Capítulo 30:
Tanner y yo fuimos a hacernos un test completo de ETS al hospital, con prueba para VIH y otros tipos de exámenes para otras enfermedades cuyos resultados nos darían en unos días, después de que Isla trajo nuestros almuerzos y él alisó la ropa que se iba a poner para salir. Ensalada césar para mí y un sándwich de atún para Tanner porque no había salmón, lo que me sorprendió comiendo sin rechistar o ser grosero al respecto a pesar de que la única vez, además de esa, que lo vi comer un sándwich fue la mañana después de haber ido ebrio a mi casa.
Supongo que sus estándares han bajado desde que duerme en un colchón inflable.
Una vez nos encontramos fuera del hospital, nos dirigimos a mi estudio para que ambos podamos darnos una ducha en condiciones ya que los baños de su penthouse todavía no están listos, los cuales también fueron diseñados por mí e incluyen la instalación de piezas de cristal, mármol y lo último en duchas de hidromasaje y plomería que hay en el mercado. Cada uno de sus componentes debe ser tratado con cuidado, por lo que probablemente tardarán en acabar con ellos. Él se asea primero y yo después, ya que sigo sensible por lo que pasó entre nosotros en la piscina y no puedo aguantar más. Tampoco ocurre nada extraordinario debido a que los dos estamos enfrascados en el trabajo, yo en mi escritorio y él en mi cama, usando su computadora puesta sobre sus piernas cubiertas con un pantalón de pijama ya que acordamos que pasaría la noche aquí.
Su pecho, sin embargo, está desnudo.
A mitad de los bocetos que estoy haciendo, no puedo evitar distraerme con él.
Giro la cabeza en su dirección y encuentro tanto parecido entre el Tanner que pasaba horas estudiando en nuestro dormitorio, que no pude tener aun cuando lo quería, y el que ahora es un hombre de negocios exitoso, que está a mi alcance, que me quedo hipnotizada con el perfil que ofrecen sus facciones angulosas y la manera en la que su cabello negro cae hacia al frente, todavía mojado pese a que no está empapado gracias a que dejó que le pasara el secador por unos segundos. No me doy cuenta del momento en el que me levanto hasta que estoy en su regazo tras poner su computadora en algún lado de la cama para sentarme ahí.
Tanner me sonríe cuando rodeo su cuello con mis brazos.
─Eres insaciable.
─¿De una buena manera o una mala manera?
─Buena, pero también preocupante ─responde mientras pasa sus dedos por la piel expuesta de mis muslos ya que mi camisón blanco es corto, pero no lo hace de manera pervertida, sino amorosa y cómplice─. ¿Crees que tu lívido tenga que ver con que hayas perdido la virginidad a una edad muy temprana?
Pongo los ojos en blanco ya que su voz ha sonado como la de un psicólogo o, más bien, como la de un científico que busca entender a la rata con la que experimenta, lo cual no tiene ningún tipo de sentido ya que no hay nada malo en mi lívido. Solo me gusta el sexo y no me siento mal por disfrutar de él.
─No soy una ninfómana, Tanner.
─De acuerdo a la OMS, eres promiscua.
Dejo escapar un gruñido. No es la primera vez que alguien me lo ha dicho ya sea mediante un estúpido meme o con artículos adjuntos ya que al parecer la Organización Mundial de la Salud cree que tener más de dos parejas sexuales en un periodo menor a seis meses es promiscuidad, definición que no han cambiado con el paso del tiempo ya que estoy sintiéndome atacada por la OMS desde que inicié mi vida sexual. Por otro lado, estoy segura de que muchas personas no promiscuas según sus estándares no cuidan de sí mismas como yo lo hago.
Confiando en su pareja.
Creyendo que no les pegarán nada.
Me estremezco.
Incluso si estuviera casada y confiara en mi esposo, me cuidaría periódicamente.
Pero la mentalidad de Tanner es machista y aunque siempre se ha contenido en lo que se refiere a mí, sé que solo perderé tiempo si discuto estos temas con él.
─En ese caso... ─Bato mis pestañas hacia él─. Perdóname por mis pecados.
Su ingle se contrae debajo de mí en respuesta, a lo que no puedo evitar reír.
─Savannah.
Esta vez soy yo quién se emociona ante mi nombre saliendo de sus labios.
─¿Qué quieres que te diga? ¿Quieres que pelee contigo media hora para cambiar tu mentalidad cuando no es así como funciona? ─pregunto cuando paso mi mano por su pecho y solo se me queda viendo─. Tanner, no voy a imponerte mi manera de pensar porque no me gustaría que hicieras lo mismo conmigo. Cuando tú quieras ver el mundo de una manera diferente, lo harás por ti mismo y ya.
