Capítulo 33:
Al igual que la última vez, manejo la depresión lo mejor que puedo durante el par de semanas posteriores al concurso. Deposito cada gramo pensante de mi mente en obtener las calificaciones más altas de mi semestre. Redoblo mi consumo de gasolina al rodear el campus para ir a mis clases sin tener que pasar por el campo de fútbol y el tiempo que paso en el gimnasio entrenando. Estudio y hago la mayoría de mis bocetos en la biblioteca o en Rusty's, minimizando tanto como sea posible las posibilidades de encontrarme con Tanner y con Pauline en nuestro dormitorio, especialmente con él ya que toparme con ella es inevitable dado que vivimos juntas. También salgo un par de veces con Weston, al cine y a cenar en el nuevo restaurante francés de Austin en el que se suponía que íbamos a celebrar mi éxito, lo que termina en sexo en su habitación de Maleeh, pero me concentro más que todo en mí y en aliviar la decepción de mis padres al saber que no gané pese a los días extras que me concedió la universidad, a lo sucedido con Gordon, siendo una mejor estudiante. Me reservo la verdadera razón por la que perdí.
Mi madre no sería capaz de verme a los ojos de nuevo de saberlo.
Ella no lo entendería.
No solo se trata de haber dejado que un chico ensuciara lo que más amo hacer, sino de haber dejado escapar una gran oportunidad para que dicha enfermedad no se extendiera. Todo en ese edificio gritaba Tanner Reed. Estuvo inspirado en él y en los Longhorns. Me recordaría por siempre lo que hizo por mí por las razones incorrectas y me confundiría todavía más por tanto tiempo como permaneciera elevado sobre sí.
También me dolería.
Díganme estúpida, pero así no es como quiero recordar mi primer logro.
Sin embargo, eso no significa que no me lastime haberlo dejado ir. He llorado tantas noches hasta quedarme dormida que a penas logro recordar cómo se sentía hacerlo de manera normal. No soporto a Tanner. No soporto a Pauline. Ni siquiera puedo verlos a los ojos sin querer vomitar, por lo que los ignoro de manera fría y cortante ya que me hicieron sentir parte de un retorcido juego entre ellos aunque ella insista con sus acciones en que no entiende el por qué de mi distanciamiento, como siempre, y él no deje de mirarme con el ceño fruncido cada vez que se topa conmigo.
Solo que esta vez no es ira lo que contiene su expresión.
Es ansiedad.
Impaciencia.
Expectación.
Pero no me importa en lo absoluto, así que ni siquiera me esfuerzo en descifrarlo o en leerlo más allá de la superficie. No quiero su perversa influencia sobre mí y no lo quiero cerca aunque tenga que soportarlo por lo que queda del tiempo que continúe viviendo con Pauline. A partir del instante en el que salí de la galería con el pecho sangrante por más de una razón, empecé la ansiosa cuenta regresiva para que sus días en la universidad terminen pese a que sé que alguien como él, el capitán que llevó a los Longhorns a una racha larga de partidos invictos y el presidente de la fraternidad más importante del estado desde su segundo semestre, será una leyenda por tanto tiempo como le tome a alguien más superar sus logros. El problema con Tanner Reed es que nadie lo hará tan fácilmente y cuando salga la luz que no tiene pensado buscar una carrera en la NFL, el corazón roto de sus fanáticos lo hará inmortal. Aún más inmortal de lo que lo hubiera sido como deportista, ya que le estará diciendo a todos sus fanáticos y al fútbol americano que no son lo suficientemente buenos para él y sé, por experiencia, cuán malo es eso.
Su encanto consiste en ser perfecto de una manera que trae una punzada de dolor a ti ya que sabes que jamás estarás a su altura.
Una que ya no me interesa alcanzar.
*****
El período académico está por terminar. Halloween está a solo un par de días. Se supone que lo pasaría en Houston con mi madre y decoraríamos calabazas juntas pese a que esa celebridad tiene un significado más profundo para ella y Larissa preferiría mil veces volar a la Riviera Maya en esta época para pasar el día de los muertos y un par de semanas con mi abuela, pero estoy atrapada en Austin debido a mis exámenes finales. Mis padres lo entienden sin importar que hayan cancelado unas vacaciones para estar conmigo, pero por primera vez desde que tengo memoria me dicen que no me esfuerce demasiado. Son capaces de detectar el cansancio en mi voz cuando hablo con ellos por teléfono, el tono que solo haber estudiado una semana entera sin dormir te puede dar, esa y las veces anteriores que hemos hablado.
Saben que me estoy esforzando.
Eso me alivia y me permite continuar con mis planes para Halloween en Austin sin remordimientos. No quiero tener nada que ver con las fiestas en el campus, en las que estoy segura que Tanner y el equipo de fútbol harán acto de presencia, ni tampoco pienso quedarme en mi habitación como una perdedora y si sigo preparándome para mis evaluaciones, mi mente explotará. Halloween siempre fue mi fecha favorita del año ya que durante ella podía permitirme ser yo misma, mostrar la fealdad de mi alma, y nadie me juzgaría. Desde temprana edad odié ir a recolectar caramelos con otros niños, pero me encantó alardear tener el mejor disfraz y recorrer las calles de nuestro vecindario de la mano de mis padres, pero nunca como princesa.
No.
Cuando nos quedamos en Estados Unidos, los Campbell nos tomamos el Halloween a pecho. Larissa hace de nuestra casa la envidia de todas las demás casas en materia de decoración, yendo más allá de simples telarañas falsas, calabazas y muñecos de plástico. Mi padre vacía de caramelos cada tienda cerca y en lugar de entregarlos de la manera convencional, siempre encuentra maneras creativas para hacerlo, siendo la mejor de ella la vez que los lanzamos desde el segundo piso con ballestas. Sus socios siempre llevan a sus hijos a nuestro hogar por eso. Nuestros disfraces tampoco son convencionales. Son aterradores y graciosos más allá de la razón debido a que siempre están basados en situaciones escalofriantes de la vida real que pueden suceder y no a la fantasía. Sonrío al recordar mi traje del último año. Una paciente de que despertó de la anestesia durante su intervención quirúrgica, por lo que estaba cubierta de sangre, en una bata de hospital y las vísceras sobresaliendo de mi cuerpo mientras arrastraba un carrito con una bombona de oxígeno era el cirujano loco. Mamá su enfermera.
Tenía quince.
Nadie nunca me había dicho que no o me había rechazado.
Ningún chico importaba, solo eran entretenimiento para pasar el rato.
Era feliz y no lo sabía.
Así que ya que no quiero ir a ninguna fiesta en el campus y tampoco quiero quedarme en mi dormitorio, a dónde seguramente Tanner y Pauline vendrán más tarde, sonrío cuando Hans, el chico que conocí brevemente en la habitación de Anahí y que me ayudó a subir el resto de mis cosas cuando eché a Tanner, siguiéndome en redes sociales cuando pasó todo lo de Gordon, postea una imagen solicitando voluntarios con urgencia, a último minuto, para aterrar a las personas en un tour por el cementerio con el fin de recaudar fondos para su siguiente excursión a Corpus Christi. Al igual que mi ex compañera de habitación, estudia biología marina, pero eso nunca ha explicado por qué estaba sin camisa en su habitación cuando llegué con Tanner. Tampoco me interesa. Me envía una carita lanzándome un beso cuando me postulo y me pregunta a qué hora estaré allá cuando le envío una foto de mi disfraz.
*****
Cuando entré en la universidad, se suponía que sería parte del equipo de animadoras de los Longhorns, pero no fui a ninguna de sus prácticas aún cuando ya estaba inscrita en él y después de un tiempo tanto la capitana como la entrenadora se cansaron de llamarme. Tengo el uniforme, sin embargo, envuelto en una bolsa de plástico en el fondo de mi armario. Me lo pongo y cuando termino de hacerle todas las modificaciones que amerita usando la sangre falsa y los accesorios que compré en la tienda de disfraces, soy el terror de cualquier acróbata. Mis huesos sobresalen de mis articulaciones debido a una mala caída. Mi cuello está roto. Mi piel se desprende. La sangre salpica el blanco y el naranja, los colores del equipo de Tanner, en abundancia. Ato mi cabello con una cinta naranja vibrante y me doy unos últimos toques con talco. Todavía tengo la chaqueta de Tanner y no tengo pensado usarla más adelante, por lo que la corto con las mismas tijeras que usamos para mi proyecto y la lleno de rojo hasta que el número en la parte trasera es irreconocible. Mi rostro está lleno de moretones y heridas abiertas. Voy a asustar personas esta noche, así que me coloco un par de lentillas blancas en los ojos.
Por último, relleno un termo con vodka y salgo de mi dormitorio antes de que Pauline regrese de su cita con su novio y me arrastren con ellos de una u otra manera, ya sea física o emocionalmente.
