🦋 Capítulo 45
Eris.
Kenai tardaba mucho en volver.
Hacía varios minutos que había desaparecido por la puerta del bar y mentiría si dijera que no estaba preocupada. Fue recibir esa llamada y cambiar radicalmente su expresión alegre a una más seria e inquieta. Temía que hubiese pasado algo grave. Mi pulso se alteró cuando pensé en Rafa y en la posibilidad de que estuviese empeorando, pero enseguida lo descarté porque sabía que Felipe me habría avisado de inmediato.
Respiré hondo e intenté calmarme despojando a mi botellín de sus etiquetas de papel mientras esperaba. Me resultaba muy satisfactorio ver con qué facilidad podía quitarlo y desplazarlo por el cristal, la humedad de la cerveza dejaba el pegamento como si fuera blandiblú y era bastante suave al tacto, molaba tocarlo. No tardé en apropiarme de la de Kenai para desnudarla como había hecho con la mía; era todo un vicio.
—¿Mar?
La piel se me puso de gallina.
«Fuck».
Miré hacia mi izquierda hasta que Minerva apareció en mi campo de visión acompañada de una chica rubia que se abrazaba a ella como si fuese el amor de su vida. Verla tan feliz y acaramelada a su lado me daba cierta pena porque sabía que Minerva solo estaba jugando con ella, pronto la desecharía como si fuese basura y se buscaría a otra para repetir el ciclo. La destrozaría igual que hizo conmigo, era una terrorista emocional en toda regla.
—¿Qué haces aquí? —preguntó, curiosa.
—Nada que te importe.
—Mar...
—Minerva —advertí.
—¿Podemos hablar?
A consecuencia de que me echasen del bar si abría la boca, decidí ignorarla y continuar con mi labor de despellejar botellines de cerveza. Minerva, no conforme con mi silenciosa respuesta, le pidió a su acompañante que nos dejara un rato a solas y aguardó a que lo cumpliera.
Cuando la chica se marchó, mi ex ocupó el asiento de Kenai sin importarle que yo no estuviese a gusto con su presencia. No la quería cerca y mucho menos en aquel momento, arruinaría mi noche y era lo último que necesitaba. Todo estaba yendo muy bien, ¿por qué tenía que aparecer?
—¿Qué coño le ha pasado a tu pelo? —quiso saber.
Arranqué una de las etiquetas de cuajo.
«Ni caso».
—¿Vas a ignorarme?
Hice una pelotita con el papel y se la tiré a la cabeza.
«Ni mu».
Minerva resopló y se cruzó de brazos, molesta. Odiaba sentirse ignorada, estaba acostumbrada a ser el centro de atención y en cuanto se la quitabas actuaba como una niña pequeña. Era consciente de que no se marcharía hasta que lograse salirse con la suya, buscaría la forma de que la hiciera caso.
Seguí actuando como si no existiera, aunque de vez en cuando la observaba bajo mi ceño fruncido con disimulo para saber lo que hacía. Esperaba que se cansase pronto y me dejase en paz antes de que Kenai regresara, no quería que le arruinara la noche a él también.
—¿Te acuerdas de la vez que salimos de bares? —inquirió jugueteando con la bolita que le había lanzado entre dos de sus dedos—. Hicimos pelotitas con el papel de las cervezas y empezamos a tirárnoslas al escote.
Una sonrisa traicionera se apoderó de mi boca. Recordaba llegar a casa felizmente borracha con el canalillo y el sujetador lleno de papelitos, echándole la bronca a Minerva por tener tan buena puntería y preguntándome cómo era posible que tuviera bolitas hasta en las bragas. Era el único recuerdo bonito que conservaba de nuestra relación, el único que me dejó crear a su lado.
Minerva nunca me mostró sus sentimientos y me regañaba cada vez que yo lo hacía; solo me quería para follar. Su frialdad siempre me dejaba en carne viva y lo peor era que aprendí a amarla. Traté de prenderle fuego a un bloque de hielo y mi llama fue extinguiéndose hasta que mi corazón quedó tan congelado y árido como el suyo.
