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Capítulo 7 - Final Alternativo




N/A: Hola,

He publicado este final alternativo adaptándolo más a un estilo menos trágico y con un extra de azúcar, esta iniciativa ha surgido gracias a los amables comentarios de laurenlmprincess (fanfiction), al parecer lo paso mal leyendo el final de la historia y es por ello que le dedico este capítulo.

Espero que lo disfruten. (Perdón por lo extenso pero considere que dado que era un capítulo final lo mejor era hacerlo en uno solo).

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La luz vespertina se colaba por la ventana de la habitación, Marinette despertó con una sonrisa dibujada en su labios, hoy era su gran día. Se asustó cuando giró la cabeza y no encontró a Adrien a su lado y vio que no había dormido ahí.

La puerta de la habitación se abría lentamente sin hacer ruido, ella la veía extrañada hasta que una gran sonrisa apareció en sus labios al ver a Adrien entrar con una bandeja en las manos en la que resaltaba una hermosa rosa roja.

- Buenos días bella durmiente. - la saludó con su mejor sonrisa - te he preparado el desayuno.

Ella le sonreía como colegiada enamorada, se levantó de un salto y corrió a abrazarlo.

- ¡Cuidado!, ¡cuidado! - exclamaba apartando la bandeja de la chica.

La azabache lo soltó y lo miro con un mohín - ¿Donde estabas?, no has dormido en la cama.

Adrien dejó con calma la bandeja en la mesa - Me retrase algo más de lo esperado y no quise despertarte así que dormí en la sala.

- Awww, eres un amor, pero sabes que no me hubiera importado despertarme solo por dormir contigo. - había un brillo especial en sus hermosos ojos azules que lo hicieron tragar con dificultad.

Marinette le dio un corto beso en los labios y se acercó al desayuno.

- ¿Marinette? - la azabache se acercó a él con una tostada en la mano - quiero pedirte un favor. - se le notaba nervioso.

- Lo que quieras, cariño. - respondió risueña.

- Me encantaría que los usaras hoy. - extendió su mano mostrándole una pequeña caja en terciopelo rojo con un sello dorado sobre la tapa - Es muy importante para mí. - la azabache lo miraba desconcertada, con su otra mano levantó la tapa dejando a la vista un par de pendientes largos con dos hermosos zafiros en forma de gota al final.

La azabache abrió de más los ojos y ocultó su sorpresa cubriendo los labios con su mano. - Adrien, son hermosos...- dudaba ya que el aceptar su petición significaba desprenderse de su prodigio - ...pero yo...

- Eran de mi madre, es lo único con lo que me pude quedar cuando mi padre retiró todas sus cosas de la casa. - dijo con tristeza.

Marinette lo miro enternecida y nerviosa a la vez, no sabía cómo rechazar su petición y más aún en el día de su boda. Vio a Tikki flotando a espaldas de Adrien, el kwami le sonreía a la vez que asentía con la cabeza, gesticulaba dando a entender que fuera Adrien quien le quitara los pendientes.

Marinette se acercó a él sonriente, sostuvo su pelo dejando a la vista la mística joya - ¿Podrías?...por favor. - dijo cariñosamente.

Aguantó por un momento la respiración y con cuidado retiro el preciado pendiente colocando en su lugar el recuerdo de su madre, repitió la misma operación con el otro.

- Gracias, te ves hermosa. - acarició con suavidad su nívea mejilla.

Marinette fue hasta el espejo para admirar los pendientes, Adrien miraba concentrado las dos pequeñas gemas mágicas que tenia sobre la palma de su mano.

- ¿Adrien?...¡¿Adrien?! - exclamo la azabache al no recibir respuesta.

- ¿Si?...dime. - respondió sobresaltado.

- Ja, ja, ¿Donde estabas que no me contestabas?, te decía que son preciosos, gracias.

Adrien tomó la caja donde venían los pendientes de su madre y guardó los de Marinette.

- Toma, no quiero que se pierdan se el cariño que les tienes. - dijo con cierto sarcasmo al entregarle la pequeña caja.

- Gracias. Si son especiales para mí. - se giro a ver el reloj - ¡Oh Dios!, Alya llegará en diez minutos y yo aún no me he duchado - corría tomando su bata - y tú no deberías irte ya con Nino. - se detuvo junto a él y se abrazó a su cuello - ¿Acaso no sabes que es de mala suerte ver a la novia antes de la boda? - sus dedos jugaban con la rubia cabellera.

- Eso no pasará, a ti siempre te ha acompañado la buena suerte. - la azabache no entendió el comentario pero igual le sonrió- Pero tienes razón me voy con Nino. - la beso con pasión antes de soltarla.

- Te veo después princesa. - haciéndole un guiño salió de la habitación.