*****
Austin no está en lo absoluto dormido hoy, las personas celebrando en las calles con sus mejores disfraces y canastos repletos de caramelos. No quise conducir, por lo que tomé un taxi hasta el cementerio. Reí cuando el chófer se estremeció al verme detalladamente cuando llegamos y me bajé de su auto. Debido a la emoción que su reacción me produjo, le dejé quedarse con el cambio. La acera estaba llena de familias, pero al cementerio solamente accedían adultos. Mis labios se curvan hacia arriba cuando identifico a algunos de los estudiantes de mi facultad, la mayoría de ellos frikis que no recibieron una invitación a una fiesta, aunque también algunos deportistas y otro tipo de estudiantes, entrando en él, pero ninguno perteneciente a los grupos en los cuales suelo desenvolverme. Agito mis pompones hacia ellos cuando paso corriendo a su lado, haciéndolos saltar y fruncirme el ceño antes de reír.
─¡Arriba, Longhorns! ─grito, alzando los brazos y tropezando falsamente, lo que ocasiona que jadeen ante la visión del ángulo del hueso saliendo de mi pierna y suelte una risita mientras me alejo de grupo.
Después de atormentar a algunos estudiantes más y tomarme fotografías con otros, finalmente llego a la fuente en un pequeño parquecito en la que Hans me espera, fumando un porro con pintura negra y blanca en todo el cuerpo. Es una calavera y aunque no es exactamente terrorífico, es escalofriante. No entiendo cómo puede soportar el frío de la noche de hoy, el cual agita los árboles a nuestro alrededor, haciendo sonar sus hojas, ya que solo está usando un par de vaqueros oscuros, pero se ve en su elemento.
Asiente en mi dirección en reconocimiento.
─¿En dónde quieres que esté? ─le pregunto.
Tras liberar una nueva nube de humo, inclina la cabeza hacia un sendero que conduce a una especie de bosque alumbrado con velas en el suelo. Más allá hay tumbas más elaboradas hechas de hermosas estructuras de mármol. Una espesa neblina, la cual sale de diversos ductos en el suelo, cubre el piso. Está desierto, ya que nadie tiene las agallas para pasar por ahí todavía, pero estoy segura de que más adelante lo harán. Sonrío ampliamente mientras muevo la correa de mi cantimplora al frente para tomarla y llevarla a mis labios.
Tras tomar un sorbo de licor, afirmo.
─Por mí está bien.
Hans silba.
─Estaba bromeando. Puedes ir por el otro camino, como las otras chicas.
Esta vez cuando ladea la cabeza, lo hace en la dirección contraria. Del otro lado hay una infinita cantidad de parejas caminando por un sendero lo suficientemente alumbrado como para intuir que cualquier miedo que puedan llegar a sentir será falso. Una excusa para acurrucarse contra sus novios. Sonrío cuando una chica disfrazada de conejita hace exactamente eso, arrimándose al pecho de su chico, un pirata, cuando una araña salta sobre ella desde una de las ramas de los árboles a sus costados.
Me recuerda a mí haciendo exactamente eso mismo con Ibor.
Relamo mis labios antes de ver nuevamente a Hans.
─No, el primero está bien.
Sin obtener más que una sonrisa irónica como respuesta de su parte, me giro y me adentro en las profundidades del bosque del cementerio St. John, el cual también tengo entendido que saldrá beneficiado de la recolecta. En el camino me topo con una carretilla llena de herramientas escondida tras un enorme tronco de raíces profundas, la cual arrastro hasta la más profunda oscuridad usando mi teléfono como linterna y tomando uno que otro trago mientras el sudor empieza a aparecer, pero no me preocupa arruinar mi maquillaje. Otra chica estaría aterrada en mi lugar, arrastrándose por lo más terrorífico de un cementerio a solas, pero mi abuela y mi madre siempre me inculcaron que debo tenerle más miedo a los vivos que a los muertos. Dado a que ningún fantasma me ha hecho daño hasta la fecha, no me quedó de otra más que darle la razón mientras crecía. Los vivos eran la amenaza.
Media hora después, ya he preparado todas las trampas alrededor del sendero. Al principio lo hice sola, pero después de unos minutos Hans apareció con otros amigos calaveras y me ayudaron. Vinieron más voluntarios a esconderse conmigo en la oscuridad y a manejarlas. Después de un rato, finalmente las personas se atreven a caminar por dónde estamos.
─¡Eso es, equipo! ─grito después de arrojarme al suelo, frente a una pareja de chicos que iba pasando, y hacerlos gritar con la visión de mis huesos rotos.
