Capítulo 6:
Vivo en un bonito edificio en el centro de Austin. Mi departamento es tipo estudio. No hay divisiones entre la cocina, la sala y mi habitación. No me quejo. La decoración del interior es moderna y femenina. Muebles de cuero blanco. Piso de madera clara. Plantas y adornos por todos lados. Logré instalar una tina en el baño antes de mudarme. La luz entra por los amplios ventanales cubriendo todas las paredes, los cuales podrían resultar intimidantes si no tuviera un sistema de persianas. Mi escritorio se halla de espaldas a ellos para que pueda disfrutar de la claridad mientras trabajo. No tengo ninguna cita pautada para hoy en la oficina, por lo que decido pasar el día en casa dibujando. Tras levantarme, apagar las velas y darme una rápida ducha tibia, entro en una camiseta ancha que a veces uso para andar en casa. Me preparo el desayuno, un tazón de cereal de Oreos y leche, con el cabello mojado. Antes de acercarme a mis planos, enciendo mi estéreo. Mientras organizo mis materiales, tatareo Without Me de Halsey e inevitablemente mi mente piensa en Tanner Reed.
Me gustaría ser más fuerte para hacer sentir a Halsey orgullosa.
Me gustaría haber podido romper los lazos con Pauline y con él en algún punto de los pasados cinco años, pero siempre que lo intentaba terminaba en desastre. Llegó un punto en el que simplemente dejé de hacerlo. También están esos pensamientos. Sé que me hacen quedar como una amargada envidiosa, pero nunca he podido parar de oír una voz en mi mente diciéndome que yo lo podría hacer mejor.
Que nosotros nos podríamos ver mejor.
Que, finalmente, él se dará cuenta.
Después de que se graduó de la universidad, dándome espacio para respirar, lo que sentía se volvió más que todo platónico. No dejé de vivir y de obtener nuevas experiencias debido a él, pero mis sentimientos realmente nunca se adaptaron a nadie más. Se suponía que se mudarían a un rancho en el campo una vez Pauline saliera, pero al final decidieron quedarse en Austin por los negocios y socios de Tanner. Yo no los perseguí. En realidad estaba aliviada de no verlos nunca más. El problema fue que me dijeron que vivirían aquí demasiado tarde. Para entonces ya yo había invertido todos mis ahorros en conseguir mi oficina, registrar mi propia empresa de diseño, obtenido los permisos y tomado un préstamo de mis padres para comprar mi estudio. No podía simplemente enviarlo todo a la basura por un corazón roto.
Mi carrera es lo único que lo opaca.
Y aunque he tratado de mantener la distancia, Pauline no parece captar el mensaje, necesitándome constantemente para ayudarla a tomar decisiones. Preparar su boda. Construir su casa. Elegir sus sábanas. Lo que me gusta de ella es lo transparente que es, todo lo contrario a mí, deseando a su esposo mientras diseño su hogar, pero es muy básica e ingenua para su propio bien.
Me pregunto si eso es lo que lo alejó.
Cómo me sentiría de descubrir que ahora no debo sentir envidia de ella, sino de una cualquiera que arañó su espalda. Si está bien sentirme traicionada por eso. Hago una mueca mientras termino los detalles de la cocina de su ático. Ya que quiero aprovechar la claridad que entra en este al máximo, decidí que el piso sería completamente blanco, de mármol, si es posible, pero los muebles negros, como él, y caoba. Algo con aire a un club de esgrima de caballeros y una suite presidencial en un lujoso hotel. Contará con electrodomésticos de alta gama, pero también quiero poner un par de elementos antiguos en ella. Un horno de pan. Un extractor de humo de acero inoxidable. Como es un bebedor, un refrigerador especial para botellas y una extensa copera.
Me siento satisfecha con el resultado.
Masculino, pero a la vez cálido.
Como no poder decidirte entre su brillante sonrisa, la cual te hace pensar que es demasiado bonita para ser real, y su mirada intensa y arrogante. Incluso desagradable. Como un chico, un hombre, con un exterior hermoso, pero un interior que deja ver en su mirada, la cual te advierte que no es tan agradable como parece. Ya que he avanzado bastante con su proyecto en muy poco tiempo, lo dejo de lado e intento concentrarme en completar los demás, pero mi mente instantáneamente vuelve a su ático cuando presiono mi lápiz sobre el papel. No puedo decirle que no a la inspiración, eso sería sacrilegio, así que termino con los bocetos del primer piso alrededor de las ocho de la noche, estableciendo un nuevo record.