Ese recuerdo era el único que daba tregua al invierno que había en mi interior. Lo guardé dentro de mí como si fuera un tesoro y sin querer lo convertí en mi debilidad. Porque cuando te vuelves fría, lo que más deseas en el mundo, es volver a sentir calor.
Yo añoraba la calidez de un fuerte abrazo, un buen beso y lo que se conocía como «hacer el amor». Y eso solo lo conseguía recordando nuestra primera cita, porque era el único momento en el que Minerva se permitió ser cálida conmigo.
Ella lo sabía.
Por eso lo había dicho.
Porque me haría bajar la guardia.
—¿No lo echas de menos? —ronroneó.
La miré a los ojos.
—¿A dónde quieres llegar, Minerva?
Se echó hacia adelante y apoyó los brazos sobre la mesa.
—¿Qué haces aquí sola?
—No estoy sola —negué—. He quedado con alguien.
—¿Una tangente?
—Una cita.
—¿Una cita? —repitió, sorprendida—. ¿Y dónde está?
—Fuera, hablando por teléfono.
Se quedó callada durante unos segundos, procesando la información que le había proporcionado y meditando sobre ella. Una sonrisa cargada de malicia se fue curvando en sus labios y yo achiqué los ojos, escudriñándola con la mirada; no me daba muy buena espina.
—¿El que está fuera hablando por teléfono es tu cita? —Alzó las cejas y luego chasqueó la lengua—. Uff..., cuanto lo siento.
Fruncí el ceño al no entender su reacción.
—¿Por qué?
—Porque tiene a otra, cariño.
Analicé con recelo su rostro en busca de algún gesto que la delatase, no la creía.
—Hablaba con una chica —agregó—, una tal Sabri.
La conocía.
Estuvo una mañana en casa de Kenai levantándole las persianas cuando aún no nos habíamos reconciliado.
—¿Y qué?
—Que le estaba diciendo lo mucho que la quiere.
—Eso no demuestra nada —contesté—. Yo también quiero a mis amigos.
—Y yo. —Sonrió—. Muchísimo.
El estómago se me encogió y las lágrimas se me fueron amontonando en los ojos poco a poco, producto de la rabia contenida. Su respuesta había sido un golpe bajo. Minerva me era infiel con sus amigas.
Traté de calmarme, de no sucumbir a mis ganas de cruzarle la cara de una hostia por descarada y me esforcé para no caer en su juego de provocaciones, ya me lo conocía y sabía lo que pretendía.
—Él me quiere —aseguré—. Me lo dijo una vez.
—¿Y tú te lo creíste? Qué ilusa... —rio—. Apuesto a que te lo dijo follando.
Mis entrañas se retorcieron ante la crudeza de sus palabras y un nudo se formó en mi garganta. No se equivocaba, el primer «te quiero» que me confesó fue justo después de habernos acostado.
—¿Y qué si es así? —repliqué.
—¿No lo entiendes? Siempre habrá alguien mejor que tú, alguien a quien querer de verdad. Tú solo eres el polvo fácil. No vales para que te quieran, Marina. Solo vales para follar.
Una dolorosa punzada me atravesó el corazón como si fuera un rayo, partiéndomelo en dos y encharcando mis costillas de sangre. Mi pecho se inundaba con cada latido y me pasaba tanto que apenas podía respirar, mis pulmones no tenían espacio suficiente para llenarse de aire.
Me ahogaba.
—Eso no es verdad —musité con la voz rota.
«Sí lo es».
—¿No? Mientras a ti te folla y jura amarte, hay otra a la que ama de verdad —escupió—. Acéptalo, Mar. Estas cursilerías no van contigo.
Las lágrimas me quemaban en los ojos y temblaban en las puntas de mis pestañas. Apretaba los puños contra mis muslos por debajo de la mesa y me clavaba las uñas en las palmas, intentando desviar el dolor hacia otro lado para no darle el gusto de verme destruida una vez más.
