01| Maldito viejo chiflado
Disclaimer: Los personajes de esta historia y parte de su universo no me pertenecen, sino a JK Rowling. Sin embargo, la historia es mía.
***
Su pulso estaba un poco inquieto con aquella carta entre sus manos. El remitente que figuraba había logrado que sus nervios se agitaran. No tenía sentido recibir una carta de Albus Dumbledore después de tanto tiempo. Respiró varias veces antes de abrirla y comenzó a leerla poco a poco, manteniendo la calma en la medida de lo posible. Sin embargo, conforme sus ojos se iban paseando por cada línea y cada palabra del folio, más alterado se encontraba.
Apartó la carta de él y profirió un gemido agónico acompañado de una mueca de incredulidad. Simplemente, no daba crédito a lo que estaba leyendo.
La Segunda Guerra Mágica había terminado exactamente un año atrás. El Ministerio estaba colapsado de trabajo desde entonces, por lo que los juicios se deliberaban con suma lentitud. Su padre fue condenado a ir a Azkaban por varios años, librándose de la máxima condena y del beso de los dementores alegando estar bajo la coacción de los Mortífagos, que tenían amenazada a su familia. El juicio de Draco estaba cerca, se le acusaba de traición a Dumbledore y sabía que no iba a librarse en aquella ocasión.
Hasta aquel momento, pues dicha carta contenía el único modo, al parecer, de no entrar en prisión. Aunque para Malfoy, era peor el remedio que la enfermedad.
*
Hermione se dejó caer sobre el sofá de su casa después de haber leído una carta que le había llegado del fallecido Dumbledore. Respiró hondo a la par que cerraba los ojos, debía relajarse.
—¿Qué sucede, hija? —preguntó su madre—. ¿No ha habido suerte en la entrevista?
—No es eso... —respondió ocultando su rostro con el folio—. Aunque me parece que no ha habido suerte, no.
Se puso en pie, cogió su chaqueta y fue en busca de Harry para contarle lo sucedido.
—¡¿Qué?! ¡Eso es imposible! —exclamó Ron, el cual también se encontraba allí.
—Baja la voz... —murmuró ella.
—¿Qué piensas hacer? —Quiso saber Harry, transmitiéndole calma.
—Pues... no lo sé —confesó ella.
—A mí lo que me sorprende es que dudes —dijo el pelirrojo—. Obviamente no.
Hermione le dedicó una mirada de furia antes de hablar.
—Cállate, Ronald, soy libre de hacer lo que me dé la gana, ¿no?
El aludido puso una mueca de desacuerdo, se cruzó de brazos y miró hacia otro lado mientras murmuraba cosas ininteligibles.
Su relación con Ron Weasly empezó... y acabó. Ninguno de los dos se encontraba preparado en aquellos días para llevar una relación. Tenían discusiones continuas y ambos decidieron que lo mejor era romper. No obstante, su amistad continuó hasta la fecha.
—Creo que voy a aceptar —decidió ella tras un par de minutos en silencio—. Estoy segura de que Dumbledore no se equivoca y tiene razón. Esto lo está haciendo por un bien mayor, seguro. Él siempre tuvo esperanza en Malfoy.
Harry sabía que las palabras de Hermione eran fundadas, aun así, le guardaba rencor a Malfoy por todo lo que sucedió y la cobardía que mostró.
—Y mira cómo acabó —bufó.
Ella apretó los labios y agachó la mirada, volviendo a sentirse indecisa. Su amigo pronto notó cómo se encontraba, así que posó su mano en el hombro de ella en gesto de apoyo y asintió con la cabeza.
—Si eres tú, seguro que lo consigues —animó dedicándole una sonrisa que fue instantáneamente devuelta por ella.
—Necesito volver a leer esa carta —comentó Ron nervioso, agarrando el papel de la mesa.
«Hola, Srta. Granger.
Si está leyendo esta carta es seguramente porque yo no puedo comunicarle esto en persona y que, por fortuna, Potter consiguió frenar a Lord Voldemort.
Granger, usted siempre fue una alumna brillante y ejemplar y eso siempre molestó mucho a gran parte de la Casa Slytherin. Usted bien sabe que muchos de ellos no estaban conformes con su origen, pues se trata de una nacida de muggles y en la ignorancia está cómoda mucha gente, pero también en peligro. Bien sabemos que el origen no define al mago.
Si le estoy diciendo estas cosas, Granger, es porque tengo una misión para usted. Posiblemente, el joven Malfoy sea condenado a largos años en Azkaban por haber honrado lealtad a los magos equivocados, pero sé que Malfoy aún puede salvarse, no solo de prisión, sino de los ideales y prejuicios dañinos que posee.
Para ello cuento con usted Granger. Me gustaría que contraigan matrimonio y tengan una convivencia mínima de dos años. Sobra decir, que no deberá hacer absolutamente nada que usted no quiera hacer. Quizá en estos momentos le parezca una completa locura, pero tarde o temprano comprenderá mis razones más de lo que yo pueda explicarle.
