Capítulo 8:
A la mañana siguiente me levanto y actúo como si la noche anterior no hubiera sucedido. Como si Tanner Reed no siguiera desnudo en mi cama. Tras echarle un último vistazo al anuncio de Calvin Klein que parece, boca abajo, abrazándose a una de mis almohadas, la manta con la que lo cubrí anoche dejando ver sus entradas y una porción de su trasero, me sumerjo en el interior de mi armario y le envío un mensaje a la asistente que comparto con otros arquitectos para cancelar mis compromisos de la mañana, puesto que debo deshacerme de él antes de salir de casa. Selecciono un conjunto deportivo negro, un par de zapatillas Nike del mismo color y me dirijo al baño. Me cambio y aseo, amarrando mi cabello en una apretada coleta en la cima de mi cabeza. Tomo una botella de agua de limón de la cocina antes de encender algunos inciensos de canela y sentarme en el centro de la sala, sobre una colchoneta azul, rodeada de humo mientras hago mi rutina diaria de yoga. Ya que he tenido mucho trabajo últimamente, tengo casi una semana sin ir al gimnasio y entrenando desde casa cada vez que puedo. Tenía planeado hacer algo de zumba hoy, pero yoga es lo que necesito para deshacerme del estrés que todo esto me ha generado.
Estoy en mi postura de media cobra, aliviando los músculos de mis costados y muslos, cuando escucho el sonido de pasos acercándose. Sin perder todo mi trabajo, extiendo una de mis manos para finalmente poder subirle volumen a mi estéreo.
─Tu ropa está en la secadora ─le digo mientras paso de media cobra a perro hacia arriba, deshaciendo la flexión de mis brazos.
Tras unos segundos de tensión y relajación en ella, me dejo caer suavemente hacia abajo, pasando por media cobra hasta llegar a besar el suelo, y flexiono mis piernas para quedarme un rato doblada sobre mí misma en la postura del niño, mi abdomen contra mis mulos y mis brazos extendidos hacia arriba.
─¿Qué mierda se supone que haces? ─pregunta Tanner por encima de mí, la suela de sus zapatos siéndome visible por el rabillo del ojo, por lo que ya debe haberse vestido.
─Yoga.
─Eso lo sé, Savannah, no soy idiota, ¿pero por qué ahora?
Casi escucho la desesperación y el malhumor en su voz arrogante. Sonrío, pero debido a que mi cabeza está presionada contra el suelo y mis brazos la ocultan, no puede verlo.
─El hecho de que no te haya echado a patadas ayer, como debió haber sucedido, no significa que vaya alterar toda mi vida por ti. ─El amarte no significa que mi mundo se haya detenido, es lo que realmente me muero por decirle, porque ha encontrado la manera de seguir girando a pesar del dolor, lo que deberías hacer tú con Pauline─. Como perdí mi mañana en la oficina, decidí hacer yoga mientras despertabas y aprovechar que estás aquí para enseñarte lo que llevo del ático. Si quieres café, puedes servirte en la cocina. También tengo cereal de oreos e ingredientes para cualquier tipo de sándwich que conozcas. Aspirinas en la cestita del baño.
Tras hablar y escucharlo dirigirse a la cafetera con un gruñido, me incorporo mientras inhalo y exhalo con profundidad. Saludo a mis vecinos cuando los encuentro mirando casualmente hacia mí desde el otro edificio. Estaría asustada si no fueran una adorable pareja gay que suelo encontrarme en la tienda y que me piden consejos de decoración. Enrollo mi colchoneta antes de ponerme de pie sintiéndome más flexible, liviana y poderosa. Consciente y en control de cada curva y atributo de mi cuerpo. Ese es un efecto favorecedor del yoga que no muchas instructoras mencionan. La dejo sobre el mueble de cuero blanco en mi sala antes de dirigirme a la cocina, la cual no luce tan grande con Tanner encorvado sobre ella sirviéndose café. No lleva puesto su abrigo, el cual no lavé, sino la camisa negra y pantalones oscuros que traía debajo. No puedo evitar detenerme junto a la encimera para obtener un vistazo completo. Mi estudio se caracteriza por ser blanco y estar colmado de luz natural y artificial. Decir que resalta aquí es un eufemismo. Es como un punto oscuro en un lienzo en blanco.
