Día 1.
Nostalgia.
—¿¡Eso es lo mejor que tienes!?
—¡Aún puedo más!
Yacían Inosuke y Tanjirō entrenando, corriendo de aquí para allá, peleando entre ellos para fortalecerse más, levantando cosas pesadas y haciendo flexiones.
—No entiendo cómo pueden aguantar tanto... —Murmuró Zenitsu, quien estaba sentado en el Engawa de aquella finca, observando como los otros dos entrenaban sin descanso alguno, él había ido a tomar un descanso porque sentía que le daría un infarto si seguía esforzándose mucho.
Escuchó el gorjeo de Chuntaro a su lado, giró en su dirección, mirando como saltaba una y otra vez, extendió su mano hacia el gorrión, quien no dudó en saltar a su mano.
—No comiences a regañarme por no entrenar con ellos, estoy haciendo mi mejor esfuerzo, también merezco un descanso, ¿No? —El animal soltó un suspiro mientras negaba, aquel chico no tenía remedio.
El rubio iba a reclamar por la acción del gorrión, cuando un fuerte sonido llamó su atención, alertándolo al instante. Regresó la mirada a donde estaban los dos jóvenes, Kamado se encontraba en el suelo con la cara estampada contra la tierra, mientras que Hashibira alzaba los brazos en señal de victoria, soltando fuertes carcajadas. Rápidamente Zenitsu creyó que Tanjirō había caído o perdido en el juego que estaban teniendo, aunque por el fuerte sonido, temía porque el golpe haya sido muy fuerte.
—El almuerzo está listo. —La anciana dueña de aquella finca salió de la habitación, dando la indicación a los jóvenes sobre el almuerzo, consiguiendo que Zenitsu pegara un salto del susto, tomando la mayor distancia de la adulta.
—¡Genial! Ya tenía hambre. —Comentó en una sonrisa el cabeza de jabalí, caminando en dirección al interior de la casa.
Zenitsu dirigió su mirada hacia Tanjirō, quien iba levantándose del suelo, y arrastrando los pies, se sentó a su lado mientras sacudía sus prendas de la tierra que se habían ensuciado.
—¿Te dolió la caída? —Preguntó, recibiendo un asentimiento por parte del menor.
—Me resbalé y no me dio tiempo de poner las manos para amortiguar la caída... —Explicó lo que sucedió, cuando menos se dio cuenta, ya tenía la cara contra el piso. Zenitsu soltó una leve risita, incluso su rostro estaba manchado de tierra.
—Al menos no te rompiste la nariz o algo así. —Estaba seguro de ello, no sólo porque no había ningún rastro de sangre, también porque, de haberse roto algo, sus oídos lo hubieran escuchado indudablemente.
Agatsuma jaló un poco de su Haori amarillo para cubrir su mano y la dirigió al rostro del menor, limpiando con suavidad la tierra que tenía en su mejilla.
Aquella acción hizo que los rojizos ojos de Kamado se abriesen por completo.
"Tanjirō... Tienes la cara sucia, ven aquí."
Esas palabras invadieron su mente, un recuerdo agridulce de unas de las últimas palabras que escuchó de su ahora fallecida madre. El tacto era similar, gentil y cariñoso, procurando ser lo suficientemente suave cómo para no lastimarle.
Sin siquiera poder evitarlo, sus ojos se humedecieron, sintiendo como esa nostalgia comenzaba a invadir su cuerpo.
—¿¡Eh!? ¿Su-sucede algo? —Preguntó algo inquieto, le preocupó el hecho de que el menor hubiese puesto esa cara, de que las lágrimas atacasen sus ojos y en especial, por aquel sonido a melancolía que comenzaba a producir. Agatsuma alejó su mano, creyendo que lo mejor sería tomar distancia, sin embargo, Kamado tomó su muñeca antes de que se alejara más, llevándola hasta su mejilla y dejándola allí, esta vez, sin que la prenda lo cubriese.
—No... Sólo... Quédate así un poco más... —Pidió con timidez, cerrando sus ojos y dejando que un par de lágrimas cayesen, restregando un poco su mejilla contra la piel contraria. Alzó su propia mano y la dejó sobre la de Zenitsu, rozando sus dedos con los suyos, el mayor tanteó su mejilla para luego separar levemente sus dedos, dándole espacio a los de Tanjirō para que se entrelazara con los suyos, quedándose así por unos segundos.
Los labios del mayor temblaron, sintiendo como una picazón ardía en sus propios ojos, sorbió la nariz, sintiéndose algo contagiado por los sentimientos del otro, en cierto modo, le dolía ver a Tanjirō de esa manera.
Se alejó sin previo aviso, girándose hacia el pelirrojo mientras se apoyaba en sus propias rodillas y así alzarse un poco, llevando sus manos a la cabeza de Tanjirō, empujándolo suavemente hacia su pecho, seguidamente de haberlo abrazado.
—Tranquilo... Llora si quieres hacerlo, yo lloraré contigo. —Habló con voz temblorosa, haciendo estremecer el pecho del menor, quien hundió más su rostro contra el cuerpo contrario, alzando sus manos y que se aferraron a la espalda del otro, dejando salir aquellas traicioneras lágrimas, provocando que unas comenzaran a salir de los dorados ojos de Zenitsu.
«No estás sólo, estamos aquí contigo... Yo estoy para ti.» fue aquel pensamiento de Zenitsu, mientras daba palmaditas en la espalda de Tanjirō, tratando de consolarlo.
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