Marinette se dejó caer sobre la cama abrazando una almohada para ahogar un grito de felicidad, el pequeño kwami se unió a ella - Estoy tan feliz Tikki, en unas horas estaremos casados, este ha sido mi sueño desde el instituto, no sabes cuánto lo amo. - Tikki solo se reía ante la excitación de su portadora.

- Tikki, ¿no habrá ningún problema por quitarme los pendientes? - preguntó mas sería.

- No, tú no te los quitaste fue Adrien quien lo hizo, por lo que no has renunciado a mí. Así que todo estará bien.

Marinette le devolvió la sonrisa y tomo a su pequeña amiga entre sus manos para apegarla a su mejilla.

Ya en el coche Adrien no ocultaba su nerviosismo, la presión que ejercía sobre el volante era excesiva se notaba el rojo en sus manos, gruesas gotas resbalaban por su sien, el retumbar del corazón en sus oídos lo estaba trastornando, sus ojos bailaban de un punto a otro sobre la calle. Todo lo que le estaba pasando era demencial, solo el sabia la terrible lucha interna que estaba librando por un lado estaba el amor incondicional de Marinette y por otro el..., su mente quedo en blanco no sabía que decir sobre Ladybug. Al llegar al semáforo detuvo el coche y apoyo su frente sobre el volante tratando de controlar su agitada respiración. Plagg flotaba en el asiento de atrás sin darse cuenta por lo que estaba pasando su portador - ¿Así que fue por eso que ayer fuimos a la mansión?, a recoger los pendientes de tú madre. Fue un lindo detalle. - Adrien solo lo miraba por el retrovisor en silencio - Me alegro por ustedes...- Plagg miraba desconcertado por la ventanas del coche - oye, por aquí no se va a la casa de tu amigo.

- Plagg - el pequeño ser se giró hacia su portador - renunció a ti. - los ojos del kwami se abrieron de miedo al ver como Adrien se quitaba el anillo.

Sabine daba los últimos toques al peinado de su hija mientras que Alya buscaba los zapatos que habían comprado para la ocasión.

- ¡Los encontré! - grito desde el vestidor la pelirroja.

- Toma, póntelos.

La azabache lentamente se puso en pie y con cuidado calzo el lindo par de zapatos en punta que estaban frente a ella, estos eran de satén marfil con unas joyas de cristal en la punta.

Su madre y su amiga la veían sin pronunciar palabra, Sabine tenía sus manos entrelazadas presionadas contra el pecho, fue incapaz de impedir que una lagrima escapara de sus ojos al ver a su hija con ese vestido.

Era un sencillo vestido con falda de línea A en garza con aplicaciones de guipur que ascendían por la cadera hasta transformarse en un bello cuerpo con efecto segunda piel en tul cristal que se fundía con su propia piel haciéndolos uno. Sobre la tela un diseño con aplicaciones florales en hilo y pedrería.

- ¿Mamá?, ¿estas bien? - inquirió preocupada la azabache.

- Si, es solo la emoción de verte así...estas hermosa.

toc, toc - ¿Chicas están listas? - preguntaba el padre de la azabache desde el otro lado de la puerta.

Sabine abrió la puerta - Si, la novia esta ya preparada. - dijo con una sonrisa de orgullo.

Tom vio aparecer a su hija frente a él, sus ojos se volvieron acuosos - Mi pequeña Marinette, mírate, apenas ayer correteabas por el parque y ahora...- una indiscreta lágrima escapó por su mejilla - toda una bella mujer.

- Awww, papá, gracias. - padre e hija compartieron un emotivo abrazo.

Los cuatro salieron de la casa en dirección a la iglesia St-Germain d'Auxerrois, en una limusina negra iba Marinette acompañada de su padre y adelante de ellos iba el coche de Alya junto con su madre.

Al llegar a la iglesia la limusina estacionó frente a ella, Alya fue la primera en bajar del coche y encaminarse al sagrado recinto para comprobar que todo estuviera conforme lo previsto.

Al entrar vio que la mayoría de los invitados ya habían llegado, saludó de lejos a alguno de sus antiguos compañeros de clase mientras caminaba hacia Nino, quien estaba cerca del altar. Los músicos estaban a la espera de la señal de la pelirroja para empezar la interpretación de la marcha nupcial dándole la entrada a la novia.

- Hola amor. - con un corto beso en los labios la saludaba su novio.

- Nino, ¿donde está Adrien? - volteaba hacia todos lados buscando a su amigo, ya solo faltaban diez minutos para que iniciara la boda.

- No lo sé, dijo que nos veríamos aquí.

- ¿De qué estás hablando?, si él fue a tu casa para cambiarse. - le recordó confundida.

