🦋 Capítulo 53
Eris.
El agua caliente resbalaba por mi piel y las manos del ricitos enjabonaban mi cuerpo con ternura. No podía evitar estremecerme cada vez que sus caricias se desviaban hacia mis partes más sensibles, rozando mis pezones y la intimidad entre mis muslos.
Me derretía.
Me derretía por él.
Era como estar en pleno verano.
Por primera vez en mucho tiempo, me sentía querida y sin la necesidad de salir corriendo. Estaba acojonada, pero esta vez era diferente. Porque ya no me daban miedo las mariposas que recorrían mi estómago, me daba miedo perderlas.
El chico con nombre de cerveza extranjera me dio la vuelta y me susurró al oído: «me toca». Me echó jabón en las manos y me acorraló contra la pared, dejando todo su cuerpo a mi disposición. Recorrí su pecho y abdomen muy despacio, disfrutando de la musculatura que se tensaba bajo mi toque, del tacto de sus pezones duros y del metal frío de su piercing. Una sonrisa ladina se abrió paso en sus labios cuando llegué a su culo y le apreté las nalgas.
—Te estás recreando, canija.
—Sí —admití—. ¿Algún problema?
—No, por favor, continúa —ronroneó con cierta gracia—. No te cortes.
Sin apartar la mirada de sus ojos aceitunas, saqué a la luz a la sinvergüenza que llevaba dentro y le manoseé con picardía lo que le colgaba entre las piernas. Una carcajada le raspó en la garganta y me hizo cosquillas en la punta de la lengua cuando me besó con cariño.
Las yemas de mis dedos acariciaron la perfilada V de su abdomen hacia arriba y danzaron en círculos sobre sus caderas antes de ascender de nuevo por su torso. Tenía la piel de gallina y la respiración agitada. Me gustaba ver todo lo que podía provocar en él. Me gustaba tocarle y sentirle estremecerse bajo mis manos. No podía —ni quería— parar porque temía que se desvaneciese como el humo.
Pero era real.
Era amor y era real.
Mis brazos pasaron sobre sus hombros y mis dedos juguetearon con los rizos rebeldes que luchaban contra el peso del agua. Adoraba su cabello, era tan suave...
—¿Puedo lavarte el pelo? —pregunté casi en un susurro.
—Eris, cariño, creo que después de haberme enjabonado las pelotas no necesitas pedirme permiso para lavarme el pelo.
—Imbécil.
Le di un golpecito en el pectoral e intenté no reírme, pero fue imposible. Alcancé el bote de champú que descansaba sobre un pequeño estante y me eché un poco en la palma mientras el ricitos se arrodillaba para facilitarme la tarea. Sus manos se amoldaron a mis piernas y me atrajeron a sus labios, los cuales rozaron mi vientre con un tímido beso.
Masajeé su cabeza con suavidad a la vez que me besaba el ombligo y la espuma empezaba a teñir de blanco el marrón de su pelo. Tenía los ojos cerrados y juraría haber escuchado algún gemido enredarse en sus cuerdas vocales.
En cuanto terminé, le incliné la cabeza hacia el chorro de agua y mientras le protegía la carita con las manos para que ninguna gota de jabón le hiciese daño durante el aclarado, me di cuenta de dos cosas:
Él no era Kenai.
Y yo no era Eris.
Kenai era un ser vacío que intentó llenarse a polvos con una desconocida. Pero el muchacho que me había ofrecido una ducha después de follar y me había limpiado el sudor entre caricias y besos, era la más pura definición de amor.
Y Eris era un ser caótico que habría rechazado la oferta de ducharse con una tangente y se habría ido a casa a vomitar las mariposas como la primera vez. Pero la chica que se había quedado no tenía ganas de echarlo todo por el desagüe.
Entonces, supe quién era en realidad.
—Me llamo Marina.
Sus pupilas atravesaron las mías y mi estómago se retorció presa del pánico. Aguanté las ganas de salir corriendo como una campeona cuando dijo para sí mismo:
—No era un sueño.
—No —confirmé.
La seriedad con la que se puso en pie y me tomó por las mejillas me hizo estremecer.
—Te llamas Marina —repitió—. Y te gustan los pingüinos.
—Sí.
Su sonrisa era inmensa.
—Yo me llamo Oliver y me gustan los patos.
Oliver.
Se llamaba Oliver.
El corazón me dio un vuelco y las lágrimas empezaron a asomar. Tenía un nombre tan bonito...
—Encantada de conocerte, Oliver —sollocé.
—Encantado de conocerte, Marina.
El nudo de emociones que me presionaba el pecho me hizo llorar con un desconsuelo que asustó al chico que tenía delante. La palma de mi mano le buscó el corazón y los dedos de la otra se arrastraron por su espalda en una silenciosa petición para que me abrazara. Ni siquiera lo dudó y me estrechó con fuerza entre sus brazos. Notaba sus latidos acelerados y su cuerpo tembloroso.
Estaba llorando.
Me acurruqué contra su pecho y acaricié sus dorsales con todo el mimo que pude ofrecerle. Mis sollozos acompañaron a los suyos hasta que su voz cargada de falsa indignación provocó que mi risa los opacase:
—No puedo creer que prefieras los pingüinos.
🦋
El intenso debate que tuvimos en la ducha sobre si eran mejores los patos o los pingüinos acabó en una pelea en el que el agua fría fue el protagonista. Aunque no me quejaba, porque los medios que usamos para calentarnos después fueron una muy buena forma de firmar la paz.
Las mariposas de mis entrañas no habían dejado de volar desde que Kenai se había presentado como Oliver. Me resultaba extraño pensarle con su verdadero nombre y era consciente de que me costaría acostumbrarme. Al igual que también me chirriaría escuchar el mío salir de entre sus labios.
Me tomé la libertad de robarle unos bóxers del armario y el atrevimiento de tumbarme desnuda en la cama de cintura para arriba. Esperé a que el ricitos terminase de secarse el pelo metida en los contactos de mi teléfono móvil, meditando sobre la opción de añadir uno nuevo a la lista. Estaba tan sumida en mis pensamientos, que ni siquiera me percaté de la cercanía de Oliver hasta que sentí algo frío en la mejilla. Me había traído agua fresquita para recuperar las fuerzas. Le sonreí a modo de agradecimiento antes de darle un trago.
—¿Me das ya mis cinco estrellas? —quiso saber en un tono de voz sugerente.
—No.
Oliver chasqueó la lengua.
—A mí no me engañas —murmuró con picardía—, tú lo que quieres es una tercera ronda.
Estuve a punto de atragantarme con el segundo trago de agua por la risotada que atravesó mi garganta sin permiso. Él se tumbó a mi lado y me abrazó por detrás, quedando con parte de su pecho desnudo pegado a mi espalda.
Dejé el vaso sobre la mesilla de noche cuando su boca empezó a repartir besos húmedos por todo mi cuello y sus manos se colaron por debajo de mis brazos para alcanzar mis tetas, dónde se amoldaron con delicadeza. El calor de su piel en mis pezones me arrancó un suspiro.
—Oye, ricitos... —Me mordí el labio—. ¿Me das tu número?
—¿Para qué lo quieres? —preguntó en un tono ronco, seguro que con la intención de sacarme algún comentario obsceno.
—Para mandarte cochinadas.
Su risa inundó la habitación.
—En ese caso, apunta.
Me susurró al oído cada dígito, haciéndome cosquillas con su cálido aliento hasta el punto de erizarme el vello. Al finalizar, guardé el contacto como: «Oliver».
—¿En serio me vas a agregar así? —se quejó.
—¿Qué tiene de malo?
—Que parece que soy solo tu amigo.
Le miré por encima del hombro y con la intención de hacerle de rabiar le dije:
—Es que eres mi amigo.
—Los amigos no follan, trae aquí.
Me quitó el móvil y cambió su nombre a uno que consideraba más bonito. Puso: «Ricitos» con un corazón verde al lado. No pude evitar sonreír.
Aprovechando que tenía mi teléfono, se mandó un mensaje para agendar mi número más tarde. Yo continué picándole:
—Y si no eres mi amigo, ¿qué eres?
—¿Qué quieres que sea?
Me quedé en blanco.
No estaba lista para tener esa conversación.
—Algo.
—¿Y eso qué es?
—Aún no lo sé.
Me di la vuelta hasta quedar boca arriba y con su rostro muy cerca del mío. Su expresión era neutral y temía haberle molestado con aquella respuesta, así que estaba un poco nerviosa.
—Me gusta nuestro algo —confesó.
Sonreí, aliviada.
—A mí también.
Nos quedamos despiertos un ratito más, queriéndonos como nunca antes nos habían querido hasta que el sueño nos envolvió por completo.
¡FELIZ AÑO NUEVO! 💚
Espero que hayáis tenido una buena salida y entrada de año y que estéis muy bien 🥰
Este capítulo se ha retrasado un poco porque no quería cagarla escribiendo algo rápido, necesitaba ponerle todas las emociones posibles por el paso que dan estos dos en la relación. Espero que os haya gustado 🥺
Se me va a hacer muy raro que nuestros dos intensitos empiecen a llamarse por su nombre y dejen atrás los otros, pero ya era hora de que pasara, ¿no creéis? 😌
Marina avanza a pasito de tortuga, pero cada paso que da es para bien. Lo único que le queda es definir ese «algo» que tiene con Oliver, ¿podrá conseguirlo? 👀
A Oliver cada vez se le complican más las cosas porque implicaría hacer daño a Marina, ¿cómo creéis que acabará la cosa? ¿Será capaz de sincerarse o le estallará todo en la cara?
En el próximo capítulo es posible que todo se tambalee un poco porque cierto policía que susurra a los Agapornis va a querer conocer al ligue de su hija... 😶
¿Qué pasará?
Nos leemos prontito.
Besooos.
Kiwii.
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