Capítulo 6 "Propuesta irresistible"
De regreso a la cabaña Marcos no pronunció palabra alguna. Golpeaba el volante del auto con sus pulgares y fijaba la mirada plenamente en la carretera. Mientras tanto, Martha y Fátima no paraban de cotorrear en los asientos traseros. Bea, por su parte, seguía pensativa. Ese casamiento no había sido real, y para su suerte, no tenía validez legal alguna. Aún así, ella no entendía el estado preocupado de Marcos, como si fuese lo contrario.
Al llegar, sus primas fueron las primeras en bajarse, él las había dejado justo en frente de la cabaña para luego regresar a la suya y pretender que nada de aquello había ocurrido. Bueno, al menos eso pensó Bea que haría, pero al contrario, frenó su movimiento poniéndole seguro a la puerta.
—Emm, la puerta, está cerrada —emitió sacudiendo la manivela.
—Ya lo sé, necesito hablar contigo sobre...
—¡No! Disculpa pero no recuerdo nada, de hecho, a penas siento molestias, lo cual es raro teniendo en cuenta aquella cosa entre tus piernas que dejó muda a media playa.
—¡No es...!
—Te digo que no lo recuerdo, lo juro, así que puedes estar tranquilo. Podemos fingir que no pasó nada si quieres —le guiñó un ojo, él solo la miraba con una ceja arqueada y un lado de su labio superior levantado. Su cara era la típica representación de: ¿Qué mierdas dices?
Por dentro moría porque le dijera que no recordaba nada, y que quizá deberían recrearlo de nuevo, esta vez sobrios. Esperó una insinuación de su parte que no parecía soltar nunca.
—Joder con qué loca me he metido —susurró negando con la cabeza notables veces. Al parecer aquello le sería más difícil de lo que imaginó. Beatriz era una mujer difícil, y no en cuanto a temas amorosos precisamente, sino a su carácter juguetón y sin frenos.
—Ya te dije que no me has metido nada...
—¡¿Me dejas explicarte?! Joder... —escandalizó, dejándola muda unos segundos que él hubiese querido fueran eternos.
¡Esas palabritas españolas la mataban!
Por su seguridad decidió hacer silencio, se estaba comportando como la Bea loquilla que era frente a un hombre que no conocía del todo. La noche anterior había salido con un Marcos ebrio y juguetón, nada que ver con el que había amanecido con ella en la arena.
—Cásate conmigo.
«¡Ey, ey, ey, sujétame la brocha que me llevo la escalera». Pensó, ante el shock de la locura que había dicho. Definitivamente se había vuelto loco.
—¡Ja, ja, ja, ja...! Que bonito, te ves lindo cuando bromeas —contestó sin dejar de reír mientras palmeaba su hombro.
Él siguió serio, y lo próximo que hizo fue agarrar la piel de su mano con su índice y pulgar y sacarla de su hombro para dejarla caer como si fuese un trozo de carne. Fue un gesto tan raro que la hizo abrir la boca para reclamarle. ¡Quién se había creído!
—¡Ey no me...!
—¿Podrías dejarme explicar?
Respiró y asintió. Necesitaba entender aquella burrada que había iniciado. Marcos no parecía ser un loco, así que si hacía silencio tal vez entendería sus palabras.
—Aquellas fotos que dicen las locas que andan contigo, las necesito. Pero más que eso, serás mi esposa a tiempo parcial, solo hasta que mi familia se calme...
—Espera, espera... Has una pausa y aclara bien porque no he entendido nada. ¿Me estás pidiendo que me case contigo para calmar a tu familia?
Tan absurdo como sonaba, así fue, una propuesta bastante fuera de lo cotidiano. Por un momento pensó que era broma, pero su rostro serio le hizo dudar.
—No te estoy pidiendo nada, te comunico lo que serás a partir de... —Miró su reloj de pulsera—, mañana a las tres de la tarde. Y durará cuatro meses.
Rió aún más fuerte, la palabra absurdo le quedó chiquita aquella mañana. Cuando se burló de sus palabras lo suficiente, y vio que su rostro permanecía serio, decidió tragarse la estupidez y ponerle seriedad al asunto.
—No estás hablando en serio ¿verdad?
Negó con la cabeza.
—Ay no mames, de dónde salió este pinche loco... —murmuró entre dientes. No podia creerse aquella propuesta tan irreal y fuera de lugar.
¿Marcos le estaba proponiendo matrimonio? Pero espera, no sería por amor ni mucho menos... Se trataba de un acuerdo a conveniencia, nada más que eso... ¿Qué podría salir mal?
—No estoy loco, y lo que te estoy proponiendo es mejor de lo que crees. Te doy el dinero que me pidas a cambio de que seas mi esposa.
—¿Qué te fumaste? —insistió ella y Marcos le pegó un puñetazo al volante—. ¡Ay perdón, es que no lo creo aún! ¿Estás seguro de lo que dices?
Resopló y suspiró profundamente antes de quitarle el seguro a la puerta. Presionó los párpados de sus hermosos ojos y soltó una bocanada de aire para luego decir: —Ya vete, no soportaría ni dos días en falso matrimonio con una mujer tan...
—¡Disculpa! ¿Me estás diciendo loca?
—No, te estoy diciendo anormal, que es peor.
Ante aquella grosería, no hizo mas que arquear una ceja y pegarle un golpe a la puerta.
—¡Me largo, déjame salir! —le gritó, no supo por qué pero lo hizo.
¡¿Quién diablos se creía para tratarla así?! ¿Qué había pasado con el agradable Marcos de la noche anterior?
—La puerta está abierta —contestó sin despegar la mirada del frente. No hizo falta nada más para bajarse y salir como resorte de allí camino a la cabaña.
Necesitaba contarle aquella locura a sus primas y eso fue lo que hizo. Martha también se burló y lo tachó de loco. Ambas se rieron por minutos mientras le contaban lo que las personas de la playa habían dicho de la pareja nudista que amaneció en la orilla. Si sus padres se enteraban de esto sería la prueba que les faltaba para meterla en un manicomio.
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