Capítulo 2
B3a💥
—No fue nada, oficial, estábamos… jugando, ¿verdad? —dije, intentando sonar casual mientras me giraba hacia el idiota que me había tirado al suelo. Lo miré de reojo, intentando descifrar su expresión, pero mis ojos se detuvieron en su rostro por un segundo más de lo que debía. Mierda, era guapo, más de lo que había notado en medio del caos. Pelo oscuro y desordenado, mandíbula marcada... Un completo imbécil, pero guapo.
—¿Qué? —preguntó el policía, sorprendido por mi comentario.
—Sí, ya saben, cosas de novios… —solté sin pensarlo, forzando una sonrisa mientras sacudía un poco la suciedad de mi ropa y me pegaba de una manera pegajosa al idiota guapo. Si podía convencer a los policías de que esto solo había sido un malentendido entre “novios”, tal vez no acabaría en la maldita comisaría otra vez.
El chico me miró, sus ojos entrecerrados, y por un momento pensé que me seguiría el juego. Pero entonces abrió la boca y lo arruinó todo. Maldito.
—¡¿Novios?! ¡Está loca! ¡Esta tipa destrozó mi coche! —gritó, señalándome con furia mientras el policía lo sujetaba del brazo para calmarlo.
Mi sonrisa desapareció de inmediato.
—Pero, amorcito —repliqué, pegándome más a él y poniéndome de puntitas para darle un besito, pero él me empujó mirándome con asco y gritándome lo loca que estaba—. ¡Tú eres el imbécil que me atacó! ¡Te lanzaste sobre mí como si esto fuera una maldita pelea de lucha libre!
—Porque destruiste mi coche, ¡loca de mierda! —gritó de vuelta, con el rostro enrojecido. Se veía tan irritante con su cara guapa que me daban ganas de golpearlo otra vez.
—¡Tu coche se lo merecía! —espeté sin pensarlo, antes de que el policía me diera un pequeño empujón hacia atrás, tratando de mantener la paz.
Vale, había fallado mi plan y le había destrozado el coche equivocado. Y sabía que el tipo tenía toda la razón de enojarse, pero en ese momento esperaba librarme de eso lo más rápido que podía.
Pero las cosas no fueron de una linda manera y me mandaron a la comisaría. Protesté, pero otro policía ya me estaba esposando las muñecas. Podía escuchar al chico quejándose mientras lo llevaban al otro coche patrulla, y no pude evitar rodar los ojos. Todo por no seguirme el juego.
—No puedo creerlo —murmuré para mí misma mientras me metían en el asiento trasero del coche de la policía.
Encima de todo, guapo pero un completo idiota.
El coche arrancó y las luces azules seguían iluminando la calle. Ahora, lo único que me quedaba era imaginar cómo iba a salir de este desastre.
Al llegar a la estación de policía, pasé por una rutina que sólo veía en las películas. Las cosas iban serias; otras veces solo pasaba por la celda y me iba con una advertencia, pero esta vez…
—Nombre completo —volvió a preguntar el oficial.
—Me niego a decir algo que comprometa, al menos que tenga un abogado.
—Por favor, Beatriz. Coopera —dijo el oficial de turno que ya me conocía muy bien.
Dejé escapar aire y me crucé de brazos, fingiendo estar derrotada.
—Beatriz Oberlin Rodrigo —murmuré y bajé la mirada—. Por favor, Benny… Solo era una bromita, el seguro…
—Ay, niña, ¿destrozarle el coche? ¿Golpearlo?
Me dio una mirada de regaño, repitiendo que esta vez sí habían presentado cargos.
—Pensé que era el coche de mi ex, me rompió el corazón —Me eché a llorar para conseguir un poco de pena—. Y no lo golpeé, solo me defendí. Él es un princeso.
Benny dejó escapar un largo suspiro, cruzando los brazos mientras me observaba desde detrás del escritorio. Ya había escuchado todas mis excusas antes, y sabía que, en el fondo, no iba a ser tan fácil salirme con la mía esta vez.
—Beatriz, ¿te das cuenta de lo que estás diciendo? —dijo, con ese tono paternalista que siempre usaba conmigo cuando me metía en problemas—. No puedes destrozar coches solo porque piensas que es el de tu ex.
