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2:Yo soy María

    07 de noviembre del 2009

    Toda historia tiene un comienzo, algo que la identificará, que la definirá y esto podría decidir si la historia será buena o no, pero no se confíen, porque por más malo que sea ese inicio todo podría dar un giro.

    Apenas cierro la puerta de mi pequeño departamento apoyo la espalda en esta y suspiro pesadamente, las cosas que me han pasado últimamente me tienen sobrecargada. No sé lo que estoy haciendo en este lugar, llevo seis meses en los Estados Unidos tratando de perseguir el "sueño americano", o mejor dicho, llevo seis meses haciéndome la tonta aquí para no volver a mi país.

    Hace unos meses yo era de las mejores de mi generación en una de las escuelas más prestigiosas de mi país, eso me ayudo a calificar para una beca universitaria extranjera, beca que gané y luego perdí; llevaba una semana estudiando en en la Universidad de California en Los Ángeles cuando a mí y veinticuatro estudiantes extranjeros más fuimos abrumados con la desgarradora noticia de que uno de los encargados de administrar las becas las había robado y ahora estaba viviendo como rey en alguna cuidad sin extradición. La policía dice que no se puede hacer mucho si se encuentra en un país sin extradición, lo único que pudieron hacer fue citarlo en una corte americana seis meses después de que había comedido el crimen esperar a que se presentara.

    Pero era obvio que todo el plan de la policía estaba mal, el criminal acusado no se iba a aparecer por aquí pero ni en foto, mientras nosotros los exestudiantes teníamos que testificar para el caso, por eso también me quede aquí. Al final el resultado del juicio no sirvió de mucho; el acusado resultó culpable pero no había modo de hacer que pagara por sus crímenes.

    Bueno, y así fue como llegué aquí, sobreviviendo sola en un pequeño y apenas decente departamento de un humilde barrio latino, trabajado de camarera en una cafetería y teniendo que cuidar niños y pasear perros ocasionalmente, la vida así es dura y le prometí mi madre que si venía hasta aquí sería para triunfar, vaya manera de hacerlo.

    Escucho toquidos en la puerta, al abrirla veo a la amable anciana que me alquila el departamento con una cacerola en sus manos y a su nieta, la cual tiene mi misma edad, a un lado.

    -Buenos días, María- me saludan.

    -Buenos días, Doña Luz, Sara.

    -Vinimos a dejarte unos taquitos- habla en español la señora -. Vimos lo que pasó en las noticias.

    -Gracias, Doña Luz- me entrega y pongo la cacerola en mi mesa.

    -Con gusto niña y ¿cómo estás, María?

    -Umm...- las invito o sentarse en mí viejo sofá y ellas lo hacen -Creo que fue duro pero al menos ya lo estoy aceptando.

    -Eres una chavita muy inteligente, vas a estar bien muy pronto.

    -Gracias, Doña Luz- le sonrío, es un gesto muy bonito el que ella y su nieta hacen.

    -Y hoy habrá una fiesta en una buena zona- me empieza a hablar en inglés Sara -, María, y te voy a llevar para ponerte feliz- se que ella se aprobecha del hecho de que su abuela no habla ni un poco de inglés para invitarme libremente a una fiesta.

    -No, no tengo ganas de fiesta.

    -¡Anímate, María! Yo digo que voy a la casa de una amiga y nos escapamos.

    -¡Ya dejen de hablar como chachalacas!

    -Perdón, abuelita.

    -Ya vámonos, hay que dejar a María descansar- la toma de la mano y la lleva hasta la puerta.

    -¡Nos vemos a las ocho en la esquina!- grita cuando su abuela aún la lleva arrastrada.

    -Buenas noches, María.

    -Buenas noches, Doña Luz.

[●●●]

    Ocho y media de la noche, y aún sigo preguntándome cómo me dejé convencer de ir a una fiesta para "levantar mi ánimo" después de haber perdido la oportunidad de mi vida, toda esta gente que me rodea se siente distante, nadie me conoce, siento que realmente no estoy aquí.

    Ya pasó una hora y mis ganas de irme habían crecido aún más, claro que Sara no me complacería y se perdería de la diversión que aquí podría encontrar... Ya estaba al límite, quería llorar de rabia y tristeza, no me quedaba más que conformarme, en esto y en la vida. Con desesperación entró al baño, dejó el baso del que estaba bebiendo sobre el lavamanos y por primera vez en toda la noche veo mi reflejo, trato que mis lágrimas no caigan pero creo que será imposible.

    De pronto, escucho ruidos provenientes de la bañera, parecería que hay algo ahí.

    -Umm... ¿Quién está ahí?- escucho la voz de un hombre, y efectivamente este abre la cortina de la bañera para salir de esta.

    -¡Aaahhh!- grito de la sorpresa.

    -¡Ssshhh! No grites- dice con voz ronca y arrastrando las palabras.

    -¿Qué haces ahí, acostado en una bañera?

