el dulce y bueno. Con el que había experimentado mi primer beso... y mi primera vez. Y no pude decirle que no.
Las cosas fueron bien. Tuve dos citas con él sin necesidad de besarnos. Y lo peor es que me encontré a mí misma con ganas de hacerlo.
Me sentía tan estúpidamente culpable por ello que se lo conté a Lisa, prácticamente llorando. Nunca me había sentido tan hipócrita como me sentí en ese momento. Ella intentó consolarme diciéndome que había pasado mucho tiempo, pero al final tuvo que confesarme que su hermano mayor ya estaba viendo a otra persona, así que no tenía por qué sentirme culpable.
No pude culpar a Aiden porque yo hice lo mismo que él. Empecé a salir con Drew otra vez. De hecho, mi otra primera vez fue con él. Y no me arrepiento de ello. Tuvimos una relación muy bonita. Mucho más de lo que habría pensado. Incluso llegó a prácticamente mudarse a mi piso conmigo. Adoraba pasar tiempo con él. Se convirtió en mi actividad favorita. Pero... un año más tarde nos dimos cuenta de que la cosa había dejado de funcionar y, pese a que hoy en día seguimos siendo amigos y visitando el mismo gimnasio juntos, nuestra fase romántica terminó. Y esta vez ya no creo que vuelva.
Quien sí que siguió con su fase romántica fue mi madre, que siguió saliendo con Alan y, de hecho, siguen saliendo hoy en día.
Alan cambió bastante al conocerla. Dejó de hablar compulsivamente de su exmujer y su cara normalmente inexpresiva y ensombrecida empezó a iluminarse. Incluso llegó a ser simpático conmigo y Johnny, todo un logro.
Mi madre también cambió con él. Creo que fue por el hecho de salir con alguien de su edad, alguien que la hiciera sentir como una verdadera adulta. Dejó de vestirse de esa forma tan provocativa y de ir a emborracharse a bares cualquiera todas las noches, y empezó a encontrar placer en cosas como tener su propia casa, su propio hogar, su propia pareja y su propia vida, sin depender de nadie más.
Alan pronto dejó su trabajo de camarero en la cafetería para meterse en una oficina. Creo que se limitaba a ser el chico de las fotocopias, pero él presumía de ello porque iba con traje al trabajo y, al parecer, eso le daba una categoría superior dentro de la sociedad.
Se mudaron juntos un año más tarde, juntando todos sus ahorros. Ahora, tienen un pisito pequeño pero muy bonito no muy lejos del centro de la ciudad. Y mi madre, que siempre ha parecido deambular de un lado a otro sin rumbo fijo, por fin ha encontrado estabilidad en su vida.
Papá y Grace, por su parte, siguieron como siempre, visitándome y apoyándome en todo. De hecho, me alegré muchísimo cuando me dijeron, tres años más tarde, que habían decidido casarse y formalizar por fin su relación.
No fue una ceremonia en una iglesia, con invitados y ropa formal. De hecho, fue en el ayuntamiento, sencillo, solo con la familia directa, y luego hicimos una barbacoa en el jardín trasero. Nunca, en toda mi vida, he visto a mi padre sonreír tanto como lo hizo en ese día.
Johnny vino a la boda por invitación mía. De hecho, vino con su novia chilena, aunque nunca vi su relación muy consolidada. Iban y volvían continuamente y ella lo insultaba en chileno, pero ambos parecían contentos con ello, así que yo no me quejaba mucho.
Mi jefa, la señora Myers, tampoco tuvo muchos cambios en su vida. El único fue que le tocó una lotería, pero no de las grandes. De las que te dan lo justo para un viaje o algo así. Todos pensamos que cerraría el negocio y haría algo que la llenara más, pero en su lugar reformó la cafetería y la transformó en un restaurante especializado en las ahora llamadas Maravillas de Johnny, que eran básicamente las hamburguesas de Johnny pero con un nombre más bonito para poder subirles el precio con un buen justificante. Fue todo un éxito.
