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Capítulo 54:

Después de lo ocurrido en el estacionamiento, Faith me lleva de vuelta al interior del estadio. Allí hace que me posicione sobre una plataforma y dé una rápida versión de lo ocurrido en la que acepto públicamente que la constructora no tuvo nada que ver con el plagio de mis diseños y que toda la culpa de esto recae en Jason. Tras ello bajo del escenario y bebo un par de copas, una sonrisa falsa puesta en mi cara de manera permanente mientras aclaro todas las dudas de la prensa y de los invitados, pero me detengo cuando empiezo a sentir que mi mundo podría empezar a dar vueltas a mi alrededor si no lo hago. Con haber hecho el ridículo una vez tengo suficiente en una noche. No es hasta que el agua salada llega a mis labios que me percato de que estoy llorando cuando se supone que debería estarle prestando atención a los invitados.

Faith lo nota.

─Savannah, ¿estás bien? ─pregunta disculpándose con la pareja de inversionista con la que hablábamos─. ¿Necesitas que te lleven a casa? Quizás han sido muchas emociones fuertes por hoy.

Afirmo, tragando el nudo en mi garganta antes de hablar.

─Eso estaría bien.

La pelirroja me mira atentamente, pero no hace preguntas al respecto. Me escolta hacia la salida y me guía a la zona en la calle en la que hay algunos chóferes. Le indica a uno de ellos que me deje en casa y se despide de mí con la promesa de ponerse en contacto conmigo al día siguiente para que empecemos a trabajar juntas en el diseño de interiores del sitio. Pude haberle dicho al hombre que me dejara en mi casa, pero termino bajándome en el edificio de Tanner en Travis Country. El vigilante me sonríe al verme, concediéndome acceso directo al ático que hace unas horas empezaba a considerar mi hogar, llamándolo también mío dentro de mi mente.

Entumecida, casi cuento los segundos que le toma al elevador abrir sus puertas.

Ya en su interior lo primero que veo es la figura encorvada de Tanner. Está sentado en uno de los sofás de cuero que elegí y se incorpora a penas me escucha llegar. Su expresión es indescifrable, pero consigo identificar una chispa de tristeza en sus ojos. Separa los labios para decir algo cuando lo alcanzo, pero lo detengo juntando los míos con los suyos. Me devuelve el beso envolviendo sus manos alrededor de mi cintura, pero no siento más que atracción física por su cuerpo. La química entre nosotros, al menos de mi parte, se ha desvanecido. Sollozo al darme cuenta de ello, sintiéndome perdida, y lo empujo hacia el sofá. Elevo la falda de mi vestido antes de situarme sobre él e inclinarme para continuar besándolo, buscando.

Buscando cualquier señal de que pueda sentir algo a parte de decepción y dolor.

No puedo.

Tanner se adentra en mí tras desabrocharse los pantalones y mece mis caderas, intentando hacerme gemir como solía, lo sé por la desesperación en sus ojos negros, pero con mi falta de respuesta le transmito que se ha convertido en otro cuerpo más que añadir a la lista.

En otro amante.

Nada especial.

─Savannah ─jadea, enloquecido, empujándome hacia atrás y tomando el puesto encima de mí.

─No siento nada ─le informo mientras me llena una y otra vez, haciéndome alcanzar el orgasmo casi de manera forzada y mecánica─. No siento nada ─repito empujándolo lejos de mí antes de ponerme de pie, las lágrimas deslizándose por mis mejillas─. Esta mañana te abrí mi corazón, te dije que te amaba, pero ya no siento absolutamente nada por ti.

─Todo tiene una explicación ─dice mientras se sube los pantalones y se abrocha el cinturón sin verme a los ojos, todo su cuerpo tenso, pero aún si así fuera no me interesa oírlas.

Mi amor. Mi admiración. Mi respeto.

Todo lo que sentía por él se desvaneció en cuestión de segundos.

El hombre que creía que era, que creía que amaba, ya no existe.

Ahora finalmente lo veo por lo que es, un cobarde, y solo siento decepción.