- Si, en eso habíamos quedado pero me llamo esta mañana para decirme que tenía que atender un asunto urgente en la empresa y que ya se cambiaría ahí. - explicó el moreno.

- Pues al parecer aún no ha llegado, trata de localizarlo en su teléfono y yo llamaré a su oficina, voy a salir con Marinette. - camino hacia la salida lo más ligera que pudo sin llamar la atención, en cuanto cruzó la puerta sacó su teléfono y buscó entre sus contactos el número directo de la oficina de Adrien.

- Oficina del señor Agreste, ¿diga? - respondía una voz al otro lado del auricular.

- Hola, ¿podría comunícame con Adrien? por favor - solicitó la pelirroja.

- Lo siento, el señor Agreste no ha venido hoy a la oficina. - respondió diligente.

- Pero eso no es posible, él dijo que iría. - insistía testaruda.

- Ejem, - la secretaria carraspeó - le repito que no ha venido hoy.

- Gracias. - dijo Alya sin más, pensativa.

Nino llegó junto a ella a paso apresurado - Nada, no me responde ni las llamadas ni los mensajes. ¿Que hacemos?

Alya miro su reloj y bufo, ya habían pasado diez minutos de la hora de la ceremonia, se asomó al interior de la iglesia y ya se empezaban a oír los murmullos y las miradas furtivas hacia la puerta esperando la entrada de alguno de los novios.

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.

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- Toc, toc - tocaban en una de las puertas de ese bloque de departamentos.

- Adelante - se escucho la amable voz desde el interior.

Adrien empujo la puerta y paso al interior acercándose al centro de la estancia.

- Ah, Chat Noir, bienvenido. ¿A que debemos tu visita? - saludo el propietario del departamento con voz calmada.

- Maestro, yo...yo no sabía adónde ir. - en su voz se notaba que el muchacho estaba alterado.

- Por favor siéntate. - ofreció amable el anciano a la vez que le servía una taza de té.

Wayzz se acerco con disimulo al oído de su portador - Maestro no siento la presencia de Plagg. - susurro.

- Lo sé, tranquilo. - recomendó

- Entonces, ¿que es lo que te trae por aquí? - volvió a preguntar.

Adrien permaneció en silencio unos segundos antes de extender su mano frente al maestro y ofrecerle el objeto.

- Tome, le devuelvo el anillo ya no puedo seguir siendo Chat Noir.

El maestro dio un sorbo a su té y miro el prodigio sin tocarlo - ¿Y por que no?, ¿Ha pasado algo? - inquirió sosegado.

- Yo he cambiado...estoy lleno de odio y rencor. Tengo la cabeza repleta de dudas a las que no encuentro respuesta. - había podido hablar más relajado, la presencia de ese hombre de alguna manera lo tranquilizaba - Siento mucho dolor aquí, - dijo señalando el centro de su pecho - la única solución que he encontrado es marcharme lejos. Por eso le devuelvo el anillo.

- Bebe, no lo has probado y es un té excelente. - parecía como si el anciano no hubiera escuchado ni una sola de sus palabras.

Adrien tomó su bebida y le dio un sorbo, la sensación cálida de ese líquido en su cuerpo extrañamente lo reconfortaba, tenía un sabor intenso a té verde junto con la dulce suavidad de la miel, era muy agradable.

- ¿Mejor? - preguntó con amabilidad su anfitrión.

El solo asintió con la cabeza.

- Y dime - hablo en tono más serio sin perder su amable expresión - si tú renuncias a tu prodigio y te vas ¿que pasará con Ladybug? - el anciano volvía a llevar la taza a sus labios sin perder de vista la expresión del chico.

Al escucha el nombre de la heroína, sus ojos se abrieron de más, sus manos se apretaban con fuerza sobre la mesa. - Ella es mi problema. - respondió secamente.

- ¿Tu problema?, no te entiendo, ¿podrías explicármelo?.

- Ella...- tragó con pesadez - mató a mi padre. - dio un respiro para poder seguir hablando - ayer supe quien era bajo la máscara, me ha mentido todo este tiempo, me ha estado utilizando, se ha burlado de mi. - sus palabras se habían vuelto ácidas.

- Ya veo. ¿Debe de ser sorprendente, no te parece? - dijo sirviéndose un poco más de té.

- ¿A qué se refiere? - inquirió desconcertado.

- Al hecho de descubrir que la persona que más te ama en el mundo sea la heroína de Paris. - lo miraba de soslayo atento a su expresión.

- Ella me mintió - se apresuró a decir.

- ¿Y acaso tú no lo has hecho? - el rubio irguió ligeramente la espalda ante la inesperada pregunta - tú no le has contado quién eres en realidad ¿verdad? - veía como el chico negaba con la cabeza - ¿y porque no lo has hecho?.