También estuve muy pendiente, especialmente los primeros años, de las noticias respecto al jefe de policía y el padre de April. El padre de April fue el primero en salir de la prisión, pero no volví a saber de él, cosa que me indicaba que había tenido que irse a trabajar de cualquier cosa porque en la liga ya nadie quería saber nada de él. El jefe de policía sí que siguió en prisión. No quise preguntar mucho del tema cuando me crucé con su esposa unos pocos años más tarde. De hecho, no nos dijimos nada la una a la otra. Nos miramos y seguimos andando como si no nos conociéramos.
Por lo que había oído, ella había recibido una gran indemnización por abusos y perjuicios o algo así —no me acordaba muy bien—. Todo el barrio había empezado a especular sobre lo que haría con ese dinero y prácticamente todo el mundo había apostado por una mudanza. Ya sabes, para alejarse de los recuerdos que le traía la casa en la que vivía y todo eso. Pero, para sorpresa de todos... se lo gastó en James.
Y no, no en algo bueno.
Al parecer, lo mandó a un campamento llamado Campamento de señoritos que no saben comportarse en sociedad. No supe muy bien qué se hacía ahí, pero sé que James estuvo en él durante dos años y, cuando volvió, no parecía la misma persona. Casi parecía un cervatillo asustado que corría tras su madre en cuanto alguien le miraba con mala cara.
Tampoco supe mucho más de April a parte de que había ido ascendiendo poco a poco dentro del periódico en el que trabajaba y ahora, en lugar de redactar noticias, se dedicaba a revisar las de los demás y darlas por válidas o no. Básicamente, era la jefa.
Creo que tuvo muchas dificultades a la hora de ascender por su aspecto. Algunos creían que sería estúpida solo por ser guapa y rubia, otros decían que solo trabajaba ahí porque su padre la había metido en ese trabajo gracias a sus contactos. April hizo que se tragaran sus palabras ascendiendo por sus propios medios y, aunque cuando empezó a hacerlo la gente insinuó que seguro que lo había conseguido liándose con su jefe —como si por sí misma fuera imposible—, ella lo ignoró y siguió centrada en su trabajo.
Un caso similar es el de Gus. Sacó unas notas horribles en su último año de instituto, pero Aiden le dijo que, si conseguía aprobarlo todo, se irían juntos por un año en la caravana. Gus Gus se esforzó y consiguió sacar una de las mejores notas de su clase, pero al final no quiso irse con Aiden. De hecho, quiso ir a la universidad y me alegró mucho saber que se había ido a vivir al piso que yo ocupaba antes. Esperaba que no le tocara una Zaida como compañera de habitación.
Ella por, cierto, no había llegado a entrar en la cárcel ni nada, pero sí había tenido que pagar una multa gigantesca por el robo de mis muebles y la posesión de drogas. Solo la he visto una vez en todos estos años, y fue bastante gracioso que fuera cuando me pidió que le firmara uno de mis libros. Creo que pensó que no la había reconocido, porque enrojeció y fingió que no me conocía para que le firmara el libro y no la echara del local.
Pero... volviendo a Gus, él sigue yendo a la universidad. Está en su penúltimo año y está estudiando derecho. Parece mucho más centrado de lo que lo parecía hace unos años y me alegro mucho por él.
Lo más gracioso fue cuando, hace uno o dos años, él y Lisa vinieron a cenar a mi casa y hablamos del día en que él se había intentado escapar de casa, se había caído por la ventana y se había roto la muñeca. Lo gracioso no fue eso, sino la cara de Lisa cuando le preguntó cómo se llamaba la chica a la que quería visitar y Gus le respondió con un Isaac.
Lisa tardó unos minutos en preguntarle si era gay, a lo que Gus empezó a reírse a carcajadas por su cara. Al final, confesó que siempre le habían gustado tanto los chicos como las chicas. Y, aunque no lo dijo directamente, enrojeció un poco al mirarme. Supongo que el crush de infancia que había tenido conmigo no le desaparecería nunca.