Ignorando la manera en la que mi cuerpo ruega presionarse contra el suyo, abro la nevera y saco lo necesario para preparar sándwiches de jamón de pavo y queso chédar. Tanner finalmente se da la vuelta, sus brazos entrecruzados sobre su pecho, con una taza de café en la mano cuando pongo los ingredientes en la encimera y me lavo las manos para prepararlos. Niega cuando alzo la mostaza para preguntarle si quiere en el suyo. Sintiendo sus ojos oscuros en mí en todo momento, nos sirvo dos a cada uno junto con jugo de naranja y algunas frutas. Reviso las noticias en mi tablet mientras como, en lo absoluto esperándolo. Al darse cuenta de que no seré yo quien empiece la conversación, suspira y se sienta en el banquillo para quedar frente a mí.
─Sobre lo de anoche... no tenías que hacerlo. Ya estaba jodido cuando llegó tu mensaje. Ni siquiera sé por qué terminé aquí, pero no tenías que cuidarme o dejar que me quedara aquí. ─Ahora su mirada está en todas partes menos en mí─. Me hubiera sentido mejor conmigo mismo si me hubieras llamado un taxi.
Termino de tragar antes de responder.
─Lo intenté.
Él afirma, sus puños apretados.
Supongo que esta es su manera de mostrarse avergonzado.
─Lo sé. Eso lo recuerdo. Lo que no recuerdo es qué pasó cuando llegaste. Sé que vomite, me di un baño y por alguna razón bebí chocolate caliente, algo que no he hecho desde que era un adolescente, pero no sé cómo pasó. ─Apoya sus codos en la mesa y se pasa las palmas por el rostro, jadeando debido al estrés que esta situación le genera a alguien como él─. ¿Nosotros...?
El deja vú es tan fuerte que niego apenas lo insinúa.
Por lo visto a Tanner no le impresiona la idea de haberme olvidado, puesto que en teoría ya lo hizo una vez.
─No.
Su pecho desciende con alivio.
─Mierda, Sav, lo siento. ─Realmente está afligido por esto. Lo sé porque su voz perdió el toque déspota que la caracteriza. Aun así no dejo de fingir estar más interesada en las noticias. No puedo dejarlo ver lo mucho que su malestar me importa─. Si pudiera retroceder en el tiempo y...
Si yo pudiera retroceder en el tiempo, no habría ido a su fraternidad. No hubiera salido esa noche de fiesta. Habría estudiado arquitectura en Columbia para jamás conocerlo a él o a Pauline. No habría perdido mi virginidad a los trece con el capitán del equipo de voleibol de mi escuela. No habría roto el florero favorito de mi madre a los diez años, jugando con mi vecina, lo cual continúa reprochándome.
Retroceder en el tiempo no es posible.
Si pudiera hacerse, ya lo habría hecho solo para no conocerlo.
─Pero no puedes ─lo corto─. Viniste aquí. Te quedaste aquí. Nada pasó. Trata de superarlo, Tanner, ya que yo ya lo hice. No somos niños. Tenemos cosas más importantes en las que pensar. Si realmente te sientes mortificado, no me hagas perder más el tiempo. Come y prepárate para darme tu opinión de mis bocetos.
Tras hablar, continúo leyendo el portal de BBC y comiendo. Tanner capta el mensaje. Luego percibo el movimiento de sus manos y la inclinación de su cuerpo sin tener que alzar la cabeza de mi tablet. Poco después veo cómo su sándwich es devuelto al plato con un mordisco que posteriormente se convierten en varios hasta que desaparece, también su compañero. Cuando termino llevo mi plato hasta el fregadero y lo limpio. Me quito el exceso de agua de las manos pasándolas por encima de mi pantalón de deporte.