Es martes, pero aun así tengo una invitación a la inauguración de un club que ayudé a decorar. No hice gran cosa en él. Solo me ocupé de la barra y de encontrar el equilibrio entre ella, los deseos del dueño de hacerla clásica, y el resto, moderno y tecnológico. Una vez termino de poner todo en orden, le envío un mensaje a Tanner diciéndole que me gustaría que nos reuniéramos para revisar lo que llevo y reviso el resto de mi bandeja de entrada. Sonrío al ver un mensaje perdido de Malcolm avisándome que los Kings tienen partido hoy. Verlo jugar siempre me hace sentir mejor, a veces un poco caliente, lo que no sé si es por él o por cómo me hace recordar cómo lucía su hermano en la cancha porque los dos siempre han jugado en las mismas posiciones.
Con el televisor a todo volumen, espero al menos ver el inicio mientras me alisto. Sonrío al escuchar a los comentaristas alabar al quarterback del Houston Texans, la franquicia más joven de la NFL, y su buen pase. Si la temporada continúa como va, Malcolm patrocinará el primer touchdown durante los cinco minutos iniciales. Están jugando en la AFC Sur contra los Jacksonville Jaguars. Por primera vez desde su creación, los Kings podrían ir al Super Bowl. No termino de cerrar mi vestido hasta que lo veo realizar una anotación de siete puntos. No soy una chica de fútbol, pero crecí en un país de fútbol y, como si eso no fuera suficiente, en un estado del fútbol.
No puedo evitar saltar, emocionada por Malcolm.
Tras su jugada, llamo a mi madre y le pido el favor de enviar un gran ramo de rosas al estadio Reliant. Mis padres deben estar viendo el partido también, puesto que escucho demasiado ruido de fondo, pero aun así me dice que llamará a su asistente para que se ocupe de ello sabiendo que son para Malcolm Reed. Debido al volumen de mi televisor y al que se encuentra del otro lado de la línea, apenas puedo escucharla, pero ninguna de las dos se aleja de la interferencia debido a la emoción. Me echo un vistazo rápido en el espejo, comprobando que no haya manchado mi vestido plateado al maquillarme, antes de darle un último a Malcolm, deseándole toda la suerte, y tomar mi bolso para salir de casa. Me paralizo bajo el umbral a ver a Tanner de cuclillas frente a mi puerta, un cigarrillo en sus labios mientras libera el humo. Está utilizando un abrigo negro y su característico conjunto de camisa y pantalones de lino oscuros debajo, sus nudillos rojos. Evidentemente lastimado. Mi frente se arruga. Ya no somos niños. No puedo imaginar que se haya metido en una pelea o algo. El volumen con el que escuchaba el partido explica por qué no lo oí llamar a la puerta o tocar el timbre cuando llegó. Lo que no logro entender es por qué no se fue al no recibir una respuesta.
¿Pretendía esperar que el partido terminara?
─¿Estás bien?
No se levanta mientras niega.
─¿Te convertiste en una fan antes o después de conocer a mi hermano? ─pregunta con la mirada aún clavada en el suelo, por lo que solamente puedo obtener un vistazo de su perfil, pero nada de sus ojos debido a que su cabello negro cae sobre ellos.
Sintiéndome incómoda, me cruzo de brazos sobre el pecho.
Ni siquiera sabía que sabía dónde vivía.
─Tanner, ¿qué haces aquí?
─Me enviaste un mensaje ─contesta con voz ronca mientras se pone de pie, apoyándose en la pared del pasillo para no caerse. Es entonces que veo su rostro y me doy cuenta. Está más allá de borracho. Sus ojos enrojecidos. Su tez pálida aún más pálida. Tampoco paso por alto la manera en la que su ropa está sucia y arrugada. En conjunto con el aspecto de sus nudillos y la rojez en su pómulo, probablemente sí estuvo en problemas─. ¿Por qué dejar para mañana lo que podemos hacer hoy? ─Hipa mientras se acerca─. Quiero ver lo que has hecho ─susurra, arrastrando las palabras mientras se relame los labios y entra en mi estudio.
Yo retrocedo con la mirada clavada en la suya.
─Estaba a punto de salir.
Tanner arruga la frente al enfocarse en mi atuendo.
Traga, su nuez moviéndose y su mandíbula apretada.
─Ya veo.
─Llamaré a Pauline. ─Su rostro se arruga ante la mención de su esposa, pero eso no me impide sacar mi teléfono y marcar su número. Cerniéndose sobre mí, me lo arrebata antes de que responda. Intento tomarlo de regreso, pero solo lo aleja. Cansada y confundida, vuelvo a cruzar mis brazos y pisoteo con impaciencia─. Tanner, debes ir a casa, pero no puedes conducir así. Déjame llamar a Pauline o pedir un taxi para ti, por favor.