─¿A qué te refieres?
Suelto un suspiro.
─No me gustaría decirte que perdiste tu tiempo formando un hogar de la manera en la que lo hiciste, con principios de hace mil años donde el hombre es el único que trabaja, por ejemplo, porque a mí no me gustaría que me dijeras que no debería ser arquitecta o profesional por ser mujer. Mientras no afectes a otras personas que no están de acuerdo en ver el mundo como tú con tu manera de pensar, no entiendo por qué deberían obligarte a cambiar de opinión. Cuando tengas motivos suficientes para hacerlo y tú mismo consideres que lo ha hecho, cambiará y ya. Lo mismo aplica a la manera en la que sé que satanizas mi liberalismo. ─Acaricio su mejilla con mi dedo─. Pero te advierto que el mundo está avanzando y que cada vez serán menos las personas que te comprendan.
─¿Eso es lo que pensaste que sucedió? ─pregunta después de un rato de contemplarme, haciéndome a un lado sin lastimarme y poniéndose de pie.
Al parecer toqué una fibra sensible en él.
─¿Qué? ─pregunto, mi ceño fruncido tanto por la manera en la que me apartó como por su tono de voz lleno de reproche, incluso podría decir que herido.
─Savannah, no le prohibí a Pauline que trabajara. Cuando nos casamos compré un rancho para ella en Lubbock porque quería que cumpliera sus sueños de atender caballos y pudiéramos formar una familia feliz lejos de... ─Me mira. De mí─. De la ciudad, pero ella no quiso irse de Austin. Fue Pauline quien decidió no trabajar, con lo que estuve de acuerdo porque era su esposo y se suponía que estaría en casa cuidando de nuestros hijos, no que interrumpiría su embarazo de nuevo ante la posibilidad de que padecieran una enfermedad como una maldita desalmada.
Aunque sé que le dolerá lo que tengo que decir, me veo forzada a hacerlo.
─Una mujer puede decidir sobre su cuerpo libremente.
Su mandíbula se aprieta.
─Estaba dispuesto a ser padre soltero.
─Tanner... ─susurro, consciente de que me está dejando ver una parte del desastre interno que es por dentro, donde no sé dónde me encuentro─. Lo siento. De verdad lo hago, pero no hay nada que ni tú ni yo podamos hacer al respecto.
Como si recordara que yo no tengo la culpa de nada de lo que está pasando y que no es el tipo de personas que se derrumba, toma asiento nuevamente en mi cama, junto a mí, y me contempla unos segundos antes de volver a hablar.
─Cuando te pregunté si creías que tu lívido tiene que ver con el hecho de que hayas perdido la virginidad tan joven, en realidad quería saber si la persona que te la quitó originó en ti algún tipo de trauma que reflejas en tu vida sexual. ─Su mandíbula de repente se aprieta con fuerza─. Cuéntame cómo fue.
Ya que de alguna manera se abrió a mí explotando de esa manera, me siento obligada a decírselo, pero también quiero conocer más sobre lo que lo aflige, por lo que me abrazo a mis rodillas y apoyo mi barbilla en ellas.
Estoy lista para oír una historia.
─Te lo contaré si me cuentas cómo fue la primera vez que Pauline abortó.
Sé que no me incumbe, pero quiero entender su dolor.
Tanner asiente.
─Hecho.
─Tú primero.
Achica los ojos en mi dirección, pero de todas maneras habla.
─Estábamos en la Universidad ─dice─. Y simplemente no quería ser madre.
Me tenso.
─¿Solo así? ─pregunto, a lo que asiente.
─Todavía no nos habíamos hecho el test genético.
─Dios ─susurro.
¿Tan encerrada siempre he estado en mi propio mundo que no me di cuenta de que Pauline tenía una hermana enferma y de que abortó? Recuerdo una época después del concurso para el edificio de ciencias en la que no se llevaban tan bien el uno con el otro, tiempo que la mayoría de las veces prefiero bloquear, pero nada más. A los meses arreglaron cualquier diferencia que hubiera entre ellos y siguieron siendo felices, restregándome su alegría en la cara como siempre, pero ya no me importaba tanto como antes porque tenía a Weston conmigo.
Ahora, más que nunca, recuerdo a Tanner diciéndome que no fuimos amigas imitando nuestras voces en San Marcos. Teniendo en cuenta que ella nunca estuvo ahí cuando yo la necesité y viceversa, no me queda de otra que darle la razón. Solo éramos compañeras de habitación con una misma fijación en común.