—Pero es que… —Intenté replicar, pero su mirada me cortó en seco.
—Además, el chico no es "un princeso" —dijo, imitando el tono con el que había soltado el insulto—. Dice que le sacaste sangre al morderlo.
Me llevé la mano a la boca, tratando de ocultar una pequeña sonrisa. No es que me enorgulleciera, pero tal vez sí. Aunque, claro, no lo iba a decir en voz alta.
—Mira, Bea —Benny se inclinó hacia adelante, bajando la voz—. Sabes que me caes bien, pero esta vez estás en serios problemas. El chico presentó cargos, y por mucho que lo intentes, llorar no te va a sacar de esta.
Me limpié una lágrima imaginaria del rostro, pero su expresión seguía firme.
—¿De verdad presentó cargos? —pregunté, ahora algo más seria.
Benny asintió lentamente.
—El daño al coche es lo de menos. Lo peor es que lo golpeaste y él tiene testigos. Además, ahora el coche es evidencia.
Me mordí el labio, sintiendo un leve cosquilleo de nervios. Esto era diferente. Siempre había sido capaz de salir de mis líos con una advertencia o una fianza baja, pero ahora parecía que las cosas habían llegado demasiado lejos.
—¿Y qué pasa si… hablo con él? ¿Le pido disculpas? —pregunté, intentando sonar lo más razonable posible.
Benny me miró por un momento, como si estuviera sopesando la idea.
—Es poco probable que eso funcione esta vez, Bea. Pero no pierdes nada intentándolo. Aunque necesitarás algo más que una disculpa.
Me quedé en silencio, pensando en el guapo idiota que ahora tenía las marcas de mis dientes en su brazo. «Bueno, al menos no era un corte profundo», pensé, pero eso no mejoraba las cosas.
Volvieron a ponerme las esposas para llevarme a la celda. No le veía necesario tener que sujetarme de las muñecas, ni que fuera a salir corriendo… Bueno, era puro protocolo.
Ya conocía aquel lugar frío y oscuro, un lugar cuadrado con solo una banca donde pasar la noche.
—No, claro que no pondrán a esa loca en mi misma celda. —Esa voz masculina me hizo mirar hacia la celda, donde el mismo chico idiota estaba con una expresión demasiado feliz de verme.
El oficial ignoró sus peticiones y abrió la celda para dejarme entrar con una pequeña referencia. Ya me había hecho caserita en aquel lugar; quisiera llevarme el crédito de todas aquellas veces, pero digamos que siempre terminaba envuelta en pequeños disturbios.
—Manténganse separados —Nos advirtió el oficial dejándonos a solas.
—Vaya, mira quién llegó, la reina del drama —soltó el chico mientras me cruzaba de brazos y me sentaba en la esquina opuesta de la celda.
—Oh, por favor, no me culpes a mí por tu pobre elección de estacionamiento —respondí con una sonrisa sarcástica.
—¿Elección de estacionamiento? —rió amargamente—. Tú fuiste la que decidió convertir mi coche en un campo de batalla. ¿Qué te pasa? ¿Acaso vas destrozando coches cada vez que te rompen el puto corazón?
—Solo los coches que me provocan —dije, encogiéndome de hombros. Sabía que no ayudaría en nada, pero era imposible evitarlo.
—Eres increíble… en el peor de los sentidos —se burló, cruzando los brazos sobre su pecho, su camiseta ajustada dejando ver las marcas de la mordida en su brazo—. ¿Y la mordida?
—Tú me sujetaste primero. Solo me defendí —respondí, elevando una ceja—. ¿Qué esperabas? ¿Que me quedara quieta como una Barbie?
—No esperaba que actuases como un perro rabioso, eso seguro —espetó, mirándome con el ceño fruncido.
—Bueno, debiste haberlo pensado mejor antes de lanzarte sobre mí como si estuviéramos en los Juegos del Hambre —repliqué, sin perder el tono sarcástico.
—Eres imposible. En serio, ¿qué se supone que debo hacer contigo ahora?
—Podrías empezar por agradecer que no te rompí una costilla —dije, sonriendo de nuevo, y el chico puso los ojos en blanco.
—Sí, claro, muchas gracias por no matarme… todavía —contestó, rodando los ojos.
—De nada. Aunque no estés ayudando mucho a tu caso, con esa actitud.
—Mi caso, ¿eh? —dijo, inclinándose hacia mí—. El único "caso" aquí es que tú estás loca.
Lo miré de reojo y me acerqué un poco, todavía con esa sonrisa en los labios.
—¿Y sabes qué? Lo mejor de todo es que todavía me debes las gracias, porque podría haber sido mucho peor para ti.
—¿Peor? —se rió, incrédulo—. Destrozaste mi coche, me mordiste, y ahora estamos los dos en una celda. ¿Qué tan peor podría haber sido?
Le di una mirada rápida y me encogí de hombros.
—Bueno, al menos no te arruiné esa cara de princeso que tienes. No creo que hubiera sido tan generosa si me hubieras caído peor.
El princeso me miró fijamente, como si intentara descifrar si estaba bromeando o no. Yo solo seguía sonriendo, mientras nos mirábamos en esa celda fría, con la tensión flotando entre nosotros.
—Veamos si sigues tan graciosa cuando te llegue una carta judicial.
—Oh, por Dios, es tu manera de asustarme. —Fingí dramatismo y luego me reí como si no me importara, pero teniendo muy en cuenta las consecuencias que tendría si esto iba a los juzgados.
El gran problema en el que me metería. Me estaba desmayando por dentro.
—Tú sigue riéndote, ya verás —respondió él, entrecerrando los ojos—. Te lo digo en serio, esto no es un jueguito de secundaria.
Me crucé de brazos, fingiendo que no me importaba. Pero por dentro, algo en mí se tensó. Sabía que si esto llegaba a los tribunales, las cosas se pondrían realmente feas. Destruir su coche, morderlo y luego terminar en la comisaría no era algo que se solucionaría solo con una simple disculpa.
Me quedé en silencio, pensando en las consecuencias y en cómo podría salvarme. No era tan loca para decir que no era importante, porque lo era para un futuro borroso; antecedentes podían traerme problemas y yo, antes muerta, que pedirle ayuda a mis padres.
—¿Estás pensando en cómo pedirme disculpas?
Escuché su pregunta y la sangre empezó a hervirme. Alcé la mirada para verlo y vi en rojo sangre; le regalé una sonrisa completamente sincera de arrepentimiento y una gran disculpa.
—Claro, dis… —Vi su sonrisa satisfactoria y, antes de completar aquellas disculpas, le mostré mis dos dedos corazón—. Disculpa mis calzones.
—LOCA.
—Tu mamá.
—Te juro que te arrepentirás de esto —amenazó y no me quedó de otra que ponerme de pie y encararlo; me sacaba dos cabezas de distancia, pero alcé el mentón y le di la sonrisa más despreciable que tenía.
—Denúnciame, me la suda.
—Te va a salir caro, te lo aseguro.
Mi estómago se retorció un poco, y mi sonrisa se desvaneció por un instante. Sabía que tenía razón. Este era un problema: juicios, multas, antecedentes, el regaño de mis padres.
Ambos nos retamos con la mirada, por cómo se mantenía firme sabía que era uno de esos tíos que no se daban por vencidos y más teniendo razón. Yo fui la loca que se equivocó de coche. Sabía que era momento de disculparme, de jugar bien mis cartas y así quizá salga un poco ilesa de aquel problema. Pero su mirada desafiante me incitaba a retarlo, a no darle la satisfacción de ganar, pero aun así debía de hacerlo. Y lo hubiese hecho, si dos voces que conocía muy bien me llamaban por mi nombre.
Dejé de mirar al guapo imbécil y volteé hacia donde me llamaban; ya había reconocido las voces. Mi mejor amigo llamándome con preocupación y Marcus, sí, el mismo Marcus llamándome con una mera sorpresa de encontrarme en una celda de la ciudad, luego de jurarme que fui lo mejor de su verano y terminar conmigo.
—¿Marcus? Qué sorpresa.
No sé cuántas veces parpadeé; lo que sabía con exactitud es que estaba sonriendo como si no hubiese matado ni una mosca.
—¿Qué haces aquí? ¿Has venido a verme? —pregunté con esa pizca de esperanza y se preguntarán por qué tenía esa esperanza, si se suponía que lo odiaba, pero antes muerta que dejar ver que me afectaba.
