Prólogo:
Austin, Texas.
Cinco años atrás.
Este será el mejor año de mi vida.
Lo sé.
Hay una vibración persistente en mi cuerpo que me lo dice. No, lo grita constantemente. Este año dará inicio a una nueva etapa en mi vida que podría ser la mejor. No me quejo de la escuela, no la pasé mal en ella, pero esto es la universidad. Estoy aquí porque quiero estar aquí. Solo ha pasado una semana desde que las clases comenzaron y puedo decir que lo que escogí, el programa de arquitectura, es lo que apasiona. Tomé la decisión correcta al rechazar las constantes demandas de mi padre para que me fuera por la escuela de negocios. Amo dibujar. Los edificios. La manera en la que se complementan con el ambiente que los rodea o destacan dentro de él. Si no logro trabajar para una constructora, me encantaría también abrir un pequeño negocio de decoración de interiores. Esa es otra cosa que me gusta.
Hay tantas posibilidades.
A veces hago comparaciones extrañas, pero soy como un pequeño animal de casa, un perro, que por primera vez sale a dar un paseo fuera de su hogar. En casa mamá y papá me han mantenido protegida toda la vida, decidiendo incluso mi comida y mis amistades. Aquí es diferente. Aunque solo estamos a dos horas y media de distancia en auto, puedo escoger lo que quiero para el desayuno, usualmente cereal de Oreos, para el almuerzo, usualmente pizza, y para la cena, usualmente de nuevo pizza.
No hay nadie manteniéndome envuelta en un pañuelo para impedir que me haga daño. Puedo lastimarme las veces que quiera, disfrutando incluso del dolor que viene después.
Soy libre.
Soy libre de cometer errores.
─¿Savannah? ─pregunta mi compañera, Pauline, asomando su cabeza rubia en nuestro baño─. ¿Estás lista? No quiero ir tarde. Podemos regresar a la hora que quieras porque habrá más gente volviendo, pero me da miedo salir y que las calles estén solas.
Termino de echarme un vistazo al espejo. A diferencia de Pauline, mi cabello es negro y lacio. Termina a la altura de mi trasero. Mi madre nunca quiso que lo mantuviera de otra manera. Yo tampoco. Además de mis ojos grises, como los de mi padre, forma parte de mi atractivo principal. Lo demás es discutible. Tengo un cuerpo bonito, pero mi cara no es tan linda como la de Pauline. Ella parece un ángel. Su rostro, enmarcado por un montón de rizos dorados, es redondeado. Su nariz es pequeña como un botón. Sus ojos son marrones, pero a la luz lucen anaranjados, absolutamente encantadores. Es como una niña. Es mucho más baja. Nos hemos llevado bien desde que empezamos a vivir juntas desde hace un par de semanas, la cuidé cuando empezó a sentirse mal por toda la pizza que hemos comido y ella me ha enseñado todo lo que hay que saber sobre las bacterias, sufre de trastorno obsesivo compulsivo con la limpieza, pero ese tiempo ha sido suficiente para que empezase a sentir envidia de ella.
De su lindo corazón. De las aventuras que ha tenido la oportunidad de vivir con la Iglesia de su condado, viajando a todas partes con el fin de ayudar a los más desfavorecidos. Aunque su familia es adinerada, como la mía, tienen un compromiso importante con Dios que no se limita a hacer donaciones periódicas a la comunidad, como hacemos los Campbell.
Tampoco puedo pasar por alto la manera en la que luce hoy. A pesar de que está usando un vestido blanco que termina a la altura de sus rodillas, cubriendo sus brazos debido a que es manga larga, lo que podría ser considerado una aberración al lado de los vestidos de otras chicas, como el mío, negro y con tiras sobre mi escote que apenas cubre mis muslos, se ve bien. No es del tipo que necesita mostrar piel para llamar la atención. Ella por sí misma lo hace. Irradia un halo invisible de luz que capta la atención de todos cuando entra en una habitación. No solo aparenta ser buena, sino que lo es. Me retoco mi labial rosado frente al espejo antes de darme la vuelta y plantar una sonrisa en ellos.
─Vamos ─digo, ahora no muy segura de mi apariencia.
Quizás debí vestirme como lo hacía en casa. Con una falda de recuadros. Una camisa blanca bajo un bléiser del mismo material. Un gorro y una bolsa de diseñador. Quizás debería ser más como Pauline y abrazar al ángel en mí en lugar de rechazarlo, pero simplemente no puedo ignorar la manera en la que mi corazón bombea contra mi pecho cuando estoy haciendo algo que no debería estar haciendo. Que desaprobarían mis padres, quienes me quemarían en una hoguera de verme actuar así.
Como ir a una fiesta de fraternidad vestida como una puta.
*****
Mi compañera y yo ni siquiera sabemos a qué fiesta iremos. Solamente seguimos los rumores de los pasillos de nuestro dormitorio, los cuales nos han traído a la calle en la que todos los desastres suceden. Pauline aprieta mi mano cuando nos bajamos del taxi y me alcanza. Aunque no quiero que las personas a nuestro alrededor piensen que somos lesbianas, no la suelto. En su lugar le dedico una mirada emocionada, reconociendo la misma sensación de adrenalina en sus ojos que estoy experimentando, y marco nuestro primer paso hacia la casa más grande, ruidosa y abarrotada de estudiantes que encuentro, casi saltando.
─¿Por qué no empezamos con algo más tranquilo? ─susurra en mi oído cuando nos obligan a hacer fila, puesto que está tan lleno que se están poniendo exclusivos, rechazando a algunas personas que intentan entrar sin bebida, como nosotras, pero algo en mí me dice que nos dejarán pasar─. ¿Quizás dos casas abajo?
Niego. Vi esa fiesta. Se veía como las reuniones a las que asistía cuando estaba en la preparatoria, así que no sería nada diferente. La casa frente a mí, en cambio, luce como una nueva experiencia. Hay parejas besándose estando sentadas en el borde de las ventanas, lo que podría considerarse peligroso ya que la construcción tiene dos pisos. Hay luces saliendo por cada rincón expuesto a pesar de que sigue viéndose oscuro. Desde donde estoy puedo ver incluso a tipos derramando sus cervezas debido a su grado de embriaguez y a chicas desnudándose sobre cualquier mueble. Paulina lo ve también, tensándose junto a mí, pero no dice nada más hasta que el chico en la puerta de entrada nos deja pasar, aprobación en su mirada dirigida a nosotras.
─¡Por un momento pensé que no nos dejarían pasar! ─grita por encima de la música, Animals de Maroon 5, refugiándose en mi costado─. ¡Ya estamos adentro, ¿ahora qué hacemos?!
Por el rabillo del ojo noto a un chico en la cima de las escaleras, su pecho expuesto mientras entabla conversación con otro estudiante. Su cabello negro y despeinado luce oscuro aún bajo el efecto de las luces de neón colgando del techo. Está perfectamente constituido. Sus brazos y torso son tan musculosos que no puedo evitar pensar en él como un deportista. Es alto. Además de su pantalón oscuro, lleva unos mocasines que creo haber visto en el armario de mi padre, quién solo usa cosas caras, así que también se ve con clase. Pero a pesar de los músculos, de su belleza masculina, lo que me atrae a él es lo que irradia como si fuera un elemento radioactivo de la tabla periódica.
Peligro.
Instantáneamente no puedo evitar sentir curiosidad.
Inclinándome sobre el oído de Pauline, señalo las escaleras.
─¡Iré un momento al baño! ¡Espera aquí!
Si su mente fuera un poco más abierta, le diría que voy a ir por mi primera golosina del año, pero Pauline no es así. Ella no entendería cómo puedo querer entregarle mi cuerpo a alguien que ni siquiera conozco. Aunque su frente se arruga, asiente e inclina la cabeza hacia el patio trasero antes de dirigirse a él. Como si sintiera mis intenciones de dirigirme a él, cuando me doy la vuelta para subir las escaleras lo descubro mirando en mi dirección con ojos amplios. Mis mejillas se sonrojan. Tomo un vaso de la bandeja que alguien sostiene y le doy un largo trago, como si el alcohol instantáneamente me pudiera hacer sentir más valiente.
─Hola ─susurro, trayendo su atención a mi escote cuando me posiciono frente a él─. Mi nombre es Savannah.
Él sonríe.
Mi pecho se oprime por cuán perfectos son sus dientes. Mi ropa interior se humedece cuando le da un sorbo a su cerveza y relame su labio inferior después, probablemente consciente del hecho de que estoy siguiendo el movimiento de su lengua. Su amigo suelta una risita que apenas puedo escuchar antes de bajar las escaleras y dejarnos tan solos como podemos estar en la fiesta.
─Tanner.
Al momento en el que escucho su voz, decido que no solo quiero que sea una golosina. Quiero que sea una tienda abierta para mí las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana, de la que pueda tomar todo lo que quiera sin pagar. Poniéndome de puntitas, puesto que a pesar de que soy alta y uso tacones, él lo es más, junto sus labios con los míos, percibiendo el profundo aroma a alcohol provenir de él y notando cuán oscuros son sus ojos marrones. No meto mi lengua en su boca, sino que me deslizo suavemente de regreso al suelo con el aroma de su colonia descontrolando mi mente. Un poco emocionada con el brillo intenso con el que empieza a mirarme, deslizo mi mano en la suya y lo guío por el pasillo repleto de puertas. No sé cuál tomar, así que me ayuda señalando la que se encuentra al final de este.
Cuando entramos y cierra la puerta tras de sí, ya me estoy quitando la ropa como si tenerla me impidiera seguir respirando. Es un vestido elástico, así que sacarlo no es difícil. Para el momento en el que se da la vuelta ya me encuentro solamente usando un tanga negro de encaje con una cinta y un lazo en la parte trasera. Giro sobre mí misma. La manera en la que me mira, como si no pudiera creer lo que está frente a él, me hace sentir extrañamente segura y bonita, pero es porque presiento que Tanner, sea cual sea su apellido, no mira a todas así.
─Ven aquí ─suelta con voz ronca, aún sin quitarse los pantalones.
Obedezco.
Camino asegurándome de que mi cabello se deslice sobre la suave piel de mis senos, exagerando un poco el movimiento de mis caderas, y me arrodillo frente a él. Mientras desabotono su pantalón con mis manos, mi pedicura rosa recién hecha, lo escucho sisear entre dientes y apoyarse en la pared. Ya que no trae ropa interior debajo, su pene salta a la vista cuando deslizo la tela de jean por sus tonificadas piernas. Casi quiero llorar cuando lo veo. Es precioso. Rosado, redondeado en la punta y lo suficientemente grande como para intimidar o, mejor dicho, para darme la certeza de que me llenará más de lo necesario. Tanner me deja hacer lo que quiera con él. Probablemente siente curiosidad sobre cuáles serán mis movimientos, por lo que se limita a observarme y a maldecir cuando inhalo su aroma a almizcle antes de meter la punta en mi boca teniendo cuidado de no lastimarlo con los dientes. De repente todos mis ex tienen sentido, puesto que me prepararon para este momento.
Para saber cómo complacerlo.
─Dios mío ─jadea él, sus dedos enterrándose en mi cabello─. Eres la jodida fantasía de un hombre hecha realidad, Savannah.
Para demostrar su punto, lo alojo un poco más profundo en mi garganta. Tanner suelta un gruñido satisfecho antes de empujarme suavemente hacia atrás y arrodillarse para tomarme entre sus brazos. No puedo evitar acurrucarme contra su pecho y patalear, feliz, de camino a la cama. A pesar de que pensé que sería duro conmigo, incluso brusco, me deposita en ella con suavidad. Se cierne sobre mí, situándose entre mis muslos, momento que aprovecho para evaluar la manera en la que quedó su amigo luego de mis intenciones, duro e hinchado, listo para mí, y me ofrece una sonrisa torcida antes de sumergir su rostro entre mis piernas. Muchas personas están manteniendo relaciones sexuales aquí, así que no me avergüenzo de gritar por la manera en la que succiona fuertemente mi clítoris, haciendo a un lado mi tanga, antes de dejarlo libre de golpe. Tanner ríe antes de continuar lamiéndome. Aprieto una de las almohadas con fuerza.
─Tanner ─jadeo cuando me hace mojar tan mal, disfrutando de los restos de la sensación afrodisiaca mientras me da la vuelta y abofetea mi nalga derecha con fuerza, haciéndome gemir─. No puedo esperar más. Por favor, entra en mí ─lloriqueo.
Él vuelve a reír mientras abre un paquete de condones.
─Solo un segundo, bebé.
Bebé.