Él.
Tan retorcido como suene, siempre me sentí más cercana a Tanner que a Pauline.
─Tu turno ─dice, sacándome de mis pensamientos.
Suelto un suspiro.
─No hay mucho que decir tampoco. Tenía trece, acababa de entrar a una secundaria en la que no conocía a nadie y estuve con uno de los chicos populares porque quería ser popular ─relato, haciendo una mueca ante el recuerdo─. Era estúpida e influenciable. Tenía miedo de ser ignorada o no tener amigos.
Tanner bufa.
─¿El capitán del equipo de fútbol?
─Siempre me han gustado los jugadores de fútbol americano ─susurro mientras me acerca nuevamente a él tras apagar su computadora y dejarla en el suelo, probablemente terminando con el trabajo por hoy─. Pero no, no era uno.
─¿Del equipo de natación?
─¿Por qué asumes que tendría que haber sido un deportista?
Tanner se encoge de hombros.
─El noventa por ciento de los hombres con los que has salido lo son. ─Me quedo en silencio, aceptando la derrota ante ello. Me encantan los cuerpos bien formados y la virilidad que emanan. No me siento culpable por ello. Tanner sonríe mientras me estrecha entre sus brazos, acariciando mi mejilla con su dedo índice hasta que le sonrío de vuelta─. También porque siempre tratabas de convencerme de firmar. No quería, pero estuve a punto de hacerlo para callarte.
Ya que es cierto, suelto una risa.
Puedo recordar al menos dos decenas de veces en los que intenté convencerlo de ir a la NFL. Tanner era tan bueno como quarterback que recibió al menos tres propuestas de reclutamiento sin necesidad de evaluarlo de equipos de alta división. Pudo haber sido una estrella y el que no lo fuera destruyó las esperanzas que muchos habitantes de Austin habían puesto sobre él, incluyéndome.
─La razón tras ello es un poco tonta.
─¿Cuál?
Me giro, posicionándome sobre él para que nos veamos cara a cara.
Sus manos van a mi cintura mientras me ve.
─En el campo era el único sitio en el que te veía ser tú mismo ─susurro─. Salvaje. Agresivo. Mandón. Destilabas odio, pero también te veías pleno. No te contenías.
Tanner me mira por un largo instante antes de continuar nuestra conversación.
─Todavía puedo ser todas esas cosas sin un balón.
─El balón le daba un plus ─protesto.
─Creo que todavía tengo uno.
─Me gustaría verte lanzarlo.
─Sav ─ríe, pero sus ojos son sumamente serios cuando me habla después de un par de carcajadas─. ¿Qué tan lejos estás dispuesta a llegar con esta fantasía?
─¿Aún te tratan como un rey en los estadios de Texas? ─Afirma─. Porque creo que podría ser divertido verte usar tu viejo uniforme y hacerlo sobre el césped.
Niega, sus labios curvados en una mueca con la que oculta su diversión.
─¿Ves? A eso me refiero. Solo piensas en sexo.
─¿En qué más debo pensar que involucre que seas salvaje, agresivo y mandón?
─También que destile odio ─añade, a lo que alzo las cejas con insistencia para que me dé una respuesta─. Creo que podría pensar en mí arruinando a Glasgow ─susurra─. O en el hijo de puta que te quitó la virginidad siendo una niña. ─Su expresión molesta vuelve como si nunca se hubiera ido─. ¿Qué edad tenía?
─Era el capitán del equipo de voleibol de la preparatoria y tenía diecisiete. Ni siquiera íbamos a la misma escuela, pero estar con él me llevaría a la cima de la escala social. Me dio su chaqueta cuando terminó y eso me hizo popular.
Todo el cuerpo de Tanner se tensa.
─Era un hombre, Savannah, no un chico.
─No pasó nada grave.
─¿Te lastimó?
Desvío mi vista hacia la ventana, odiando recordarlo, pero Tanner me hace verlo colocando una de sus manos bajo mi barbilla y obligándome a mirarlo.
─A todas nos lastiman la primera vez.
─¿Pero más de lo que debería haberte lastimado? ─insiste.
Cansada de hablar sobre ello, me inclino hacia adelante y presiono mis labios contra los suyos. Él me detiene cuando nuestras bocas se rozan, así que me echo hacia atrás de nuevo. No entiendo la naturaleza de nuestra relación entonces.
Seré sincera conmigo misma.
Yo estoy con él porque lo quiero, pero hasta dónde sé él está hambriento de consuelo y me estoy aprovechando de su dolor para tenerlo de la manera en la que siempre he deseado, sin importas las consecuencias ya que estoy harta de negarme a mí misma lo que deseo, ¿pero qué tipo de consuelo podría recibir escuchándome hablar de cómo un tipo dos veces mi tamaño me emborrachó, robó mi inocencia y luego me dejó sola para que limpiara la sangre entre mis muslos al día siguiente, cuando desperté en la habitación de su hermano porque había cometido el terrible error de ir a una de sus fiestas? Fue feo y fue un error, sí, pero fue el primer error que pude cometer por mí misma y me gustó la adrenalina que vino con el dolor de lo que pasó. Me hizo sentir real, más como una persona capaz de sentir y menos como la princesa inalcanzable de mis padres.
Menos falsa.
Las amistades lo son, el mundo, el amor.
El dolor no.
Parpadeo hacia Tanner cuando hunde sus dedos en mi cintura, dónde ya ha dejado marcas, para que me concentre nuevamente en él y no en mi pasado.
─¿Qué sucede?
─¿Puedes responder la maldita pregunta?
Me cruzo de brazos, exasperada.
─Sí, Tanner, me dolió. Lo superé. La siguiente vez que tuve sexo, lo disfruté.
Como si se diera cuenta de que no hablaré más del tema de la misma manera en la que yo lo hice antes con él, extiende su brazo para apagar la luz. A los segundos está incorporándose para juntar sus labios con los míos y besándome, solo que en esta ocasión no lo hace con desenfreno. Son besos suaves y delicados que me dejan jadeando por más, pero que hacen acelerar mi corazón mientras enredo mis piernas alrededor de él y mis dedos en su suave y lacio cabello negro.
─Tanner ─susurro contra su boca, pero él se limita a acariciar mi espalda.
Jadeo.
Quiero ser tocada de una manera diferente, como en la piscina, pero él no lo hace.
Comimos algunos aperitivos y ya ha anochecido, así que no protesto cuando me acuesta junto a él y nos arropa a ambos con mis sábanas con olor a la vainilla de las velas aromáticas que ya he encendido alrededor de todo el apartamento.
─Me gusta estar contigo incluso sin tener sexo ─revela, viéndome como si no pudiera dejar de hacerlo─. Siento que puedo ser yo mismo sin tener un maldito balón en la mano o estar tras mi escritorio siendo el jefe porque eres la única persona en el mundo de la que no necesito esconderme o que no me juzgará haga lo que haga. ─Mi respiración se detiene cuando presiona sus labios contra mi oído como si fuera a contarme un secreto─. Justo ahora eres mi refugio, Savannah.
Su refugio.
Aunque lo odio por dejar nuestro encuentro a medias, lo que no era necesario debido a que hay una gaveta con condones junto a mi cama con los que podremos aguantar hasta que los resultados estén listos, suspiro con placer cuando envuelve sus brazos alrededor de mí. Me aprieta contra él y la sensación de su cercanía y de sus labios rozándose contra mi hombro desnudo me persigue en sueños, haciéndolos cálidos y reconfortantes. Por años no había sabido cuánto quería ser abrazada por cómo perdí mi virginidad hasta que Tanner lo hizo.
*****
Al día siguiente me lleva a trabajar conduciendo uno de sus deportivos. No a mi oficina, sino a la constructora en la que tendré mi primer día de trabajo como asistente de Jason. Intenté usar un vestido corto que normalmente reservaría para ir a un club, puesto que se supone que debo interpretar un papel, pero me convenció de no hacerlo alegando que podría ser un acosador violento si lo presionaba demasiado. Estaba tan convencido de ello, como si lo hubiera estudiado por años, que no pude evitar tomarlo en serio y preguntarle al respecto.
─¿Cómo sabes que podría pasar?
─Conozco a los hombres como él ─gruñó─. Sé cómo piensan y cómo actúan.
No sabía que responder a ello, así que continuamos desayunando cereal de Oreos en silencio, lo que comió aun viéndolo como ácido, y salimos de mi estudio después de que seleccioné un conjunto de pantalones ajustados y chaqueta color crema que se ciñe de manera estupenda a mi figura e hizo que detuviera el viaje en el ascensor de mi edificio para follarme contra una de sus paredes, usando un condón de debajo de mi cama que sacó del bolsillo de su pantalón, de manera áspera, seca y bruta.
Aunque duró solo cinco minutos y no me corrí porque un vecino empezó a preguntarnos si estábamos bien cuando Tanner empezó a compensar su poca resistencia con sus dedos mientras me besaba con hambre, me encantó.
Dijo que más tarde recompensaría, lo que no puedo esperar a que suceda.
Por lo que mi mente en este momento, mientras me bajo de su auto tras besarlo y prometer que no dejaré que Jason acabe en mi trasero o en mis tetas, está dividida entre sus palabras durante el desayuno y el sexo que me espera más tarde. Tanner es un tipo de matón silencioso, de los que te golpean con solo existir, y no tiene nada que ver con Jason, pero quizás su padre sí ya que la madre de Malcolm, una inmigrante a la que contrató ilegalmente, solía ser su asistente.
Ni Tanner ni Malcolm me han contado la historia, pero no es necesario. Está fue publicada en una página sensacionalista a penas Malcolm Reed se volvió mariscal de los Kings. Debido a lo mucho que ama a su madre, fue duro para él ver cómo la llamaban de miles de maneras denigrantes por relacionarse con un hombre casado mientras revelaban sus orígenes. Ya que Tanner en ese aspecto es parecido a él y quiere a su madre, estoy segura de que también le afectó. Nunca la he conocido, el día de su boda con Pauline estuve a punto de hacerlo, de ser presentada por la novia ante su suegra, pero ella me ignoró sin intención al encontrarse con una de sus amigas, y aunque no he cruzado ninguna palabra con la señora Reed sé que ama a su hijo por la manera en la que sus ojos azules brillaban con lágrimas mientras lo veía casarse.
Adora a Pauline.
Me pregunto si todavía lo hace, si ella y su esposo saben por lo que Tanner atraviesa ahora.
─Señorita Campbell ─saluda Jason cuando llega unos minutos más tarde, entrando en su oficina tras echarle un vistazo a mis tetas.
─Señor.
Sus ojos resplandecen al oírme, pero no dice o hace nada más, por lo que me limito a atender sus llamadas y anotar sus citas para esta semana con desgana. Descuelgo el teléfono para que no suene más y me levanto para tomar un descanso al cabo de una hora. Después de todo, no necesito el salario. Cuando entro a la cafetería para los empleados, me dirijo al refrigerador y tomo una bebida achocolatada de él. La dejo caer al suelo cuando lo cierro y veo a una chica tras la puerta. Por fortuna el envase no se rompió o se derramó porque no lo había abierto. Es castaña, extremadamente delgada y de ojos azules vibrantes. Parece estar nadando en el vestido que usa, amarillo, por lo que asumo que debió haber perdido bastante peso recientemente. Las comisuras de sus labios tiemblan mientras fuerza una sonrisa en ellos.
─Me dijeron que eres la nueva secretaria de Jason ─murmura─. ¿Savannah?
Mi frente se arruga.
─Hola, sí, ¿por qué?
─Yo soy Cynthia y también lo fui alguna vez ─dice─. Antes de ser enviada al departamento de recursos humanos. ─Me mira de pies a cabeza, algo de ira y de dolor en su expresión. Alzo las cejas─. ¿Te estás acostando con él ya?
─No.
Sus hombros se relajan ante mi respuesta.
─Será mejor que no lo hagas.
Su tono de voz está lleno de advertencia.
Me cruzo de brazos, queriendo disfrazar mi curiosidad con consternación.
─¿Por qué?
─Porque te destruirá, como les hace a todas ─responde, causándome escalofríos─. Y luego te enviará a otro departamento o te despedirá sin previo aviso, enviándote a casa con una caja de Kleenex, una copia del contrato de confidencialidad que nos hace firmar a todas al momento de ser contratadas sin que lo sepamos y una carta de recomendación.
Dicho esto, se da la vuelta y desaparece.
Debería correr lejos de aquí después de oírla, pero en su lugar sonrío porque no estoy aquí por Jason. Estoy aquí por ella. Por más mujeres que hayan sufrido de acoso laboral viniendo de él y que me ayuden, junto con Tanner y sus abogados, a hundirlo.
¡Hola!
Estoy muy emocionada por todo el apoyo y el amor que ha estado recibiendo la novela pese a no ser convencional. Sé que a veces mis personajes las pueden frustrar de alguna manera, pero los creé para que lo hicieran. Entiendo que muchos principios morales sean rotos a lo largo de ella y eso, pero se los advertí desde la sinopsis, INCLUSO desde el prólogo, y aquí están, así que algo les debe gustar de ello
En fin
No olviden comentar y dejar estrellita
Las quiero un montón
Capítulo dedicado a AylenWorld por todos sus lindos comentarios (puede ser uno, pero comenta como si estuviera metida en la historia y me encanta)
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Nos vemos pronto
Quizás más pronto de lo que creen
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