- Yo...yo quería protegerla, no quería que sufriera por tener que preocuparse por mí.

- Me alegra oírlo, porque eso mismo es lo que ella ha hecho, te ha protegido.

- Pero debió decirme que había sido ella quien había matado a mi padre. - la decepción volvía a reflejarse en su cara.

- Debes de entender que si te lo hubiera dicho tendría también que revelarte quien había sido tu padre. Ella calló para preservar la imagen que tú tenías de él y para proteger su nombre de la opinión pública.

- Pero eso no disculpa que sea la asesina de mi padre. - replicó dando un golpe en la mesa con el puño.

El maestro Fu entrecerró los ojos - Fue una situación difícil para ella, tuvo que tomar una decisión rápida al verte en peligro. - el anciano levantó la mano hacia Adrien impidiéndole hablar - Se lo que vas a decir, que lo tenías bajo control pero eso es algo que ni tú mismo sabes, podría haber pasado cualquier cosa. La realidad en ese momento es que tú estabas herido y con el estoque de Hawk Moth a punto de atravesarte, eso es lo que ella vio y actuó en consecuencia. Ella con su acción no pretendía dañarlo pero no se podía imaginar que el techo cedería.

- Ella debió esperar a que yo contrarrestara el ataque. - dijo con reproche.

- Pero no lo hizo, solo temía por tu vida. - lo miro directamente a los ojos - ¿cuantas veces tú no has cometido una imprudencia por protegerla?

- Yo... - guardó silencio pensativo.

- Han sido tantas que ni siquiera lo recuerdas, ¿cierto? - el anciano volvió a dar otro sorbo a su bebida - Te contaré algo, cuando los elegí a ustedes dos como portadores de los prodigios más poderosos no fue al azar, en ustedes vi determinación y valor pero lo más impórtate fue el alto sentido de justicia que siempre han demostrado y sus sentimientos tan puros, en ninguno de los dos había ni un ápice de odio ni de maldad.

- Lo de tu padre fue una terrible tragedia y los que te conocemos hemos sufrido contigo. Marinette se ha desvivido en darte todo el cariño y felicidad que podía, quería en algún modo compensar todo lo que habías perdido y de lo que ella, gracias a tus palabras, se consideraba culpable. Ese fatídico día Marinette condenó parte de su felicidad, ha vivido con miedo de que tú te enteraras y la odiaras por ello.

Adrien escuchaba con atención lo que el maestro le decía, era como si sus palabras disiparan la bruma en la que había estado inmerso.

- Ella necesitaba liberar aunque fuera un poco de esa pesada carga pero a ti no podía decirte nada como Adrien, ni a ti ni a nadie. Ella vino muchas veces aquí en busca de consuelo pero mis palabras solo la ayudaban a poder seguir en pie un día más, no eran capaces de sanar su conciencia. - el anciano puso un poco más de té en la taza de Adrien - Ella necesitaba a su compañero, necesitaba sus palabras de aliento para mitigar la presión de la culpa, pero en lugar de eso...tú sabes lo que encontró. - Adrien no pudo mantener la vista del maestro que aunque era afable lo estaba taladrando, bajo la cabeza avergonzado.

- Yo te conozco y sé quién eres, toda tu desesperación se debe a que insistes en mantener dentro de ti un sentimiento que realmente no existe, el dolor te ha cegado pero no cometas el error de tu padre. El persiguió incansable una quimera que lo llevó a la locura, a no ver el daño irreparable que ocasionaría si conseguía los prodigios.

El maestro podía notar la tensión en su rostro, sabía que estaba manteniendo una dura batalla consigo mismo y sus sentimientos, necesitaba un último aliciente. Se puso en pie y camino hasta quedar a espaldas de Adrien, posó con cuidado las manos en sus hombros y ejerció una ligera presión en ellos - ahora necesito que prestes atención, - el rubio trato de girarse pero el maestro no lo dejo - quiero que cierres los ojos y pienses en Marinette, olvida todo lo malo por lo que has pasado solo concéntrate en ella.

Adrien obedeció lo que el anciano le pedía, lo primero que apareció en su mente fueron sus hermosos ojos azules, después su encantadora sonrisa, poco a poco iban llegando los recuerdos. Si alguien le preguntara cuál era el mejor de ellos no sabría que responder ya que no había un solo momento que no disfrutara con ella. Una creciente paz se extendía en su interior.

- Ahora, - la serenidad de la voz del maestro irrumpía de nuevo en su cabeza - quiero que pienses en Ladybug y en la misma forma que con Marinette elimina todas las malas sensaciones.

