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Capítulo 50:

Después de que terminamos de asistir al reencuentro, Tanner y yo llevamos a Anahí y a Hans a mi casa ya que decidieron pasar el fin de semana en la ciudad. Sam se baja del auto tras regalarme una calcomanía de mariposa que obtuvo en el zoológico y que pega en mi pecho, pero también le da una a Tanner. En lugar de colocarla en su camisa, la aplasta contra su mejilla con la palma de su mano. No puedo evitar sonreír cuando él fuerza una sonrisa en su rostro para ella, viéndose adorable por lo mucho que intenta no delatar su frialdad y su incomodidad para no herir sus sentimientos.

─Gracias, Sam ─le dice.

─Te ves hermosooooo ─comenta ella antes de ceder a los jalones de su madre y salir─. Adíos, tía Sav. Adiós, camarón ─se despide de nosotros entre risas mientras toma las manos de sus padres y salta.

Una vez entran en el edificio, Tanner arranca y me giro para mirarlo, sorprendida de que las usuales líneas de tensión han desaparecido de su rostro. En su lugar luce feliz y relajado. Eso me alegra más de lo que alguna vez podría describir. Ladea su rostro mientras conduce y se quita la calcomanía de Samantha, pero en lugar de arrojarla por la ventanilla como pensé que haría, la guarda en uno de los compartimientos de la puerta. Simplemente lo observo hasta tomar el valor necesario para sacar el tema a colación, el cual ha estado persiguiéndonos como el fantasma de un elefante desde que Pauline me involucró en su segundo aborto. Desde que me contó del primero.

─Debes dejarlo ir, Tanner. No podías obligar a Pauline ─le digo─. Ella debió haberte dicho que no quería una familia para que no te hicieras falsas ilusiones y ambos pudieran tomar las medidas correspondientes, pero lo mejor fue lo que hizo. Si una mujer no siente el impulso de ser madre, no debería serlo. Ir contra de ello traería resultados peores. ¿Ves cuán feliz es Sam? Eso es porque sus padres la aman. El dinero no importa ahí. Todos los niños merecen una infancia así, incluidos los niños que alguna vez llegues a tener.

Tanner aprieta el volante, pero mantiene su expresión tranquila.

─¿Quieres hijos, Savannah?

Ante su pregunta trago, insegura sobre cómo responder.

Porque no sé si los quiera.

Porque todo lo que está en mi mente es hacer crecer mi negocio. Porque cuando pienso en niños, tengo como requisito indispensable estar segura de que les daré una vida mejor a la que mis padres me dieron porque no iré en retroceso. Eso involucra tanto las condiciones económicas adecuadas como un par de figuras paternas estables y un ambiente no tóxico. A pesar de que tuve la vida perfecta, siempre he tenido una debilidad por la adrenalina que surge desde el peligro y del dolor, soy autodestructiva en muchos sentidos, como el estar aquí, con él, y amarlo como lo hago, pero eso no significa que quiera eso para alguien más, mucho menos para mis hijos. Cuando eres madre todo cambia. No lo soy aún, pero sé que pasas de ser el protagonista de tu propia vida al personaje secundario de la de alguien más porque a partir de entonces todo lo que haces y todo lo que dices le dará forma a otro ser humano. Tu atención deja de centrarse en ti.

No sé si estoy lista para eso.

Si lo estaré alguna vez.

Si seré buena para alguien alguna vez.

─No lo sé ─murmuro, trayendo sus ojos oscuros a los míos por un momento antes de que vuelva a fijarse en el camino─. Quizás algún día, pero todavía no estoy lista. Tengo otras metas que cumplir primero. ─Mis labios se curvan─. Además, ya tenemos una docena de hijos de los cuales ocuparnos ─le recuerdo a los chicos del programa de becas, quiénes pasan todo su día escribiéndome por mensaje para hacerme preguntas sobre el programa ya que Tanner solo les habla para preguntarles cuánto dinero necesitan y advertirles que si no están a la altura, llorarán lágrimas de sangre por el resto de sus vidas─. ¿Y tú? ¿Todavía quieres hacer tu propia familia?

Afirma.

─Más que nada, pero me tomaré un descanso de la idea y me enfocaré, al igual que tú, en cumplir otras metas.

Ya en Travis Country, se detiene en el estacionamiento de un lujoso restaurante de comida italiana y se baja primero que yo para abrir mi puerta. De camino a él mantiene su mano presionada contra mi espalda baja. A pesar de que todo el mundo nos ve cuando llegamos de una manera que me hace preguntarme una y otra vez si son sus conocidos y si saben que todavía está casado y que soy su amante, no la aparta de ahí porque no le interesa en lo absoluto. Porque la magia de Tanner es hacer que las personas mueran por tener su interés, pero en eso no somos iguales. Soy egoísta, como él, pero no puedo ser indiferente del daño que causo. Tanner sí puede y eso es lo que más me asusta porque me hace preguntarme cosas.

Preguntarme si me quiere.

Preguntarme si en el dado caso de llegara a lastimarme, lo lamente o no lo haga hasta que sea demasiado tarde para nosotros.

─¿A qué metas te referías en el auto? ─le pregunto a las luz de las velas dispuestas en el centro de nuestra mesa para dos en una esquina apartada del local tras hacer nuestro pedido.

Tanner toma un sorbo de su copa con agua, relamiendo sus finos labios, antes de responder. Samantha tenía razón al continuar llamándolo camarón. Ya no solo está sonrosado por nuestro viaje en yate hacia su buque, sino rojo por haber pasado todo el día caminando bajo el sol en el zoo y durante el reencuentro en el campus.

─Me gustó Corpus Christi desde que fui la primera vez contigo y Pauline. Muchas personas están invirtiendo ahí. Quiero hacerlo también. ─Se inclina hacia delante, apoyando sus brazos en la superficie de la mesa de cristal─. Tengo planeado abrir un bazar, pero ese es solo el proyecto pequeño con el que pienso ayudar a la comunidad y así conseguir los permisos y tener la suficiente influencia en el pueblo para ejecutar lo que realmente deseo construir en él.

─¿Y eso es?

Tanner sonríe y puedo ver en sus ojos, por la manera en la que estos brillan, cuán emocionado está al respecto. Es como verme a mí misma frente al espejo mientras hablo de arquitectura y de mis sueños.

─Independizarme del puerto de carga de Houston ─dice.

Mi garganta se cierra, sorprendida por su ambición.

─Tanner... ─susurro─. Eso llevaría mucho trabajo. No solo es construir un puerto. Es todo lo que conlleva la construcción de él. Lo que vendrá antes o después. La competencia. Los permisos. Las leyes de protección ambiental. Prácticamente tendrás que desarrollar un canal para evitar que seas llamado un demente por si quiera sugerir algo como eso. ─Niego, abrumada por todo lo que se me viene a la mente, tanto los pro como los contra─. Será caro. Muy caro.

Afirma.

─Podría llevarme a la quiebra, pero si lo logro y Reed Imports tiene su propio puerto, como importador no tendré ningún tipo de competencia.

Si Reed Imports tiene su propio puerto, él no la tendrá.

Se habrá adueñado de las rutas de importación como lo hizo conmigo.

─Espero que puedas lograrlo.

Tanner asiente.

─Lo haré. Solo debo saber cómo moverme y ser paciente. ─Alcanza mi mano por encima de la mesa, apretándola mientras me observa fijamente a los ojos de una forma tan intensa que mi pulso sufre un aumento en consecuencia─. Y cuando eso pase quiero que tú estés al mando del diseño. No quería decírtelo hasta que fuera una realidad porque no soy un hombre que no cumple sus promesas cuando las hace, pero no puedo pensar en nadie más para la tarea. Si de aquí allá tus sueños de formar parte de algo grande no se cumplen, te daré control sobre todo lo que tengo para hacerlos realidad, Sav.

Mi pecho se oprime ante sus palabras. Ante su expresión decidida y sin ninguna pizca de duda, lo cual me hace sentir mal por algún momento haber dudado de él. De haber pensado que cualquier hipotético futuro sería mejor que el presente en el que tengo todo lo que quiero, menos esa paz asociada a la felicidad máxima. Sin importar cómo nos puedan mirar debido a ello lo suelto, trayendo desilusión a su mirada que es recompensada por sorpresa cuando me levanto y camino hacia él. Tras tomar su rostro entre sus manos, inclino mi cuerpo hacia abajo y lo cubro, mi cabello haciendo una cortina a nuestro alrededor porque mientras tengamos esto, nada más importa. Nada más vale. Weston tenía razón al hablarme como lo hizo porque mientras mi corazón siga latiendo de esta forma por él, no tengo otra opción salvo elegirlo incluso por encima de mí misma.

Ese es nuestro bucle.

Mi condena al no saber si es la suya también.

─¿Eso es un sí? ─murmura cuando separo nuestros labios, todavía sin apartarme, sus manos puestas sobre mis caderas.

─Es un no. ─Río ante su instantánea expresión irritada, la cual flaquea al escucharme. Rodeo su cuello con mis brazos antes de besarlo de nuevo─. Por supuesto que es un sí. Claro que es un sí.

Y así es como a pesar de todo lo que me advierten, de todo lo que yo misma sé que sucederá, lo elijo nuevamente a él porque siempre me he sido fiel a mí misma y dejarlo ir sería lo equivalente a destrozarme.

Porque puedo vivir sin ser feliz o aprendiendo a serlo a nuestra manera, ¿pero puedo vivir sabiendo que dejé ir a la persona que amo?

******

A pesar de que al día siguiente es la fiesta de recaudación de fondos, eso es lo último que pasa por mi mente de camino a casa y mucho menos cuando llegamos a ella. Tanner sostiene bandejas para llevar con lo que pedimos para el postre, así que me ocupo de desnudarme por mi propia cuenta cuando entramos en nuestro ático. Cuando regresa de la cocina y entra a nuestra habitación, me pongo de puntillas y cierro sus ojos con una de mis manos mientras que con la otra empiezo a desabrochar sus pantalones, a lo que se detiene con un bramido y me deja hacer lo que quiera con él.

Me ayuda a desvestirlo y una vez está solo en ropa interior, lo dejo verme echándome hacia atrás y su mirada se vuelve intensa al apreciar cómo el atuendo de lencería que escogí acentúa mis atributos. Es color rojo y está compuesto por tiras que se enrollan estratégicamente a lo largo de mi anatomía. Tanner rápidamente acorta la distancia entre nosotros envolviendo su brazo alrededor de mí, pegándome a su torso, y aplanando su palma contra mi espalda.

─¿Quieres jugar? ─susurra en mi oído, haciéndome estremecer.

Niego.

─Quiero que me hagas el amor. ─Cuando Tanner se tensa ante mi exigencia, tomo su barbilla y desvío su rostro al mío. Clavo mis ojos en los suyos de una manera en la que espero que lo que no sea capaz de decir en voz alta, lo diga con mis ojos─. Quiero que me digas con tu cuerpo lo que todavía no me puedes decir con palabras, Tanner.

Tanner entreabre los labios, luciendo sin aliento.

Viéndose tan asustado por la magnitud de nuestros sentimientos como yo lo estoy, pero el hecho de que dichos sentimientos estén ahí es todo lo que necesito para tener fe en nosotros. En él. Su expresión vacía sí sería algo con lo que no podría lidiar. Con su inferencia, pero conmigo es todo menos indiferente y eso fue lo que desde un principio me hizo sentir especial. Tener esperanzas de que sería posible.

─Sav... ─susurra, sus manos apoderándose de mis mejillas antes de que junte nuestras bocas y me bese larga y profundamente, atrapando mis labios entre los suyos para succionarlos y siseando cuando arrastro mis uñas por su espalda enrojecida por el sol. Una vez nos quedamos sin oxígeno, me anima a rodear su cintura con mis piernas y me lleva a nuestra cama, las luces de las demás viviendas en Travis Country transmitiéndose a través del cristal─. Tengo planes de arruinarte para cualquier otro hombre ─admite con esa mirada enloquecida y psicótica, posesiva y celosa más allá de lo razonable, cuando me deja sobre el colchón de sábanas blancas y limpias porque hicimos la colada juntos hace un par de días─. No soporto la idea de que estés con alguien que no sea yo, Savannah, pero te deseo tanto que te perdono cada una de las veces que te entregaste a algún otro imbécil frente a mí. ─Besa mi estómago, descendiendo cada vez más cerca de mi centro. Jadeo cuando sus labios son presionados directamente contra la tela de encaje sobre mi entrepierna─. Eres un torbellino tan grande que cuando estoy siendo absorbido por ti olvido el abismo en el cual me encuentro. ─Una vez tira de la tela del lazo que mantiene en su lugar mi conjunto, hace a un lado el encaje y me insta a poner mis piernas sobre sus hombros─. Eres peligrosa, eres egoísta y eres caprichosa, pero también eres noble, creativa y sé que tienes el corazón más puro de todos por más que te esfuerces en ocultarlo. ─Tras succionar mi clítoris, haciéndome jadear y retorcer mientras enredo mis dedos en su cabello negro, escala sobre mí con dos de sus dedos en mi interior y vuelve a besarme, lo que me permite saborear mi propia humedad en sus labios─. Eres perfecta, Savannah Campbell. Fuiste creada para tentarme y caí como un estúpido en una trampa de la que me debí mantener alejado a penas te vi. ¿Lo más irónico de todo? ─Jadeo cuando entra en mí─. Caí feliz, hermosa.

La mezcla de todos sus acentos hablando en español logran hacerme estremecer con emociones que no tienen nada que ver con lo carnal mientras toma posesión de mi cuerpo, pero que intensifican nuestra unión. Rodeo su cintura con mis piernas y lo atraigo a mí para besarlo mientras me folla con suavidad y profundidad, haciéndome arquear la espalda y quejarme cada vez que toca mi punto G, restregándose contra él y estimulándolo de una manera que nadie más podrá igualar. Una vez mis labios consiguen estar hinchados, al igual que los suyos, lleva su rostro a mi cuello y besa mi piel, mordisqueándola y succionándola cada vez que las contracciones de mi sexo lo hacen gruñir. Me insta a colocarme sobre él, ambos sentados y desnudos, cuando está cerca de venirse, sus brazos rodeando mi cintura.

Me he corrido varias veces ya, por lo que me limito a contemplar la expresión de su rostro, a besarlo y a jadear cuando su semen me llena espeso, caliente y abundante. Tanner me abraza una vez termina, estremeciéndose, y yo lo abrazo a cambio. Cuando se calma despega su frente de mi pecho tras besarlo y me sonríe tímidamente.

─¿Voy por el postre? Tengo hambre otra vez.

Afirmo, sonriendo.

─Sí. ─Presiono un beso sobre su frente─. Ve por él. Te espero aquí.

Tanner me besa una última vez antes de empujarme suavemente hacia atrás y levantarse en toda su gloria desnuda de camarón. Ya que no hay nadie más que yo aquí y su autoestima nunca ha sido un problema, ni siquiera se pone su ropa interior. Yo sí lo hago con un pantalón de algodón y una camiseta blanca de Tanner cuando desaparece de la habitación para ir a la cocina y la pantalla de mi teléfono se alumbra con el mensaje de un número desconocido.

Desconocido: Estoy abajo.

Tras mirarme en el espejo y asegurarme de que el hecho de que estaba teniendo sexo no sea tan obvio, me baño en perfume y me dirijo al primer piso. Tanner y yo nos cruzamos en las escaleras. Su ceño se frunce al verme vestida, pero se suaviza al notar su ropa en mí.

─¿A dónde vas?

─Isla vino a traerme algo relacionado con el trabajo. Iré a buscarlo ─le miento y sueno tan mal haciéndolo que el hecho de que Tanner no lo note hace que mi corazón duela porque aunque no sé si me ama, confía ciegamente en mí─. Vuelvo en seguida, camarón.

Tomo la cuchara de uno de los platos y llevo una porción de flan a mis labios, relamiéndome los labios después. Tanner los limpia con una servilleta mientras asiente, sus ojos oscureciéndose al ver su ropa en mí.

─Deberías vestirte así más a menudo.

Pongo los ojos en blanco.

─¿Con ropa holgada?

Niega.

─Diciéndole al mundo que eres mía ─dice antes de presionar sus labios contra mi frente─. No tardes demasiado o me comeré tu flan.

Le saco la lengua mientras me dirijo al ascensor.

─Te haré comprarme otro.

─Lo jodido es que probablemente lo haga ─lo escucho gruñirse a sí mismo antes de que las puertas metálicas se cierren y el descenso al engaño más grande del cual ha formado parte empiece.

Saludo al hombre en la caseta de vigilancia antes de salir a la calle. La puerta del asiento copiloto de un convertible azul se abre desde dentro y los ojos verdes de Weston, cuyo número me dio Ibor a penas nuestros caminos se separaron en el reencuentro, se enfocan en mí.

─Sav... ─empieza, su mirada llena de arrepentimiento, pero niego.

─Solo dame lo que has venido a traer.

Suspira. Posteriormente asiente y toma un sobre que saca de su guantera. Cuando este aterriza en mis manos, ni siquiera lo abro. Me limito a contemplarlo sabiendo que lo que dijo es completamente cierto porque no tiene razones para mentirme o, al menos, eso es lo que pensé de él, pero al igual que muchos terminó siendo una decepción.

La razón por la que nunca me abro a nadie.

─Lo siento ─dice cuando tomo la manija de su puerta─. Siento haberme molestado contigo incluso cuando tenías razones más fuertes para molestarte conmigo, pero tienes que entender que la universidad fue la época más oscura de mi vida. No solo luchaba por abrirme un espacio en el mundo, sino también por entenderme.

Lo miro, mis ojos llenos de lágrimas.

─Dañaste a muchas personas en el proceso, Weston, incluyéndome. No sabes por cuánto tiempo me sentí culpable por haberte dejado. Cuánto lloré cuando los vi a ti y a Ibor siendo felices sin que me permitieran estar ahí para ustedes. No como su amante, sino como su amiga. Como alguien que los habría apoyado contra el mundo.

West agacha la mirada, asintiendo.

─Sé que no hice lo correcto y que fui egoísta al callármelo por tanto tiempo, pero lo estoy haciendo ahora ─murmura con expresión afligida─. No podía seguir escondiéndolo más. Lo que dije en el campus lo dije en serio, Sav. Mereces ser feliz. Esto te ayudará a serlo.

─Sí, pero no contigo ni con Ibor si eso es lo que pretendes con esto.

Niega, su expresión llena de dolor.

─Lo siento. Sé que es insuficiente para el daño que he ocasionado con mi silencio y con el hecho de haber actuado como lo hice bajo la excusa barata de querer que fuéramos felices, pero en verdad lo hago.

─No estoy lista para perdonarte ─susurro luego de unos segundos de silencio─. Pero dile a Ibor que estaré encantada de ir al cumpleaños de Gen. Ninguno de ellos merece si quiera hacerse una idea de la clase de persona que éramos en el pasado, así que termina de enterrarnos a Tanner y a mí nueve metros bajo tierra y sé tanto el buen esposo como el buen y amoroso padre que no fue el tuyo. Tienes una familia ahora y si lastimas a Ibor de alguna manera, te destruiré.

─No tienes de qué preocuparte. Yo...

─¿No? ─lo corto y no responde─. Solo tuve que ver tus publicaciones en redes sociales para hacerme una idea de lo que estás haciendo. De lo que le estás haciendo presentándole semanalmente a una chica diferente como si sus vidas fueran un reality y ellas estuvieran en un casting. ¿No crees que tu inagotable búsqueda de la mujer perfecta para ustedes termine por arruinar su relación? ¿Su familia? ─No es mi problema, pero no puedo evitar odiar a West por lastimar a alguien tan noble. La única persona que no me hizo daño en la universidad y que incluso al día de hoy podría tener si quisiera, pero nunca le haría eso por más que deseara lo que Weston y él tienen: una fachada─. Lastímalo, Weston, y me darás una buena razón para odiarte más de lo que ya lo hago. Para ir contra ti de la misma manera que él irá contra ella a penas lo sepa.

Salgo de su auto sin esperar una respuesta. Sostengo el sobre con aire ausente hasta que llego de nuevo al ático. Limpio mi rostro con agua en el baño del primer piso. Me encuentro caminando por el pasillo cuando me detengo, indecisa sobre si hacer esto o no porque en el dado caso de que lo haga, la persona que amo sufrirá también.

Y no por mí.

Tras tomar una honda bocanada de aire, retrocedo cuando estoy a punto de llegar a nuestra habitación y dejo el sobre entre varias carpetas de mi estudio. Cuando salgo de él, me topo con Tanner en el pasillo vestido para salir de casa con un par de jeans y una camisa.

─Iré por tu flan ─me informa como si no fuera la cosa más dulce que alguna vez haya dicho─. Me comí los dos, ¿quieres algo más?

Niego, abrazándolo.

─No, no quiero nada más. Tampoco quiero flan ─respondo ocultando mi rostro en su pecho─. Solo te quiero a ti.

Y que todo aquello por lo que no pudimos estar juntos antes, incluso de lo que no soy consciente todavía, pague y llore lágrimas de sangre.

Pero no debido a nosotros.

Ya ambos estamos lo suficientemente llenos de veneno.

Me tienes ─dice alzando mi rostro y besándome antes de deslizar sus pulgares por mis mejillas─. Siempre me has tenido. 


Solo quedan 4

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