—He venido por mi hermano…
—¿Tu hermano?
Su pregunta se repitió en mi mente e instintivamente volteé a ver al guapo imbécil, que me miraba de la forma más despreciable que podía existir en el mundo, pero ni mi tía Petunia se había atrevido a tanto.
—¿Es tu hermano? —Volteé a preguntarle, con la cabeza al colapso por todo lo que había hecho.
Veía a Marcus asentir con la cabeza y yo solo pensaba en lo mierda que había dejado el coche y la grandísima loca dolida que iba a parecer ante él.
—Veo que tú has sacado los mejores genes —dije, cavando más y más mi tumba.
Miré a Kit en busca de ayuda y, por su expresión, sabía en el pozo en el que estaba hundida.
El hermano soltó una risa sarcástica, mirándome de arriba abajo como si fuera un insecto atrapado en una telaraña.
—Oh, ¿de verdad? —dijo con una sonrisa torcida—. Claro, porque nada dice "mejores genes" como una loca que destroza coches para desahogar sus frustraciones amorosas.
—Ey, tranquilo, no hay necesidad de atacar —intenté sonar relajada, pero el tono en la voz de ese idiota hacía que se me erizara la piel—. Solo fue un pequeño accidente... que cualquiera podría tener.
—¿Accidente? —repitió él, levantando las cejas—. Llamar "accidente" a destrozar el coche de otra persona y luego morderle el brazo... Es como decir que una bomba es solo una "falla técnica".
—Vaya, tienes buen vocabulario —le respondí, intentando no perder la calma y manteniendo mi sonrisa, aunque por dentro moría de la vergüenza y quería esconderme detrás de mi mejor amigo.
Marcus me miró, todavía con esa mezcla de sorpresa y reproche, y al ver mi expresión, suspiró.
—Bea, en serio… —dijo, rascándose la cabeza—. ¿Fuiste tú la que le destrozó el coche?
—Es esta la misma loca —interrumpió el imbécil, señalándome.
—¡Ni siquiera sabía que él era tu hermano! Solo era una broma, un reto… Ya sabes de qué van estas fiestas,Marcus, ¿o no te acuerdas a cuándo te retaron…?
—Bea —Marcus pronunció mi nombre para que no continuara.
El hermano bufó y rodó los ojos.
—Qué conveniente. Justo en mi coche, justo la misma noche. Si esto no es el espectáculo más patético que he visto, no sé qué lo sería.
Apreté los labios y miré a Kit en busca de apoyo, pero él estaba más concentrado en no soltar una carcajada.
Justo a tiempo llegaron los oficiales para detener aquella situación vergonzosa en la que me había metido. Yo fui la primera en salir de la celda y me acerqué a Marcus para explicarle toda la situación; no quería quedar como una ex loca.
—Fue un reto, no fue mi intención —le dije con la voz más arrepentida que podía salir de lo profundo de mi ser.
En el escenario tenía a Kit y estaba 100% segura de que él conocía aquella voz de cordera bebé y que fingía no mirarnos para no morirse de la risa. Por otro lado estaba su hermano y ya podía oír su grito llamándome loca, pero no se rió, ni mucho menos me llamó loca.
Marcus me miró comprensivo y me susurró que se encargaría de ayudarme. Pude respirar un poco tranquila y, cuando me alejé junto a Kit, vi al imbécil un poco pensativo, como si estuviera atando cabos de lo sucedido.
—Vámonos, Beita —susurró Kit en mi oído, poniendo una de sus manos en mi espalda y empujándome con cuidado para avanzar.
Mis pies funcionaron y empezaron a andar, alejándome del lugar que ya se me estaba haciendo costumbre.
Salimos de la comisaría, no sin antes llevarme una gran advertencia y un gran “estarás en grandes problemas”. Mis días estaban siendo sujetos por el imbécil del hermano de mi ex y eso me aterraba.
—Contigo cada noche es una nueva anécdota que contaré cuando esté en el asilo —dijo Kit apenas entramos al coche.
—Es mi superpoder —murmuré, mirando por la ventana, perdida en el pensamiento de que si me llegaban problemas legales tendría que recurrir a mis padres.