Cuando me aseguro de que están secas, me dirijo a mi escritorio y tomo los planos que hice para Tanner, sorprendiéndome de hallar todo exactamente como lo dejé ayer. Ni siquiera le había dirigido una mirada a mi sitio de trabajo por miedo a que en su estado de ayer hubiera destruido algo, pero no lo hizo.
─Tenía miedo ─le digo levantando una hoja con mis diseños hacia él, girando levemente el rostro para verlo levantándose y yendo al fregadero con su plato sucio. También se encarga de poner todo de regreso a su lugar─. Cuando te dejé, pensé que todo esto estaría hecho un desastre para cuando volviera.
No es hasta se encuentra junto a mí que responde.
─Supongo que incluso estando borracho como una cuba recordé lo mucho que odias que se acerquen a tus dibujos.
Mis mejillas se sonrojan, los recuerdos viniendo a mi mente.
Una llamada desesperada.
Todos mis bocetos arruinados.
Fue uno de mis más vergonzosos dramas, en este caso justificado, por lo que no me sorprende que lo haga. Aunque nunca se confirmó, toda la Universidad de Texas terminó por enterarse de lo que pasó. Incluso mis padres, quienes vinieron de Houston por ello, y aparecí en el periódico estudiantil, pero no lo hice sola.
─Tendrías que buscar a alguien más para remodelar tu ático de haberlo hecho, al igual que tu alma habría tenido que buscar otro cuerpo para vivir porque este ya estaría muerto. ─Coloco mis diseños, uno encima del otro, sobre un caballete de madera. El primero es el de la cocina, puesto que sirvió de inspiración para todos los demás─. ¿Qué te parece? ─le pregunto pasados los segundos de que se acerca para mirarlos por sí mismo, levantando hoja tras hoja para obtener un vistazo de los demás elementos del piso inferior: la sala, el comedor y una habitación de recreación con una mesa de pool y una pantalla de cine.
Tanner se toma su tiempo para contestar. Probablemente el doble de lo que me tomó a mí hacer la pregunta. Cuando lo hace, sin embargo, la molestia en mis manos y brazos vale la pena. No es solo su voz, sino su mirada. Genuinamente le gustó, no, le encantó. No lo culpo. Es uno de mis mejores trabajos. Una fina línea que equilibra la elegancia, la masculinidad y la calidez.
─Cumple con mis expectativas ─suelta, su tono condescendiente de regreso. Este no me engaña. Sé que quedó fascinado con mi trabajo─. Incluso las sobrepasa. ─Contengo el impulso de celebrar, puesto que sé que los cumplidos no son lo suyo y que si lo dice es porque realmente lo siente así─. ¿Cuándo crees que puedas empezar a trabajar en ello? El dinero no es un problema.
La emoción crece dentro de mí. Si hay algo que amo tanto como dibujar, crear, es ver como lo que hice cobra vida ante mis ojos.
─Lo sé, pero tengo algunos compromisos que atender esta semana. Podríamos empezar la siguiente sin problema alguno. Ya estaría más libre y le podría dedicar el tiempo que merece. ─Le ofrezco una sonrisa que se debe a mi trabajo, no a él, la cual se desvanece al recordar las preguntas que tengo que hacerle para el segundo piso─. Tanner, en lo que respecta a la segunda planta, ¿cuántas habitaciones quieres que tenga? Quiero hacer espacio para un gimnasio porque recuerdo que pediste uno en el diseño de tu casa, pero eso le quitaría espacio a las otras habitaciones. No me dijiste si el edificio cuenta con uno o si...
─Una habitación, para mí, una habitación en blanco, mi oficina y un gimnasio ─responde, cortándome mientras se acerca a uno de mis ventanales como hizo ayer─. No estoy esperando visitas.
