Capítulo Catorce ~ Sellos
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--¿Y adónde vamos, hyung? ¿A tu casa? ¿A la de algún amigo? ¿Tienes algún plan?... --Jungkook lanzaba una pregunta tras otra, mientras el alfa se estacionaba frente a la "casa" de los Kim.
--Tengo un plan, pero no es aquí. No quiero estar aquí. ¿Qué tal si vamos a Busan? --proponía Seokjin, mirando detenidamente al castaño.
--¿Busan? Hace mucho que no voy. Mi familia es de allá, sería bueno volver a tomar un poco de aire marino, no me haría mal. --comentaba Jungkook con una leve sonrisa. Aún estaba triste, se sentía traicionado por su padre. Este lo había llamado un par de veces, pero él había decidido no responderle por un par de horas.
--Muy bien, tenemos una casa muy bonita allá. Iré a buscar un par de cosas y regreso. Espérame aquí. No te muevas. Volveré pronto. --decía el alfa, antes de salir del auto y entrar corriendo a su casa.
Su habitación ya estaba perfectamente ordenada. No había ningún rastro del desastre de hace unos días, cuando había corroborado que efectivamente, el omega con el cual llevaba años saliendo, en realidad llevaba muchos más años con otro alfa. Ese día decidió botar todo lo que le recordaba al pelirrosa, incluso ropa y zapatos. Así que ahora tenía un armario casi vacío.
Aún así, abría una maleta y echaba dentro un par de sandalias, calcetines, unos pantalones, bóxers y como iba a la playa, un short de baño, una toalla y un par de camisetas, ya compraría ropa allá si la necesitaba. Tomaba el cargador de su teléfono y sus audífonos. Revisaba su cartera y verificaba sus tarjetas, identificación y algo de dinero en efectivo. Abría otro cajón y tomaba su sello, lo apretaba en un puño. Ese sello solo lo había utilizado un par de veces para sus trámites bancarios, jamás para firmar los papeles de su matrimonio, lógicamente.
De repente, la sonrisa de Jungkook apareció en su mente, haciéndolo sonreír a él también. Guardó el sello en un bolsillo pequeño dentro de la maleta y la cerraba por completo. Cerraba las puertas del armario y algunos cajones y salía hacia la sala.
--¿Jinnie? Hijo, qué bueno verte al fin. --decía la voz de su padre con alivio.
--Oh. Papá. Sí, pero ya me voy. --decía el azabache y su padre miraba la maleta que llevaba.
--¿Adónde vas, hijo? --preguntaba su padre, poniéndose de pie y acercándose a él.
--Me voy a Busan. Solo serán un par de días. --el menor se aclaraba la garganta algo nervioso, debía ser honesto con su progenitor. --Mañana voy a casarme, papá.
--¿Perdón?
--Que me voy a casar. Me casaré aquí y luego iré a Busan, ya está todo listo. --confesaba el azabache con temor. Sabía que su padre quería que se casara, pero tenía miedo de que aceptara a Jungkook, eso complicaría las cosas.
--Supongo que es una broma. No serías tan estúpido de casarte con ese omega sin clase...
--¿Qué? No. --negaba rápidamente con la cabeza. --No me casaré con él, papá. Eso ya se terminó, te lo dije. --tomaba aire y proseguía. --Me casaré con Jungkook... Jeon Jungkook.
--Jeon Jung... ¿¡JEON JUNGKOOK!? --exclamaba el señor Kim.
--Sí. De hecho, me está esperando afuera en el auto. La historia es algo larga y no tengo tiempo ahora, pero confía en mí, por favor. --pedía Seokjin, posando su mano en el hombro de su padre. El señor Kim lo miraba unos segundos.
--Está bien. --aceptaba algo dudoso, pero su hijo, nunca, en sus 29 años, le había causado problemas, jamás. --Al menos los Jeon sí tienen clase y educación. Conozco a Junghwan desde que éramos niños. Hazlo bien, hijo. Y cuida de ese omega, si le pasa algo a ese chico Junghwan te asesinará y yo no lo detendré. --agregaba en broma, no tan broma.
--Gracias, papá. Ya debo irme. Nos vemos en unos días. Me hará bien este viaje, luego nos pondremos al día con los negocios, lo prometo. --se despedía con una inclinación y recordaba algo importante. --Oh. Papá, si te llama el señor Jeon, no le digas donde estamos, por favor.
--Mmm... Está bien. --aseguraba su padre.
--Y... lo olvidaba. Me llevaré las llaves de la casa en Busan, ¿sí? --decía antes de correr al despacho de su padre y tomar de entre muchos manojos, perfectamente ordenados, los de la casa en Busan. Salía del despacho y gritaba un "adiós" antes de cerrar la puerta.
Corría hacia el vehículo, lo abría y ponía su pequeña maleta en la cajuela. Luego entraba al asiento del piloto. Botaba el aire en sus pulmones y miraba hacia Jungkook.
--¿Estás listo? --preguntaba Jeon, asegurándose de que todo estuviera en orden.
--Todo listo, vamos. Oh, espera. Mantén tu teléfono apagado, enciéndelo cuando tengamos listo el registro. --pedía antes de emprender el viaje. Jungkook obedecía.
--¿Así que mañana nos veremos con Jimin y tu amigo Min? --preguntaba Jungkook, devorándose un perrito caliente y una lata de Coca-Cola.. --¿Es necesario que ellos estén?
--Sí, porque necesitamos testigos. Ellos lo serán. Mañana registraremos nuestro matrimonio y listo, espero que eso sea suficiente para que el bastardo hijo de puta de Yoon te deje en paz. --soltaba Seokjin, un poquito enojado en la última parte. De solo pensar que el tipo asqueroso ese había besado a su tierno omega... ¿su omega...?