Sin abrir los ojos pensó en la heroína, poco a poco la esbelta figura de su compañera se visualizaba en su cabeza, ahí estaba ella de espaldas a él viendo Paris desde la plataforma más alta de la torre Eiffel, su cabello azabache jugando con el viento. Al girarse hacia él vio su alegre sonrisa y sus vivaces ojos azules, los mismos que durante mucho tiempo habían sido la fuente de sus sueños. Una vez más sentía esa paz que lo acogía en su cálido regazo.

- Sin dejar de pensar en Ladybug quiero que pienses también en Marinette, quiero que las veas como una sola persona que veas lo que cada una son y lo que representan para ti. - volvió a ordenar el maestro.

Apretó algo más los ojos buscando concentrarse, ahora las veía nítidamente a las dos únicas mujeres que le habían dado sentido a su vida. Por más que intentaba separar sus cualidades no podía, siempre encontraba el punto de unión entre ellas, eran perfectamente idénticas. El último ápice de angustia que aún sentía había desaparecido, todo él estaba envuelto en una atmósfera de calma al verse observado por esos hermosos luceros azules.

El anciano sentía la tranquilidad que Adrien transmitía, notaba como sus sentimientos se conciliaban entre ellos, solo faltaba una última cosa.

- ¿Puedes ver a Marinette y a Ladybug? - Adrien negó con un simple movimiento de cabeza - Dime que es lo que ves.

- Mi alma. - una sonrisa de satisfacción se dibujó en el anciano.

- Escúchame bien ella ya no te pertenece, tú las has alejado de ti. Ya no estará a tu lado nunca más. - una mueca de desagrado cubrió su rostro, en su mente veía como Marinette desaparecía lentamente en una oscuridad que se iba aproximando a él.

A través de sus párpados se podía notar el movimiento incesante de sus ojos, frías gotas resbalaban por su espalda, su pulsaciones habían aumentando frenéticamente haciendo que su pecho doliera. Las lágrimas corrían por su cara.

Impetuosamente se levantó rompiendo el contacto con el maestro -¡¡¡MARINETTE!!! - gritó jadeante sin dejar de llorar.

El maestro posó la mano en su espalda dándole suaves palmadas - Tranquiló Adrien, todo está bien. - hablaba pausado queriéndole transmitir tranquilidad.

El por fin pudo controlar su respiración, abrió sus ojos viendo frente a él al sonriente anciano - ¿Te sientes mejor? - él solo asintió con un movimiento de cabeza sentía la boca seca - ¿Has podido entender lo que tú mismo te has obstinado en no ver?.

Tomó su taza y dio un profundo sorbo a su bebida antes de responder - He sido un idiota. - se paso la mano por el pelo con frenesí - Le hice daño.

- No vuelvas al pasado, apenas acabas de salir de él. Lo importante es lo que quieres ahora.

- Yo...solo quiero estar con ella, disfrutar de cada instante de mi vida a su lado. - dijo con convicción.

- Eso es lo que quería oír, ustedes siempre han sido el uno para el otro.

El maestro tomó el anillo de Chat Noir de sobre la mesa - Esto es tuyo. - dijo entregándoselo - No esperarás que Ladybug haga el trabajo sola. - bromeó arrancándole una sonrisa al chico.

Tomó el anillo listo para ponerlo en su dedo - Adrien, ten cuidado, no creo que Plagg esté de buen humor, digamos que nunca le ha gustado estar encerrado en el prodigio. - el rubio trago pesado sabiendo lo que le esperaba.

Se colocó el anillo y al momento se materializó el negro ser frente a él. En cuanto abrió sus pequeños ojos frunció el ceño hacia su portador - ¡¿PERO A TI QUE TE PASA?!, ¡¿COMO PUEDES RENUNCIAR A MI?! - era innegable el enfado del kwami.

- Tranquilízate Plagg - sonó a su espalda la voz del maestro - Adrien no lo hizo por mal, solo estaba confundido.

- ¡¿Confundido?! - las palabras del anciano no habían apaciguado ni un poco su indignación.

- ¡¿Sabes cuantos portadores han renunciado al prodigio de Chat Noir?! - volvió a encarar a su portador. - ¡NINGUNO!, todos adoraban ser Chat Noir, pero noooo tú tenías que ser diferente, durante un año he aguanto tu mal humor, tu despotismo.

- Plagg - lo llamó de nuevo el guardián - Estas siendo....

- Maestro, por favor. - le interrumpió el rubio que hasta ese momento había aguantado resignado la cólera de su pequeño amigo - Tienes razón he sido el peor portador de todos y te he tratado mal sobre todo cada vez que pretendías ayudarme, no tengo derecho a pedirte nada, solo quiero decir que lo siento mucho. - Plagg estaba sorprendido, después de un año de malas contestaciones y casi no cruzar palabra con él se estaba disculpando - Quiero que sepas que vine aquí a entregar mi anillo al maestro, no me sentía digno de portarlo ni de tu amistad, pero él me ha hecho ver lo equivocado que había estado en todo. - bajo la mirada con tristeza - Solo puedo decir que si tú no quieres que continuemos juntos lo entenderé y entregaré el anillo para que el maestro encuentre a otro portador.

Plagg miraba incrédulo a Adrien a la vez que se giraba hacia el maestro, su portador le estaba pidiendo a él que eligiera el destino de Chat Noir.

- ¿Y bien Plagg?, ¿que respondes? - intervino el maestro - ¿tendré que buscar un nuevo portador?...tú siempre has dicho que Adrien había sido uno de los mejores Chat Noir que habías conocido.

El kwami miro al guardián con ojos acuosos - Y lo sigue siendo. - afirmó antes de lanzarse a la mejilla de su portador para abrazarlo - Sigues siendo un crío caprichoso - se le veía feliz al pequeño ser - ¿sabes lo que esto significa?.

Adrien sonreía sosteniendo a su pequeño amigo en su mano - Claro que lo sé, hoy tendrás doble porción de queso.

- ¿Doble?, será triple y durante un año completo. - Adrien rodó los ojos, estaba feliz por recuperar a su irreverente amigo.

- Me alegra ver que todo vuelve a ser como tiene que ser, ahora solo queda una cosa por hacer, ¿no es así Adrien?.

Adrien esbozó una gran sonrisa, sabía a lo que el maestro se refería - Maestro, ¿me preguntaba si usted querría asistir a la boda?.

- Será un placer y sobre todo ahora que lo que estaba oculto ha salido a la luz...o casi todo. - acompañó sus palabras con una sonrisa picara.

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Marinette movía inquieta la rodilla derecha, por la ventanilla del coche veía a Alya y a Nino hablando, se les notaba nerviosos.

- ¿Que está pasando papá?, ya deberíamos de haber comenzado hace veinte minutos. -  puntualizaba con cierta preocupación.

- Iré a ver. - el fornido hombre bajo del coche y se acercó a los dos morenos.

La azabache veía como su padre fruncía el ceño, ahora también su madre se había incorporado  al grupo. Sin poder aguantar más bajo del coche y se acercó hasta ellos.

- ¿Que es lo que pasa? - inquirió con cierta aflicción.

Los cuatro se sobresaltaron ya que ninguno se percató de la presencia de Marinette, estaban tan  concentrados en sus teléfonos que no se daban cuenta de lo que ocurría a su alrededor.

- Yo...- Alya fue la primera en querer dar una explicación cuando la mano de Sabine se posó en su brazo.

- Déjame a mí. - le pidió amablemente y sin ocultar su preocupación.

Tomó a su hija por el brazo y la llevó cerca del coche para evitar que alguien la escuchara ya que varios de los invitados curiosos habían salido para preguntar a que se debía la demora.

- Marinette, - inspiró nerviosa ante la posible reacción de su hija - antes que nada no quiero que saques conjeturas antes de tiempo ya que aún no sabemos nada - Marinette la miraba  totalmente desconcertada y nerviosa -

Adrien no ha llegado y no sabemos dónde puede estar.

- Eso....eso no es posible. - negó incrédula - Mira, ahí está Nino, iban a venir juntos.

- Adrien llamo a Nino diciendo que tenía que ir a la empresa y de ahí vendría a la iglesia. - Sabine explicaba con los mínimos detalles para evitar preocupar de más a su hija. - Alya habló a la oficina de Adrien y le dijeron que no había ido. - para ese momento el nerviosismo de Marinette ya era más que evidente, pequeños temblores habían aparecido en sus ojos y el delicado ramo estaba maltrecho por el fuerte agarre al que lo estaba sometiendo.

Alya, Nino y Tom se acercaron junto a las azabaches, Alya miro a Sabine pidiendo la palabra, a lo que la asiática asintió con un simple movimiento de cabeza.

La pelirroja tomó entre sus manos las de su amiga que aún seguían estrujando las flores. - No te preocupes, el debe de está bien, ya hemos hablado con la policía y con algunos hospitales pidiendo información y quedaron en que nos llamarían lo antes posible. Ahora lo importante eres tú, no debes quedarte aquí lo mejor es que vayas a tu casa con tus padres, Nino y yo hablaremos con los invitados y les explicaremos la situación.

- ¡No!, no quiero irme, él llegara en cualquier momento - ya las primeras lágrimas habían empezado a derramarse arrastrando a su paso el delicado maquillaje.

- Marinette es un error quedarse aquí. - ahora era Nino quien trataba de hacer entrar en razón a su amiga - como te dijo Alya él seguro que está bien, solo debemos de esperar. En cuanto hayamos hablado con los invitados iremos a tu casa.