La doctora Jenkins, por su parte, siguió trabajando como terapeuta durante todos esos años. Y aún sigue haciéndolo hoy en día, aunque yo dejé la terapia hace bastante tiempo.
De hecho, el año pasado publicó un libro sobre cómo lidiar con la presión y las expectativas de los demás y le dieron un premio por el mejor libro de autoayuda o no sé qué. Está claro que fui a verla a la gala de la entrega, donde ella me presentó a su marido y se puso muy contenta al verme. De hecho, empezamos a hablar de formar un proyecto en común, pero...
...para explicarlo te tengo que hablar de lo que ha sido de mí durante estos cinco años, ¿no?
Bueno... es una larga historia.
Terminé el libro en apenas una semana y me puse casi inmediatamente a mandárselo a todas las editoriales que creí que podrían llegar a estar interesadas en mí. Pero... no recibí respuestas.
De hecho, insistí con algunas, intenté contactar con otras e incluso llegué a volver a mandar el manuscrito a unas pocas, pero siempre terminaba siendo ignorada.
Y, entonces, unos meses más tarde... llegó el correo electrónico.
El correo electrónico que por fin me dijo que habían aceptado mi historia.
El proceso de publicación fue un poco tedioso, pero al menos terminamos con un resultado que me gustó mucho. Sinceramente, sospecho que ni la editorial ni yo teníamos muchas expectativas puestas en el libro y por eso nos sorprendimos tanto cuando, el día que lo sacamos, la gente empezó a comprarlo compulsivamente.
De hecho, empezaron a comprarlo tan compulsivamente que ahora ya llevamos siete ediciones.
En cuanto empecé a ganar dinero, tuve que tomar una decisión. Y fue la de dejar mi trabajo en la cafetería. Fue antes de que se convirtiera en restaurante y justo después de que Alan se marchara, por lo que mi jefa y Johnny parecieron especialmente tristes, pero no me dijeron que me quedara. De hecho, Johnny me dijo todo lo contrario:
—Ve a hacer que tus lectores se enamoren de ti, encanto, has nacido para eso.
Así que eso hice los años siguientes. Escribir. Y crear un grupo de apoyo junto con la doctora Jenkins para ayudar a víctimas de abuso.
Respecto al tema de escribir, mi segunda novela fue una historia de autoayuda sobre cómo superar un abuso. La tercera y última, una historia de amor de dos personas que se reencontraban tras muchos años de separación porque uno había ido en caravana y la otra se había quedado escribiendo... y se enamoraban de nuevo.
Ese último libro coincidió con mi ruptura con Drew, así que con el dinero no tardé en marcharme del piso alquilado y llevarme todas mis cosas a un piso mucho más grande y mejor comunicado en el que he vivido hasta día de hoy.
De hecho, hace dos años adopté a un gatito, Donny, que está sentado ahora mismo en mi regazo mientras escribo estas palabras.
Creo que independizarme de esa forma, empezar a tener mis recursos, ver que podía ganarme la vida si hacía el esfuerzo, si creía en mí misma... fue lo que hizo que me diera cuenta de que he sido una idiota durante demasiado tiempo de mi vida. Sí, lo he sido. He perdido todos esos años de mi vida pensando que no valía nada... cuando el primer paso siempre ha sido creer en mí misma.
Creo que eso es lo mejor que puedo decirte, querida persona que lees esto, como moraleja de esta historia. Cree en ti. En lo que te gusta. En lo que quieres hacer de verdad.
Cree en ti, porque quizá nadie más lo haga, porque tú eres la persona más valiosa de tu vida. Aunque te digan que no puedes hacer algo, no dejes que esas palabras se metan en tu cabeza. Sigue luchando, sigue levantándote y sigue creyendo en lo que vales, que es mucho de lo que atribuirán los demás. Pero eso no importa, porque lo único que importa es que tú sepas lo valiosa que eres. Y lo eres, nunca lo olvides.
