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Capítulo 1:

Manejo el despecho lo mejor que puedo.

A diferencia de otras chicas, quiénes probablemente solo se dedicarían a deshacerse del ardor en su corazón yendo tras otros chicos o comiendo comida chatarra, cosas que también hago, trabajo en mí. Voy tanto al gimnasio que la gerente se preocupa, acercándose un día y amenazándome con retirar mi membrecía si no me controlo. Cuando se dio cuenta de que estaba a punto de llorar como un niño al que le han quitado su juguete favorito, ese que abraza por las noches para sentirse mejor, me explicó que lo hacía por mi bien, que desgastar mis músculos así solo los atrofiaría. También me dijo que su esposo se divorció de ella hace dos años, por lo que reconoce a una mujer herida cuando la ve. No juzgué su razonamiento después de eso. Si Tabatha pudo superar el engaño de un hombre con el que estuvo por media década y la dejó por haber aumentado diez kilos después de dar a luz a su bebé, yo puedo arrancar un simple acostón de mi piel.

Sintiéndome estúpida por darle tanta importancia a Tanner, no me quedó más remedio que disminuir mi itinerario después de aceptar tomar un café con ella y conocer su historia. Aun así, Tabatha ahora luce como una modelo y yo no, por lo que deduzco que en su caso no hubo nadie que la detuviera de pasar todo el día en el gimnasio. Pero no me quejo. Nos hicimos amigas de entrenamiento y con su experiencia, Tabatha también es entrenadora en el gimnasio de su segundo esposo, a quien conoció mientras superaba al primero, he empezado a notar resultados que antes no lograba alcanzar debido a que no sabía hacia dónde dirigir mi entrenamiento. Mi trasero luce bien. Mi abdomen también se siente como una roca cuando lo golpeo.

Una roca plana, sin ninguna marcación, pero una roca.

También me vuelvo la mejor de la clase, manteniendo a mis padres felices debido a que constantemente les envío fotos de mis buenas calificaciones. Su rencor hacia mí por no estudiar negocios ha desaparecido debido a ello, lo cual tiene sentido. ¿Por qué tenerme en algo dónde habría sido una más en lugar de dejarme ir a un sitio donde estoy resultando ser extraordinaria? Mis bocetos incluso aparecen el periódico de la universidad, llevándose un premio de algún concurso de dibujo, exactamente junto a las noticias deportivas, por lo que mi rostro a veces termina impreso al lado del de Tanner, el capitán del equipo de fútbol americano.

Eso me complace.

Ahora él sabe exactamente lo que ha perdido.

Y para evitar que le queden dudas, otra forma de hacérselo saber es yendo tras sus amigos. Porque sí. El hecho de que me haya vuelto la mejor no significa que no termine en los brazos de alguno de ellos, tomando todo el consuelo que puedo, cuando por cualquier razón, desde una fiesta a una simple reunión por las tardes, termino viendo, escuchando o sintiendo cómo Pauline y él están juntos. No solo teniendo sexo. El sexo no me interesa. El sexo fue algo que me dio a mí. Fue mágico y perfecto. Tan mágico y perfecto que estoy segura de que ella nunca podrá igualarme sin importar si la quiere o no. Lo que realmente hace que mi pecho se contraiga con dolor son sus abrazos. La manera en la que la mira como si su rostro contuviera un hermoso paisaje que no pudiera evitar admirar. Sus detalles. Tanner no solo la lleva a cenar a los mejores lugares de Austin y le compra cosas, sino que siempre deja ramos de rosas junto a nuestra puerta. Le escribe cartas de amor. Obliga a sus chicos a cantar canciones para ella, armando un espectáculo al estilo Glee solo para hacerla reír.

Tampoco niego que no tenga ataques de ansiedad dónde no deje de preguntarme qué es lo que él no vio en mí, pero en ella sí, y termine yendo a la tienda de comestibles a las dos de la mañana por un kilo de helado de chocolate para mezclar con galletas y comer mientras veo películas de Netflix que en cualquier otro momento consideraría estúpidas, pero que justo así me hacen llorar. Es como si dentro de mi mente, dónde soy perfecta, no hubiera una respuesta, haciéndome colapsar mientras trabaja sin descanso en buscar una razón por la que ella sí y yo no.

¿Qué es lo que no le gustó?

¿Qué es lo que le gustó en Pauline?