    -Em... Yo...- ve a su alrededor como si se estuviera dando cuenta de donde está -Vine con Zack, ¿dónde están él?

    -Aquí no había nadie. ¿Ustedes dos son... eh?

    -Sí, con confianza, somos gay, la mitad de la fiesta lo es.

    -Eso explica mucho.

    -Soy Scott- extiende su mano sin ni siquiera haber salido de la bañera. Tal vez me compadecí de él por el hecho de que un patán lo dejó plantado en un baño totalmente inconsciente, tal vez simplemente lo mi cerebro me dijo que lo ayudara porque valía a la pena.

    -Soy María- estrecho su mano -. Oye, sal de ahí, te voy a ayudar.

   Minutos y muchos tambaleos después, el hombre ebrio y estábamos en la acera frente al departamento donde se realizaba la fiesta, esperando a que pase un taxi.

    -Oye, ¿qué hacemos aquí?- pregunta mientras se apoya en mi hombro para no caer.

    -Ya te lo dije, iremos a tu casa.

    -¡No, no, no! Eres hermosa, pero a mí no me gustan las niñas.

    -No para eso, te voy a llevar a descansar, ya estás muy borracho y quien te haya dejado ahí es un idiota.

    -¡Ah! Oye, llama al taxi, es más rápido.

    -No tengo celular.

    -Ten el mío.

    Después de hacer que un hombre ebrio pagara por un taxi y de hacer que el portero llevara a ese mismo ebrio hasta su puerta, estaba de camino a mi propia casa. Pero en un instante mi vista se distrae en el suelo del taxi, ahí se encontraba el celular de Scott. Lo tomo con curiosidad para revisarlo sin saber lo que podría pasar.

    -¿A dónde, señorita?- me interrumpe el taxista.

    -Al barrio latino.

[●●●]

    A la mañana siguiente lidio con la pena de tener que ir a trabajar muy temprano en la cafetería, bueno, ni modo. Pero aún tenía el problema de tener un celular ajeno entre mis manos, y sé que no podría dormir en las noches si me lo dejo, así que de camino al trabajo decido encenderlo y revisar en la agenda si había un número que fuera a llevarme al Scott; y claro que el contacto "departamento" era el más obvio.

    -¿Scott?

    -¿Sí?- contestan al otro lado del teléfono con la voz ronca y adormilada.

    -No sé si me recuerdas pero soy la chica que te dejó en tu casa anoche.

    -Ah, creo que tengo un vago recuerdo de ti.

    -Bueno, la cosa es que olvidaste tu celular en el taxi donde viajamos, ahora yo lo tengo.

    -Eso explica porque el identificador decía que yo mismo me estaba llamando.

    -Sí ja, bueno, ¿podrías venir por el en la tarde después de las cuatro?

    -¡Sí, claro! Di dónde nos vemos.

    A la hora y el lugar indicado me encontraba buscando entre toda la gente de este parque a un hombre alto y rubio.

    -¿Scott?- pregunto cuando creo que ya lo encontré.

    -Tú debes ser María- sonríe.

    -Sí.

    -Te ves menos borrosa de lo que recordaba- bromea y los dos reímos.

    -Bueno ten tu celular.

    -Oh, gracias. No sabía que aún quedaba gente tan honesta en el mundo- guarda su celular en su bolsillo trasero justo donde también saca su billetera -. Dejame pagarte...

    -No, no- interrumpo -, no tienes que pagarme nada.

    -Oh wow, enserio eres demaciado honesta, pero en serio déjame pagarte con algo.

    -No es necesario.

    -Vamos... ¿Y si te invito a un helado del puesto que está por allá?- señala al carrito de helados.

     -Mmm...- no tengo mucho que hacer, así que ¿por qué no? -Claro.

    -¿Así que mexicana o colombiana?- pregunta Scott cuando estamos esperando en la fila del carrito de helados esperando por los nuestros.

    -Ninguna, ¿y cómo estás tan seguro de que soy latina?

    -Bueno, aparte de tu evidente acento, esta el hecho de que me citaste en un parque muy serca de un barrio latino.

    -Está bien, pero no soy ni mexicana ni colombiana.

    -¿Entonces de dónde vienes, María?

    -Costa Rica, entre Nicaragua y Panamá.

    -Suena muy exótico... Dos chocomenta, por favor- pide cuando ya es nuestro turno.

    -¡Oh, María!- me reconoce el vendedor, el cual era uno de mis vecinos -¿Cómo estás, niña? Vi en las noticias lo que pasó, lo siento mucho.

    -Gracias Felipe, ya estoy mejor- nos entrega nuestros helados y se despide mientras nos alejamos de él.

    -¿De qué hablaba ese hombre? ¿Estás bien?- me pregunta Scott con un tono curioso y preocupado.

    -Sí es sólo que ayer tuve que ir a la corte... Nada raro- hago una broma para tratar de liberar tensión pero al parecer a él no le dio mucha gracia.

    -¿Por qué?

    -¿Conoces el caso Walker?

