Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 3 "Boda cancelada"

"Se busca un amor de verano que dure, por lo menos, cincuenta veranos más".


   
    La música en vivo llenaba el aire con notas suaves de ukelele y tambores hawaianos. Los clientes, tanto lugareños como turistas, se mezclaban en la pista de baile, moviéndose al ritmo de la melodía.

  Después de bailar un rato y sumergirse en la música, decidió tomar asiento en la barra junto a sus primas. Se acomodaron en las sillas de madera oscura, observando al barman experto mezclando bebidas. Beatriz miró alrededor, absorbida por la atmósfera encantadora y tomando aire buscando recuperar oxígeno.

    El camarero se acercó, sonriente, y dijo: —Aloha de nuevo señoritas, ¿qué desean hoy?

    Bea pidió otra de las especialidades del lugar, un cóctel llamado Ola Azul, mientras Martha y Fátima optaron por el Sunset Tropical y el Puesta de Sol en Hawái, respectivamente.

     Entre un par de tragos y risas desenfrenadas, el mundo de Bea se detuvo en seco. Allí, en medio de los bailarines y los risueños clientes, su mirada impactó con la de aquel hombre guapísimo que por segunda vez había visto. Vestía una camisa de mangas cortas que dejaba entrever sus brazos bronceados y shorts que mostraban piernas fuertes. Su cabello oscuro tenía mechones rebeldes, y sus ojos azules brillaban. El universo pareció reducírsele en aquel instante, y de forma involuntaria, se encontró lanzándole piropos nuevamente. Recordó que la primera vez que le vio no pudo parar de halagarlo sentada en el mismo lugar de ahora. Es que cualquiera con dos dedos de frente caería a los pies de semejante hombre.

    —Ey. —El barman tocó su brazo y volvió la cara a él con una expresión vaga.

    —Sí, ya me dijiste que tiene novia y que se va a casar, pero eso no me impide mirarlo ¿o sí? —le dijo y sonrió negando con la cabeza.

    —Ya no habrá compromiso, se suponía que sería hoy —enunció encogiéndose de hombros mientras preparaba su próximo truco—, no sé que pasó, pero creo que ya no están juntos, te lo digo por si te interesa —culminó con un guiño y se llevó una mano al pecho.

    —¿Sabes algo más? —le cuestionó más curiosa de lo que había estado en siglos.

    —Vinimos aquí a liberar el estrés, a divertirnos, no a que te enamoraras de un extranjero. Mira que eso nunca termina bien —resaltó Martha y llevó su copa a sus labios.

     Ella empezó a abogar por las relaciones abiertas hace algunos años, su primer relación sentimental terminó con un par de cuernos (quizás más) sobre su cabeza, y casi tres meses de superación. Eso la llevó a convertirse en una Casanova dispuesta a no enamorarse por un largo periodo de tiempo.

    —¡¿Y quién ha dicho que me he enamorado?! ¿Sabes lo que me estoy imaginando? —Alzó y bajó las cejas repetitivamente—. No, mejor no te digo.

    —¡Qué cerda eres! Pero sí, está buenísimo —susurró Martha mordiendo su labio inferior, aquello le sonó a competencia.

    —No manches, yo lo ví primero —le replicó señalándola con su dedo índice y ella alzó sus manos a la altura de su pecho en señal de rendimiento.

    —Todo tuyo, me van más los rubios frikis —dijo encogiéndose de hombros. Bea estaba conciente de su tan particular gusto por los hombres tímidos que visten raro.

    —¿Estará esperando a alguien? Digo, se le ve tan pasmado, ¿no creen?

    —No lo sé, Bea, solo hay una forma de averiguarlo —secundó Martha, dándole un largo sorbo a su copita media de líquido azul.

    —Ni de coña, no haré el ridículo. —Se negó. De ninguna forma le coquetearía a un hombre que acababa de romper con su prometida, es decir, seguro estaba triste, quizá había venido a despejar un poco por aquella ruptura. «Ha de tener un humor de perros», creyó. Por unos minutos no quiso ir, pero luego pensó y pensó, y llegó a la conclusión de que jamás le había importado hacer el ridículo, Beatriz Andersson jamás se avergonzaba de nada.

    —Esa sonrisa tuya no dice lo mismo —apuntó Martha con una media sonrisa—, apuesto a que te acepta una copa, ¿qué dicen ustedes muchachos?

Para cuándo hizo esa pregunta, ya habían tres extranjeros sentados a en su compañía, bastante atentos a su conversación. Incluso uno le decía cosas al oido a Fátima mientras ella entornaba los ojos, mas no se apartaba.

    —Yo no la rechazaría —dijo el más alto de los tres, restándole importancia con una risilla coqueta dirijida a Bea.

    —Gracias por tu voto, ¿y los demás?

    —Opino igual.

    —Yo también, estás bien buena —contestó el último con acento portorriqueño.

«Ay por dios, latinoamerica en Hawaii», meditó Bea.

    —¿Lo ves? Todos estamos de acuerdo, venga, invítale un trago —insistió Martha.

    —Ok ok, pero admitan que no será nada fácil meterme con un hombre así, vamos, ¿qué me darán a cambio si lo hago? —propuso y Fátima se cruzó de brazos.

