Capítulo 2.
CAPÍTULO 2.
Había llegado el gran día, todos estuvimos bastante nerviosos en la oficina aquel día, algunos ya venían vestidos para la ocasión, pues les era imposible volver a casa a cambiarse para ir a la cena, y otros, como en mi caso, tenían el tiempo justo de llegar a casa, asearse un poco, cambiarse de ropa e ir al punto de encuentro.
Quizás por eso llegué media hora tarde al restaurante, pagué al taxi y me bajé de este con mi vestido dorado y el cabello bien acicalado y con volumen, había sido toda una suerte que mi madre me hubiese ayudado a arreglarlo, pues ella solía ser peluquera antes del accidente, del que ya os hablaré en otro momento, en este momento centrémonos en mí, en lo maravillosa que iba, pues había estado ahorrando todo un mes para poder comprar ese hermoso traje.
Caminé nerviosa hacia el restaurante, algo apurada por la hora que era, sin apenas poder caminar con aquellos tacones de aguja.
Apenas había llegado a la puerta cuando tropecé con algo que no logro recordar y caí de bruces contra la puerta del estacionamiento, imaginaos el espectáculo que di a los presentes, yo tan patosa como siempre, ¿quién me mandaba a mí a ponerme tacones con lo torpe que soy?, debía haberme puesto unas simples manoletinas como le dije a Beca, pero ella insistía en que debía llevar tacones en una noche tan especial.
Un hombre muy amable me ayudó a ponerme en pie, supuse que era uno de los camareros del local, y apenas levanté la vista para mirarle, tan sólo me dejé ayudar. El chico me sentó en los taburetes junto a la barra, y llamó a otro camarero para que le trajese un poco de agua.
- Está sangrando – aseguró, provocando que me tocase la nariz y comprobase que era cierto, tenía una hemorragia y un hilo de sangre salía de ella. ¡Mierda! ¡Sólo me podía pasar a mí! En aquel momento me sentía totalmente abochornada.
- No se preocupe, puedo ... - comencé, intentando explicarle que cosas como las de ese momento solían pasarme a menudo, pero enmudecí tan pronto como levanté la vista y miré hacia él. Quedó claro en ese momento que no era un camarero.
- Tenga mi pañuelo – añadía, levantando el pañuelo en alto, para luego presionarlo sobre mi herida, provocando que este se empapase casi al instante – vaya, está sangrando mucho, debería... - proseguía él, mientras yo seguía en la inopia. Sí, lo reconozco, me había quedado imbécil al ver tal moreno frente a mí. Era la primera vez en toda mi vida que me pasaba algo como aquello, aunque no me creáis, os diré que yo no era la típica que solía babear por los hombres - ... ir a un hospital.
- ¿pero qué haces aún aquí? – Preguntó una voz junto a nosotros, se trataba de Alfonso, el dueño de la compañía que miraba hacia nosotros con impaciencia - ¡Venga hombre, ¿qué estamos todos esperando! – se quejaba, mientras yo le miraba sin comprender. ¿por qué me estaban esperando a mí, si yo era una mindundi?
- Iré en un momento – aseguró él, provocando que le mirase sin comprender, ¿él pertenecía a nuestra compañía? ¿a qué departamento? No recordaba haberle visto los años anteriores en las cenas de empresa y ... - antes necesito acompañar a esta señorita a un taxi, tiene que ir al hospital a ...
- ¿Señorita Castaño? – preguntó el señor Duarte, provocando que el hombre que tenía frente a mí le mirase sin comprender - ¿qué le ha sucedido?
- He tropezado – dije tímidamente.
- ¿os conocéis? – preguntó mi salvador hacia el señor Duarte.
- Es Alicia Castaño – aseguró él – trabaja para la empresa.
Él pareció perder la compostura de golpe, sus buenos modales, su amabilidad, ... todo. Parecía una persona completamente diferente.
Agarró su pañuelo, donde yo aún lo sujetaba taponando mi nariz, de malas maneras, me miró como si fuese inferior a él y continuó su camino hacia la mesa, sin tan siquiera despedirse.
El señor Duarte se dio la vuelta y siguió caminando detrás del susodicho, al mismo tiempo que yo me levantaba del taburete y los seguía, pues parecía que mi nariz había dejado de sangrar.
Me senté junto a Beca y a Isaac en aquella larga mesa, observando como ambos cuchicheaban hacia mí.
- ¿qué ha pasado? – preguntaba mi amigo.
- ¿por qué tienes sangre en la cara? – inquiría mi amiga.
- ¿y por qué has venido con los señores Duarte? – preguntó Isaac, provocando que mirase hacia él sin comprender a lo que se refería.
- Me he caído – aseguré, provocando que ambos negasen con la cabeza, exasperados de que fuese una persona tan torpe para aquellas cosas.
- ¿te has dado cuenta de lo tremendo que está Miguel Ángel Duarte? – preguntó Beca, con la mirada fija al frente, justo donde había sentado un hombre, bien vestido, de buen porte y ... un momento... ya conocía a aquel hombre, era él, mi salvador.
continuará...
Espero que os haya gustado, le tengo especial cariño a esta historia. Comentad y así me hacéis saber si os ha gustado. Besitos.
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