Es como ver una representación en vivo de Destino Final.
Después de que corren lejos de mí, me incorporo riendo y regreso a la profundidad del bosque. Para el siguiente grupo que pasa, uno de ellos recoge uno de mis pompones del sendero y se lo enseña a sus amigos. Me acerco a ellos y se lo arrebato de la mano, cojeando, haciendo que se estremezcan. Para los próximos, manipulo las luces de las velas, apagándolas por donde transitan con un soplador de hojas a la lejanía, antes de que mis compañeros calaveras, entre ellos Hans, se acerquen y los asusten empujándolos y atajándolos como si fueran pelotas de ping pong.
Después de eso, Hans se acerca a mí y choca los cinco conmigo.
─Cuando me escribiste pensé que solo sacaría provecho para la recaudación de lo bien que luces con ese pequeño y ajustado traje de animadora, el cual está en el equilibrio perfecto entre una stripper y Lolita, pero lo tienes en ti.
Suelto una risita.
─Gracias.
Se encoje de hombros, metiendo su mano en el interior de su bolsillo y sacando un cigarrillo. Niego cuando me lo tiende. Tras encenderlo, vuelve a dirigirme la palabra mientras exhala. Es vicioso como Tanner, pero cuando el mariscal de campo de los Longhorns fuma, no se siente como si el vicio lo dominara a él, como con Hans, sino más bien todo lo contrario.
Sacudo la cabeza cuando mi mente me lleva a pensar en él.
Estoy aquí para divertirme, no para seguir obsesionada.
Hans me mira con curiosidad.
─Escuché lo que pasó con Gordon y Anahí, ¿todo bien?
Afirmo.
─Sí, ¿qué hay de ti?
Se encoje de hombros.
─Nada nuevo ─dice tras tomar una última calada de su cigarrillo y arrojar la colilla al suelo, aplastándola con la suela de su zapato. Frunzo el ceño cuando se acerca a mí, sin entender sus intenciones. Hans es atractivo al estilo estrella de rock, pero no es mi tipo. Le falta músculo para serlo. Músculo y seriedad─. Gracias por no haber ido tras Ana ─susurra finalmente, sus ojos usualmente indiferentes llenándose de calidez─. Su situación es complicada.
La arruga en mi frente se profundiza.
─¿Eres su compañero de estudio o algo más?
─Soy su compañero de estudio, pero también soy el camello de Gordon ─responde y exhala con brusquedad, como si hubiera estado esperando demasiado tiempo para decirlo en voz alta y no pudiera contenerse. No estoy sorprendida por ello, con sus tatuajes, delgadez y cabello oscuro desordenado es el estereotipo de cómo se ven los camellos, sino por la forma en la que confía en mí para admitirlo. Tampoco me impresiona que Gordon sea drogadicto. En realidad no me sorprendería que estuviera asociado a todos los adjetivos calificativos negativos. Es el mayor de los imbéciles─. Anahí es la moneda con la que paga cada vez que quiere consumir. ─Me congelo, por lo que rápidamente añade─: Es consensuado, por supuesto.
Hago una mueca.
─Eso no lo hace sonar más bonito.
Se encoje de hombros.
─Es como es.
Ya que soy mejor persona para juzgar a los demás, no digo nada al respecto. Camino lejos de él para tomar mis pompones abandonados en el suelo y los agito suavemente en mis manos, viendo por el rabillo del ojo cómo una pareja ha empezado a acercarse. Hans es genial. Camello o no, sin músculos o no, definitivamente es mejor partido que Gordon aún si forma parte de un trato tan detestable. Por la manera en la que habla de ella, sospecho que le importa, pero todavía sigue siendo una situación que no todos verían correcta. Que no es correcta, pero es la vida de quién la vive y ya.
Desde afuera puedes opinar, pero eso no significa que nada vaya a cambiar.
─¿Por qué me cuentas esto?
Hans desvía la mirada hacia el camino.
─Porque necesitaba decírselo a alguien y no sentirme como un maldito monstruo por aprovecharme de su situación. No es una justificación, pero no puedo dejarla sabiendo que terminará en una peor situación si lo hago. ─Vuelve a mirarme, ofreciéndome una sonrisa triste─. Y porque de todas las malditas personas en el campus, sé que puedes guardar un secreto.
Mis cejas se unen.
─¿Qué se supone que significa eso?
