🦋 Capítulo 48
—¿Cómo te ves?
—Raro.
Miré mi reflejo en el espejo de la mampara de la ducha y moví un poco los hombros para comprobar si mi movilidad con aquel traje era cómoda o incómoda. Una mueca de desagrado se formó en mis labios. La tela era dura y nada manejable, sentía que cargaba con un peso muerto y no me gustaba.
—¿No puedo ir en vaqueros y sudadera a tu boda? —pregunté, desganado.
—Si vienes así, no te dejo entrar. Tú verás.
—Pues...
Su expresión se endureció al verme las intenciones.
—Vendrás a la boda con el traje puesto, ¿te ha quedado claro? —amenazó con una seriedad que me heló la sangre.
—Clarinete.
—No cambias, ¿eh?
Sonreí.
El recuerdo de mi madre persiguiéndome por toda la casa para enfundarme uno de esos trajecitos cuando era un renacuajo, golpeó mi mente. Paula y Juan siempre se compinchaban para atraparme. Mientras ella corría detrás de mí, mi padre esperaba escondido en algún lugar de la casa para pillarme infraganti. Vestirme era todo un reto para ellos y una horrorosa tortura para mi «yo» de cinco años. Aunque al de veinticuatro le seguía pareciendo un suplicio.
Apreté los labios en cuanto noté mis ojos aguarse y me centré en mi reflejo del espejo. El traje se ajustaba a mi cuerpo y era completamente negro, a excepción de la corbata, que era blanca. Fue el que usó mi padre en su primera boda.
Me di la vuelta hasta quedar cara a cara con Juan. Él me analizó de pies a cabeza, buscando imperfecciones o arreglos que pudiese hacerme para que me quedase mejor. Me colocó el cuello de la camisa, me abrochó el botón central de la chaqueta y me ató en condiciones la corbata, llegando a asfixiarme un poco.
—Estoy deseando que llegue el lunes —comentó—. Quiero presentarte a una persona muy especial.
—¿A una persona «muy especial»? —Arqueé una ceja.
—Lo más bonito que verás nunca.
Torcí el gesto.
—¿Qué pasa?
—Que estoy con alguien, papá.
—¿Tienes novia? —indagó.
—No, tengo... algo.
—Bueno, puedes traerte a ese algo a la boda, si quieres.
La imagen de Eris acompañándome a la boda de mi padre se instaló en mi mente y enseguida me ilusioné con la idea. No sabía si ella estaría dispuesta a venir conmigo a un acontecimiento así, pero ahora tenía la necesidad de verla con un vestido puesto y agarrada de mi brazo como si fuésemos una pareja.
Esa noche no tendría que preocuparme por las indiscretas miradas de mi familia. Esa noche seríamos solo ella y yo entre un puñado de gente. Esa noche bailaríamos hasta que nos doliesen los pies, beberíamos hasta que se nos quitase la vergüenza, le robaría un beso o dos, quizás más, y le estrujaría el culo cuando nadie mirase. Esa noche sería un sueño.
Un simple sueño.
Porque no iba a pasar.
Eris no se arriesgaría a ir a un sitio donde pudiese escuchar mi verdadero nombre o donde corriese el riesgo de tener que formalizar o repudiar nuestro «algo» ante los curiosos que preguntasen por ella. Asistir a esa boda conllevaba enfrentarse a muchos de sus miedos.
—He hablado con el juez y nos ha dado permiso para que puedas salir el lunes —dijo mi padre—. Eso sí, tendrás que venir acompañado por un oficial.
—¿Por qué te tomas tantas molestias?
—Porque intento recuperarte, Oli —respondió—. Intento recuperar a mi hijo.
—¿Y por qué nunca viniste a por mí?
—Porque nunca me fui.
Fruncí el ceño.
—¿Qué quieres decir?
—Que nunca os dejé solos —confesó—. Siempre estuve a vuestro lado.
—¿Cómo que a nuestro lado?
—Me aseguré de que a ti y a Rafa no os faltase nunca de nada.
El silencio reinó en el lugar durante unos largos segundos en los que no fui capaz de pronunciar palabra. Me había quedado petrificado, no podía moverme y en mi garganta se iba formando un pesado nudo que no me permitía respirar con normalidad.
—Marcos, vuestro jefe, es amigo mío y me debía un pequeño favor. Así que le pedí que os diera un puesto de trabajo en su taller —informó—. Las pagas extra que os daba era dinero que yo le dejaba para vosotros y el piso que Rafa te dijo que compró a buen precio, se lo dejé yo. Era mi pisito de soltero, nunca llegué a venderlo.
—¿Rafa lo sabía? —murmuré.
—Sí.
—¿Por qué nunca me dijo nada?
—Le pedí que no te lo contara.
—¿Por qué?