—Puedo sobornarlo con dinero —dijo Kit, leyendo mi cara de preocupación.
—Ya pagaste mi fianza. —No me lo había dicho directamente, pero lo sospechaba. ¿Quién más lo haría? ¿Papá Noel?
—Soy tu sugar. —Sus palabras me sacaron una carcajada.
Kit era ese amigo rico que no sabía por qué se juntaba conmigo. Podía estar estudiando en otro país, pero seguía a mi lado desde la secundaria, cumpliendo mis caprichos.
—Si presenta cargos, estamos perdidos —susurró Kit, lanzándome una mirada preocupada.
—Lo sé, lo sé —respondí, tratando de mantener la calma, aunque por dentro estaba pensando en mil maneras de arreglar el desastre.
Ya me imaginaba llamando a mis padres, en busca de ayuda, y de tan solo imaginarlo me daban ganas de vomitar.
En ese momento, Marcus apareció en escena, con esa postura casual y esa sonrisa confiada que solo él podía llevar tan bien. Se acercó y me miró, manteniendo una expresión de desaprobación… aunque noté una pequeña sonrisa en la comisura de sus labios. ¿Por qué era tan guapo?
—Hablé con Leo —dijo finalmente, cruzándose de brazos—. Está dispuesto a dejarlo pasar… esta vez. No habrá cargos, Bea.
Lo miré, sorprendida, y sentí cómo una mezcla de alivio y orgullo se expandía en mi pecho, transformándose en una sonrisa de victoria.
—Eres un maldito —le dije, dándole un ligero empujón en el brazo—. ¿Qué? ¿Te divierte verme arrastrándome en este caos?
Marcus soltó una carcajada y alzó las manos en señal de paz.
—Vamos, Bea, admite que no puedo dejar que destruyas la ciudad cada vez que tienes una crisis.
—Lo que me faltaba, un héroe en mi vida —bufé, rodando los ojos, aunque agradecida de verdad.
—Me debes una, Beatriz. —Me lanzó una mirada que me lanzaba en esas noches de verano en las que terminábamos follando como si quisiéramos formar una gran familia.
Alguien que sujete mis bragas, por favor.
—Soy toda tuya —le seguí el coqueteo, odiándome por eso.
—¿Te puedo llamar una de estas noches?
—Claro —Le guiñé un ojo—. Lleva condones —Me despedí de él con un saludo de capitán de barco y sonreí mordiendo mi labio a la vez que Kit ponía en marcha el coche.
—Eres una perra, Bea.
—No va en serio —me defendí, sabiendo que había un 50% en que si Marcus me llamaba podía ir.
—Aja, loca.
Nos reímos por esa pequeña escena y cuando alcé la mirada, pude ver al imbécil apoyado en la puerta del coche de Marcus.
Tenía esa mirada entre burlona y desafiante que parecía decir “no vas a volver a meterte conmigo tan fácilmente”. Sin poder evitarlo, sonreí y, como siempre, dejé que mi lado dramático tomara el control. Me llevé una mano a los labios y le tiré un beso volado, en un gesto descarado.
—Para compensar el mordisco —dije en tono coqueto, sin mirarlo directamente.
Leo sonrió de la forma más sarcástica y no dudó en alzar sus dos dedos de en medio.
Lo ignoré, saboreando el momento de aquel desastre en el que me estaba metiendo.
¡Hola, queridos dementes!
Espero que este capítulo les haya sacado más de una risa (y quizá también un "¡Bea, no puede ser!"). Me encanta jugar con el caos y las emociones intensas de los personajes, y Bea es ese tipo de persona que siempre se mete en problemas… pero que nos mantiene entretenidos.
Agradezco mucho sus comentarios y opiniones, ¡me ayudan muchísimo a mejorar! ¿Qué piensan de la dinámica entre Bea y Leo? ¿Es él demasiado cruel o ella demasiado alocada? Estoy emocionada de leer sus teorías y de saber qué les gustaría ver en los próximos capítulos.
Recuerden: sus likes, comentarios y estrellitas son mi gasolina para seguir escribiendo. ¡Gracias por acompañarme en esta historia llena de drama, sarcasmo y un toque de locura!
Nos leemos pronto 🥰
Ig: ancovi12
T
iktok: ancovi12
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