─Significa lo que tú quieras que signifique, pero todas las variantes que puedas imaginar me dan la razón ─susurra, colocándose detrás de mí. Sus manos van a mis hombros y me dan la vuelta, por lo que la pareja que antes había visto de lejos queda frente a mí. La ira recorre mi cuerpo al identificar a Tanner y a Pauline. Él está disfrazado como un integrante del equipo SWAT, lo que significa que lleva un uniforme negro, chaleco antibalas y un arma, no cargada, espero, que se adhiere deliciosamente a su cuerpo. Pauline lo hace como cenicienta, su vestido azul y sus zapatos de tacón de cristal─. Y lo que más piensas que no pasará, siempre sucede. No es premonición. Es instinto.
Las velas se apagan gracias al soplador de hojas que alguien acciona lejos del alcance de su visión. Trago cuando Pauline se asusta y se acurruca contra él. Tanner no tarda en envolverla con sus brazos, sonriéndole, y aunque llevo su chaqueta, nunca he sentido más frío que en este momento.
Me giro para ver a Hans.
─¿Cómo le dices a la persona que amas que es idiota por no darse cuenta de que tú eres la mejor opción? ─pregunto con un hilo de voz.
Traga, su nuez moviéndose.
─No lo haces ─susurra─. Porque si de verdad amas a esa persona, la dejas crecer y cometer errores para que sea mejor el día de mañana, contigo o sin ti. Nadie es dueño de nadie. Lamentablemente no puedes obligar a tu alma gemela a reconocerte si no quiere hacerlo. En mi opinión, es más fácil tomar tanto como puedas, conformarte con dejar una huella, y dejar todo lo difícil para la siguiente vida si todo en esta grita que no debemos, o no podemos, estar juntos. Quizás en ella tendremos más suerte. Quizás no.
Tras echarle un vistazo de reojo a Tanner y Pauline, asiento con suavidad.
Estoy cansada. Agotada. Asqueada.
En otra vida será.
Tras sonreírme, Hans toma mi mano y me lleva a dónde ellos se encuentran. No puedo evitar reír mientras corro. Estoy irreconocible, por lo que ninguno de los dos sabe quién soy cuando caigo frente a ellos y agito mis pompones suavemente. Pauline grita y ríe, saltando sobre Tanner. Él sisea entre dientes, echándome un vistazo con la frente arrugada y el rostro pálido, antes de continuar con prisa por el sendero. Unos metros después, sin embargo, son interceptados por Hans y su pandilla puro hueso. Me acerco a ellos cojeando y agito mis pompones sobre el rostro de Pauline, ahogándola. Ella lucha por alejarse de mí a la vez que Tanner gruñe en dirección a mis compañeros, pero no lo permito, caminando en su dirección mientras retrocede y agita los brazos para alejarme. Después de que ellos terminan el asalto, yendo por su siguiente víctima, Tanner se acerca a mí y me hace dar la vuelta con brusquedad. Cuando lo veo, la ira predomina sus facciones, pero también hay algo de pánico ahí. Su mandíbula está apretada y a la vez floja. Tras nosotros, Pauline boquea como un pez. Sus ojos lagrimean y sus manos palpan su cuello como si la hubiera ahorcado o algo por el estilo. No puedo evitar reír.
Cualquier razón que me impediría ser mala con ella, no existe hoy.
─Suficiente ─sisea él cuando extiendo mis pompones hacia ella y grita, aumentando mi diversión─. Suficiente ─repite, empujándome contra la corteza de un árbol─. ¿No oíste? No estás siendo entretenida. Estás siendo una matona. Si fuera tú, en este mismo momento me disculparía con ella.
Apartando mis ojos sin irises de Pauline, me concentro en él.
Sonrío, haciéndolo temblar.
─¡Vamos, equipo! ─grito con voz chillona, lo suficientemente aguda como para que no me reconozca, mientras lo abofeteo una y otra vez con mis pompones─. ¡Vamos, Longhorns! ¡Vamos, Reed, haz una anotación por mí!
Cuando empieza a toser y siento la mano de Pauline dirigirse a mi cabello, probablemente para tirar de él por molestar a su novio, corro.
Pero no lo hago lo suficientemente rápido.
Tanner alcanza mi muñeca por unos segundos, haciéndome mirar atrás mientras tiro de ella fuera de su agarre, y su cara es un poema.
Las línea apretada de su mandíbula grita enojo.
Sus labios curvados hacia abajo, pero también hacia arriba, gritan diversión.
Su ceño fruncido grita confusión.
Pero, más importante, sus ojos negros gritan conocimiento.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro