"La ira, y las vendas de envidia que ojos tapan, de eso está historia se trata"

El temperamento salía de sus manos, hacía alarde de ser grande con la mirada como era con la lengua, en plaza repleta y ojos sin nombre, hace de si un cantor salido al renombre.
Encuentra abandonado y sin tutela, lentamente a la espera, viendo a tan poco conocido entre los suyos y de veras exagerado en sus méritos, aguardando en sus miedos, aguantando con mucho orgullo, una astilla en sus dedos.
A conocido a alguien, pequeño y malogrado, tatuado con pesares y melómano en azares, tiene una guitarra agrietada con el tiempo, tiene en su mirada la imagen del tormento. A pesar de sus esfuerzos, conocidos no son de aquel momento, uno hace una estatua mientras el otro hace un gigante, uno atento a una mirada, el otro atento a tan patético personaje. Tienen dos palabras reconocidas en su semblante, cegado en celo, armando alardes; con audacia y poca gracia, surge para hacerse presente una batalla de elegancia con falta de la sangre.
Rápido con los dedos, un tornado de elocuencia en cuerdas; rápido de palabras, fuerte y audaz mas sin potencia en notas lerdas, entre dientes cae guardando la paz y sacando sus manos negras. Si no es por el crujir de la madera, caídos y abatidos sacarían sus espuelas, pues entre publico ensordecido no quedan mas secuelas, de lo visto y bien visto, de lo malo ignorado y canciones guardadas en clavos. Abatido por la furia recoge su promesa, deja atascado en el ganador amargado una triste duda en su pasado: recogiendo con sus manos, triste y abandonado, en astillas y madera tallada, en palabras ambiguas y aguas turbias, el nombre de la persona callada.