He tardado mucho tiempo en darme cuenta de lo importante que es quererse a uno mismo, valorarse, apreciarse, cuidarse... ¿cuántas veces me miré al espejo y pensé que jamás podría estar orgullosa de la imagen que me devolvía? ¿Cuántas veces fui yo misma la que creyó que no era capaz de hacer nada bueno? ¿Cuántas veces esperé a que alguien me dijera algo que debería haber sabido decirme a mí misma desde el principio? ¿Cuánto tiempo perdí sin creer en mí?
Pero... las cosas cambian. Ahora tengo más perspectiva. Y me he dado cuenta de que no puedes culparte a ti mismo si los demás te hacen algo malo. No puedes vivir con el peso del mundo sobre tus hombros. Tienes que tomar responsabilidad de tus actos, pero solo de los tuyos. Porque si intentas cargar con la responsabilidad de todo el mundo, terminas olvidándote de la tuya propia.
Quiérete mucho, querida persona que está leyendo esto. Vales más de lo que crees. Que nadie te haga creer lo contrario por mucho que lo intente. Tu valor no se mide en lo que los demás piensan, se mide en lo que eres tú. Y eres muy especial. Para mí lo eres.
Y ahora que he dicho todo esto... quiero aprovechar este epílogo para mandarle un mensaje a la primera persona que alguna vez creyó en mí.
A mi compañero protagonista de este libro. Al que sé que lo habrá leído aunque no me haya dicho nada y aunque al principio intentara resistirse a ello... porque al final la curiosidad pudo con él.
Sí, te estoy hablando a ti, capullo.
Al Aiden real, no al personaje al que le puse ese nombre para no decir el verdadero.
Al que realmente estuvo conmigo, me apoyó y creyó en mí cuando ni yo misma yo hacía.
Lisa me contó que has estado viajando y ganándote la vida creando una pequeña comunidad de viajes en varias webs. Si te soy sincera, las he ojeado unas cuantas veces, pero solo puedo fijarme en las fotos en las que sales tú.
No sabes lo feliz que me hace verte tan relajado, tan tranquilo... como si por fin hubieras encontrado tu lugar en el mundo.
He pensado en llamarte cientos de veces durante estos cinco años, pero una parte de mí siente que sería abrir de nuevo un libro que merece ser cerrado. Y eso que tus padres me preguntan si quiero hablar contigo cada vez que los veo. Creo que tienen la esperanza de que volvamos a estar juntos algún día. Incluso Gus viene a verme de vez en cuando y me habla de que no estaría mal que fuera a cenar a casa de vuestros padres un día en que tú los visites.
¡Incluso mi padre pregunta por ti!
Le conté todo lo que habías hecho por mí y su opinión ha ido cambiando con los años. De hecho, no tiene ni idea de usar ordenadores, pero aprendió solo para poder seguirte en redes sociales y ver lo que hacías, a qué lugares ibas... creo que está muy orgulloso de ti. Incluso llegó a decirme que, de haber tenido el dinero, él habría hecho lo mismo cuando tenía tu edad.
Lisa y Grace lo disimulan más, claro... pero sé que en el fondo piensan lo mismo. Especialmente Lisa. Cada vez que te menciono insinúa que puede pasarme tu número por si alguna vez lo necesito. Es muy gracioso ver cómo finge que no está ansiosa porque le diga que sí.
Ay, capullo... parece que el mundo quiere que volvamos a estar juntos.
O que lo estemos por primera vez, porque nunca he tenido muy claro si lo nuestro llegó a ser formal o no.
Sé que has conocido a otras personas, no te culpo. Yo también he estado con otras personas. Pero... cada vez que he estado con alguien, he sentido que faltaba algo. Que algo iba mal.
Y... creo que es obvio, ¿no? Lo que iba mal es que ninguno de ellos era tú.
Por mucho que me toquen, que me besen, que me digan cosas bonitas, me saquen sonrisas, me hagan reír... nadie nunca me hará sentir como me hacías sentir tú.