Si tan solo pudiera tener las respuestas a ello, podría continuar, aunque una voz dentro de mí me grita constantemente llamándome mentirosa cuando pienso al respecto. En lugar de continuar, existe la posibilidad de que cambie debido a él y me exponga a que me lastime de nuevo. Tampoco es como si pudiera preguntarle. Tanner actuó como si no me conociera desde el momento en el que Pauline me presentó como su mejor amiga, lo que significa que abiertamente no le importa el haberse acostado conmigo antes de ir por ella o que no me recuerda debido a lo ebrio que estaba, quizás ambas. Por mi mente ha pasado decirle a Pauline la verdad, pero ella luce tan feliz con él que sería estúpido e innecesario arruinar su felicidad por algo que para Tanner no significó nada. Tampoco sabría qué decirle si me pregunta por qué he callado durante tanto tiempo. De una forma u otra terminaría luciendo más patética de lo que ya me siento.

Mi autoestima está gravemente herido. Lo fortalezco cada vez que me miro en el espejo y veo los avances del gimnasio, cada vez que veo mis calificaciones, que un chico me dice palabras bonitas, pero se destruye y convierte nuevamente en polvo cuando veo a Pauline y él besándose. Por esa razón me siento feliz cuando el fin de semana que he estado esperando por casi un mes llega.

Tanto Pauline, estudiante de veterinaria, como yo hemos terminado con nuestra primera ronda de exámenes e iremos a pasar estos dos días en la casa de playa de mis padres en Corpus Christi, a tres horas en auto de Austin. Tanner no irá, por lo que no solo se trata de un par de días entre chicas haciendo cosas divertidas, de regresar a la breve época en la que él no estaba entre nosotras, sino de quitárselo por un par de días.

No puedo evitar estar emocionada.

Nuevamente soy como ese cachorro que agita su cola sabiendo que está punto de salir y hacer algo emocionante, no importa si eso es atrapar una mosca con su lengua o perseguir una ardilla. Para él cualquier cosa es mejor que estar encerrado, así como también para mí cualquier cosa es mejor que quedarme en mi dormitorio viendo como Pauline y su novio se aman.

No puedo decir que ellos sean discretos.

Aunque no es como si tuvieran una razón para serlo.

Al menos no Pauline.

─¿Qué tal está este? ─le pregunto a la que casi se ha convertido en mi mejor amiga, casi destronando a Becca, mi mejor amiga de secundaria que viajó a California luego de graduarse; lo que las diferencia y hace que Becca continúe en su puesto es que nunca me acosté con ninguna de sus conquistas y viceversa─. ¿Te gusta? ─Junto a Tanner, quién está demasiado concentrado trazando circulitos sobre su piel y viendo un partido de fútbol en nuestro plasma, Pauline desvía la mirada de su entrepierna para observarme sostener un bikini negro con joyería en lugar de tiras para mantenerlo en mi cuerpo. Aunque su desinterés por nuestro viaje me molesta, no puedo evitar estar de acuerdo con ella. Tanner tiene un buen tamaño ahí abajo y los pantalones estrechos que usa no hacen mucho por ocultarlo. Eso y una camiseta blanca es lo único que lleva, a parte de sus zapatillas, y es suficiente para hacerlo lucir bien. Lo demás lo hacen sus músculos y un par de intensos ojos negros. Ese cabello oscuro y sedoso tan lindo. Suspiro─. ¿Pauline? ─la llamo cuando no obtengo más que un vistazo de reojo antes de que su atención regrese a Tanner.

Alzo las cejas.

Sus mejillas se sonrojan con fuerza cuando me mira.

─Yo... yo... ─Se traba─. ¿Qué decías?

Sacudo nuevamente mi bikini.

─¿Te gusta?

Ella arruga la nariz.

─Ya llevas uno negro, creo.

Me cruzo de brazos.

─No, no lo hago.

Afirma, convencida de que sí.

─Sí, yo vi uno negro antes de ese.

Pongo los ojos en blanco.

─Era el mismo, bebé ─interviene Tanner, mirándome con una sonrisa de disculpa en sus labios, lo cual me sorprende debido a que pensé que ignoraba todo sobre mí, antes de inclinarse y besar su cabellera rubia─. Solo que estás demasiado ocupada mirándome como para prestarle atención a tu amiga, lo cual está mal. Si sigues ignorando a Savannah... ─La manera en la que dice mi nombre, arrastrando las palabras con su disimulado acento alemán, mirándome con intensidad, hace que mi cuerpo se sacuda con un estremecimiento─. Ella empezará a odiarme.

Él no puede haberme olvidado, pienso.