- ¡NO! - volvió a negar alterada - él vendrá aquí, es nuestra boda y él no faltaría por nada del mundo. - sus palabras encaprichadas salían ya más por la agitación que por la sensatez.

Tom tomó por los hombros a su hija y se agachó para verla directamente a los ojos - Marinette, cariño todos sabemos cuánto te duele tener que irte ahora, pero entiéndelo no sabemos dónde está y quedándonos aquí no resolvemos nada. Es mejor ir a casa y desde ahí buscarlo.

Todos se giraron cuando escucharon como un auto giraba a gran velocidad en la calle de la Iglesia. Miraban con sorpresa como el coche del "desaparecido" novio estacionaba sin ninguno cuidado dejando las marcas de los neumáticos sobre el pavimento.

- Lo siento maestro. - se disculpó con el anciano, quien trataba que el color le volviera a la cara. Bajo del vehículo a toda prisa para buscarla.

La vio junto a su padres y amigos, por un momento perdió toda noción al verla con ese inmaculado vestido blanco, era la visión más hermosa, tan fina y etérea. A paso rápido avanzó hacia ella.

Marinette al verlo se lanzó a la carrera hacia él - ¡Adrien! - exclamo entre lágrimas de felicidad, después de un año temiendo ante la posibilidad de perderlo si descubría la verdad, esa espera llena de incertidumbre había sido un infierno para ella.

Adrien en cuanto la tuvo cerca la envolvió entre sus brazos depositando suaves besos por todo su rostro, ella se abrazaba firmemente a su cuello dejándose llevar por las cariñosas atenciones.

- ¿Don...de esta...bas? - hablaba entrecortada con la cabeza apoyada en su hombro - ¿Estaba muy preocupada?

Con cuidado la tomó por la cintura y la separó de él. La tomó por la mano y se alejaron hacia una de las esquinas de la iglesia apartándose de cualquier mirada indiscreta.

Busco en uno de los bolsillos de su pantalón y saco un papel arrugado, el cual le entregó con mano temblorosa.

Marinette cuando extendió el papel se tensó de inmediato sabía lo que era, pero ¿por qué lo tenía Adrien?. La primera idea fatídica que pasó por su cabeza fue que Char Noir se la había entregado contándole toda la verdad.

- Yo...yo pue...puedo explicarte es...esto. - las palabras salían entré balbuceos y el pánico se reflejaba en su azules ojos. - No...no sé lo que...que te ha...habrán conta...do pero yo...

- ¡Por todos los quesos del mundo díselo ya!, no ves lo mal que lo está pasando la chica - interrumpió Plagg asomándose por la camisa de su portador.

Marinette se quedó estática ante lo que estaba viendo, ¿era eso un kwami?

- ¿Adrien?, ¿que está pasando? - pronunció con voz nerviosa se le veía completamente desconcertada.

Plagg se elevó lo suficiente para quedar frente a Marinette sin ser visto por alguien más. - Encantado, soy Plagg el kwami de Chat Noir.

Con un nervioso tic en el ojo derecho intercambiaba sus miradas entre el pequeño ser y Adrien quien le ofrecía una tímida sonrisa. Dio un paso hacia atrás, levantó la invitación a la altura de sus ojos, ahora tenía frente a ella las tres piezas de ese enrevesado puzzle. El papel cayó de su mano cuando se cubrió la boca ante el sorpresivo descubrimiento, sus manos no se podían separar de sus labios ahogando los sollozos mientras pesadas gotas manaban de sus cristalinos ojos. El momento que más había temido estaba ahí en el día que tenía que haber sido el más feliz de su vida.

- ¡No, no, no!, por favor no llores. - le suplicaba afligido, le dolía verla así, tenía que hablar rápido con ella antes de que malinterpretara la situación. La tomó con delicadeza de sus brazos y tiro de ella con cuidado, en un primer momento parecía reacia al acercamiento. En cuanto la tuvo cerca la envolvió en un cálido abrazo. Ella era incapaz de corresponderle, estaba petrificada.

- Por favor perdóname por todo el daño que te he hecho. - ella se estremeció al escuchar sus palabras tan cerca de su oído - He sido el más grande de los ciegos, es sido un imbécil al no ver lo que hacías por mí. - Marinette escuchaba tensa las palabras de su novio y empezaba a comprender todo, él se estaba disculpado, eso quería decir....- Perdóname por todo lo que te he dicho, siento no haber sido el compañero que necesitabas. - Marinette sintió como unas pequeñas gotas humedecían su hombro, él estaba llorando, todo el miedo que había acumulado se estaba transformando en ternura hacia ese hombre - Gracias por haberme protegido ese día y no quiero que vuelvas a culparte de lo que paso, mi padre tal vez merecía otro final pero él ya había fijado su destino. - la azabache dio un rápido respiro y pequeñas lágrimas asomaron por sus ojos, las palabras que tanto tiempo llevaba esperando escuchar de sus labios estaban ahí, sentía por fin que esas pesadas cadenas de culpa desaparecían.