Decepción de él y decepción hacia mí misma por haber desperdiciado tanto enamorada de alguien que no existe. De alguien que en mi mente empezaba a abrir los ojos y haría cualquier cosa por mí como siempre se suponía que debió haber sido. No por Pauline, su esposa.

Por mí.

─¿Hay algo que explique el por qué Pauline no tenía idea de su divorcio?

Tanner se detiene frente a mí, su camisa completamente arrugada mientras alisa y despeina su cabello repetidas veces. Su mirada es igual de enloquecida que lo fue el día que me llevó a su casa, pero esta vez intenta contenerse. Esta vez es consciente de que si me lastima me iré porque la Savannah que le aguantaba todo porque lo quería más que a su felicidad, más que a sí misma, ya no existe. Siento admiración por mí, por haberme dado cuenta, pero unas irrefrenables ganas de llorar por ella porque de entre tantas opciones, ella lo eligió.

Lo escogió aún sabiendo que la haría trizas.

─Se suponía que no regresaría a Austin. Se suponía que cortaría cualquier vínculo contigo. Que tú y yo tendríamos más tiempo. Que ella y yo volveríamos a intentarlo después de que te sacara de mi sistema y ambos nos recompusiéramos de las pérdidas...

Retrocedo, en shock.

Mis manos empiezan a temblar al darme cuenta de cómo fui utilizada, de nuevo, por ambos.

─¿Ahora son pérdidas? ─le pregunto─. No fueron pérdidas, fueron abortos, Tanner. Sea por la razón que sea, tu esposa no quiso tener hijos contigo. ¿Cómo no puedes darte cuenta de lo manipuladora que está siendo al hacerte llamarlo de esa manera ahora? Hace un par de días eras tú quién me decía que la odiabas por eso, pero como siempre ella aparece, llora sobre tu pecho y olvidas todo sobre nosotros, convenciéndote de que ella es la mejor opción.

Los hombros de Tanner se hunden.

─Ella es buena para mí. Siempre ha sido la buena para mí. Sé que encontraremos la manera de superar esto y como te lo dije antes, siempre habrá un lugar en mi vida para ti ─dice, haciéndome jadear con incredulidad ante su cinismo. Su mandíbula se aprieta antes de continuar─. Estamos unidos por muchas cosas, quieras o no, pero ambos sabemos que nunca podríamos estar juntos. Tú no encajas en mi mundo y yo no lo hago en el tuyo.

Niego.

─No puedo creer que sigas mintiéndote así.

Tanner da un par de pasos hacia mí.

─Savannah...

─No puedo creer lo que me hicieron. ─Tomo el cuello de su camisa en mis manos. Tanner traga cuando lleva sus ojos a los míos, los suyos desenfocados. Cuando alzo la mirada y veo pequeñas migajas de polvo blanco sobre la mesa lo entiendo y lo compadezco─. Si ella te amara no te habría lastimado como lo hizo. No estaría de acuerdo con este trato enfermo entre ustedes ─le dejo claro─. Si tú me amaras a mí no me habrías hecho todo lo que me hiciste. Si yo me hubiera amado más a mí misma de lo que te amaba a ti no lo habría permitido. Si continuara amándote, me quedaría aquí, contigo. ─Me aparto, sintiendo asco─. Pero ya no lo hago. Incluso si ahora me dijeras que tú también lo haces, ya no te amo. Has consumido por completo cualquier sentimiento que sentía hacia ti, menos la lástima y el asco.

Tras soltarlo y contemplar su expresión, la cual está llena de dolor, me alejo de él y camino hacia mi estudio. Ignoro las punzadas que siento al notar todo lo que dejaré atrás y me limito a tomar el sobre de Pauline. Voy hacia nuestra habitación y recojo las cosas que no podría dejar atrás, guardándolas en una bolsa de gimnasio, consciente de que está mirándome y que no se pierde ninguno de mis movimientos. Se hace a un lado cuando me dirijo a la salida, pero me sigue escalera abajo. De nuevo en la sala, toma mi brazo y hace que me gire hacia él.