No lloraría frente a ella.
Por mucho que me jodiera, tenía razón. Esas mierdas no iban conmigo. El amor nunca había sido lo mío, se me daba de pena. Solo valía para follar y eso se me daba de puta madre.
Quizás también tuviese razón sobre Kenai y él amase a esa chica con todo su corazón mientras que conmigo solo buscaba un poco de diversión. Me daba igual qué tan cierto fuera, no éramos nada. No me debía nada.
Es más, me alegraba que tuviese a alguien a quien mereciese la pena querer. Sería más feliz con una chica cálida a su lado que avivase su fuego interno que con una chica fría que acabase congelándole hasta la última chispa.
Nunca podría darle todo el calor que una persona cálida necesita, nunca podría decirle «te quiero» y nunca podría ofrecerle algo más allá del sexo. Porque era lo único que sabía hacer, lo único que había hecho hasta ahora y lo único que haría hasta el día en que me muriera.
Nada de amor.
Solo sexo.
—Vayámonos de aquí, Mar —propuso de forma apresurada—. A dónde sea, solas tú y yo, ahora.
Negué con la cabeza y me sorbí la nariz. Minerva se levantó de su asiento y se sentó a mi lado, invadiendo mi espacio personal.
—Deja de intentar ser alguien que no eres —pidió—. El amor es un asco, te romperá el corazón. Este no es tu sitio, Mar. Tu sitio está conmigo. Somos iguales.
—Puede —admití.
—Sí.
Nos miramos.
—Pero olvidas una cosa.
—¿El qué?
—Que mi corazón ya está roto —murmuré—. Y ya no puede romperse más.
Minerva me observó un tanto descolocada.
—Mar...
—Vete —ordené.
La dureza de mi mirada la hizo callar y removerse con incomodidad. No dejé de taladrar sus pupilas con las mías hasta que, de mala gana, se puso en pie y se fue de mi lado. En cuanto se acercó a su compañera, ambas se marcharon del bar.
Respiré hondo y miré al frente. Mi barbilla temblaba y mi visión se volvía borrosa por el cúmulo de agüilla en las córneas. Apoyé los codos sobre la mesa y me tallé los ojos con los dedos en un intento de hacer retroceder las lágrimas. A pesar de mis ganas de sacarlo todo fuera, no lloraría.
—Siento haber tardado —el tono afónico de Kenai se adentró en mis oídos.
Me aparté las manos del rostro y fingí estar bien.
—No te preocupes.
El ricitos se dejó caer en su asiento, abatido. Tenía las mejillas sonrojadas y las escleróticas rojas, como si hubiese estado llorando un buen rato. Parecía tratar de ocultarse mirando hacia abajo; lucía muy nervioso.
Tomé mi botellín de cerveza entre mis dedos y me la terminé dándole un largo trago que casi acaba atragantándome. La dejé sobre la mesa dando un pequeño golpe y me relamí la humedad de los labios.
—Eris, tengo que decirte que...
—Necesito otro trago.
Me puse en pie y me dirigí hacia la barra para pedir lo más fuerte que pudiesen servirme.
Necesitaba algo que me dejase K.O.
¡Holi! ¿Cómo estáis? Espero que bien. 🥰
Os voy a dejar pañuelos por aquí para quiénes queráis llorar y un saco de boxeo para quiénes queráis inaginaros a Minerva mientras lo atizais. 😬
A pesar del mal rato que ha pasado nuestro caos con patas, ¿qué os a parecido el capítulo?
Marina vuelve a estar echa un lío por culpa de Minerva, ¿qué creéis que hará? ¿Le contará a Oli lo que ha pasado y buscará su apoyo? ¿O lo alejará de ella y se obligará a sufrir en silencio?
Oli parecía querer decirle algo a Marina, ¿qué pensáis que puede ser? 👀
En el próximo capítulo tendremos a nuestros dos intensitos un poco pasados de copas, ¿qué creéis que pasará? 🤔
Nos leemos el próximo domingo. 💚
Besooos.
Kiwii.
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