Sí, soy su bebé y en estos momentos me muero porque algo de aspecto blanco y lechoso me alimente. Me inclino hacia adelante y curvo mi espalda, incitándolo a darse prisa. Él respira con brusquedad entes de tomar la parte trasera de mi tanga y nuevamente hacerla a un lado. Le gusta tanto. Me alegra. Tengo un montón de lencería bonita en mi armario para volverlo loco.
─No sabes cuánto me gusta esto. ─Tira del lazo mientras posiciona su miembro en la entrada de mi vagina. Estoy tan caliente y húmeda. Lo quiero dentro de mí más de lo que quise un auto cuando cumplí los dieciséis─. No te lo quites nunca. Intuir que traes algo así bajo la ropa te hará dueña de la mente de cualquier hombre.
Sonrío, pero la sonrisa se va cuando entra de golpe, haciéndome gritar nuevamente, y empieza a follarme como intuí que sería en el momento en que lo vi. Duro. Áspero. Profundo. Tanner se apodera de cada rincón de mi sexo como si su misión fuera dejar una huella en mi alma, no causarme un orgasmo. En un determinado momento sus golpes se vuelven aún más salvajes y toma mi cabello, tirando de él hacia atrás mientras me hace llegar. Antes de que pueda recuperarme, me da la vuelta y ocasiona que mi cabeza cuelgue del colchón. Estoy a punto de preguntarle qué sucede cuando lo noto. El espejo frente a mí. Nuestro reflejo. Ahora no solo puedo sentir, sino que también puedo ver cómo me posee. Su pálida piel ligeramente alumbrada por las farolas de la calle. Su gesto de concentración mientras sale y entra de mí con fuerza. La malicia en sus ojos al presionar su mano sobre mi estómago, manteniéndome en mi lugar a pesar de que ya no puedo soportar su intensidad, la cual me consume, me hace estremecer de miedo y excitación, y a la vez me obliga a tener en cuenta la manera en la que llega a lugares que nadie más, hasta él, había conocido. En cómo de bien lucimos juntos.
Somos el diablo y una chica buena dispuesta a pecar.
A sacrificarse.
Después de venirse, tres orgasmos para mí en total, se acuesta de la misma manera junto a mí y nos observa. Me sonríe antes de incorporarse. Una vez desecha el condón usado, besa suavemente mis labios y se inclina hacia la mesita de noche junto a la cama. Saca un paquete de cigarrillos de ella. Me ofrece uno, pero niego. Aunque estoy desesperada por portarme mal, trato de evitar los vicios que disminuirían directamente mis años de vida.
Me enderezo, intentando evitar la manera en la que mi corazón comienza a doler, puesto que esto fue solo sexo, y me incorporo para recoger mi ropa e ir de regreso con Pauline, pero Tanner me toma del codo y me hace aterrizar de vuelta en la cama. Me empiezo a quejar en voz alta por el impacto, pero el humo de su cigarrillo, directamente exhalado en mi estómago, me hace mantener la boca cerrada. El humo y el calor me hacen cosquillas.
Me excitan.
─¿A dónde crees que vas? ─pregunta, abriendo nuevamente mis piernas─. No he terminado contigo, Savannah. ─Tiemblo cuando pasa su lengua por mi centro, deshaciéndose de mi tanga mojada, exponiéndome y haciéndome vulnerable─. Esto apenas empieza.
*****
La mañana siguiente a nuestra aventura apenas puedo moverme sin sentir un fuerte dolor de cabeza. Después del mejor sexo de mi vida, cuyo recuerdo trae mariposas a mi estómago, encontré a Pauline bebiendo una cerveza con un grupo de artistas en el jardín. Pasamos una buena noche luego. La banda con la que hablaba nos invitó a una fiesta al otro lado de la ciudad en la que habían sido contratados para tocar un par de canciones, así que no solo estuvimos en la fiesta de fraternidad y estuve en los brazos del chico más hermoso del campus, sino que también asistimos a un concierto. Si todos mis fines de semana son así, creo que la universidad será, en definitiva, la mejor época de mi vida.
─¿Savannah? ─escucho a Pauline preguntar al otro lado de la habitación, desde su cama rosa y dulce, como una niña.
La mía, en cambio, está rodeada de velas con aroma a vainilla que no pude encender ayer. A Pauline le asusta que duerma tan cerca del fuego, pero estoy acostumbrada a ellas y sé que se apagarán en el momento en el que se consuman. A pesar de que me envuelvo apretadamente en mis sábanas, contesto.