─No. ─Eso es lo único que dice al rodearme y dirigirse a uno de los ventanales. Mis persianas no están abajo, por lo que podemos ver a mis vecinos de enfrente─. Estás dándole un show gratis a todos los pervertidos de la cuadra cada vez que te cambias, Sav.
Sav.
Aunque estoy bien con que los demás me digan así, odio ese apodo saliendo de su boca. Me gusta como dice mi nombre con su acento. Cómo se adueña de cada sílaba. Savannah saliendo de sus labios me hace estremecer. Sav es solo Sav.
─Tanner, por favor. ─Coloco una mano en su brazo, tirando de él hacia la puerta─. Mañana podemos vernos. Tienes que volver a casa y yo tengo un evento al cual asistir. ─Aunque no me aleja, tampoco se mueve de su lugar─. No saldré por diversión. Un club al que ayudé a decorar se inaugura hoy. Tengo responsabilidades.
Lentamente, afirma y se acerca a la puerta tras devolver mi celular. Aliviada, lo persigo mientras marco el número de una línea de taxis que conozco hasta que habla de nuevo.
─Espero que tengan jodido buen whisky.
Me detengo abruptamente, todavía sin salir de mi estudio, al escucharlo. Podría llevarlo, pero en el estado en el que está a penas puede mantenerse en pie. Si bebe aunque sea una gota más de alcohol, probablemente colapsará en el suelo.
─No. ─Esta vez mi voz es un poco más dura─. Quiero disfrutar de mi noche, Tanner Reed. No lo haré si tengo que ser tu niñera.
Volviendo dentro, me mira como si fuera a discutir, pero al último momento cierra la boca y se mete las manos en los bolsillos.
─Bien ─responde, probablemente consciente de su estado─. ¿Cuánto tiempo te tomará? Te esperaré aquí. ─Niega cuando hago ademán de contradecirlo─. No vayas por ahí. No pienso volver a casa, no lo haré y no preguntes por qué.
No iba a hacerlo.
Apretando la mandíbula, no me queda más remedio que asentir.
─No te acerques a mi escritorio.
Mi trabajo, todo por lo que me he esforzado, de verdad es más importante para mí que Tanner Reed, por lo que no miro hacia atrás cuando me doy la vuelta, todavía sin poder creer que esté dejándolo en mi casa, porque de ninguna manera me perderé el brillo en los ojos de los clientes cuando vean el diseño de la barra.
Es lo único diferente a una casa que he hecho en un tiempo.
******
El dueño del club, un hombre apuesto y soltero, me invita varias veces a tomar una copa a lo largo de la noche, pero no hago más que aceptar un par de tragos y mantener una rápida charla con él en la que acepto decorar un bar deportivo en Travis Country que planea abrir este año, antes de levantarme y regresar a casa. Son alrededor de las dos de la mañana para entonces. Mientras conduzco, una parte de mí espera que Tanner se haya dado por vencido y esté dormido. Otra quiere hacer un par de preguntas. Me muero por saber qué lo hizo arrastrarse al alcohol esta noche. Qué lo hizo meterse en una pelea como un adolescente con el corazón roto. Qué lo llevo a ir por mí tras Pauline, quién estoy segura de que no tiene ni idea sobre el ático de tres punto cuatro millones de dólares que compró para esconderse de ella.
─Dios ─susurro al entrar en mi hogar y ver dos botellas vacías de mi vino favorito, Van Allen, una importación de Inglaterra bastante exclusiva que solo puedo obtener a través de mis padres, sobre la encimera de madera de la cocina─. ¿Tanner?
No hay muchos lugares donde esconderse en mi estudio, por lo que rápidamente mis ojos van a la luz que sale por debajo de la puerta del baño. Presiono mi mano en la manija mientras toco, preocupación deslizándose por mi columna vertebral al escuchar sus arcadas. Debatiéndome entre darle privacidad mientras arreglo el desastre en la cocina y entrar a echarle una mano, el sonido de un cuerpo desplomándose contra el suelo toma la decisión por mí. Abro y no puedo evitar que mi pecho se oprima cuando lo veo acostado sobre las baldosas, nada cubriendo la parte superior de su cuerpo, mientras se estremece en un triste llanto silencioso. Me quito los zapatos antes de tomar una toalla, humedecerla y arrodillarme junto a él mientras la presiono contra su frente, eliminando el sudor que se encuentra sobre esta.
Aunque no debería, me siento mal por haberlo dejado.
─¿Qué está mal contigo? ─pregunto con suavidad.