    -Sí, donde Alex Walter robó unas becas para unos extranjeros en una universidad, lo han trasmitido por todas las noticias. Espera... ¿Eres una de esos becados?

    -Sí, ahora ya sabes que hago aquí. Vine para superarme en la vida y terminé... Así- digo señalándome -. Y mi madre quiere que regrese a casa, todo el tiempo me fastidia con eso.

    -¿No quieres regresar?

    -¡Pues no! Me he enamorado de esta ciudad y este país, no sé qué haría de mi vida si regresara.

    -¿Y ahora qué harás?

    -No tengo idea pero tendrá que ser algo muy bueno, que me retenga aquí y que haga que mi familia se convenza de mi decisión. Un buen empleo sería la mejor opción.

    Él asiente con la cabeza pensativo, no lo sabía pero en su mente estaba tratando de idear un plan.

    -Se actriz- dice simple.

    -¿Qué?

    -Conviértete en actriz, el trabajo es muy bueno y la paga también.

    -¡No, no! Yo jamás he actuado y ser actriz es demasiado descabellado.

    -¡Vamos! Estamos en Los Ángeles, el lugar perfecto para ser una actriz- me señala -. Yo te ayudaré, dame un año; un año y serás toda una actriz.

    -Un  año es demasiado tiempo- digo sintiéndome presionada.

    -¡Hazlo! Yo te ayudaré.

    -No, lo siento Scott, pero no te conozco, ni siquiera debería estar contigo, podrías ser un secuestrador. Adiós- me levanto de la banca y camino en dirección opuesta.

[●●●]

    Debajo de mi departamento Doña Luz tiene una pequeña tienda donde vende cualquier tipo fruta o verdura, en las tardes de mis días libres me gustaba hacerle compañía mientras yo trataba de entretenerme. Ya había pasado casi una semana desde que me despedí del tal Scott para nunca volverlo a ver.

    Esa tarde todo había estado tranquilo, estábamos sacando unos frijoles de las vainas detrás del mostrador cuando Sara entra al local arrastrando su mochila.

    -¿Qué te pasa, mija?- le pregunta su abuela.

    -Nada, solo que la universidad es muy muy aburrida- pone su bolso en el suelo y se acomoda junto a nosotras.

    -Deberías aprovecharla, o terminarás como yo, pelando frijoles por diversión- señalo las vainas con evidencia.

    -Escuchala, mija, no todos tienen la oportunidad.

    Sigo con mi tarea manual cuando Sara entra a la parte trasera del local y Doña luz se va a atender un cliente. Ella llama mi atención cuando pide mi ayuda.

    -María, ¿puedes ayudarme con este gringo?- asiento y me dirijo a ellos. La sorpresa me la llevé yo al ver que el hombre al que iba a ayudar era el mismo ebrio de hace unos días. Por su rostro creo que también le sorprendió verme.

    La puerta se volvió a abrir y esta vez Doña Luz fue a atenderlo.

   -Ayudálo a conseguir las frutas que quiere- me pide.

    -María, ¿trabajas aquí?

    -No, yo no...- digo apenada por la forma en que huí.

    -¡Abajo!- escuchamos de un hombre con pasamontañas y armado.

    El ladrón nos mira a Scott y a mí apuntándonos con el arma, Scott me toma de la mano y me jala detrás de él hasta llevarme al otro lado de la estantería. Mientras nos refugiábamos detrás del estante, él del otro lado abre la registradora donde estaba todo el dinero y toma una gran cantidad para salir huyendo.

    Cuando la policía llegó ya habíamo logrado calmar a Doña Luz entre Sara, su padre y yo. El padre de Sara se aleja a ver que tanto mal había hecho en la registradora mientras yo lo sigo y dejos que los policías se acerquen a ellas dos para tomar su versión de los echos.

    -En este país están locos, todo mundo tiene armas- exclama con frustración mientras cuanta el dinero.

    -Señorita- escucho detrás de mí -, ¿podría darme su versión de los hechos?- me pregunta uno de los oficiales.

    -Mike- se dirige Scott al oficial -, ella estaba conmigo.

    -Igual tenemos que hacerlo, Scott- dice con mucha confianza.

    -Sí, no hay problema. Ah, estábamos...- Al terminar salgo del local para dirigirme a la parte de atrás y subir a mi departamento.

    -¡Espera, María!- Scott me persigue hasta que me alcanza -¿Qué hacías aquí?

    -Aquí vivo- dirijo la mirada a mi entrada y con la poca luz de la noche él también la ve -. Gracias por protegerme y perdón por lo del otro día.

    -No, tú tenías razón, era un completo desconocido y te estaba presionando.

    -Al menos no eres un secuestrador- trato de romper el hielo.

    -Oye, creo que empezamos mal, así que por qué no lo volvemos a intentar.

    -Okay.

    -Me llamo Scott Evans, tengo veintiséis años y soy abiertamente gay- extiende su mano. Suspiro y la tomo sonriendo.

    -Yo soy María...

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