─¿Una habitación en blanco... para qué?
Se encoje de hombros.
─No para que alguien viva ahí. Quizás para un estudio, pero no me he decidido todavía. Mientras lo hago, déjala en blanco. Lo único que necesito que tenga es una ventana amplia.
─¿Un ventanal?
Niega.
─No, nada para los jodidos pervertidos.
Pongo los ojos en blanco.
─Es un penthouse, Tanner. Nadie puede verte.
─¿Ni con un telescopio?
─No ─miento, puesto que no tengo ni idea de si pueden, pero pensar que sí es una exageración.
Él hace un sonido de chasquido con la lengua.
─No me interesa. No quiero una pared de vidrio en esa habitación. Solo una ventana grande y... quizás una plataforma en el suelo frente a ella. Una desnivelación de un escalón. Paredes blancas.
Afirmo, tomando mi blog y escribiéndolo.
También trago.
Si solo quiere una habitación, eso significa que no es un lugar para niños. Eso junto al hecho de que mis bocetos estuvieron inspirados en él, no en una familia, me confirman la idea que ya tenía de que se trata de un sitio aislado a su matrimonio. Aun así, no pregunto. En este caso, mi profesionalismo no me lo permite.
─¿Algún otro deseo?
Lo piensa por un momento, pero eventualmente niega.
─No, solo eso. Todo siguiendo el mismo estilo que llevas.
─Eso es todo. ─Dejo mi blog sobre el escritorio─. Terminamos.
Sus cejas se alzan mientras se extiende para tomar su abrigo en un perchero cercano a él. En lugar de deslizarse en su interior, lo guinda en su brazo. Hace calor. Es Austin. Él es la única persona que conozco que los utiliza sin sudar como un cerdo por ello.
─Acabamos de empezar, Savannah. Estamos lejos de terminar ─dice, sus palabras revolviendo algo dentro de mí, algo que conozco bien─. Nos vemos el lunes a primera hora. Si quieres visitar el ático antes, puedes pasar por mi oficina por una copia de la llave o el conserje te hará el favor. Lo llamaré para decirle.
Aunque se dirige a la salida, no me muevo de mi lugar. Se ve cansado y herido, pero está lejos de ser el desastre que era ayer cuando abrí mi puerta. Suelto un suspiro de alivio, liberando el aire que mis pulmones habían estado reteniendo, antes de tomar mi teléfono y encerrarme en el baño. Aunque se supone que debería estar del lado de Pauline en esto, no puedo evitar asumir que ella fue quién lo arruinó a pesar de que existe la posibilidad de que no haya sido así, pero es que no hay otra explicación para su conducta. Tanner siempre le dio todo de sí mismo.
Incluso lo que no era.
Como ella dijo, no dejas de amar a una persona de la noche a la mañana. Algo sucedió. Algo que él no me dirá, pero ella... ella probablemente sí. Sintiéndome mal por caer en la tentación, marco su número una vez pongo a llenar la tina para un baño.
─¿Savannah? ─responde casi al instante─. ¿Cómo estás?
─Bien, gracias, ¿tú?
Mientras hablo, me quito la ropa y sumerjo mi pie desnudo en el agua, probando la temperatura de esta antes de entrar en ella.
─Bien.
A pesar de su respuesta, escucho como sorbe por la nariz.
Suelto un suspiro.
─Lamento no haber respondido las veces que me llamaste. ─La verdad no lo hago. Quería ir conmigo a comprar lencería y la verdad estoy harta de decirle lo que debe o no hacer para mantener su matrimonio─. Estaba ocupada, Pauline. Lo siento.
─Lo entiendo.
Tomo una honda bocanada de aire, apretando los dedos de mis pies y mi iPhone más fuertemente contra mi oreja, también cerrando con fuerza mis ojos entre sí, antes de continuar.