Si te soy sincera, siempre pensé que esta historia terminaría cuando por fin fuera capaz de tener sexo contigo, como si de esa forma demostrara que he superado lo que me pasó a los quince años. Pero... ahora me he dado cuenta de que el objetivo no es ese. Nunca ha sido ese.
Siempre le he dado mucha importancia al sexo, como si fuera el elemento clave para sellar una relación, un amor, un sentimiento... pero ahora sé que no es así.
El amor tiene muchas formas, niveles y manifestaciones. El amor no es lo que sientes cuando ves a alguien y sientes ganas de desnudarlo. Eso solo es atracción. Y puedes sentir atracción por cualquiera, pero... ¿amor? No, eso es mucho más especial. Mucho más exclusivo.
El amor se va formando poco a poco, día a día, con los pequeños detalles, con la complicidad y las sonrisas, con la confianza y el tiempo, con una relación cada vez más estrecha que transforma lo que al principio pudo ser cariño o atracción en algo mucho más fuerte, algo que no puede romperse y dura toda la vida.
Cuanto más lo pienso, más me doy cuenta de que eso es lo que teníamos tú y yo.
Ahora entiendo por qué el sexo es solo una parte de una relación. Porque acostándome con otra persona nunca sentiré algo tan fuerte como lo que sentía cuando tú me mirabas de cerca o me decías algo estúpido porque sabías que me haría reír, o cuando te comías lo que te cocinaba por mucho que fuera asqueroso, o cuando me cuidabas, o cuando insistías en quedarte conmigo cuando más te necesitaba, o cuando sabías dejarme mi espacio... o cuando me querías cuando yo misma era incapaz de hacerlo.
Lo que tú y teníamos va más allá de sexo, de contacto, de atracción. Mucho más allá. Es amor. De ese tipo de amor del que tanto se intenta hablar en los libros y en las películas, pero que al final no puedes entender hasta que lo experimentas tú mismo y sabes que, por mucho que pasen los años, es una huella que nunca desaparecerá del todo.
No sabes lo feliz que soy de haber podido experimentarlo contigo.
Sigo pensando en nosotros, en lo que pudo haber sido si hubiera llegado un poco antes a tu casa. En si en algún momento has llegado a saber que intenté volver contigo. En si ya has deducido por tu cuenta que, aunque nunca te lo dije, te empecé a querer mucho antes de que tú lo verbalizaras por los dos.
Y... aquí viene la cruda verdad.
Lo sigo haciendo. Te sigo queriendo.
Por primera vez en mi vida, me he leído mi propio libro. Y ha sido solo para acordarme de lo que sentía cuando estaba contigo. No te puedes imaginar lo real que sigo sintiéndolo. Y lo fuerte que siguen siendo mis emociones cuando pienso en ti.
Así que... sé que esto es una locura, que han pasado años, que hemos estado con otras personas y que probablemente hemos cambiado mucho, pero... quiero volver a verte.
Nunca pude despedirme de ti o decirte lo que sentía en realidad. Y quiero mi oportunidad para hacerlo.
Me dijiste que querías que viera Harry Potter... y que sepas que lo he hecho. Soy más Slytherin que nunca.
Me dijiste que querías una lista de reproducción... y todas las canciones de los capítulos fueron elegidas pensando en ti.
Me dijiste que querías que hiciera un esfuerzo... y he aprendido a quererme a mí misma antes de intentar quererte a ti también.
Me dijiste que querías un discurso cursi... bueno, ¿un libro entero escrito para ti es lo suficientemente cursi?
Creo que la vida nos debe una oportunidad. Ahora la veo más posible que nunca. Y no pienso dejarla escapar. No otra vez.
Así que... ahora eres tú quien decide, capullo.
¿Sigues echando de menos a tu pelirroja amargada favorita?
Si la respuesta es un sí... ya sabes dónde encontrarme.
Aquí estaré esperándote.
FIN
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro