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Capítulo 1

BEA

A la mierda fue lo que pensé cuando empecé a destrozar el nuevo coche del hijo de puta de mi querido ex.

A la mierda fue donde me mandó hace unos días cuando cortó conmigo con la excusa de que el verano ya había acabado y necesitaba concentrarse en sus estudios. No sabía que sus malditos estudios eran follarse a la primera maldita perfecta que se encontrara en la fiesta del primer finde del semestre.

No me importaba. Claro que no me importaba. Quería venganza, quería falsos besos y un buen polvo. Una fiesta universitaria era perfecta para encontrar a quien buscaba lo mismo que yo y obtuve esa satisfacción en la puerta de un baño.

Sonreí por placer y sonreí porque sabía que Marcus no me importaba. Pero al volver al caos de la fiesta y ver que seguía con esa perfecta mujer, aquella presión en mi estómago me incitó a querer gritar, llorar, patalear y mandarlo todo a la mierda.

Solo fue un amorío de verano; no quería nada serio; estuve de acuerdo en cortar lo que sea que tuvimos. Pero ahí estaba, viendo cómo alguien más estaba sentada en sus piernas, cómo le susurraba cosas al oído y ella reía.

¿Por qué?

No tenía una respuesta clara, pero sí sabía que quería venganza. 

—Okey, Beatriz, lo que sea que está pasando por esa cabecita es mejor que lo olvides —dijo Kit, llegando a mi lado.

—Tiene esa sonrisa de diablo —murmuró Naty lo suficientemente fuerte para escucharla—. Bea…

—Shhhhh —La callé y miré a Kit, no podía verme en el espejo, pero sabía que una sonrisa maliciosa ya se había apoderado de mí—. Sigues llevando el bate en la cajuela, ¿verdad?

—Sí…

Sonreí con más gusto y simplemente dije:

—Genial.

Miré a mis dos mejores amigos y agarré un vaso de cerveza. La sonrisa de diablilla al pensar en mi pequeña venganza creció más.

—Brindemos por esta noche, pequeños diablillos.

Kit y Naty me miraban con una mezcla de preocupación y diversión. Sabían que cuando algo se me metía en la cabeza, no había vuelta atrás. Nadie podía hacerme cambiar de opinión y ellos eran mis mejores amigos que me acompañaban a cada travesura solo por la experiencia y por mí, obviamente.

—Vámonos. —Enredé mi brazo en el brazo de Nat y besé su mejilla, lanzándole un lindo piropo—. Estás todo un bombón.

—Me das miedo —susurró, siguiéndome.

—Pero me amas.

La vi sonreír e hice lo mismo con Kit. Era mi dúo de mejores amigos, desde la escuela y ahora en la universidad. Éramos los tres mosqueteros, un poco alcoholizados quizá.

Al salir de la gran casa donde se llevaba a cabo la fiesta, empecé a contarles mi pequeño plan. Una pequeña venganza.

—¿Estás segura de esto, Bea? —preguntó Kit, con una ceja levantada—. No quiero que termines en la comisaría… otra vez.

—Tranquilo, esto es un simple ajuste de cuentas —respondí, tomando un gran sorbo de cerveza. Sentí el líquido frío deslizarse por mi garganta mientras mi sonrisa se hacía aún más grande—. No habrá pruebas… Solo un coche hecho añicos. Es normal en estas fiestas, peleas entre idiotas y un auto dañado, ¿o no te acuerdas cuando encontramos tu auto destrozado?

Nuestra primera fiesta como universitarios trajo consigo una gran factura para arreglar el coche de mi grandísimo amigo Kit, que aparcó su coche en el lugar menos afortunado.

—Lo que daría por ver su cara mañana. ¡Le va a arder el culo! —dije, animándome más.

Naty soltó una risa nerviosa y me empujó suavemente.

—Pero Bea, si algo sale mal, ¡yo no te conozco!

—Por supuesto que no —respondí con una sonrisa pícara. No arrastraría a mis amigos a mi travesura—. Seré rápida, limpia… y totalmente anónima.

Kit suspiró y sacó las llaves del coche de su bolsillo, haciéndolas girar entre sus dedos.

—Está bien, pero si me arrestan, no pienso compartir celda contigo —bromeó.

—No te preocupes, Kit. Esta noche, somos intocables.

Tomé otro sorbo y levanté el vaso, observando a mis dos cómplices. Kit tenía ese brillo en los ojos de quien sabe que lo que estamos por hacer es una locura, pero igual va a seguirme. Nat… Bueno, Nat siempre ha sido la más cuerda, pero no podía negarse a una aventura. Especialmente una que involucrara una venganza contra un hombre.

—Por los diablillos —dije, levantando el vaso en alto.

Los tres chocamos los vasos y, en ese momento, supe que no había marcha atrás.

Di un gran trago y eché el vaso al suelo, dejando caer algunas gotas del contenido que quedó. Nat se quejó por aquel gesto contra el medio ambiente y se agachó a recoger el vaso que tiré, mientras yo sacaba mi móvil y volvía a ver la historia que había subido Marcus con su nuevo coche.

Un lujoso coche. 

No tenía ni idea de coches, pero por la foto sabía que era negro y, para su mala suerte y para mi beneficio, se le veía la placa.

Menudo idiota.

Hubiese sido difícil ponerme a buscar entre los tantos coches un auto negro y con cierto número de placa, pero como 3 pares de ojos ven mejor que un par, terminamos encontrando el coche en menos de lo esperado.

Estiré mi mano hacia Kit, quien me entregó el bate con firmeza.

Sé que había dicho que yo no quería nada serio con él, que en realidad no quería ser nada serio, pero follamos; al día siguiente volvimos a follar, follamos mucho y puede que les haya dicho a mis colegas que quizá Marcus podía ser el primero en ganarse mi cruel corazón, pero acabó con lo nuestro aquel último día de verano. Y luego regresé a la ciudad y pensé en verlo, follar, hablar y luego esto…

¿Qué hice mal? ¿Había algo malo en mí?

El golpe del bate contra el parabrisas resonó por toda la calle. Me detuve un segundo para admirar cómo las grietas se extendían como una telaraña. «Perfecto». Solté una risa que sonaba más loca de lo que esperaba, pero no me importaba. Ya nada me importaba.

A la mierda él, a la mierda todo.

El muy imbécil pensaba que podía deshacerse de mí como si fuera un trapo viejo, solo porque se le acabó el verano. Pues, bien, ahora vería lo que pasaba cuando me trataban así. El sonido del cristal al romperse fue música para mis oídos.

—Esto es por todas las mentiras que soltaste, maldito cabrón —murmuré, antes de darle otro golpe al espejo retrovisor. Cayó al suelo con un chasquido satisfactorio.

—¡Malditos hombres! —gritó Nat y ella me quitó el bate para darle otro golpe al parabrisas.

Mi boca se abrió por sorpresa y le di una sonrisa de satisfacción.

—Natalia, te amo.

Le dio otro golpe y lanzó su vaso de cerveza al coche. Me tendió el bate y le di otro golpe, imaginándome su perfecta cara al encontrar su nuevo coche hecho pedazos. Quería que sintiera lo que yo sentí cuando me enteré de lo de esa perra rubia, con su sonrisa perfecta y su falda corta. Quería hacerle daño, aunque solo fuera así.

—¡Oigan, ese es mi coche! —gritaron y esa claramente no era la voz de Marcus.

Miré hacia un costado con una pequeña pizca de terror y ahí estaba, un chico al que no conocía, observándonos con una expresión que no dejaba lugar a dudas: nos había visto.

—Mierda —murmuró Kit al percatarse—. Tenemos que irnos.

—¡Corran! —grité y empecé a correr hacia el coche de Kit.

Agradecí haber llevado unas perfectas botas, que me hicieron correr como una loca a punto de ganar una mega carrera. Kit ya había llegado a su coche y lo estaba encendiendo para salir como unos putos cobardes llenos de coraje. Yo ya estaba a nada de llegar, pero no veía a Nat por ninguna parte y al mirar atrás vi cómo sus pies se enredaron y caía contra la pista… Se levantó y quiso volver a correr hacia nosotros, pero aquel desconocido la agarró del brazo. Vi el pánico de mi mejor amiga y la conocía tan perfectamente bien que supe que por su cabeza vi todo su futuro arruinado.

—¡Suéltala! —grité.

El corazón se me aceleró y, antes de pensarlo dos veces, me di la vuelta. Nat forcejeaba, pero no podía soltarse. Corrí hacia el tipo como un toro desbocado, lanzándome contra él con todas mis fuerzas. Lo embestí con la cabeza directo al estómago, haciéndolo tambalearse y soltar a mi Naty.

—¡Corre! —le grité, mientras me quedaba frente al chico, lista para lo que viniera. Natalia vaciló un segundo, pero luego salió corriendo hacia Kit, mirando hacia atrás con algo de miedo.

El tipo, que apenas se había recuperado de mi embestida, levantó la vista hacia mí, furioso.

—¿Qué demonios te pasa? —gritó, tratando de agarrarme de nuevo, pero yo fui más rápida. Le lancé un puñetazo directo al estómago, haciéndolo doblarse.

—¡Eso es por joder a mi amiga! —escupí, sintiendo una mezcla de adrenalina y miedo.

Pero antes de que pudiera reaccionar de nuevo, escuché las sirenas. La policía. El sonido hizo que mi corazón diera un vuelco. El chico se enderezó y trató de agarrarme, pero esta vez fui más rápida, lanzando un codazo que lo hizo retroceder.

—¡Bea, vámonos! —gritó Kit desde el coche, las llantas ya rechinando en el asfalto.

Miré al chico, que estaba luchando por respirar, y luego a las luces azules que se acercaban rápidamente. No había tiempo que perder. Sin pensarlo dos veces, salí corriendo hacia el coche. Mis piernas temblaron y luego sentí un gran peso sobre mí y caí directo al suelo. Grité por lo doloroso que fue: aquel idiota se había lanzado a mí como un maldito luchador de sumo.

¿Qué pensaba?, ¿que estaba en los juegos del hambre?

—Déjame en paz.

Estuvimos forcejeando; me moví como un asqueroso gusano. Quedamos frente a frente, él encima de mí. Ni siquiera me detuve al verle la cara, solo pataleaba y le tiraba puñetes hasta que él me sujetó de las muñecas.

—¡Maldita perra! ¡Quédate quieta!

Eso jamás. Puede que sí sea una perra, pero nadie me daba órdenes.

Le mordí el brazo y me solté de él, a la vez que Kit gritaba que me subiera al auto, pero era imposible; ya podía ver las luces de las sirenas de la policía y aún tenía a este idiota encima de mí.

—¡VETE, IMBÉCIL! —grité, sabiendo que si Kit y Nat se quedaban, estaríamos todos jodidos.

No podía verles la cara, pero sabía que Kit dudó por un segundo, pero luego aceleró y salió disparado. Yo me quedé allí, jadeando, con las manos temblorosas y el imbécil aún tratando de levantarse del suelo, sujetándose el brazo donde lo había mordido.

Sabía lo que se venía. Las patrullas se detuvieron, y dos policías salieron de los autos, apuntándome con linternas. Mi cuerpo aún estaba lleno de adrenalina, y las luces me cegaban, pero no me moví. No iba a correr. Ya no había a dónde ir.

—¡Alto ahí! —gritó uno de los policías, mientras el idiota me dejaba en paz y se ponía de pie, alzando sus manos.

—¡Mierda, mierda! —murmuré para mí misma, mientras me incorporaba y levantaba las manos lentamente.

Las luces me cegaban y sabía que esta vez tendría problemas serios. Aún así, una sonrisa involuntaria apareció en mi rostro. A pesar del caos, no pude evitarlo.

Estaba un poquito loca, pero ese era mi encanto.



















































¡Hola! 

Antes de que te sumerjas más en esta historia, quiero aprovechar este primer capítulo para presentarme. Me llamo Antonella, y estoy emocionada de que hayas decidido darle una oportunidad a mi trabajo. Escribir siempre ha sido mi forma de expresar emociones, crear mundos y conectar con personas, así que espero que esta historia te atrape tanto como a mí me atrapó al escribirla. 

Este primer capítulo refleja lo que me encanta en una historia: personajes intensos, un toque de caos y emociones que a veces no sabemos cómo manejar. Beatriz, nuestra protagonista, es complicada, imperfecta, pero, sobre todo, humana. A lo largo de los capítulos, te prometo risas, momentos tensos y tal vez un par de lágrimas (o eso espero). 

Si te ha gustado, no dudes en dejarme un comentario; amo saber qué piensan mis lectores y cómo perciben este pequeño universo. Y si quieres, también puedes seguirme para no perderte los próximos capítulos. 

Gracias por acompañarme en este viaje. ¡Nos vemos en las próximos capítulos! 

Ig: ancovi12
Tiktok: ancovi12

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 ©  a  n  c  o  v  i  1  2

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