Pauline se sonroja aún más, ocultando su rostro en su pecho mientras ríe con mortificación y envuelve su camisa en su puño, tirando de ella de una manera que la arrugará después, lo que Tanner odiará porque es un adicto a la perfección. Continúo doblando mi ropa y metiéndola dentro de mi maleta en silencio, pero me extiendo sobre mi cama por un vestido playero que no pensaba llevar, pero está totalmente arrugado, y me dirijo al baño.

─Voy al baño a quitarle las arrugas a esto ─susurro, dejando caer mi mirada pesadamente sobre él, Pauline todavía oculta en su torso, probablemente disfrutando de su masculino aroma.

Ni siquiera he terminado con mi vestido para el momento en el que lo veo en el umbral de la puerta. Está inclinado con una mano sobre el marco. Me sonríe casualmente. Sin camisa. Intento que mi mirada no se desvíe a sus músculos expuestos, pero no puedo evitarlo. Aún peor, no puedo evitar la manera en la que mis muslos se aprietan de manera involuntaria cuando entra al pequeño espacio de baldosas y me arrincona contra la pared tras de mí.

Estoy usando shorts de pijama, cortos, y una camisa sin mangas, por lo que muy bien podría estar desnuda frente a él por la manera en la que todo mi cuerpo se calienta cuando siento que me echa una rápida mirada de reojo. Colocando una de sus manos junto a mi cabeza, me tiende su camisa con la otra, obligándome a olerlo casi de la misma manera que su novia acaba de hacerlo.

Pero sin ningún trozo de tela interponiéndose.

─No quiero sonar como un cerdo machista, ¿pero podrías arreglar esto? ─La agita de la misma manera que agité mi bikini unos minutos atrás─. Odio usar ropa arrugada y mi madre nunca me enseñó a planchar. De alguna manera quemo todo lo que toco.

Aunque lo más racional que podría hacer en este momento es presionar la parte caliente de la plancha contra su cara, termino tomando el trozo de tela con dedos temblorosos, deseando tanto que se vaya como que se quede. Lo odio por ir tras mi amiga después de tenerme, por arrojarme a la basura de la manera en la que lo hizo, pero lo odio aún más por la manera en la que ha logrado que lo que más desee sea ocupar el lugar de alguien más cuando solía sentirme tan cómoda conmigo misma antes de conocerlo. Me arrepiento tanto de haber ido a su hermandad.

─Gracias, Savannah. ─Mi cuerpo vuelve a temblar cuando escucho mi nombre. Es como si se apoderara de él cada vez que lo pronuncia─. ¿Te molestarías si te pido otro favor? ─Niego─. Bien, se trata de este fin de semana. ─Me tenso─. No estoy cómodo con que dos chicas tan hermosas estén solas en una casa que permanece todo el año vacía, ¿por qué no le dices a Pauline que puedo ir con ustedes? Les daré su privacidad para hacer lo que quieran, pero las cuidaré. Si me quedo aquí no podré dormir pensando en su seguridad y me irá mal en el partido del lunes.

Aunque no quiero que vaya, me encuentro a mí misma aceptando.

─Sí.

Tanner se echa hacia atrás con una sonrisa arrogante.

Finalmente puedo respirar.

─Gracias, Savannah ─dice, arrastrando nuevamente las sílabas─. Eres mucho más racional que mi novia. Adoro a Pauline, pero ambos sabemos lo ingenua que puede llegar a ser, ¿no?

Trago.

─Sí.

Tanner me guiña el ojo antes de darse la vuelta y regresar al dormitorio. Cierro la puerta y paso el pestillo apenas se va, deslizándome hacia abajo con su camisa entre mis manos. Temblando, oculto mi rostro en ella, debatiendo si Tanner está siendo solo un idiota o si está siendo el mayor de los idiotas. Si solo está coqueteándome o si está coqueteándome sabiendo lo mucho que me afecta porque recuerda todo lo que pasó.

*****

Pauline luce mucho más emocionada con nuestro viaje desde que le sugerí que invitáramos a Tanner. Salimos ese mismo día al anochecer, un viernes, porque quiero pasar tanto tiempo en la costa como sea posible antes de tener que regresar el domingo. También porque siempre se me ha hecho más divertido conducir de noche. No puedo evitar echarle ciertos vistazos de reojo a Tanner a través del retrovisor mientras sigo las instrucciones del GPS, los cuales no devuelve. Tanto él como Pauline van detrás, enfrascados el uno con el otro, haciéndome sentir como si fuera un Uber. Eso me molesta tanto que le subo todo el volumen a la radio para que se les dificulte hablar entre ellos. Ambos se callan, probablemente captando mi mal humor, cuando Shadow Preachers de Zella Day casi hace sangrar nuestros oídos. Afortunadamente ninguno se atreve a pedirme que le baje. Aunque él sea algo así como una obsesión de la que no he logrado deshacerme y ella sea mi amiga, los dejaría en la carretera.

El estruendo solo termina cuando llegamos a San Antonio, más o menos a la mitad de nuestro viaje, y me detengo en una estación de servicio. Para ese entonces estoy tan molesta como hambrienta. Tras estacionar frente a la cafetería abierta las veinticuatro horas, me bajo y no puedo evitar cerrar la puerta de mi Mercedes con un portazo que lamento apenas lo escucho.

Él es el único elemento masculino en el que confío.

Lo acaricio disimuladamente, disculpándome, antes de darme la vuelta y entrar en el local, importándome muy poco si me siguen o no. Si no lo hacen pueden morir de hambre hasta que lleguemos. No conseguiré nada para ellos y me tardaré lo que quiera comiendo. Tampoco me detendré otra vez. En el momento en el que empiezo a deslizarme en el reservado al fondo del restaurante, todo mi enojo se desvanece como si nunca hubiera existido. Tanner, sin Pauline, está sentándose frente a mí.

─¿Pauline? ─pregunto, mi voz ronca.

─Duerme.

─¿Entonces solo la dejaste en el auto?

Él afirma.

─Sí.

Mi garganta se seca, por lo que agua es lo primero que le pido a nuestra mesera cuando se acerca. Lo segundo es una hamburguesa con doble queso y patatas fritas, sin tocineta, y una Coca Cola de lata. Cuando termino de hacer mi pedido descubro que Tanner está mirándome con curiosidad. Mis mejillas se sonrojan. Tras mirarme un poco más, para mi mortificación y deleite, niega y pide lo mismo que yo. Mientras esperamos nuestra comida le echo un vistazo, evaluándolo por primera vez desde que se apareció en el estacionamiento de nuestro edificio en el campus con una mochila y nos ayudó a guardar nuestro equipaje. Continúa usando su camisa blanca de esta tarde. La camisa que arreglé para él. La que olí por quince minutos antes de regresar con él y Pauline y entregársela doblada con la forma de un cisne, la excusa que le di a mi tardanza a pesar de que solo me toma medio minuto hacer la figurita. A mi madre le gusta el origami.

─Esto tiene que ser una maldita broma ─murmura cuando la mesera regresa con nuestros pedidos y lo primero que hago es meter mis patatas dentro de mi hamburguesa, lo que él también hace─. ¿Me estás siguiendo o algo, Savannah?

Me congelo, pero no sé si lo hago por la manera en la que entrecierra los ojos o por lo serio que suena cuando lo pregunta.

─Mmm... no.

Al ver que genuinamente no tengo ni idea de qué habla, la tensión en los músculos de los hombros de Tanner se va. Tras tomar una honda inspiración, me mira como si no me hubiera acabado de observar con asco. Supongo que hubo una acosadora antes de mí. Aunque me definiría a mí misma más como una víctima que pasó a ser victimaria más que como una acosadora.

─Lo siento. No hay muchas personas a las que les guste comer lo mismo de la misma manera y de la misma forma.

Esta vez soy yo quién se encoje de hombros.

Inclinándome para darle un mordisco a mi hamburguesa, mis ojos grises en los suyos, respondo antes de tomar un bocado.

─¿También le echas azúcar a las palomitas?

Tanner hace una mueca de asco.

─No, por supuesto que no.

Tras tragar, me enderezo en mi asiento.

─Yo tampoco. ─Le sonrío, regodeándome internamente cuando se queda viendo mi boca. Bien. No es el único con lindos dientes. Pasé toda mi primaria y un par de años de secundaria con ortodoncia y me hago un blanqueamiento cada tres meses─. ¿También me dirás que te acoso por comer mis palomitas sin azúcar? ─Arriesgándome un poco más, relamo mis labios antes de llevar la pajilla de mi Coca Cola a ellos, preguntándome si eso puede traerle un flashback de la mamada que le hice durante la fiesta─. Porque no hay muchas personas a las que les guste comer lo mismo de la misma manera y de la misma forma, ¿no?

Soltando una risa entre dientes, Tanner niega.

─Touché.

Pero ambos, su subconsciente y yo, sabemos que sí las hay.

Él me devoró tan bien como yo a él.


Holaaa, espero que les haya gustado el capítulo

¿Creen que Tarnner se acuerda de Savannah?

¿Alguien se siente identificada con ella?

Ya el siguiente será en presente que es donde ocurre toda la acción 

Dedicación del siguiente a la que + comente

Love u 


No olviden darle amor a la historia 


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