─Pensé que tenías claro que era solo una aventura ─dice con tono de voz ahogado─. Por todas las veces que me dijiste que sería feliz con alguien más, creí que sabías que ese alguien más no eras tú y que lo nuestro eventualmente llegaría a su fin. Lamento no haber notado antes cuánto realmente me querías. Cuánto te estaba lastimando. Eres importante para mí, Savannah, y...

─¿Alguna vez pensaste lo contrario?

─¿Sobre qué? ─pregunta sonando desesperado por decirme cualquier cosa que me haga sentir mejor, que me haga quedarme y caer de nuevo, pero simplemente no la hay y esto solo saciará mi curiosidad.

─Sobre nosotros ─le aclaro─. ¿Alguna vez pensaste que podrías ser feliz conmigo? ─El conflicto invade su mirada oscura. Hago una mueca─. Ni siquiera respondas. Ya sé la respuesta. En el caso de que te preguntes si alguna vez pensé que sería feliz contigo, no. No lo hice, pero te escogí a ti por encima de mi felicidad y me alegra que mi elección solo haya durado un día porque no sabría como lidiar conmigo misma si me hubieras hecho perder toda una vida a tu lado, que era lo que tenía planeado darte. Un hogar. Una familia. ─Mi barbilla tiembla─. Quizás en un futuro, si lo arreglábamos, hijos, pero no mereces que los míos lleven tu sucio apellido racista. Ahora que te veo por lo que realmente eres, un cobarde, renunciaría a la idea de ser madre antes de hacerte padre, Tanner. Mis hijos merecen algo mucho mejor que tú. 

Tras escucharme, su pecho se hunde como si acabara de golpearlo.

Porque sé que dentro de él, muy dentro de él, algo también está haciéndose polvo.

Lo veo en sus ojos.

─Nunca debiste meterte en nuestra historia ─intenta lastimarme más de lo que yo lo lastimé, pero no puede.

─No ─siseo con el mentón en alto─. Ustedes nunca debieron atravesarse en la mía.

Avanza hacia mí.

─La nuestra era perfecta hasta que tú llegaste a destrozarlo todo, Savannah, mirándome como si desearas que arrojara a mi novia al mar y te tomara en brazos en su lugar. Como si quisieras que te follara. Como si te murieras porque te besara hasta que tus labios perdieran su forma y su color.

No suena como si me recriminara algo, sino más bien como si dijera en voz alta las líneas de un libreto que ha estado repitiéndose por años. Tras tomar el sobre que Weston me dio, lo estampo contra su pecho y le sonrío sintiendo más satisfacción de la que he sentido en mucho tiempo. Tanner lo toma frunciendo el ceño, pero no lo abre, sus ojos negros sin poder despegarse de los mío.

─¿Perfecta? Perfecta era yo para ti y hoy me perdiste para siempre. ─Acerco mi rostro al suyo, apreciando la manera en la que sus pupilas se dilatan, su aliento se atasca y sus vellos se erizan porque mientras mi cuerpo lo aborrece, el suyo todavía me ama─. Ve, ten tu final feliz con quién te apetezca, pero nunca conseguirás otra mujer como yo, nunca tendrás una conexión igual a la que teníamos con nadie más, y eso te arderá toda la vida, Tanner Reed, porque fuiste tú quién lo destruyó. No yo. Mi consciencia estará tranquila sabiendo que fui leal a mí misma y que di todo lo que pude dar de mí, ¿pero tú, Tanner? ─Trago─. Tú no diste nada.

Sin esperar ninguna respuesta de su parte, me doy la vuelta y camino hacia el ascensor.

Cuando las puertas se cierran, alejando sus ojos negros de los míos, me desplomo contra una de las paredes metálicas que me rodean y respiro sin que ningún tipo de asfixia o ansiedad por tenerlo me invada. Sin embargo, termino deteniendo mi auto frente a la casa que construí para él y para Pauline. La maquinaría de demolición está en el jardín, lista para ser usada. Al menos en eso no mintió, aunque también podría ser un montaje. A los segundos de ingresar mi auto en la entrada, tanto Pauline como su maldito mayordomo salen de la mansión.

─¿Savannah? ─pregunta, soñolienta dentro de un pijama azul─. ¿Qué haces aquí?

─Deshaciendo algo que nunca debí haber hecho.

Tanner tiene razón.

Soy impulsiva. Soy malvada. Soy la villana.

Por un momento lo había olvidado.

Empujo a Pauline fuera de mi camino cuando hace ademán de atravesarse en él. Escucho a su mayordomo sugiriéndole llamar a la policía, pero no le presto atención a ninguno de ellos. Tras entrar en la maquinaría, descubro la manera de utilizarla con un rápido tutorial en YouTube. Antes de proceder tomo mi celular y grabo a Pauline mientras le hago una pregunta importante en el caso de que se le ocurra acusarme de intento de homicidio, lo cual no creo que haga porque la mojigata no es tan lista. 

Su ingenio se limita a ser una zorra religiosa manipuladora.

─¿Hay alguien dentro?

Ella niega, su expresión suplicante.

─Savannah, por favor. No lo hagas. Podemos hablar y arreglarlo.

Relamo mis labios, subiendo nuevamente la ventanilla.

Nada, ni nadie, puede arreglar mi corazón. No solo está roto. Ya no está.

Hasta que no encuentre una nueva razón por la cual latir, solo es un vacío en mi pecho que ansía ser llenado con cualquier tipo de emociones, como solía ser antes de Tanner. Sin hacer caso a sus ruegos, demuelo su casa frente a ella, quién no deja de gritar mientras las alarmas de todos los autos en el vecindario empiezan a sonar. Una vez la mayor parte del segundo piso y de la entrada, al menos, está hecha escombros debido a la bola de hierro, apago la máquina. Cuando me bajo Pauline se encuentra tosiendo junto a mi auto debido al polvo y su mayordomo habla por teléfono. Se acerca a mí con ojos llorosos, pero niego hacia cualquier cosa que tenga que decir. Si alguno de los dos tiene planeado demandarme por esto, le regresaré a Tanner el terreno que me dio. Le pediré un préstamo a mis padres para cubrir los daños.

No me interesa.

Ninguno de ellos dos me importa ya salvo para verlos arruinarse entre sí.

─Tanner ya sabe lo que hiciste. Sabe que le mentiste ─siseo sobre su rostro cuando se detiene frente a mí, tirando de su cabello rubio hacia atrás─. Las dos sabemos que no tardará en ir por ti ya que has arruinado su perfecta visión del futuro, que te has burlado de él, y esta vez ya no estaré ahí para amortiguar el golpe por ti. ─La suelto─. Si fuera tú correría de vuelta al pueblo del cuál nunca debiste haber salido porque los cuentos de hadas que te contaron de pequeña no existen. Los príncipes azules llevan mucho tiempo extintos. ─Ladeo mi cabeza, sonriendo antes de entrar en mi auto─. ¿Y tú, Pauline? No solo te casaste con alguien que pretendía ser uno para atraparte, sino con una bestia sádica que ahora está hambrienta de tu dolor.

Dejándola hundida en su miseria, me marcho sin mirar atrás.

Durante el trayecto fuera de Travis Country las sirenas de varios autos de la policía me pasan, incrementado el ritmo de los latidos dentro de mi pecho, pero ninguno de ellos me detiene.

Nadie ni nada más lo hará.

Soy libre.

*****

Me toma dos horas llegar a casa.

Cuando estaciono el auto en el garaje son alrededor de las tres de la mañana. Me abrazo a mí misma tras presionar el timbre de la entrada. Golpeo la manera cuando este se bloquea ya que solo puede ser presionado dos veces porque mis padres consideran que es de mala educación hacerlo más. Un par de minutos después veo a papá abrir la puerta con expresión soñolienta, un bate de beisbol en su mano, pero el enojo en sus ojos grises se deshace al verme. Sin pedir ningún tipo de explicación sobre por qué estoy aquí, me acerco a él y lo abrazo con todas mis fuerzas. Will Campbell me devuelve el abrazo envolviéndome con su calor, pero me hace mirarlo tras dejar el arma con la cual pensaba combatir a los intrusos a sus pies.

─¿Qué sucedió, pequeña? ─pregunta con sus manos sosteniendo mis mejillas.