─¿Sí?
─¿Qué tal si empezamos el día yendo a Rusty's?
Rusty's es nuestro restaurante favorito para comer, un café en el centro universitario dónde he declarado que hacen los mejores panqueques de Austin a pesar de que solo llevo dos semanas aquí. Quiero continuar durmiendo, pero mi estómago necesita algo con lo que sobrellevar todo el licor, no solo cerveza, que ingerí anoche. Suelto un sonido aprobatorio y me levanto. Veinte minutos después, tanto Pauline como yo estamos listas. Ambas llevamos atuendos deportivos de pantalones cortos junto con sudaderas, zapatillas y gafas de sol que ocultan nuestras profundas ojeras. Caminamos la una junto a la otra, quejándonos del ruido, hacia nuestro destino, pero a la mitad de él un chico se nos acerca sosteniendo un montón de panfletos con la foto de una chica en ellos. Una chica con el cabello rubio y rizado en medio del público de un concierto, destacando por su vestido blanco. Todo lo que la rodea allí es oscuro, las personas, las cosas.
Incluyéndome.
─¿Conocen a esta chica? ¿La rubia? ─pregunta él, señalando a Pauline en la foto─. El presidente de nuestra hermandad nos está volviendo locos buscándola. Si no la encontramos, no aceptará nuevos miembros este año. Yo aspiraba poder entrar. Hay un pase directo, sin presentar ninguna prueba, para quién la consiga.
El color desaparece del rostro de Pauline.
─Yo... yo...
─Es ella ─susurro, emocionada, quitándole las gafas─. ¡Es ella!
Quién sea el presidente de la hermandad, es tan romántico.
Ya yo encontré al chico que me gusta, a quién aspiro ver pronto, puesto que creo que tuvimos más que química, una conexión, por lo que realmente me alegra que ella también tenga a alguien.
─Maldición ─suelta él cuando la ve, colocando el panfleto junto a su rostro─. ¡Eres tú! ─Nos abraza, saltando─. Vengan. ─Toma nuestras manos─. Vamos en este mismo instante a la hermandad. No puedo perder esta oportunidad. Mi futuro está en juego.
Tanto Pauline como yo lo seguimos sin rechistar, dejando atrás nuestros planes de dirigirnos a Rusty's. Puedo identificar una chispa de emoción en su mirada marrón. El chico nos habla sobre cómo todos en su fraternidad han estado trabajando en encontrar a Pauline desde que su presidente vio el post de la banda en redes sociales y la identificó, dándose cuenta de que era la chica que le había llamado la atención durante de la fiesta, pero a la que no pudo encontrar después de terminar con los asuntos de la hermandad. Ambas estamos abrazándonos, emocionadas, en el recibidor de la casa, ahora hecha un desastre, pero ya siendo limpiada por sus miembros, de la hermandad en la que estuvimos anoche. Hermandad Maleeh. Una de las mejores, según nuestro guía, a la que cualquier chico puede aspirar en Texas.
─Hola ─saluda una voz que reconozco tras nosotras.
Cuando me doy la vuelta, me encuentro con los ojos oscuros de Tanner. Ellos me notan, pero me descartan rápidamente, pasando de mí como si solo fuera un elemento más en la habitación en la que está reuniéndose con la chica de sus sueños, antes de concentrarse completamente en Pauline. Mi compañera de cuarto suelta una risita nerviosa cuando él toma su mano y la besa.
─Tanner Reed ─responde él con voz ronca─. A tus servicios.
Sin poder soportarlo más, me doy la vuelta.
Pauline es el amor de su vida y claramente yo soy los asuntos de la fraternidad de los que estaba encargándose. La razón por la que no pudo verla. Aunque debería advertirle sobre él, decirle lo malvado que es, prefiero ver cómo la toma y le ilusiona de la misma manera que me tomó y me ilusionó a mí antes de romperle el corazón con la fealdad del suyo.
*****
Pero muy a mi pesar, eso nunca pasa.
Él la ama.
¡Hola!
Espero que les haya gustado. Probablemente continuaré esta historia solo en Litnet, así que si quedaron interesadas después de aquí, para continuar es probable que necesiten abrirse una cuenta allí. Me pueden encontrar como OscaryArroyo, pero existe la posibilidad de que continúe publicando aquí si veo que les llama mucho la atención
Love u
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