El amar es complejo y lo es aún más en la relación que defienden Jungkook y Jimin.

La sangre les une y el amor que conciben el uno por el otro podría justificarse como uno fraternal, eso sería lo normal: afecto que concurre entre hermanos. Un sentimiento de afecto y cariño que sería propio de hermanos, uno que nace de la gratitud, reconocimiento y convivencia familiar.

Pero ¿qué pasa si va más allá de eso?

¿Qué convenía hacer con los sentimientos que les incitan a la cercanía que estaría, por mucho, lejos de ser normal?

De repente, Jimin se cuestiona lo que es su hermano mayor para su vida. No es un amor que cualquiera sentiría por su consanguíneo, él lo tiene lo claro. Es uno que surge desde la inocencia de dos niños curiosos y se confirma con los mismos de adolescentes que se atreven a experimentar las reacciones de sus anatomías al juntarse.

Lo prohibido de la relación solo les aumentaba el deseo por el otro, con el terror a ser descubiertos corriendo cada centímetro de sus cuerpos pero sin detenerles a pesar de ello, con lo exquisito y placentero del tacto de piel con piel, con el roce de sus miembros, con sus bocas unidas en un húmedo beso que les obligaba a callar los gemidos escandalosos que amenazaban con emerger.

No existía un límite porque ellos así lo deseaban.

Porque eran hermanos, pero cuando sus labios rozaban los contrarios, sus manos recorrían la piel del otro, sus respiraciones se agitaban y sus cuerpos se unían, aquello quedaba en el olvido.

―No sé qué habré hecho mal en mi vida pasada para que en esta se me haya castigado haciéndote mi hermano ―sonrió sobre los labios de su hermano―. Pero me importa un carajo, Jungkook, porque te deseo tanto.

Adaptacion Kookmin
Creditos para: SomeoneMin