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Capítulo 51:

Después de que Gordon es capturado por la policía y llevado a la estación, Hans y Anahí me acompañan a denunciarlo y a proceder al interrogatorio en su contra. Llaman a mis padres y estos se ponen de camino a Austin otra vez, al igual que su abogado. Anahí también testifica en su contra por abuso y conducta agresiva y promete hacerlo de nuevo en un juzgado de ser necesario. Hans se limita a esperar por nosotras en una de las butacas de la entrada a pesar de que luce como un gato con el pelaje erizado ante la idea del agua. Cuando salgo del frío y gris cuarto en el que estuve al menos un par de horas contestando las preguntas de los mismos oficiales que nos recibieron la vez que incendié su auto, lo primero que sucede es que mis ojos grises se topen con los oscuros de Tanner. Con los suyos y con los de su padre. El primero aparta su mirada de mí tan pronto como nuestras miradas conectan, llevando jeans y una sencilla sudadera negra con capucha, y el segundo lo imita, pero también me observa como si mi sola presencia le asqueara. Todavía no han terminado con Anahí y mis padres no han llegado para ejercer la presión correspondiente en el caso, así que me siento junto a Hans. Este me sonríe débilmente.

─¿Luces peor de lo que se siente? ─pregunta refiriéndose a los moratones y los raspones en mi rostro, al igual que en el resto de mi cuerpo, que ocasionó Gordon y que una integrante femenina de la policía fotografió para el expediente, procedimiento durante el cual tuve que subirme la camisa para exponer los golpes a mis costillas y espalda, prácticamente la huella de sus zapatos sobre mi piel.

─No ─respondo débilmente─. Luzco mejor.

Aunque sé que tuve los motivos correctos para hacer lo que hice, hay algo que no deja de parar de hacerme sentir como una basura. Me abrazo a mí misma debido al frío. Hans, al percibirlo, pone su chaqueta de cuero sobre mis hombros. Mientras lo hace espero ver cualquier chispa de interés en sus ojos, pero no la encuentro.

Solo está siendo amigable.

Eso es nuevo para mí, y preciado.

─Hicimos lo mejor por ti, por Ana, por todos nosotros.

─No me sentí feliz de haber excluido a Tanner.

Hans frunce el ceño.

─Pero pensé que querías hacerlo.

─Quería ─susurro, agachando la cabeza y mirando hacia mis manos, las cuales también sangran─. Pero quizás no fue lo correcto.

Porque aunque no estemos juntos, aunque él esté con Pauline y yo con todos los chicos del campus, había una cierta complicidad en nosotros que sé que ambos reconocíamos que deseché. Que envié a la basura al hacer esto sin él cuando se suponía que nos encargaríamos de Gordon juntos. Su mirada cuando pensó que se enfrentaba a la muerte por mí está grabada a fuego en mi mente.

Pauline puede ser su novia.

Puede quedárselo para siempre y vivir una feliz vida artificial juntos.

Pero yo tengo ese pequeño instante en el que me eligió por encima de él, por encima de todo, y eso nunca me permitirá dejarlo ir. Cuando creo que he conseguido las razones suficientes para abandonar la idea de nosotros, él simplemente me da más. En esta ocasión miles.

─Por supuesto que no lo fue ─dice una voz grave por encima de mí, a lo que alzo la vista y me estremezco al toparme con el señor Reed, quién es una copia adulta y canosa de Tanner. Más dura. Más temible. Su vestimenta tampoco ayuda. Está usando una camisa negra, pantalones negros y un abrigo azul real. Mocasines. Su cabello está peinado hacia un lado. Es pulcro y exuda orden, control y poder. Antes de volver a dirigirse a mí, fija sus ojos negros sin fondo en Hans─. Vete de aquí. Tengo una conversación pendiente con esta... chica latina ─le ordena, a lo Hans se tensa y empieza a negar, por lo que pongo mi mano en su antebrazo a pesar de que no estoy del todo cómoda por cómo pronunció chica latina: intuyo que no fue un halago.

Me da miedo el señor Reed.

Pero tengo más curiosidad que miedo.

─Está bien ─susurro─. ¿Puedes ir por comida para Anahí y para mí? Mis papás están a una hora de llegar y presiento que pasaremos toda la noche aquí. Pudo haber roto mis costillas, pero no mi estómago.

Hans hace una mueca, levantándose.

─No eres graciosa ─dice antes de ofrecerle una extraña mirada de advertencia al señor Reed y levantarse─. Llámame si necesitas algo.

─Lo haré ─susurro, haciendo que por una razón el padre de Tanner sonría con una desagradable sensación que me hace estremecer.

Ironía, burla, algo similar.

─Bien. Eres rápida ─dice acercándose y poniéndose de pie frente a mí, haciéndome sentir pequeña, una vez Hans desaparece por el pasillo al cruzar hacia la izquierda. Su mandíbula se aprieta ante lo que sea que está pasando por su mente. Su sola presencia desagradable y cruel me hace entender al instante muchas cosas sobre Tanner─. Me pregunto cuándo mi hijo se dará cuenta de eso.

─¿De qué? ─pregunto con voz ronca.

─De que no eres más que una distracción, una pérdida de tiempo. Eres hermosa, pero no encajas con él, así que te agradecería que dejaras de meterlo en problemas cuando claramente te gusta estar a disposición de todos en el mercado. ─No puedo evitarlo, me pongo de pie, mi corazón latiendo con fuerza dentro de mi pecho cuando nos encontramos casi a la misma altura. A pesar de que mis piernas tiemblan, me esfuerzo por mantener la barbilla en alto─. ¿Pero qué puedo esperar de él? ─Mete las manos en su bolsillo─. Está claro que no es más que idiota que se deja llevar por un bonito coño. Por los sentimientos. Si fuera el digno hijo que crié, no estaría aquí de nuevo cuando sabe que no puede meterse en más problemas sin violar su libertad condicional. ─Me tenso. Al observar mi reacción, el hombre sonríe─. ¿No lo sabías? ─Niego, sin entender, y él ríe─. Bueno, realmente no me sorprende que no sepas que Tenner tiene antecedentes penales y que no es muy diferente al chico que está enviando tras las rejas. Es reservado. Eso fue lo único que heredó de mí aparte del físico. ─Extiende su mano y acaricia un mechón de mi cabello entre sus dedos, haciéndome estremecer─. Pero en resumen de todo, niña, te diré sin importar las veces que haga que termine tras las rejas por ti, la historia de amor entre el idiota criminal que cree que puede ser mejor que su padre y la inmigrante zorra que solo busca escalar a través su bonita cara de rasgos mexicanos no sucederá.

No puedo evitarlo.

Alzo mi mano y lo abofeteo de la misma manera que abofeteé a su hijo un día, sonido que suena por todo el pasillo, y no lo hago por mí. Estoy acostumbrada a ser llamada zorra, inmigrante y todo lo demás, pero no por mis padres. Si me habla así de Tanner sin ningún pudor, seguramente le dice cosas peores a él. Cosas que no merece.

No proviniendo de su padre.

─Él no solo cree que puede ser mejor que su padre ─le digo, mi voz permaneciendo alta y controlada a pesar de que solo quiero huir. Huir de su expresión, una mezcla de ira y shock, mientras acaricia su mejilla enrojecida─. Él es mejor que usted, señor Reed, incluso en su peor faceta de imbécil. Es la persona más inteligente, astuta, leal y dedicada a sus metas que conozco. Si quiere pruebas de ello, puede comprobar que es el mejor promedio de su generación pidiendo sus notas, ver cualquier juego de los Longhorns en el que habrá miles de espectadores aclamando su nombre como un dios o ir a la fraternidad que maneja con éxito. Si aún así no es capaz de ver cuán increíble es su hijo, Tanner no es el que pierde. ─Lo veo fijamente─. Es usted.

Sin esperar su respuesta, me doy la vuelta.

Su mano rodeando mi muñeca me hace girarme de nuevo hacia él.

─Eres más estúpida de lo que pensé ─dice─. Me acabas de agredir en una comisaría. ─Señala las cámaras en el pasillo─. Eres mayor de edad. Solo estábamos hablando. Podría hacer que te encerraran por esto al menos por un día entero sin que tus padres puedan ayudar.

Le sonrío, jalando mi mano fuera de la suya.

─Definitivamente el idiota no es Tanner, sino usted al pensar que su hijo iría a prisión por alguien que no estuviera dispuesta a hacer lo mismo por él ─respondo a sus amenazas, girándome más rápidamente esta vez sin esperar su respuesta o reacción.

Pero en lugar de seguir a Hans, me dirijo a la entrada hacia los despachos de los agentes. La anciana en la recepción me deja pasar con una expresión empática y amable cuando le digo que soy la víctima del incidente del campus y que tengo nuevos datos para los detectives a cargo de la investigación. Uno de ellos es el que se encuentra interrogando a Anahí, el agente Martínez, un hombre mayor de ascendencia latina, y Howard, un rubio joven y alto de cabello largo que estaba empeñado en apoyar a Gordon la primera vez que vinimos.

Es a él a quién me dirijo, sentándome del otro lado de su escritorio con una placa con su apellido en la superficie y trayendo su atención a mí con el sonido que hace la silla al arrastrarse hacia atrás. El hombre aparta la mirada de los documentos que revisaba, luciendo cansado, pero su mirada se torna sumamente confusa cuando me ve.

─¿Qué haces aquí, chica? ¿Has recordado algo que no haya sido grabado por decenas de cámaras y que no esté rodando por internet? Si es así, es a la sala de interrogatorios a dónde debes ir.

Enderezo mi espalda, manteniendo mi mentón arriba.

─¿Es el odio que sientes hacia las personas como yo o la culpa de no haber visto la clase de monstruo que era Gordon cuando te lo dijimos?

El policía se tensa, echándose hacia atrás en su asiento mientras hace sonar su pluma contra su mano una y otra vez en un evidente intento por no perder los estribos ante mí y lo que le estoy diciendo.

─¿Por qué odiaría a las personas como tú?

─¿Qué es exactamente alguien como yo? ─le pregunto─. ¿Alguien con acceso a ciertos privilegios porque mis padres y mis abuelos hicieron sangrar sus uñas porque los tuviera? ─La tensión de su cuerpo crece─. En fin. El hecho de que es evidente que nos odias a mí y a Tanner por razones que no puedo entender no es por lo que estoy aquí ─susurro─. Estoy aquí porque necesito un favor.

El agente Howard me mira con ojos entrecerrados.

─¿Por qué te haría un favor que claramente no estará dentro de mis obligaciones como oficial? ─pregunta, inclinándose hacia delante y apoyando sus brazos en la mesa─. No trabajo para ti y para tu novio con tendencias sociópatas. Trabajo para la ley y para el país.

─Entonces es tu deber proteger a la ley y al país del escándalo que podría desatarse si decido abrir la boca y decir que nadie me escuchó, ni posiblemente a las otras chicas que pudieron haber denunciado a Gordon, cuando lo identifiqué como una clara amenaza solo porque un oficial tiene resentimientos guardados en contra de la clase alta, por lo que no se tomó la molestia de investigar más a fondo lo que sucedía.

─Estoy seguro de que no nos dijiste todo lo que sucedía ─sisea.

─Aún así la prensa lo verá como negligencia policial.

Howard estampa su puño contra la superficie del vidrio con fuerza, haciéndome saltar. Cuando se da cuenta de que sus compañeros dirigieron su mirada confundida hacia nosotros con confusión en sus expresiones, se fuerza a sí mismo a controlarse tomando un par de profundas respiraciones que me hacen preguntarme si está sufriendo una especie de crisis asmática. Cuando se calma, habla de nuevo.

Se rinde.

─¿Qué es lo que quieres?

Aunque estoy nerviosa por lo que estoy haciendo, prácticamente extorsionar a la ley, mantengo mi tono de voz neutral.

─Quiero el expediente policial de Tanner ─susurro─. Quiero leerlo. Ni siquiera lo fotografiaré o le sacaré copia. Solo quiero verlo.

El hombre hace una mueca irónica.

─Incluso si se trata de su novio eso es confidencial.

─Solo será necesario recalcarlo si esta conversación llega a otros oídos, lo que ninguno de los dos queremos ─le digo─. Ya que yo no quiero que él sepa lo que estoy a punto de saber y usted, agente Howard, quiere dejar de verme de una vez por todas para así cerrar el caso que podría hacerle perder el trabajo porque ambos sabemos que en lo referente a Gordon y a nosotros, trajo lo personal a lo laboral y cada contusión, corte o moratón que ve en mí lo demuestra.

La mandíbula del hombre se aprieta.