--Hyung, ya está lleno. --avisaba el castaño, limpiándose los restos de mostaza en los labios con una servilleta.
--¿Qué?
--Que ya está lleno el depósito de gasolina. --volvía a avisar, mirándolo preocupado. Tal vez el alfa no quería casarse y lo entendía.
--Oh. Lo siento. Lo siento, estaba algo distraído. --se reía de manera torpe, sacaba el boquerel y lo colgaba en su sitio y luego cerraba la tapa del depósito de gasolina--entonces, vamos. --agregaba y se subía al asiento del copiloto.
Jungkook hacía partir el auto y emprendían nuevamente el viaje. Eran casi las 7 de la tarde y se habían pasado algunas horas averiguando como se registraba un matrimonio, el trámite era bastante fácil y expedito. Lo harían en la mañana y luego partirían a Busan de "Luna de miel", por así decirlo.
--Hyung. Lo siento. --se disculpaba de repente el más joven, tratando de detener sus feromonas que amenazaban con salir de manera triste.
--¿Qué es lo que sientes? --preguntaba Seokjin extrañado.
--Te estoy arrastrando a esto. Entiendo que no quieras casarte, ni siquiera te gusto. Ya tu... ex novio, se encargó de hacerme saber a diario que a ti te gustan los omegas bonitos y yo... --y al decir lo último, no pudo retenerlo más y un aroma a tristeza salía desde su cuerpo.
--Detén el auto, Jungkook. Ahora. --Exigía el alfa con autoridad y Jeon preocupado, le obedecía.
Se alejaba de la carretera y se detenía en una zona segura, ponía el freno de mano y se abrazaba a sí mismo, sin atreverse a mirar al alfa.
--¿Qué te dijo Chan exactamente? --preguntaba el alfa con calma. No quería asustar al castaño.
--Él... él dijo que a ti te gustaban los omegas bonitos y delicados, no como yo. Me lo decía a diario. Decía que Jimin tenía más posibilidades que yo. Decía que jamás te fijarías en mí, que yo era horrible y que-
Jungkook quería soltar todo, pero un beso lo interrumpía, un beso que se comenzaba a prolongar y a acalorar al hacerse más húmedo.
Seokjin a duras penas cortaba el beso, jadeante. Veía con gusto los labios mojados del omega y lamía los retos de saliva en su tierna boca.
--Sí me gustas, cachorro. Tanto que me asusta un poco. --susurraba mientras acariciaba el rostro del chico con su pulgar. --Y me gustas más porque no te pareces a Chan en nada. Eres hermoso sin tener que cumplir con estereotipos ridículos y aún así, sin ser igual a los omegas que parecen hechos en una fábrica, tus besos son los más dulces que he probado.
Jungkook se sentía calido y feliz, de repente, pero su lobo, su lobo estaba eufórico. Su lobo amaba al alfa, batía la cola contento, daba saltitos y se revolcaba mostrando su pancita emocionado.
--Tú también me gustas, hyung. --susurraba con timidez y envolvía el cuello del alfa en un abrazo. --¿Puedes besarme otra vez? --pedía sin atreverse a mirarlo.
--Con todo gusto, bonito. --respondía el alfa con una sonrisa, mientras le quitaba el cinturón de seguridad al omega. Tomaba el rostro del chico entre sus manos y lo admiraba. Sus ojos, por la Luna que eran preciosos y un bonito lunar debajo de sus labios, terminaba por decorar su cara. Al lobo de Seokjin le gustaba lo único que era el chico, porque a pesar de lo imponente que se veía al ser dominante, ante él era sumamente sumiso y dócil. El azabache lamía el lunar y mordía un poco el labio del castaño antes de volver a besarlo con ansias y Jungkook sentía que todo su cuerpo ardía. Un vergonzoso gemido liberaba su boca, ante las feromonas que el alfa emitía y eso ya comenzaba a enloquecer al alfa.
Ya anochecía y estaban casi en medio de la nada. Seokjin jalaba del brazo del chico y lo subía a su regazo para seguir besándolo. Su lengua abarcaba cada cavidad de la boca del chico que aún sabía a Coca-Cola... y frambuesas.
--Jinnie... Jinnie... --susurraba el omega entre besos. Jin casi no lo dejaba hablar mientras lo besaba. Jungkook se sentía mareado, absorto entre los besos del alfa, sus feromonas y el bulto en el cual estaba sentado a horcajadas. --¡Seokjin! --exclamaba de repente, algo temeroso y lo alejaba un poco. Sí, quería que el alfa le enseñara más de eso, pero no en un auto, mucho menos en un lugar público.
La respiración de ambos era agitada y errática, pero era el alfa quien parecía estar más fuera de sí. Jungkook ni siquiera había notado que las manos del azabache estaban en sus muslos, sus mejillas ardieron al notarlo y al sentir el contacto de las manos calientes de Seokjin a traves de la tela de sus pantalones.
--Lo siento, bebé. --decía el alfa con cariño, el castaño sonreía. --Me dejé llevar un poco. ¿Vamos? --pedía el azabache, tomando al omega de la cintura para depositarlo en su asiento y trataba disimuladamente, pero fallando completamente en el proceso, de acomodar su dolorosa erección. El omega hacía como que no había visto nada, miraba a otro lado para no incomodar al alfa, después de todo, él también estaba duro, pero lo iba a ignorar. Se aclaraba la garganta y volvía a encender el motor del vehículo.
Estaban alejados del centro de la ciudad y habían planeado pasar esa noche en algún hotel antes de ir comenzar sus trámites.
Una mano se posaba en el muslo de Jungkook y un dedo pulgar lo acariciaba, provocándole pequeñas descargas eléctricas que lo hacían desconcentrarse un poco, solo un poquito, del camino.
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