Adrien fue aflojando su agarre al ver que Marinette no había dicho ni una sola palabra, ni había correspondido a su abrazo.

Se separó totalmente de ella, trago pesadamente - Supongo que me debes estar odiando en este momento y entenderé si quieres suspender la boda.

No volvió a recibir respuesta alguna, solo su azul mirada clavada en él. Dejó caer los hombros siendo consecuente con su destino. - Entiendo...

Ya se había girado para irse a maldecir su suerte a algún apartado lugar cuando siente que lo toman de la mano y tiran de él hasta quedar enfrentado de nuevo a unos vivaces ojos azules. Antes de poder decir algo sus labios fueron tomados en un apasionado beso. Notó como los finos brazos de su novia se envolvían sobre su cuello y él correspondía haciendo lo mismo sobre su cintura apegándola más a él.

Quedaron frente con frente recuperando el aliento. - No creas que vas a librarte de mi tan fácilmente Adrien Agreste.

- Ni siquiera lo pensaría, no pienso soltarte nunca hermosa. - sin pensarlo dos veces volvió a besarla.

- ¿No creen que deberíamos decirles que los invitados esperan? - preguntó Nino a su novia y al matrimonio Dupain-Cheng. Los cuatro no habían separado la vista de la joven pareja tratando de entender lo que pasaba.

Alya tomó de la mano a su novio - Vamos allá.

- Buenos días Marinette y felicidades. - los interrumpió una sosegada voz.

Los dos se separaron y se giraron hacia la persona que la había saludado.

La azabache estaba sorprendida de ver al menudo hombre frente a ellos- Ma...maestro, que sorpresa.- pudo notar como Tikki se asomaba por uno de los pliegues de su vestido, para saludar al viejo guardián.

- ¡Ejem!, ¡ejem! - carraspeó Alya atrás de ello.

- Los dejó para que hablen, voy a buscar un asiento para ver la ceremonia. - con paso lento el maestro se dirigió a la iglesia.

- Muy bien, por esta vez y solo por esta vez no quiero saber lo que está pasando. Así que andando que tenemos una boda que celebrar y ya vamos con retraso. - La pelirroja tomó a su amiga del brazo para acompañarla hasta la puerta de la iglesia hasta que vio su cara, tenía el rímel corrido y parte del maquillaje difuminado.

Se giró rápidamente hacia Adrien con el ceño fruncido - Agreste te mato, ve su maquillaje, ¿no podían haber esperado al final para hacer lo que fuera que estaban haciendo? - Alya abrió los ojos de más al darse cuenta que Adrien iba con unos Jeans y una camisa.

- Dios, hoy me van a matar ustedes dos. ¿Donde está tu ropa? - el rubio sintió sus piernas flaquear frente la intensa mirada de la pelirroja.

- En...en mi coche. - respondió temeroso.

- ¡NINO! - exclamo sin más.

- Voy a por ella. - respondió servicial.

- Y trae también el estuche de maquillaje que está en mi coche. - ordenó.

- Tú - golpeaba con su índice el pecho de Adrien - te quedas aquí esperando por Nino y te cambias lo más rápido que puedas...y...no quiero que te acerques a mi amiga hasta que estén en el altar. ¿Entendido? - Adrien solo asintió temeroso con la cabeza.

Marinette sonreía divertida detrás de Alya viendo la cara de miedo de su novio. Su amiga la tomó de la mano y la llevó a una pequeña habitación dentro de la iglesia para retocar el maquillaje y el peinado.

- Si, acepto. - fue la respuesta de su niña que tanto anhelaba escuchar. Sabine y Alya no podían contener las lagrimas incluso a Tom se le había escapado alguna.

- En ese caso yo los declaro marido y mujer. - completo el sacerdote - Puede besar a la novia.

Adrien retiro con cuidado el velo de la cara de Marinette, los dos estaban sonrojados pero mostraban una perfecta sonrisa de enamorados. Tomó delicadamente las mejillas de su ahora esposa entre sus manos, como si de una frágil pieza de Fabergé se tratara y acercó sus labios a los de ellas, fue Marinette quien terminó de cerrar el dulce beso.

Al separarse sus caras lo decían todo, estaban tan ensimismados con ellos mismos que no escuchaban las felicitaciones y buenos deseos de sus invitados.

- Te amare por toda la vida my lady.

- Y yo a ti gatito.

FIN

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