─Para compensarte, hoy tengo la tarde libre y quería saber si podíamos ir de compras. Necesito un conjunto especial para la próxima semana. ─Eso es cierto. El lunes también me reuniré con el dueño del club al que fui anoche para hablar de su nuevo bar deportivo─. ¿Me perdonas? ─insisto─. Invito yo.
Aunque se hace rogar en silencio por unos segundos más, cede.
─Sí. Estoy lista a las dos.
─Bien. Paso por ti a esa hora.
Sintiéndome como la peor arpía, cuelgo.
*****
Si soy honesta conmigo misma, a veces ni siquiera sé la razón por la que sigo siendo amiga de Pauline. Es dulce y amable, como siempre, pero con el pasar de los años esa dulzura y esa amabilidad se han transformado en un picor por debajo de mi piel. A excepción de hoy, ya ni siquiera la llamo. Ella es quién me llama para invitarme a las fiestas que organiza para Tanner, a las cuales tengo que asistir porque es allí donde conozco a más de la mitad de mis clientes, o para pedirme ayuda. Nada nunca es sobre nosotras dos. Él siempre tiene que estar involucrado y no debido a mí. Esta sería la primera vez que saco provecho de ello.
Cuando son la una y media me visto, tomando un sencillo vestido negro de mi armario, un par de sandalias de tiras de terciopelo con tacón y un bolso de cuero. A las dos en punto estoy estacionada frente a su casa en Travis Country. Su chófer y mayordomo se encuentra lavando su Cadillac en el patio delantera de esta, por lo que no me bajo de mi auto o llamo a Pauline para avisarle que estoy aquí. Tampoco lo hago porque el hombre por alguna razón me odia.
Lo supe desde que una vez, cuando trabajaba en terminar la casa, derramó una bandeja de jugo sobre mis notas. Intencionalmente, puesto que dijo haberse tropezado con sus cordones cuando su jefe le pidió una explicación, lo cual no pensó que sucedería, y en ese momento no traía zapatos con ellos. Tanner amenazó con despedirlo, él también se dio cuenta, pero lo dejó pasar cuando le dije que tenía copias en la oficina. Desde entonces ha sido reservado al respecto, pero es más obvio que mi amor por su jefe.
─Justo a tiempo, Sav ─suelta Pauline mientras entra, una sonrisa en su rostro a pesar de la evidente inflamación alrededor de sus ojos marrones─. He estado esperando todo el día por ti. Las dos de la tarde no parecían llegar lo suficientemente rápido.
─Qué dulce.
También le sonrío, pero la sonrisa muere cuando le echo un vistazo al ya estar en la autopista. Parpadeo. Lleva una sudadera con capucha y un par de vaqueros azules. Zapatillas. No está, en lo absoluto, vestida como usualmente se ve. Su estilo no es precisamente el del centro comercial al que solemos ir de compras. Hay tiendas costosas que afortunadamente puedo disfrutar debido a mi trabajo y ella debido a Tanner. Pauline es insegura con respecto a la opinión de la gente rica, puesto que a pesar de que sus padres son adinerados, es una chica de campo, por lo que usualmente suele esforzarse el doble para encajar en su nuevo círculo de amistades y conocidos desde que se casó. No entiendo qué hace vestida así.
Al sentir mis ojos en ella, asciende su mirada a mí.
─Necesito un favor, Savannah.
Escuchar mi nombre completo salir de su boca enciende las alarmas en mi cabeza. Ella casi nunca lo hace. No a menos de que se trate de un sermón o algo, pero esta vez no se trata de ello. Tampoco luce como si fuera a pedirme escoger lencería por ella.
─Sí ─respondo─. Dime.
