Capítulo 8
Tres días. En tres días dejaría todos sus planes para involucrarse con un desconocido en un absurdo plan. ¿Y si se trataba de algún maniático que quería raptarla para exigir dinero por un rescate? Lo pensó, pero luego recordó que no es millonaria ni proviene de una familia ostentosa como para sacar provecho de su secuestro. ¿Y si se trataba de un contrabando de mujeres? Eso también salió de su cabeza al meterse a Google y buscar todo lo relacionado al empresario Marcos García. Sí, era muy real, incluso en su biografía había mucho más de lo que pudo haber imaginado. El tipo no era un rico cualquiera, no, nada de eso, su cuenta bancaria estaba ligeramente calculada en unos doscientos cincuenta mil millones de euros, y otros sesenta mil invertidos en obras de caridad. Definitivamente no podía con tanto, ¿cómo es que un hombre de tal prestigio se había involucrado con ella? Bea era solo una administradora en el cuerpo de una secretaria, queriendo reunir el dinero suficiente para sustentar a sus padres y comprarles una linda y enorme casa en la ciudad de México. ¿Qué cables del destino milagroso se habían cruzado?
Se había encontrado a un hombre sexy, millonario y encima enigmático, ¿qué más podría pedir?
«Que me trague la tierra y me escupa en China, allá no hay bombones de ojos azules y dudo mucho que algo como esto me vuelva a pasar», pensó, mientras se lanzaba de espaldas sobre la cama de su cabaña, procurando acurrucarse y dormir para enfrentar el día siguiente.
* * *
El primer reto de la mañana fue contarle a sus primas lo que había ocurrido, pues al llegar a la cabaña la noche anterior se encontró una nota donde le avisaban que habían salido de fiesta como cada noche. Así que la plática matutina prometía.
—Cuéntalo todo y exagera. —Fue el recibimiento de Fátima nada más llegar a la mesa. Bea tragó su último trago de capuchino y sonrió con sorna—. ¿Te lo cogiste?
—¡¿Qué?! ¡No! Ya quisiera... —ronroneó dejándose caer contra el espaldar de su silla—, solo hablamos.
—A la verga... ¿O sea que no vio tu chingona lencería de Victoria Secret?
—Negativo.
—De lo que se perdió —lamentó encogiéndose de hombros mientras arrastraba su silla y se sentaba a su derecha.
—¡Buenos días! ¡Beatriz Anderson, nos debes un chisme gordo! —saludó Martha, aún bostezando. Tenía todo el rimel y la máscara de pestañas esparcida alrededor de sus párpados.
—Primero lávate la cara, con ese aspecto de mapache no me concentro.
—Ay nenas, no tienen idea de lo que son capaces los rusos... —gimoteó mientras salpicaba de agua su rostro con la pila del lavabo—, ¿Ven esto de aquí? —señaló una marca rojiza en su cuello—, imagínenselo dos veces más grande, justo encima de su pe...
—¡No wey en serio? —exclamo Bea, con los ojos abiertos como platos.
—Le dije que cero marcas, pero no entendió ni papas mi español, y pos ya me conocen, de todas me las desquito. Le dejé un bonito recuerdo en su pelvis.
—Salir contigo es traumático —balbuceó Fátima, untándole mantequilla a sus tostadas con huevo.
—Los hombres no opinan lo mismo.
—Con tal de que les abras las piernas.
—¡Oh, perdona, Virgen María!
—¿Me van a escuchar o pretenden discutir sobre la vida sexual de Martha toda la mañana?
—Ya perdón, continúa —se excusó Fátima, y la siguió la otra, no sin antes dedicarse una mueca mutuamente.
—Bueno, hice lo acordado, le dije que sí. Pero créanme, es más serio de lo que parece, al parecer debo enfrentarme a una familia de ricos que me tratarán horrible cuando se enteren que soy mexicana, a demás, Marcos estuvo de novio cinco años con su ex, y su familia la adoraba ¿se imaginan cómo me mirarán cuando llegue a esa casa? ¿O sea, es un cambio súper brusco, de señorita adorada a mexicana desconocida? Es una completa locura...
—Estoy comenzando a arrepentirme de haberte motivado a aceptar —replicó Martha.
—Yo igual —secundó Fátima—. Sabemos que necesitas el dinero para sacar a tus padres del pueblo, Pero vamos, que no estás tan mal económicamente, míranos aquí en Hawaii.
—Nena, son mis ahorros de cuatro años, tampoco es que me lo he permitido con el salario de un mes.
—¿Y Jack? ¿Y si le pidieses el dinero prestado y se lo pagas con trabajo? No creo que te diga que no, él es muy dulce.
—No podría pedirle más a Jackson, ya hizo bastante pagando el tratamiento de la pierna de papá, a demás... Espera, ¿él es muy dulce? ¿Y tú como sabes eso?
El silencio en la mesa se volvió incómodo en cuestión de segundos. Martha dejó de masticar, y Bea confirmó en los ojos temerosos de Fátima lo que desde hacía semanas se venía oliendo.
—¿Te gusta ese machista insoportable?
—¿¡Híjole no!? Pfff, ni siquiera lo conozco, solo lo escuché en una entrevista y me pareció muy gentil ,—explicó nerviosa, revolviendo más de la cuenta su chocolate.
Beatriz se echó a reír.
—No, ya, enserio, ¿desde cuanto te gusta? Te podría conseguir una cita, pero te advierto, si es igual de brusco en la cama como en la empresa... Uff, nena, va a acabar con esa piel virgen que tienes.
Martha se une a sus carcajadas. Esos encontronazos entre ellas eran bastante frecuentes, y aunque siempre terminaban en riñas, los disfrutaban bastante.
—¡Basta, que no soy virgen y lo saben! No se les puede confiar nada, aghsss.
—Ya, ya, lo siento, sigo a lo mío —carraspeó con la garganta y prosiguió—, quedamos en fingir que llevamos dos años conociéndonos por internet, y que nos encontramos en Hawaii y decidimos comenzar una relación en persona. No habrá boda ni nada por el estilo. Firmaremos un acuerdo falso para cumplir con un deseo de alguien que es muy especial para él, y una vez hecho, seré libre y volveré a México. Me dijo que en el avión me explicaría todo, y que mientras tanto, estos dos días que nos quedan aquí, me enseñará a comportarme los primeros días que estaré en España, ya saben, esos finales me querrán comer viva.
—¿Qué diría Romina de todo esto?
—Uf, Fat, ni me lo menciones. Pero sí, para ellos también ideamos un plan, y es el siguiente: Tras dos años de comunicación virtual, me reencontré con mi amor platónico en la playa, le conté de mis problemas financieros y me ofreció empleo en su empresa de Madrid.
—No mames, es tan creíble como que Fátima no es virgen.
—¡Sigues de pendeja y te abofeteo! —se defendió, ya harta de los comentarios hirientes de su prima mayor.
—La verdad no ofende, María.
Martha solía ser demasiado cruel con sus comentarios, y muchas eran las veces que lograba herir los sentimientos y el autoestima de quienes con ella se relacionaban. Pero si se comportaba así, era porque se lo permitían. Nadie se había atrevido a ponerle un freno definitivo a sus humillaciones, y Fátima estaba a punto de cambiar eso con una respuesta que, a demás de callarle la boca a su prima, también le calaba muy en el fondo de su corazón. Es que todos tienen ese punto débil qué, cuando se toca, ya no hay vuelta atrás.
—Pues ya está, lo acepto, soy virgen, no como otras que con dieciséis años se meten en la cama de su profesor casado para pasar la materia.
Aquello le puso fin a la conversación de la mañana, no se habló más después de eso. Beatriz decidió dejar en punto y coma su relato y Martha dejó el desayuno a medias y se arregló para posteriormente huir a la playa y evadir lo que se había dicho. Fátima se arrepintió segundos después de haber hablado, y su conciencia le restregaba el haber dicho algo tan sensible para su prima. Pero por otra parte, sabía que había actuado en defensa propia, alguien tenía que ponerle un punto en la boca a Martha, y esa mañana le tocó a ella.
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