─Lo siento ─susurro ahogada en lágrimas─. Debí haberles hecho caso. No debí haberme ido de Houston. No estaba lista para enfrentarme al mundo sin ustedes.

Sus expresión se llena de dolor, pero niega.

─A pesar de que siempre me dolerá el recuerdo de haberte dejado en Austin como si fuera aquél día en el que me dijiste que me fuera de tu habitación porque ya estabas cansada de mí y de tu madre y querías hacer tu propia vida, no cambiaría nada que te haya llevado a convertirte en la exitosa, inteligente y preciosa mujer frente a mí. Eres mi orgullo más grande, Savannah. ─Presiona sus labios contra mi frente─. Hagas lo que hagas, siempre serás mi pequeñita.

─Papá ─sollozo enterrando mi rostro de nuevo en su pecho, pero me separo de él cuando veo a mamá bajar los últimos escalones que faltan para que alcance la planta baja.

Lleva una pijama de seda color crema bajo una bata.

Su expresión se llena de conocimiento cuando me ve.

─No cumpliste tu promesa, ¿cierto? ─susurra─. ¿No te alejaste de él?

Niego.

─No.

Mamá afirma. Por la manera en la que sus ojos llamean por un momento temo regresar a tener cinco años y oírlos discutir sobre lo que es mejor para mí, si un castigo o una charla explicativa, pero Larissa termina acortando la distancia entre nosotros y envolviéndome entre sus brazos. Lloro con mi rostro escondido en su pecho, demasiado asustada de ver decepción en sus ojos como para alzar la mirada. Una vez me guía al sofá y nos sentamos en él, me obliga a verla alzando mi barbilla con su mano de manicure perfecta.

─Me siento tan avergonzada.

─No debes estarlo ─dictamina─. Él es quién perdió a la mujer de su vida. Tú saborearás el dolor de la caída, te levantarás y encontrarás a alguien más, pero él seguirá hundido en su miseria para siempre. ─Me abraza─. No te merece, Savannah. Nunca lo hizo, mi linda rosa.

Me estremezco.

─No lloro por él, mamá. ─Presiono mi frente contra su pecho─. Lloro por mí.

Por todo lo que perdí persiguiéndolo.

Porque esta no es la historia de la chica que obtiene al chico.

Es la historia de la chica que hace todo por tenerlo... hasta que abre los ojos y se da cuenta de que tanto dolor y tanto sufrimiento por un amor no correspondido simplemente no valen la pena.

Escucho a papá sentarse en silencio frente a nosotras, pero luego oigo el sonido de otras pisadas descendiendo por las escaleras. Cuando alzo la vista, incorporándome, me sorprendo al ver un chico de cabello castaño largo y ojos marrones, en plena pubertad, en el último de los escalones.

─¿Así que tengo una hermana? ─pregunta y entonces entiendo su presencia aquí.

─Una hermana que aparece las dos de la mañana en casa ─respondo tras sorber por mi nariz, poniéndome de pie cuando se detiene frente a nosotros en un pijama de los Kings.

Mira a papá.

─¿A quién debemos matar, Will?

Papá no mataría ni a una mosca aunque esta fuera obesa y volara lento, por lo que interrumpo su respuesta.

─A mí misma por permitir que lo hicieran, pero eso se acabó.

El adolescente sonríe.

─Bien ─dice─. Mi nombre es Vincent.

Tras mirar con una sonrisa tanto a mamá como a papá, quiénes contemplan el intercambio con sumo interés y algo de preocupación porque no me habían contado más sobre el proceso de adopción después de que pasaron la primera ronda para ser considerados aptos, acepto su mano y la aprieto.

─Savannah.

Empiezo a retroceder, pero me hala hacia su cuerpo para abrazarme.

Me estremezco al escuchar su voz en mi oído.

─Mantente lejos de mi camino y me mantendré lejos del tuyo. Cumplo dieciocho y me largo.

Vincent se echa hacia atrás pensando que me ha intimidado, pero lo imito. 

─Haz lo que quieras con tu vida, pero lastima a mis padres y rezarás para volver al orfanato.

Dicho esto me separo de él con una sonrisa.

Mamá y papá, inconscientes de que han traído a casa al huérfano más desagradecido, se nos unen. Papá sube con Vincent al segundo piso y mamá se queda abajo conmigo, preparándome una taza de té en la cocina y escuchando mi historia desde el principio. Obvio algunos detalles mórbidos, pero cuando termino simplemente me observa y presiona sus labios contra mi frente.

─Ve a dormir ya, Sav. Mañana nos levantamos a las seis. Me ayudarás en la floristería.

─Mamá... ─protesto.

Ella niega.

─Te dejé ir. Dejé que te lastimaran ─dice desde el umbral─. No dejaré que te quedes rota.

Hago un puchero con mis labios.

─Te amo, mamá.

─Y yo a ti, pequeña rosa. Sanarás, lo prometo, y volverás a amar a alguien que sí lo merezca.

*****

Me toma dos semanas lejos de Austin, cambiar de número de teléfono y mover las oficinas de mi empresa a Houston, incluyendo a Isla, poner una significativa distancia entre Tanner y yo, pero cuando este se aparece repetidas veces en la casa de mis padres, algunas de ellas drogado y ebrio, y en el edificio que alquilé y tengo que salir por la puerta trasera que conecta con un callejón para esquivarlo, me doy cuenta de que nada de lo que ha sucedido lo mantendrá lejos, en especial ahora que ha caído en su realidad. En su caso, en la de que Pauline no es lo que pensó que era durante todos estos años, pero no volveré a ser su plato de segunda mesa. Ya no volveré a ser quién recoja sus pedazos e intente descifrarlos mientras los une.

Ya no tengo un motivo.

Así que cuando Malcolm vuelve a preguntarme si me quiero ir con él, acepto.

Compro un conjunto deportivo rojo que se ciñe a cada curva de mi cuerpo y arrastro mi maleta por el piso del aeropuerto consciente de que hay cientos de cámaras apuntando hacia mí y grabando el momento en el que lo alcanzo en la fila de chequeo. Cuando lo alcanzo, me toma en brazos y me hace dar vueltas en el aire, a lo que respondo riendo y tirando momentáneamente mi cabeza hacia atrás, las mariposas haciendo su aparición en mi estómago ya que no solo luce apetecible dentro del uniforme de entrenamiento de los Kings, sino que también huele sumamente bien, a colonia y crema de afeitar, lo cual a penas descubro ya que es la primera vez que lo tengo tan cerca y me permito disfrutarlo. Cuando mis pies son depositados de nuevo en el suelo, mis labios buscan su mejilla, pero vuelve a girar su rostro demasiado rápido y termino besándolo fugazmente. Sin importar si fue un accidente o no, mi corazón se llena de calidez.

Ya no veo a su hermano en él.

Solo veo a mi amigo, uno que me hace sentir bien.

Demasiado bien.

─¿Necesitas ayuda con eso? ─Niego, pero aún así Malcolm maniobra con su equipaje para tomar el mío─. ¿Lista para la aventura de tu vida? Tengo grandes planes para nosotros. He hecho un itinerario de todos los lugares turísticos que podemos visitar.

Sonrío, tomando su gorra y poniéndola sobre mi cabeza mientras exploto una goma de mascar.

─Claro que sí.

Estoy lista para romper el ciclo haciendo lo único que Tanner no me perdonaría jamás.

Estoy lista para ser feliz con la versión de él que siempre quise para mí.

Una que no fueron invenciones de mi mente, sino que sí existe ya que mientras yo era la única que pensaba que Tanner me quería, todo un país entero veía cómo su hermano se moría por mí, menos yo. Solo somos amigos ahora, pero la calidez que siento cuando toma mi mano y entrelaza nuestros dedos mientras esperamos nuestro turno para presentar nuestra documentación me hace tener esperanzas de que un día me levantaré y amaré tanto al buen hombre junto a mí que me dolerá respirar sin él, pero a él también le dolerá respirar sin mí.

Porque ese es el único tipo de dolor que volveré a sentir.

Fin del ciclo. 



Falta el epílogo 1, el 2, nota de autora y sinopsis de Pauline

Nos vemos en vivo para leer el 2. Cuando lo tenga listo les digo la hora

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