Sin decir nada más, mete su mano bajo su escritorio y deja caer una carpeta con un serial del departamento policial de Austin. Cuando lo abro, jadeo al comprobar las palabras del padre de Tanner cuando veo su foto bajo un clip. En esta tiene un ojo morado y marcas de arañazos en el cuello. Su camisa está rota. Mis ojos viajan al agente Howard frente a mí, quién afirma como si supiera que lo que busco es una confirmación de que se trate de Tanner, y paso las páginas con los datos innecesarios de él para concentrarme en lo importante.

Su expediente criminal.

Trago al leer y darme cuenta de que unas semanas después de venir aquí por lo de Gordon, volvió por cometer un delito de agresión contra el señor Reed, cuyas lesiones se encuentran documentadas al igual que las mías. Un par de costillas rotas. El cartílago de su nariz fuera de lugar. No es la primera vez que tuvieron una pelea, sin embargo, ya que retrocediendo entre las hojas descubro que Tanner ya ha terminado en varios departamentos de la policía, no solo en Austin y no solo en Texas, por lo mismo. Siempre, sin embargo, son otras personas quienes denuncian sus altercados, vecinos o espectadores, no ninguno de los miembros de la familia. Mis ojos se llenan de lágrimas cuando leo los testimonios de su madre, quién siempre defiende a su padre.

No a su hijo.

Retrocediendo aún más, las fotografías de las lesiones del señor Reed son suplantadas por lesiones en un cuerpo más pequeño y pálido que reconozco al instante pese a que no se muestra la cara del niño. Estas imágenes, sin embargo, pertenecen a archivos de servicios sociales y hospitales que denunciaron los sucesivos golpes en el pequeño de doce, siete, seis, cinco y cuatro años que atendieron porque según su madre se había caído jugando con otros niños en el parque o en su propia casa, explicando sus traumatismos, pero Tanner es como yo: no tiene amigos e incluso de niño dudo que haya sido diferente.

Y sus lesiones son tan evidentes.

Cada una de ellas grita abuso infantil, no accidentes.

Cuando asciendo la mirada al agente Howard tras cerrar el expediente sobre su escritorio, este hace una mueca irónica con sus labios.

─Dejas de ser una víctima de abuso cuando usas dicho abuso para justificar que te has convertido en un abusador ─dice, sin emociones─. El hecho de que se estén enfrentando a un monstruo y que tengan la razón esta vez no significa que tanto tu novio como tú no sean personas sin las cuales nuestro país estaría mejor. Ahora son solo niños ricos que hacen lo que quieren, pero en unos años estarán por encima de todos nosotros sin haber hecho algo para merecerlo, manipulándonos de la misma manera que manipularon a Gordon para que presionara el gatillo de su propia muerte ─dice─. Pero no todos somos estúpidos como él, Savannah. Algunos vemos mejor en la oscuridad. Algunos vemos que ustedes dos no son mejores que él.

Mis manos se aprietan en puños.

Sin querer perder más el tiempo con este imbécil, me levanto.

─¿Sabe por qué es tan miserable, agente Howard? ─le pregunto─. Porque para ver mejor en la oscuridad, como dice, tienes que ser un monstruo y usted todavía no acepta que lo es. De ser bueno no se habría dejado llevar por los prejuicios que infestaron su mente desde el momento en el que nos conoció, pero tiene razón. Un día Tanner y yo estaremos por encima de todos, pero no por nuestros padres, sino por nosotros mismos y nada le arderá más que eso. Ver con sus propios ojos cuán equivocado estuvo. ─Relamo mis labios─. Y para que eso suceda necesito que se asegure de que este incidente con Gordon no afecte su libertad condicional o de lo contrario ya sabe lo que haré, oficial. ─Me doy la vuelta─. Muchas gracias por su servicio.

Antes de que pueda llegar a la puerta, me intercepta.

Sus ojos están llenos de ira.

─Teníamos un trato. La libertad condicional de tu novio no estaba ahí.

Le sonrío.

─Lo siento, solo estaba manipulándolo ─respondo, haciéndome a un lado─. Como la pequeña escoria hija de papi y mami que soy. ─Cuando lo rodeo y paso junto a él, choco contra su hombro por accidente y le ofrezco una sonrisa de disculpa antes de salir del área de despachos de los agentes─. Con permiso.

─Zorra ─lo escucho decir a mis espaldas.

Me detengo, mirándolo por encima de mi hombro.

No es la primera vez en el día, ni en mi vida, que me llaman así.

Ni será la última.

─Sea más original, oficial.


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