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Capítulo 1

https://youtu.be/nKcnnXRCK44

Inicio: 02-05-2024

Termino: 05-05-2024


"Las tardes de invierno no serían lo mismo sin ti y tu ternura que me enamora más día tras día."

Aún no llegaba el invierno a la ciudad, pero ya hacía un frío que calaba hasta los huesos, lo que yo detestaba. No me agradaba para nada aquel desagradable clima, porque era muy friolenta y para colmo, me resfriaba con facilidad y eso, él lo sabía, mi pareja, Layne, él que siempre trataba de animarme cuando yo comenzaba a quejarme de que me estaba congelando.

Justo esa mañana, había amanecido nublado y con una muy baja temperatura; el despertador sonó y me levanté. Layne siempre me acompañaba a la parada de buses para irme a mi trabajo, pero esa mañana no pudo ir a dejarme por cosas de su trabajo con la banda.

Vi la hora y me alarmé porque en cualquier momento llegaría el bus, tomé mi bolso y suéter y salí corriendo.

Estaba sola en la parada, y con las manos y pies congelados, el frío me envolvía por completo; un poco nerviosa, se me había hecho costumbre que mi amado Layne me acompañara, mientras que el bus llegaba.

Solté un suspiro y pensé en él con cariño.

<< Espero que les vaya muy bien, mi Layne. >>

<< Tú te lo mereces. >>

Recordé su tierna sonrisa y su risa contagiosa y se me aceleró el corazón. Con risitas locas, y toda vibrante por él, me sentí fuerte y un poco más reconfortada, el bus llegó y lo hice parar.

El día en la oficina se me había hecho largo y un poco agotador, y congelada, no había recibido ninguna llamada suya hasta ese momento. Entendía, ya que cuando se trataban de firmar contratos con la discográfica y todas esas cosas, Layne podía tardar horas.

Sentada en mi escritorio, no sentía mis manos y pies de lo congelados que estaban y con la vista pegada tras el enorme vidrio de la puerta, solo pensaba en él, en que quería verlo; quería ver su tierna sonrisa y que me refugiara en sus brazos, como siempre él acostumbraba a hacer sin motivo alguno.

De pronto recordé que, por apresurada y atolondrada, había dejado olvidada mi bufanda en la cama y fruncí el ceño.

<< Genial. >>

Tenía ese impulso por querer llamarlo, escuchar su suave voz hablarme; quería saber si les había ido bien con lo del sello, y un poco preocupada, me contuve y no lo llamé. No quería molestarlo.

Contento, todos se dieron una palmada en la espalda, y él sin dejar de sonreír, pensó en mí y tomó el celular para llamarme, pero rápidamente cambio de opinión.

<< No, mejor le daré una sorpresa. >>

<< Mi preciosa, Margarita. >>

Salió de la discográfica y sintió que el frío rozó en sus mejillas, y sin importarle aquello, su corazón vibró de ilusiones.

Vio que las hojas se desprendieron de un árbol y sonrió con destellos. Se sintió inmensamente feliz y con fuerzas.

—Cuanto te amo, Margarita.

Elocuente, el viento jugó con su cabello corto y rizado, y lleno de ilusiones, se metió la mano a los bolsillos de sus pantalones negros y caminó todo soñador por la calle.

Llegó a nuestro departamento, miró la hora en el reloj de la pared y subió a nuestra habitación; ahí vio mi bufanda tendida sobre la cama y sonrió apasionado.

Ya me quedaba menos para salir al fin de la oficina; me había tomado una taza de té, para aparcar un poco el horrible frío que tenía, pero aún así seguía congelada.

<< Como detesto este horrible tiempo. >>

<< ¿Por qué tengo que ser tan friolenta? >>

<< ¡Quiero que sea verano! >>

Entregué unos documentos que había terminado de ingresar, y sin saber aún de mi amado Layne, me preocupé, y extrañé a la vez, y solté un suspiro con nostalgia. Solo me quedaba verlo llegar en la noche al departamento.

Volteé a la ventana y advertí que ya estaba atardeciendo, lo que me provocó un poco de tristeza y angustia y guardé mis cosas y salí de la oficina.

Caminé por el largo pasillo de baldosas, vi a un costado los buses rojos, estacionados en el gran patio de aquel terminal y volví a pensar en Layne, en mi amado hombre, a quien amaba y adoraba más que a mi vida entera y más ansié verlo, ver que estuviese bien y feliz y que me sonriera como siempre hacía.

Esperándome con anhelos y cariño frente a la puerta, de salida, del terminal de buses donde yo trabajo, vio a algunos compañeros salir y sonrió. El corazón se le aceleró de ansias y el viento volvió a rozar en sus mejillas y jugó con sus rizos rubios.

Marqué la salida y caminé por el enorme patio, lleno de buses rojos, hasta la puerta; se encendieron los focos; salí por el torniquete y el corazón me brincó fuerte y con alegría al ver a mi querido Layne esperando por mí. Le sonreí perdidamente, con destellos y a él le brillaron los ojos de amor y de ternura.

—Mi Layne.

Layne me miró intenso, las luces de los focos se reflejaron en sus profundos ojos celestes y yo corrí a sus brazos con emoción y felicidad.

Amó sentirme y tenerme en sus brazos, y los dos más que contentos, él me tomó de la cintura y cerró los ojos. Se sentía pleno y todo renovado.

Yo acaricié sus rizos rubios, me fascinaba tocar y acariciar su cabello y Layne, volvió a sonreírme con ternura.