Tanner Reed se ve tan roto.
Tan derrotado y débil que ni siquiera le echo un vistazo a su definido abdomen, limitando mi atención a su rostro de expresión descompuesta y a los moratones en su pecho que me indican que no es la primera vez que se mete en problemas. Quiero sacudirlo por eso. Por permitir que lo que sea que está sintiendo lo destruya cuando yo encontré la manera de vivir con ello. Pero también quiero consolarlo. Lo quiero tanto que por un momento dudo que sea capaz de llevar a cabo mi plan, cediendo antes que él lo haga.
─Yo la amaba tanto ─dice mientras muerde su labio inferior hasta hacerlo sangrar, las lágrimas deslizándose por sus mejillas. Las limpio con la parte seca de la toalla. Me detengo cuando rodea mi muñeca con sus manos, enviando calor a través de mi piel. Su respiración es forzada y entrecortada─. Tú lo sabes, Savannah, más que nadie en el maldito universo. Sabes cuán bueno fui para ella a pesar de que no es como soy realmente. Cómo la protegí de mí para hacerla feliz.
Afirmo mientras echo su cabello oscuro hacia atrás, fascinada con la manera en la que se desliza entre mis dedos como la seda.
─Lo sé ─susurro, respondiendo al ruego en sus ojos y sintiéndome asfixiada por el hecho de estar obteniendo la cercanía de él que he ansiado por tanto tiempo, pero en una forma totalmente equivocada─. ¿Qué pasó entre ustedes, Tanner? ¿Por qué estás así? ¿Por qué te metes en peleas, bebes, vuelves a fumar y engañas a Pauline?
Quizás fue mi error.
Quizás hice demasiadas preguntas al mismo tiempo.
Tanner separa los labios para responder, pero una arcada vuelve a sacudir su cuerpo y se incorpora rápidamente para guiar su cabeza al inodoro. Acaricio su espalda, lo que no parece molestarlo, mientras vomita dos botellas de mi vino favorito. Me acerco a la bañera cuando parece haber terminado. La dejo llenarse mientras pongo a trabajar la cafetera para ambos. Tanner continúa en el cuarto de baño cuando regreso. Me sonrojo cuando una sonrisa arrogante, aún en su estado, se adueña de sus labios al sentir mis dedos en la hebilla de su cinturón de cuero.
─Un baño te hará sentir mejor ─me explico─. Sé cuánto odias la suciedad.
Aunque afirma, una mueca se adueña de su boca.
─Espero que no te decepciones después de cinco años.
Esta es la primera vez que lo menciona en voz alta desde entonces.
Mi sonrojo se esparce por el resto de mi cuerpo.
─Lo dudo ─respondo mientras bajo sus pantalones y ropa interior y lo ayudo a incorporarse, esta vez siéndome más difícil obviar el hecho de que está triste y vulnerable debido a que no solo me está tocando, sino que todo su cuerpo está gloriosamente desnudo contra mí. Contengo un sonido ahogado cuando su pene, el cual me esfuerzo por no ver, roza mi mano. El alivio recorre mi cuerpo cuando entra en el agua y puedo apartarme. Solo por costumbre, sin pensar realmente en ello, dejo caer esencias de menta y aloe vera en el agua. También enciendo algunos inciensos. Soy una fanática de ese pasillo que nadie recorre en el supermercado─. Estaré en la cocina. Grita si necesitas algo.
Tras obtener un asentimiento de su parte, la parte posterior de su cabeza presionada contra los azulejos tras él, me cambio rápidamente por un pijama de pantalones cortos bajo una bata de seda negra y termino de preparar nuestras dos tazas de chocolate caliente usando un compartimiento especial de mi cafetera, la cual compré solo por eso. Aunque tengo café en mi despensa, no soy fanática de él. Tanner Reed sí lo es, pero tengo el presentimiento de que lo menos que quiere hacer es mantenerse despierto. Me apoyo contra la lavadora, dónde meto su ropa antes de regresar al baño, para darme una pausa y asimilar todo este desastre.
Una vez me recupero de ello, tomo las dos tazas hirvientes y regreso al baño, dónde lo encuentro de la misma manera en la que estaba cuando me fui, con la cabeza apoyada en la pared tras él y los ojos cerrados, pero con el cabello empapado.
─¿Estás listo para salir?
Él niega.
─Pasé de estar en el infierno al spa, otro tipo de infierno. ─Ladea la cabeza y abre los ojos para mirarme, algo más lúcido, pero probablemente aún perdido─. Gracias.
Sintiendo el rubor nuevamente adueñarse de mi rostro, el cual no sé si es producto de su cercanía o de la vergüenza que me produce no haberlo echado de mi casa apenas lo vi, me siento junto a la bañera y le tiendo su taza de chocolate caliente.
─No te preocupes. ─Aunque su frente se arruga, medio nada hasta estar junto a mí y acepta la taza de porcelana de un juego que me regalaron mis padres cuando me mudé─. Te lo cobraré de alguna manera. Todo en la vida se cobra... ─Desciendo mi mirada a mis piernas─. Y se paga. ─Alzando la barbilla para verlo observarme mientras sopla, decido aligerar su culpa. No está usando su anillo de casado, por lo que esto no es solo una tonta pelea entre ellos. Tanner nunca se lo quitaría─. Además, ahora tengo un cupón. Serás la primera persona a la que llame cuando esté ebria, Tanner Reed.
Me sorprende sonriendo y moviendo la cabeza afirmativamente.
─Suficientemente justo. ─Su mirada se dirige a los inciensos sobre él─. ¿Por qué siento que estás obsesionada con los aromas?
Suelto una risita tras tomar un trago de chocolate.
─¿Piensas que es raro?
Niega.
─No, es... lindo.
Trago sonoramente.
Tampoco pensé que se habría dado cuenta de ello.
─Gracias, supongo, pero no pensarás eso cuando sepas por qué.
─¿Por qué?
─Porque no puedo oler.
Alza las cejas, su mirada confundida suavizándose tras unos segundos.
─¿Entonces qué sentido tiene gastar un tercio del dinero que ganas en un sentido que no puedes disfrutar?
─Puedo oler, pero no puedo oler como la demás personas ─me corrijo─. A menos que se trate de un aroma fuerte o que esté lo suficientemente cerca, no puedo olerlo. Por eso me gustan los productos aromáticos. Puedo acercar mi nariz o simplemente hacer que sean demasiado intensos a mí alrededor.
Tanner ríe, exactamente lo que sabía que haría.
Mientras las personas se ríen de chistes, él lo hace de las desgracias ajenas. Tiene un sentido del humor oscuro, retorcido y sarcástico, pero eso tampoco significa que se burle de enfermos y de animales muertos . Solo es más difícil hacerlo reír.
─Todo el tiempo pensé que tenías una vena satánica y por eso dormías rodeada de velas, soñando como un ángel mientras invocabas al demonio. ─Mi falta de olfato no es el motivo por el cual lo hago, pero no lo contradigo porque no estoy dispuesta a compartir esa historia con él─. Esa explicación era más atractiva, Savannah. Incluso lo habría sido más saber que provienes de una familia gitana o hippie y odio a los gitanos y a los hippies.
Pongo los ojos en blanco.
─Pauline es algo gitana y hippie.
Es cierto y ambos lo sabemos, por lo que no lo niega. Tampoco se molesta a pesar de la manera en la que sus ojos se endurecen.
─Sí, bueno, esa fue una señal que pasé por alto.
Se extiende, acercándose más a mí, para tomar la toalla limpia que dejé sobre la tapa del retrete para él. Tomándolo como una señal, tomo nuestras tazas vacías y me escabullo a la cocina. Las dejo ahí y me dirijo a mi guardarropa en busca de algo para Tanner, pero no consigo nada a pesar de que pensé que tenía la camiseta de un chico que dejó aquí después de una noche loca. Empiezo a buscar en cada cajón de manera exhaustiva, puesto que estoy segura de haberla visto esta semana en algún sitio.
Ella estaba aquí.
La conseguí el día que les entregué las llaves de su casa.
Soltando un suspiro, me doy la vuelta, dándome cuenta de que no debí haberme preocupado por la ropa. Tanner está en mi cama. Boca arriba. Desnudo. Sus párpados pesados, su expresión atormentada, pero a la vez en calma, y su respiración suave. Su piel clara, como la de un fantasma, y el edredón blanco debajo de él están a juego, pero cada línea cincelada de su cuerpo contrasta con el vello oscuro debajo de su ombligo. Mi respiración se atasca cuando me enfoco en el hermoso juguete entre sus piernas. Antes de que pueda hacer algo estúpido, como continuar mirándolo, lo cubro con una manta. Lo que sí no puedo hacer es evitar acariciar su mejilla mientras duerme.
Aun así, me acurruco en el extremo más alejado de él sabiendo que ya no soy la persona más demente que conozco.
Lo es Pauline por romper su corazón.
¿Lo oyen?
Sí, yo también. Ese es el sonido que hace su corazón (quizás no el de todas, pero eventualmente el de todas) cuando se ablanda
Capítulo dedicado a: _15_gtp
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