─No puedo ir al centro comercial contigo. ─Mientras habla, las lágrimas se deslizan por su rostro─. Necesito ir a esta dirección. ─Saca un papel del bolsillo delantero de sus pantalones y me lo tiende. Me orillo en la vía y enciendo las luces intermitentes para leerla. Queda en una zona no tan bonita de Austin─. Por favor, Savannah, eres la única que puede ayudarme. Necesito ir allá y Tanner no puede enterarse. Por favor.
─¿Por qué tienes que ir a este lugar?
─Te lo contaré cuando estemos allá ─solloza.
Tras mirarla por un momento, asumiendo que su esposo no está de acuerdo con esto y él no es una opción, afirmo y pongo mi vehículo en marcha. Pauline luce genuinamente desesperada. Su mirada se llena de alivio cuando afirmo y coloco la dirección en el GPS.
******
Mi frente se arruga cuando nos detenemos frente una pequeña clínica junto a una gasolinera. El estacionamiento está casi vacío, por lo que prácticamente me estaciono frente a ella. Es rosa y de un solo piso. Adentro solo hay una sala de espera y una recepcionista tras un mostrador a la cual Pauline le dice su nombre cuando entramos. El sitio no es tan feo por dentro como por fuera.
─Pauline, ¿ya me dirás que hacemos aquí? ─le pregunto cuando se sienta junto a mí, siendo nosotras las únicas dos personas a parte de la recepcionista, las enfermeras y los doctores que se pasean de un lado a otro.
─Solo tomará un par de horas ─dice.
La preocupación me inunda.
─¿Estás enferma?
─No. Solo vine a cambiar mi DIU, pero tomará un par de horas.
Arrugo la frente.
─¿Por qué? Eres la única paciente que veo aquí.
Separa los labios para responder, pero una de las enfermeras se detiene frente a nosotras. A diferencia de las enfermeras comunes, lleva una bata quirúrgica sobre su uniforme.
─¿Pauline Reed? ─pregunta, a lo que la rubia asiente poniéndose de pie─. Venga conmigo, por favor. ─Su frente se arruga al verme de pie─. ¿Su acompañante entrará con usted?
Ella niega.
─No. ─Me mira─. Savannah, espérame aquí, por favor.
Aunque quiero protestar, Pauline se ve realmente mal, la mirada que me ofrece la enfermera me hace saber que a menos que ella lo quiera, no soy bienvenida. Observo mientras se da la vuelta y desaparece con ella en un pasillo de puertas metálicas. Mi miedo crece cuando un par de mujeres, una joven y alguien que luce como su madre, se sientan cerca de mí. La mayor de ellas me ve y sonríe con tristeza mientras abraza a la que supongo que es su hija, puesto que comparten el mismo cabello rojo y facciones.
─No puedo permitir que esto arruine su vida.
─¿Esto? ─pregunto.
Ella afirma.
─El embrión. ─Besa la cima de la cabeza de la chica─. Tiene tantos sueños que cumplir. Es una lástima que nadie a parte de nosotras lo entienda. Mi hija no está preparada para ser madre.
Casi me olvido de respirar.
Retrocedo.
─Yo... ─susurro─. Suerte.
Antes de sucumbir al pánico, me acerco al mostrador. La chica con gafas tras él me ofrece una sonrisa amigable y cálida.
─¿En qué puedo ayudarte?
─Me gustaría saber si hay algún médico aquí que pudiera ayudarme con mi control de natalidad. ─Su boca se abre, pero la interrumpo para ser más específica─. Antes de estar embarazada.
Viéndose confundida, niega.
─No, lo siento, aquí solo trabajamos después de que sucede.
Afirmo. Mientras me doy la vuelta tomo mi teléfono de bolso y lo golpeo varias veces contra mi palma, debatiéndome si debería o no llamar a Tanner, la única persona a parte de Pauline a la que le concierne este asunto. ¿Pero el hecho de que no esté aquí significa que no la apoya? Aún si estuviera en contra, ¿ella lo obedecería si le dijera que no lo hiciera?
Me hundo en la silla.
¿Esto es lo que los separó?