—Hola, niña mía.

—Hola, mi Layne ¿Por qué no me llamaste? Me tenías preocupada.

—Quería darte una sorpresa — me sonrió y yo le sonreí.

— ¿Y? ¿Cómo les fue? ¡Vamos! ¡¿Cuéntame cómo les fue?! — le pregunté ansiosa y él me sonrió todo entusiasmado.

—La discográfica aceptó nuestras canciones. Quieren que desde mañana mismo comencemos con el primer demo, amor mío — me emocioné por completo y él me contempló con dulzura.

—Oh, que felicidad. Es grandioso, mi Layne. Felicidades, ustedes se lo merecen ¡Se lo merecen! — él río y me tomó de la cintura.

—Jejeje. Mi niña. Te quiero tanto.

—Y yo a ti, mucho — me miró perdidamente enamorado, y yo embelesada por él, le acaricié su barba de chivato y él volvió a sonreírme.

—Ten, te traje esto para que te resguardes del frío — sacó de su chaqueta mi bufanda y yo lo miré toda enamorada y a la vez sorprendida y agradecida.

Saber que Layne me había llevado la bufanda, que yo había olvidado en la cama, para que me abrigara del frío, significó mucho para mí y me hizo amarlo y valorarlo aún mucho más, de lo que ya hacía. Él me sonrió con ternura y yo me coloqué la bufanda alrededor de mi cuello.

El corazón me latió con fervor y anhelos y me perdí en su tierna y cándida mirada para mí. Le sonreí con pudor y alegría.

—Sé lo friolenta que eres y quise traértela para que, al menos, te abrigue un poco.

—Muchas gracias. Eres tan tierno y bueno conmigo, siempre.

—Te amo mi niña y solo quiero que estés bien y feliz.

—Contigo lo soy y lo seré siempre. Jamás lo dudes — acarició mi mejilla.

—Lo sé. Te adoro.

—Y yo a ti.

—Amor mío.

Me jadeó y me besó largamente. Yo rodeé su cuello con mis brazos y él me tomó suavemente de la cintura y ambos hicimos que nuestro beso perdurara por toda una eternidad.

De pronto, comenzaron a caer unos pequeños copos de nieve y ambos nos sonreímos con complicidad y alegría. Unos copos cayeron en mis mejillas y Layne con ternura los corrió y yo contemplé su rostro.

Tomados de la mano, caminamos de regreso a nuestro departamento y yo haciendo crujir los dientes por el frío que tenía, Layne lo sabía y apretó con más cariño mi mano para darme calor.

—Tranquila, pronto llegaremos, mi niña.

—Debes pensar que soy toda una niña inmadura por quejarme siempre de que tengo frío y que detesto el invierno — él sonrió.

—No, claro que no. Eres friolenta, mucho y eso no es malo, al contrario. Hay personas que detestan tanto el frío, como el verano y está bien ¿Sabes? — le sonreí.

—Ahora cuando lleguemos te meterás a la cama y yo te prenderé el calentador eléctrico.

—No, tengo una mejor idea...

Llegamos a nuestro departamento y yo sin sacarme la bufanda porque él me la había llevado hasta mi trabajo por el frío, Layne me sonrió con destellos y cariño y yo me puse el delantal y empecé a hornear unas ricas galletas, de esas que a él le gustaban tanto.

Feliz e idiotizado, me veía prepararlas, sentado frente a mí y yo me perdía a cada instante en su coqueta sonrisa, la que me hacía delirar y suspirar fuera de control.

Había parado de caer copos de nieves; tenía casi lista la bandeja con galletas de chocolates y a punto de colocarlas al horno, Layne se me acercó y besó mi cuello.

—Saldré un momento del departamento. En seguida vuelvo.

—Ok.

Le dije y solo con ganas de besarlo, Layne salió, y yo extrañada, coloqué las galletas al horno.

Con frío, se metió las manos a los bolsillos de su chaqueta y fue hasta el jardín; allí buscó con insistencia unas margaritas, que a mí me encantaban, y precavido de que nadie lo viera, las vio y recortó la más bonita y duradera.

Esperando a que volviera, Layne abrió la puerta y entró. Yo lo miré con intriga y él me sonrió intenso.

— ¿Pasó algo, cariño?

—No, solo bajé a buscar esta margarita para ti, mi hermosa.

El corazón otra vez me latió con fervor y emoción y Layne me contempló fijamente, para después pasarme aquella bonita margarita y yo me derretí por completo.

—Oh, es preciosa. La amo.

—Lo sé. Sé cuánto te gustan las flores, pero en especial esta y bueno, quería tenerte una especial para este momento.

—Mi Layne.

No me pude contener más y me le abalancé a sus brazos y lo besé como tanto ya lo venía deseando y ansiando. Él desprevenido, abrió los ojos sorprendido y se estremeció todo al instante. Se volvió loco al tenerme así en sus brazos y que yo lo besará de esa manera imprevista y me abrazó con afán y correspondió deseoso a mi beso.

Besándonos, él introdujo su lengua en mi boca, lo que más me gustó y los dos nos besamos sin parar y Layne me llevó a nuestra cama.

Acostado sobre mí, pasó con ternura la margarita por mi rostro y yo lo miré perdidamente enamorada; él me observó intenso, todo seductor y yo amándolo con todas las fuerzas del mundo, acaricié sus pectorales y volvimos a besarnos e hicimos el amor.



Fin.



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