—Porque quería que fueras tú el que decidiese volver —explicó con cierta tristeza—, pero nunca lo hiciste.
Mi estómago se retorció y una sensación de malestar se instaló en mi ser. De mis ojos no tardaron en brotar las lágrimas. Era incapaz de frenarlas, recorrían mi rostro unas detrás de otras sin parar. Me oculté tras las manos y sollocé sin consuelo todas las emociones que llevaba tiempo reteniendo por orgullo.
—Lo siento... —musité—. Lo siento mucho, papá.
—Ven aquí, anda.
Sus brazos pasaron por encima de mis hombros y me unieron a él en un abrazo que correspondí al instante.
—Quería volver, te lo juro. Pero tenía miedo, me daba vergüenza miraros a la cara después de la que había liado y... Joder, Juan... Siento muchísimo no haber estado, de verdad.
—Ahora estás aquí, Oli —susurró—. Es lo único que importa.
—Te quiero, te quiero mucho...
—Yo también te quiero, hijo.
Nuestro abrazo se fortaleció y nuestros sollozos se entremezclaron entre sí hasta hacer de nosotros dos niños pequeños.
Esa mañana la aproveché al máximo y me atreví a invitar a mi padre a comer unas albóndigas veganas que él mismo me había traído en la compra de aquel día. Me habló de su noviazgo con Susana, de mis abuelos, tíos y primos. Aunque mi ansiedad reaparecía cada vez que mentaba a algún miembro de la familia, por dentro sentía que acababa de recuperar todo el tiempo que había perdido al marcharme.
🦋
Por la tarde, después de lavar los platos y despedirme de Juan, llamé a Sabrina por teléfono para contarle todas las cosas positivas que había sacado de la visita de mi padre. Le hizo mucha ilusión saber que nuestra relación no estaba tan rota y que, poco a poco, se iba reparando. También le comenté todas las inseguridades que tenía al respecto, pues seguía con un miedo atroz a hacerle frente al resto de mis familiares. Según ella no tenía de qué preocuparme, pero yo no lo veía tan claro.
La conversación se desvió a mi «algo» con Eris en cuanto le dije que me estaba planteando invitarla a la boda. A pesar de todos los puntos que tenía en mi contra, aún tenía la esperanza de que accediese a acompañarme. El que no arriesgaba no podía perder, pero tampoco ganar. No me importaba lanzarme de cabeza a una piscina que podría estar llena de agua o vacía cuando se trataba de ella, me daba igual cuanto doliese la hostia. Me la llevaría sin rechistar si eso significaba tener una mínima posibilidad de salir vencedor.
—¿Cómo se ha tomado lo de que estés en arresto domiciliario? —quiso saber—. Porque supongo que, si la vas a invitar a una boda a la que vas a ir escoltado, se lo habrás dicho. ¿Verdad?
Tragué saliva.
—Pues...
—¡Oliver!
—¿¡Qué!?
—Ya veo que sigues pasándote por el forro de los huevos todo lo que te digo —refunfuñó—. ¿Por qué coño no se lo has dicho?
—Te prometo que lo he intentado.
—Pero no lo suficiente, por lo que veo.
Solté un sonoro suspiro y me restregué la cara con desesperación. No tenía ganas de seguir hablando más del tema, más que nada porque sabía que ella tenía razón y eso me escocía. Yo era consciente de que la iba a terminar cagando, era experto en cagarla. Sin embargo, prefería retrasar la cagada a tratar de arreglarla.
—No puedo.
—Sí puedes —objetó—. Lo que pasa es que no quieres.
—Vale, pues no quiero.
La escuché resoplar.
—Tú verás lo que haces —finalizó.
Por un momento creí que colgaría la llamada, más no lo hizo. En su lugar, se mantuvo callada durante un tortuoso minuto. Siempre que acabábamos discutiendo por algo, me castigaba de esa forma para darme tiempo a pensar y resolver las cosas. Desgraciadamente, nunca conseguía del todo su propósito. Y digo «del todo» porque lograba que me lo replantease, pero no que lo admitiera.
Las frases «tienes que decírselo», «no está bien empezar una relación con mentiras», «merece saber la verdad» y «vas a hacerla daño si no haces nada» me taladraban el cerebro con una única intención: hacerme entrar en razón de que estaba actuando mal y obligarme a correr a contarle la verdad a la chica a la que quería. No obstante, el «te va a odiar cuando se entere» era muchísimo más fuerte. Mi cabeza ahora mismo se encontraba en modo Stand by.
Me mordí el carrillo y cambié rápidamente de tema.
—¿Has hecho tus deberes?
—¿De qué coño hablas? —cuestionó.
—¿Has estudiado élfico?
—Tú estás majara.
—Con esa actitud no vas a conseguir nada con Miguel.
—Vete a la mierda —espetó un tanto molesta.
—«Te amo».
Silencio.
—¿Qué coño estás diciendo, Oli?
—Que «Melinyel» significa «te amo».
Y acto seguido, la colgué.
Tiré el móvil sobre la mesita de centro y me hundí en el sofá para echarme una siestecita antes de que Eris llegase de trabajar. Ayer, antes de que se marchase al hospital, quedamos en que me pegaría un grito por la ventana cuando estuviese en casa para hablar un poco. Me puse cómodo y cerré los ojos, queriendo despertarme en un rato con su voz pronunciando mi nombre cervecil desde su dormitorio.
Para mi desgracia, lo que me despertó fue el estridente sonido del timbre de mi piso. Estaba seguro de que sería el sinsustancia al que tan mal le caía. El poli que no aguantaba mis bromas y me veía como el típico chulito de barrio. No me apetecía mucho verle la cara, la verdad.
Bufé de mala gana, me dirigí a la entrada y, al abrir la puerta, me encontré con quien menos esperaba. El policía que susurraba a los agapornis estaba de pie frente a mí con una sonrisa de oreja a oreja.
—¿Me ha echado de menos, muchacho?
—No te haces una idea de cuánto —reí—. ¿Dónde te habías metido?
—En comisaría investigando su caso.
El corazón me pegó un vuelco.
—¿Has encontrado a mi madre?
—No estoy seguro.
—Pero eso quiere decir que has encontrado algo, ¿no?
—He encontrado algo —admitió, contento—. Enséñeme la tobillera.
Me remangué el pantalón y él se agachó para revisar el cachivache. Mi cuerpo empezó a temblar al no ser capaz de sobrellevar la emoción de aquella noticia y el pulso se me aceleró tanto que podía sentirlo golpear las venas de mis muñecas. No era seguro, pero había una posibilidad de que hubiesen encontrado a mi madre. Y eso para mí era más que suficiente.
—Póngame al día —dijo su voz sacándome de mis pensamientos—. ¿Qué pasó el otro día con el pez? Cuénteme el chisme.
—Ah, pues le iba a comer el...
—¡Eso no!
—¿Entonces qué quieres que te cuente?
—El cómo llegó el pez de nuevo a su red —contestó—. No me cuente intimidades, sinvergüenza.
—Ah.
«Mira que eres bruto».
Diego me colocó el bajo de los pantalones y se reincorporó con la cara roja como un tomate. No pude evitar reírme al verle.
—Vale. —Carraspeé con la garganta—. Ella vino a verme la noche anterior con una bolsita de chuches y a decirme que lo sentía, que quería estar conmigo y que me eso.
—¿Te eso?
—Te eso —confirmé—. No lo entenderías.
—Bueno, me alegro de que os vaya bien. —Sonrió—. Tengo que irme, pero nos vemos el lunes en la boda.
Mis ojos se abrieron de par en par.
—¿Me vas a escoltar tú?
—Yo y mi querido Agaporni.
—Ya... —Achiqué los ojos—. Y el Agaporni, por casualidad, ¿no se llamará Donette?
La sorpresa con la que reaccionó me dijo que había dado en el clavo y su amplia sonrisa me premió por ello. Ahora tenía un día de libertad que invertiría en tener una cita en condiciones con mi pequeño gran caos.
¡Holi! ¿Cómo estáis? Espero que bien. Yo empiezo a estar hasta arriba de exámenes y trabajos, pero no os librareis tan fácilmente de mí. Bicho malo nunca muere 😌
En el capítulo de hoy han pasado muchas cosas buenas, ¿qué os ha parecido? 👀
Hay varias cosas que comentar, así que vamos a ir pasito a pasito:
1. Juan quiere presentarle a alguien «muy especial» a Oli. ¿Os hacéis una idea de quién puede ser? 👀
2. Papi Juan estuvo ayudando a Rafa y a Oli todo este tiempo. Esto me lleva a recordaros cierta cosita que sucede en el capítulo 35, dónde Rafa le dice a su amigo que debería regresar con su familia. ¿Qué pensáis al respecto?
3. ¿Marina aceptará ir a la boda con Oli?
4. OLI LE HA DICHO EL SIGNIFICADO DE «MELINYEL» A SABRINA, AAAAAAAH. Esto me lleva a preguntaros..., ¿pasará algo entre estos dos? 🌚
5. Diego ha encontrado pistas en lo referente a la madre de Oli, ¿la encontrará?
6. Diego y Donette escoltarán a Oli en la boda, chan chan chaaaaaan 🔥
7. POR FAVOR, DEJEN AQUÍ SUS TORTAZOS PARA QUE OLI REACCIONE Y LE CUENTE LE VERDAD A MARINA, GRACIAS
Y ahora un mini adelanto. En el próximo capítulo volveremos a tener noticias de cierta bruja piruja...
Besooos.
Kiwii.
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