Debido a mi manera de pensar y a mi personalidad, no estoy en contra del aborto, pero no sabía que ellos recurrirían a él. No lucían molestos de tener un bebé cuando me hicieron hacer tres habitaciones en su casa para sus futuros hijos. Mis manos empiezan a temblar mientras busco su número, me salgo de contactos y nuevamente lo vuelvo a buscar. Lo que me obliga a llamarlo es el hecho de no querer más secretos de este tipo en mi vida. Ya el que tengo me destruye a diario desde hace cinco años. Él responde justo cuando pensé que mi llamada iría al buzón de voz, el alivio de no traicionar a Pauline deshaciéndose y el alivio de no cargar con esto sobre mis hombros llegando.
─¿Sí?
─Tanner ─susurro, mi voz sonando tan desesperada como me siento─. Pauline me pidió que la trajera a una clínica. Yo... yo no sabía qué tipo de clínica era y no... no sé qué hacer. Esto es algo que ella nunca haría. De verdad no sé qué hacer. ¿Y si algo malo le sucede? ¿Qué hago? Es mi responsabilidad. Yo la traje.
Confirmo su conocimiento sobre esto cuando me responde sin preguntarme de qué demonios estoy hablando.
─Déjala. Es su maldito cuerpo. La opinión de un hombre no importa en esta mierda ─sisea con lo que reconozco como ira, pero un nivel de ira que jamás había oído en su voz, una ira asesina que me estremece─. Y no te preocupes tanto por ella, Savannah, no es como si fuera la primera maldita vez.
Sin decir nada más, cuelga.
Tras guardar mi teléfono de regreso en el bolso, me levanto con piernas temblorosas, deseando que Pauline al menos me hubiera contado lo que pretendía hacer cuando llegamos, así podría enviarla al infierno de una vez. No por ella, sino por arrastrarme a esta posición. Aun así, a lo mucho que estoy odiándola en estos momentos, me acerco nuevamente a la chica del mostrador.
─Mi amiga me trajo aquí sin decirme qué iba a hacer ─susurro, lo que hace que su expresión molesta por ser nuevamente interrumpida se desvanezca─. Acabo de enterarme y necesito acompañarla. Por favor. Ella... no quería decirme, pero ya lo sé y no puedo dejarla sola. Se alegrará de verme. Lo juro.
Tras dudar por un momento, se levanta y me hace una seña para que la siga por el mismo pasillo por el que desapareció Pauline hace unos minutos. Me hace entrar en un traje similar a la enfermera antes de dejarme pasar a la sala en la que Pauline se encuentra acostada con un cabestrillo ginecológico separando sus piernas. Sin hacer ningún tipo de preguntas, me siento junto a ella y tomo su mano, lo que hace que sus ojos cerrados se abran. La culpa me invade, ¿cómo no pude darme cuenta?
Al verme, Pauline sonríe de la misma manera que lo hizo en el auto.
Desolada. Nerviosa. Asustada.
Poco a poco, también le sonrío.
Y aquí, en este frío cuarto lleno de personal médico, por la hora que dura el procedimiento, sea cuales sean sus razones para hacerlo, que sé que no son superficiales porque Pauline se moría por tener hijos, volvemos a ser las chicas que éramos durante las primeras dos semanas de nuestro primer semestre. No hay ningún hombre interponiéndose entre nosotras. Solo somos ella y yo.
No se precipiten, no odien a nadie
Todo tiene una explicación, una razón, mis personajes no hacen las cosas porque sí, lo que significa que traten de limitar ese tipo de comentarios. Entiendo que es difícil a veces porque la historia no está terminada y no obtienen respuestas lo suficientemente rápido. También les recuerdo que mis personajes tampoco son completamente malos o completamente buenos. Lo que más me gusta de ellos es cómo se equivocan, se caen, se levantan y luchan. Cómo sienten y viven y no se avergüenzan de ello
Love u
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