Día 4.
Vals en el prado.
Las risas y voces alegres se escuchaban por todo el bosque durante aquel festival organizado por las criaturas que habitaban el lugar quienes se divertían ante las actividades, la comida, bailes y convivencia de todos, no todos los días las diferentes especies podían estar en armonía y en aquel ambiente de tranquilidad, claro que era una fecha especial, el último día de octubre, donde la luna brillaba más que nunca.
Pero a pesar del buen ambiente que se sentía, cierto lobo miraba entre la multitud en busca de alguien que había estado buscando desde que el evento inició.
«Ahh... ¿Dónde se habrá metido?» Tanjirō tenía los labios apretados, a pesar de que le prometió que asistiría, simplemente no lo encontraba, temía porque no hubiese venido y sólo estuviese perdiendo el tiempo inspeccionando cada rincón del lugar.
—Kamado-kun. —Escuchó que le llamaban, girándose hacia la bruja que le sonreía, se giró completamente hacia ella, consiguiendo que su sonrisa se hiciera más grande. Alzó la mano y señaló hacia unos árboles a la derecha. —Lo que buscas está allí, los fantasmas de Kanao lo asustaron y se fue a esconder allí. —El menor sonrió ampliamente por la información que le había sido dada por Kocho.
—¡Muchas gracias, Shinobu-san! —Realizó una reverencia ante la ayuda y salió corriendo hacia aquellos árboles que estaban retirados del lugar.
Mediante se iba acercando, pudo notar que detrás de un árbol sobresalía algo naranja que temblaba, cuando estuvo más cerca, pudo percatarse que era una calabaza, haciéndole sonreír. Los temblores pararon, pues los agudos oídos del chico detrás del árbol se percataron de quien se trataba, para cuando Tanjirō llegó, miró hacia abajo, encontrando al joven quien estuvo buscando, abrazando sus piernas mientras tenía el mentón sobre sus rodillas, sorbiendo la nariz y pasando una de sus manos por sus mejillas que secaban las lágrimas que estuvieron allí.
—¡Por fin te encuentro, Zenitsu! Estaba preocupado por ti. —El pelirrojo se puso de cuclillas para estar a la altura del rubio, alzando su mano y posándola en el hombro ajeno. —¿Qué es lo que pasó? —Preguntó angustiado ante el estado de su amigo.
—¡Es que todos son terribles aquí! ¡Los fantasmas de Kanao no me dejaban en paz! Era cómo si quisieran comerme... ¡Y luego el idiota de Inosuke! ¡Tomó una de mis calabazas y la masacró! ¡Hizo una estúpida máscara en forma de jabalí! Mi preciada calabaza... —Explicó lo que había sucedido, no le gustaba estar con las otras criaturas del bosque porque le molestaban y acosaban, para empezar, él ni quería asistir a aquel festival, sólo había aceptado por el menor.
Zenitsu giró hacia el otro, quien sólo le miraba con una sonrisa cálida, haciéndole encoger en sus hombros, desviando su mirada.
—Lamento que Inosuke haya hecho eso, pero fue porque a él le gusta mucho tus calabazas, aunque en realidad, a todos nos encanta las calabazas que cultivas. ¡Y los fantasmas no te seguían porque quisieran hacerte algo malo! Ellos persiguen las cosas dulces, y bueno... Tú tienes impregnado el olor a calabaza. —Al finalizar, el menor se le acercó, acariciando con su nariz la cabeza del rubio, olfateando el olor de este, consiguiendo quejidos de Zenitsu quien trató de alejarlo de él, pero mediante más olía, más emocionado se ponía, que incluso la peluda cola café que tenía, se agitó en manifestación de alegría.
—¡Su-suficiente, Tanjirō! —Chilló, colocando las manos en la cara de Kamado para alejarlo, consiguiendo un puchero de éste, cosa que hizo estremecer el corazón del mayor. —Aun así fue grosero de parte de ambos. —Habló con más tranquilidad cuando lo había alejado completamente, volviendo a envolver sus brazos en sus piernas.
—Pero no es momento para amargarse, te estás perdiendo del festival. —No veía muy motivado a Agatsuma de participar en alguna de las actividades, mucho menos de estar con los demás.
Era bien sabido que Agatsuma Zenitsu, el encargado del cultivo de calabazas, era algo apartado a las demás criaturas porque a su parecer, todos daban miedo. Aunque hizo una excepción a aquel hombre lobo que había llegado a su huerto entusiasmado por el olor a calabazas, gracias a aquel joven, se fue abriendo un poco hacia los demás habitantes, pero seguía pareciéndole espeluznantes.
Tanjirō respiró hondo y suspiró, tampoco quería hacerle sentir incómodo. Pero al poco rato, se le ocurrió una brillante idea. Se levantó, consiguiendo una mirada curiosa de Zenitsu, el menor le extendió una mano mientras sonreía.
—Si no quieres ir al festival, entonces acompáñame a un lugar. —Zenitsu parpadeó un par de veces y algo dudoso, tomó su mano, recibiendo su ayuda para ponerse de pie, siendo guiado por el menor al lugar que mencionó.
Pero en ningún momento, soltó su mano.
Caminaron hacia las profundidades del bosque, alejándose cada vez más del festival, la música y luces se iban alejando más y más, Zenitsu sentía una gran curiosidad sobre el lugar del que mencionó Tanjirō , aunque no podía evitar sentirse inquieto ante toda la oscuridad que le rodeaba, pero estaba bien, a pesar del miedo, se sentía seguro por el simple hecho de que Tanjirō estaba con él, tomando su mano y sintiendo la calidez que transmitía, haciendo incluso ruborizar sus mejillas.
A los pocos minutos habían llegado, un prado despejado de árboles que dejaban a la perfecta vista el nocturno cielo estrellado. Zenitsu miró con asombro el cielo y la brillante luna que resaltaba, el lugar era precioso y la vista que dejaba el cielo era maravilloso, un paisaje nocturno de completa calma, podía escuchar el peculiar sonido del césped siendo removido por el aire y el cantar de lo grillos.
—¿Sabes? —Escuchó la tranquila voz de Kamado, consiguiendo que Zenitsu volteara hacia su dirección. —Para nosotros los hombres lobos, la luna de octubre es sumamente especial, es cuando más brillante y hermosa se ve, incluso tenemos un vals en honor a la luna que se baila con una persona especial. —Conforme fue hablando, su corazón latía en nerviosismo, sintiendo calentar sus mejillas. Zenitsu fue contagiado por este nerviosismo, girándose completamente hacia el menor, soltando su mano y dando un par de pasos hacia atrás para tomar distancia, ¿A qué venía esa explicación de repente?
Tanjirō giró hacia él, dejando a la vista el rubor de sus mejillas que era bien iluminado por la luz de la luna, haciendo brillar sus rojizos ojos. Ante aquella vista, las piernas de Zenitsu temblaron, viéndose obligado a tener que mirar hacia otra parte.
—Zenitsu... —Le llamó con voz temblorosa, haciendo que los labios del rubio temblaran. Alzó sus manos y las llevó hacia las del mayor, tomándolas con cuidado. —¿Bailarías conmigo? —Y ante aquella pregunta, el leve rubor que tenía el mayor se intensificó, separando bruscamente sus manos de él, alejándose más.
—¿Ba-bailar? ¡Imposible! Yo no sé bailar, a-además... estas hiervas me impedirían bailar. —Tomó con sus manos las ramas verdosas que nacían de su cadera y envolvía una de sus piernas. —Sería todo un desastre... —Alzó sus manos y las colocó en su cabeza.
Tanjirō sonrió tímidamente mientras caminaba hacia él, acercando los pasos que éste había alejado, alzando sus brazos para rodear al rubio en un abrazo que hizo estremecerle.
—No necesitas saber, yo puedo guiarte. Simplemente quiero saber sí bailarías conmigo. —Murmuró, al estar cerca de su oído, no era necesario hablar en un tono alto, todo lo contrario, el ambiente y la cercanía le hacía hablar en suavidad, erizando la piel del mayor.
En esas circunstancias, era imposible negarse, por lo que asintió en un movimiento tímido, accediendo a la invitación de bailar, consiguiendo que la cola de Tanjirō se sacudiese en alegría.
—Realmente es fácil, sólo sígueme. —Explicó con una sonrisa, soltándolo para tomar su mano derecha y dejarla sobre su hombro, llevando esa mano a la cintura de Zenitsu, las manos libres de ambos se juntaron, en la posición clásica de un vals.
El corazón de Agatsuma latía con tanta velocidad, saltaba de emoción y la vez de nerviosismo, el cual igual afectaba a sus piernas, temía que en algún momento terminase perdiendo fuerza y cayera.
Estuvieron así un par de segundos, hasta que Tanjirō dio el primer paso, comenzando aquel baile, donde el ritmo que seguían era el inquieto latir de sus corazones, un tranquilo e inexperto baile, donde alguna vez ambos chocaban, pero era algo que se olvidaba con unas discretas risas, continuando.
Según fueron pasando los segundos, los movimientos fueron más fluidos, donde los músculos de ambos dejaron de estar tensos, relajándose y dejándose llevar por ese sentimiento que los guiaba al seguir una melodía inexistente, pero que aun así ambos conocían.
Ambos se miraban fijamente, dedicándose sonrisas, otras veces desviaban la mirada o simplemente se perdían en los ojos contrarios, sintiendo esa calidez que nacía de sus pechos, extendiéndose por todo su cuerpo, llenándoles de una singular alegría.
Un perfecto vals bajo la luz de la luna de octubre, un baile importante para los hombres lobos, porque a presencia de la sagrada luna, entregaban el corazón a la persona que habían elegido amar hasta la eternidad.
Un baile, donde Tanjirō expresaba sus sentimientos hacia Zenitsu, de quien había caído completamente enamorado y su único deseo, era estar siempre a su lado.
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