    —¿Estás apostando, querida? —chilló ante el estruendo de la música local, había subido un grupito de viejitos super tiernos a tocar rock and roll.

    —No saldré mal parada de esta. En el mejor de los casos aceptará, en el peor pero benéfico para mí, me rechazará y me llevaré unos buenos doscientos dólares por cada uno.

    Los tres extranjeros se miraron y sonrieron, como si doscientos dólares fuesen unos centavos, y estrecharon sus manos con la de ella. Fue ahí que le dijeron sus nombres: Edgar el rubio con mechas rojizas, Roberto el delgado pelinegro de ojos verdes, y Jonathan el rubio de pelo largo recogido en una coleta.

    —Trato hecho, entonces ve allí, antes de que se le acerquen las latinas de la esquina.

    Al Fátima darle ese dato tan importante se fijó en las muchachas, todas morenas y con un cuerpo de envidia, «cosa que yo no llevo pero bueno, ahí voy, el carisma lo tengo, y preparo un agua con azúcar para combatir resacas que te mueres», pensó con orgullo.

    Él continuaba parado en frente de la puerta como si fuese guardia de seguridad, con su mirada perdida en la multitud.

    Segura de sí misma y con una sacudida de cabello, se levantó de la silla dispuesta a hablarle. Martha y Fátima la tomaron de los hombros, palmearon sus brazos y la hicieron inhalar y exhalar cuál campeona de boxing antes de lanzarla al ring de tremendo hombre. Por un momento sintió que sus tacones estaban flojos «dios mío ¿y si me caigo?», pensó nerviosa, pero siguió su camino. Cada paso que daba se acercaba más a su encuentro, y su corazón no ayudaba en lo absoluto, parecía descontrolado.

    —Hola —se atrevió a decir. De cerca le llevaba una considerable altura, así que agradeció andar con sus peligrosos zancos de diez centímetros.

    —Hola.

    —¿Te puedo invitar a un trago?

    La recorrió de arriba a bajo, causándole un escalofrío momentáneo. Sonrió, intentando mantener la compostura, porque debía ganar ese reto. Ella tenía que lograrlo sí o sí.

    —Invito yo —propuso seriamente, ni siquiera la miró a los ojos al hablar, y Bea soltó un "sí" tan desesperado que ahí sí tuvo que reír.

«No pude haber sonado más ansiosa», indagó un poco avergonzada.

    Caminaron hasta una mesa con dos sillas, una frente a la otra, en una esquina bien reservada del local. Mientras se dirigían allí le lanzó un par de señas de triunfo a sus primas, contoneándose al lado del hombre más guapo que había conocido en su vida. El joven al parecer notó su falta de vergüenza, pero aún así se limitó a acompañarla

    —¿Lugareña o vienes de vacaciones? —empezó a preguntar, con sus manos entrelazadas sobre la mesa de madera.

     «¡No mames! ¿Español? ¡Me saqué la lotería!». Hizo un baile de triunfo en su mente.

    —Lo segundo —dijo—, ¿y tú?

    —Igual. —Hizp una pausa y frunce sus carnosos labios para continuar—. Perdona que no parezca tan divertido, la verdad no tengo buen humor.

    —Tranquilo, entiendo perfectamente, aquí las noticias corren muy rápido —se apresuró en aclarar y al segundo maldijo para sus adentros por ser tan chismosa.

    «Es muy pronto para que metas la pata, Bea».

    —Entonces supongo que lo sepas.

    —Lo único que sé es que me encanta que hayas aceptado mi invitación.

    —Jamás le negaría algo a una señorita como tú.

Un rechazo no significaría nada para ella, siempre que perdía una batalla se lanzaba a otra con más fuerza que antes, por ello muy pocas veces dejaba perder un objetivo. Así que aquella misión se había vuelto una meta importantísima que no pretendía desperdiciar. Se iría a la cama con mil dólares esa noche, eso era seguro.

—Oh, vaya, me siento especial —contestó con sarcasmo y él frunció el entrecejo, empezaba a agradarle su compañía.

    «¡Callate pinche perra lo vas a espantar!». Se regañó, sin embargo, la carcajada que salió de los provocativos labios del español le hizo creer que iba por buen camino.

    —Eres muy graciosa, y guapa. Disculpa si dije algo que te molestara.

    Pronunciar esas palabras con la "z" incluida la hizo estremecer, a demás, se notaba a leguas que había vebido, así que no sería tan difícil alegrarlo. Juntó sus piernas y rezó en su interior por autocontrol, era muy pronto para que causara tales cosas en ella.

    —Lo sé, un placer, soy Bea, Bea Andersson, mexicana. —Extendió su mano y él la estrechó para corresponder.

    —Marcos García, como te habrás dado cuenta, soy español.

    —Sí, me encantas... Digo, quise decir, España, me encanta España.

Y ahí estaban, esos agujeros preciosos en sus mejillas al sonreír.

    —¿Y si pedimos algo de tomar? Necesito emborracharte más —le dijo Bea  con un guiño de ojo y mordió su labio inferior.

    —Sea lo que sea que pretendes hacer cuando me emborraches podrás hacerlo cualquier día teniéndome sobrio, guapa.

   

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro