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Capítulo 4




Por fin en casa es lo que pensaba Adrien al cerrar la puerta. Le encantaba ese lugar Marinette había hecho de ese sitio un acogedor hogar lleno de colores cálidos y un buen gusto en el mobiliario y no como la fría e impersonal mansión donde había vivido toda su vida. Mirara por donde mirara esa casa rezumaba a ella.

Dejó su maletín en la consola del recibidor - Marinette, ya llegue - se anunciaba pero no recibió respuesta, se encaminó hacia la cocina y en cuanto entró no pudo evitar aspirar profundamente cerrando los ojos para apreciar el apetecible aroma que salía de las ollas, agradecía a Sabine y a Tom haberle heredado a su hija su saber hacer en el arte culinario.

Salió de nuevo al recibidor y volvió a llamar - Princesa, ya estoy aquí - de nuevo el silencio por respuesta, extrañado empezó a subir las escaleras hacia su habitación, ya en la estancia se quitó la americana, el chaleco y la corbata y los colocó sobre un sillón, después del día tan ajetreado que había tenido fue un descanso poder quitarse por fin los zapatos.

Notó que salía luz por debajo de la puerta del baño, al abrirla una sonrisa se dibujó en sus labios y sus ojos brillaron cautivados por la imagen que tenía frente a él. Ahí estaba su ángel de paz...la vista se le nublaba al sentir la pasión encenderse dentro de él, estaba obnubilado ante la imagen de ver como las gotas de agua recorrían la grácil silueta de su hermoso cuerpo. Era una diosa de marfil y él era el hombre más afortunado por compartir su destino con alguien de alma tan inocente.

Sin pensarlo dos veces se apresuró hacia la ducha y la abrazó cariñosamente por la espalda. Ella se sobresaltó al sentir el agarre y al momento se giró, quedando clavada ante la intensa mirada de esos ojos verdes. Sin pensarlo más se abrazó a su cuello con fuerza y tomó sus masculinos labios con ansia.

Rodeó sus caderas y la estrechó más contra él apoyándola contra la pared, ella besaba cada centímetro de su varonil rostro con frenesí. Cuanto lo necesitaba en ese momento, quería sentirse amada y deseada por ese hombre. Adrien recorría cada palmo de su cuerpo olvidándose de todas sus amarguras y deseando perderse en ella. Cada uno de sus besos era pura ambrosia.

Marinette fue bajando sus manos recorriendo el mapa que tan bien conocía del tonificado cuerpo de su chico, un gesto de sorpresa se dibujó en su cara al percatarse de la fina tela sobre el bien definido pecho. - A...Adrien - pronunciaba sin dejar de besarlo.

- ¿Hum? - le respondía él de la misma manera.

- Estas vestido. - le hacía notar lo evidente.

- ¿Y eso es un problema?, princesa - inquirió con una sonrisa traviesa antes de volver a besarla.

Ella negó con la cabeza sin separar sus labios de los de él, mientras que sus ágiles dedos ya estaban dando buena cuenta de las estorbosas prendas.

Eran ya cerca de las doce de la noche y estaban terminando de cenar, su apasionado encuentro en la ducha les había hecho perder la noción del tiempo.

- Princesa, si no hubieras aceptado a casarte conmigo me habría forzado a secuestrarte, - la azabache se reí de las ocurrencias de su chico - y lo digo en serio adoro tu comida. - con la cuchara apuraba el último trozo de tiramisú.

Marinette se levantó de su silla y camino lentamente hasta él para sentarse en su regazo. Adrien la abrazo como si de una pequeña niña se tratase.

- Gracias. - dijo acomodándose mejor sobre el pecho del chico.

- ¿Y eso por qué? - preguntó curioso.

- Por amarme...porque alguien como tú pueda amar a una chica torpe e insegura.

Adrien no entendía lo que ella quería decir. - Tú no eres así y lo sabes, siempre has demostrado tu valía y tienes cualidades que saltan a la vista. Como ejemplo tu puesto en la empresa te lo has ganado y para ello hace falta lo que tú tienes, pasión, decisión, seguridad en lo que haces y un alto sentido de la responsabilidad. - Marinette apretaba emocionada entre sus manos la camisa de Adrien.

- En todo caso debería ser yo quien te diera las gracias por estar conmigo, este año he sido un desastre emocional y tú siempre has permanecido a mi lado. Si algo bueno he tenido en mi vida eso has sido tú, Marinette. - depósito con ternura un beso sobre su negra cabellera, y una lágrima de felicidad rodaba por la mejilla de la azabache.

Permanecieron en silencio hasta que Adrien noto que Marinette se había dormido, con cuidado de no despertarla afianzó sus brazos sobre ella y la llevó hasta la habitación. Después de acostarla se quedó a su lado mirándola con una sonrisa, se inclinó para apartarle un mechón de la cara y darle un beso en la frente. - Te amo y siempre te amare princesa. - susurró.

En el tejado Tikki y Plagg conversaban sobre lo acontecido ese día.

- Estoy preocupado Tikki, la decisión del maestro Fu de dejarles los prodigios es muy peligrosa. Su relación está comprometida.

- Lo sé, pero estoy segura que el maestro ha visto algo que a nosotros se nos escapa. Y ellos han pasado ya por mucho y sin embargo siguen juntos, ¿acaso no sientes el amor que hay entre ellos?, yo nunca he visto esta unión tan fuerte en ningún otro portador.

- Si, si lo he notado pero solo en lo que se refiere a Marinette. Adrien la adora pero no puedes imaginar lo que ese chico odia a Ladybug.

- Te entiendo, pero tengo confianza en que todo se solucionará. En algún momento Adrien vera su error y acabara amándola en sus dos facetas.

- Espero que no te equivoques, por lo pronto hay que evitar los encuentros como el de hoy, ¿sabes cuánto le afecto verla y tener que hablar con ella? y si tan siquiera pudiera ayudarlo pero conmigo no quiere hablar más que lo estrictamente necesario. - dijo entristecido el kwami negro.

- Marinette también llego muy mal, no me contó los detalles pero al parecer Chat Noir fue muy cruel. Haremos lo posible para evitar que se vuelvan a ver y sobre todo que no sepan sus identidades. Confío en que después de la boda todo mejore.

- Pues yo espero que ni tú ni el maestro Fu se equivoquen.

No hubo más palabras entre los pequeños seres que se quedaron admirando como una espléndida luna llena iluminaba Paris.

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