Le haré llegar a Malfoy otra carta en el mismo momento que le llegue a usted ésta, exponiéndole mejor la situación.
Espero que acepte. Les he comprado hasta la alianza.
Con mis cordiales saludos,
Albus Percival Wulfric Brian Dumbledore.»
—Sigo sin dar crédito —suspiró Ron—. ¿Cómo puede Dumbledore hacer esto? ¿No es consciente de lo mucho que te ha despreciado y desprecia Malfoy? Solo tienes diecinueve años.
Hermione recordó cada una de las vejaciones del rubio dedicadas a ella.
—Decidido —dijo ella apretando los puños—. Lo voy a hacer.
*
Draco Malfoy no podía darle la noticia a su padre. Si lo hacía estaba claro que le diría que era mejor pudrirse en Azkaban que ser un traidor a la sangre. De hecho, ni el mismo estaba seguro de ello. Le dio un escalofrío por la espalda al pensar en él casado con la sangresucia de Hermione Granger. Había torturas mucho más apetecibles.
No obstante, tampoco quería ir a Azkaban. Había tantas cosas que quería hacer y que se iba a perder en prisión. Una parte de él se arrepentía de haber servido al Señor Tenebroso en lugar de ayudar a Potter. Pero es que Malfoy odiaba a Potter, era inevitable y parte de su naturaleza. Al igual que era parte de su naturaleza repeler a Granger hasta la saciedad.
Sus pensamientos y sus peleas mentales cesaron cuando el timbre de su mansión sonó. Draco hizo un amago de ordenarle a algún Elfo Doméstico que fuera a abrir, pero recordó a su pesar que ya ni un solo Elfo ejercía esa función. Había pasado un año y seguía teniendo aquellos dejes déspotas y esclavistas.
Cuando abrió la puerta y vio a la persona que estaba parada frente a él, sintió como una enorme roca imaginaria caía sobre su cabeza hasta dejarle sin sentido.
—¿Qué haces tú aquí? —inquirió exaltado.
Hermione le mostró su carta.
—Lo sabes de sobra —respondió entrando sin haber sido invitada e ignorando la expresión de Malfoy, que parecía que había visto a el-que-no-debe-ser-nombrado.
—Como mi madre vea a una sangresucia en esta casa, te echará a patadas.
—Pues se va a tener que acostumbrar a mí.
Draco tragó saliva.
—No me digas que te estás planteando...
—Sí —afirmó ella con un potente "sí" que se le antojó de repelente—. Estoy aquí para ayudarte, Malfoy.
—¿Para ayudarme?
Se estaba poniendo cada vez más nervioso.
—Voy a casarme contigo.
Draco se echó las manos a la cabeza.
—Granger, ¡te has vuelto loca! ¡Igual que Dumbledore! El viejo chiflado te ha pegado la demencia.
Por alguna razón, Hermione esperaba esa salida.
—¿Prefieres morir en Azkaban?
Aquella cuestión fue suficiente para que Draco se callara de golpe. En su mirada se podía ver el pánico que le daba aquel destino. Después, suspiró.
—No puedo insultar el nombre de un Malfoy casándome contigo.
Ella puso los ojos en blanco.
—¿Acaso crees que estoy dando brincos de alegría pensando en tener que convivir contigo durante mínimo dos años? Esto me da tanta rabia como a ti. No eres precisamente mi ideal de pareja perfecta. —Se quedó callada unos segundos antes de tomar una decisión—. De todas formas, si no quieres no hay más que hablar. Que te vaya bien de Azkaban.
Justo antes de salir, él la detuvo con su voz.
—Espera, Granger. —Ella se volteó para mirarlo—. ¿De verdad estás dispuesta a hacer eso por mí?
—Mucho me temo que sí.
Draco pensó en cómo sería vivir con su rival y enemiga, pero pronto vio todo un conjunto de modos de incordiarla en la convivencia, considerándolo como algo que haría mucho más llevadera aquella tapadera. Se le escapó una sonrisa maliciosa.
—Está bien. Granger, voy a casarme contigo. —Su voz era firme y decidida, aunque tambaleó cuando repitió y añadió—: Voy a casarme contigo y a mí madre le va a dar un ataque al corazón.
Ignoró su último comentario y le extendió un trocito de papel.
—Ten.
—¿Qué es esto?
—Mi número de teléfono.
—Tel- ¿qué? —Draco hizo una mueca de ignorancia.
Había olvidado lo absolutamente ignorantes que eran los magos que se jactaban de la pureza de sangre. Vivían en una burbuja. No tenía ganas de ponerse a dar una clase de objetos muggles.
—Nada. Olvídalo. Tu juicio es la semana que viene, iré a declarar —Se metió la mano en el bolsillo de su pantalón y extrajo un anillo plateado—. Tengo tu alianza.
Él sacó otro anillo de su polo verde, con la ayuda de un pañuelo para no tocarla directamente con los dedos, como si aquello fuera a envenenarlo.
—Y yo la tuya.
—Hay que guardarlas bien. Nos ayudarán en tu juicio. Nos vemos la semana que viene.
Malfoy se quedó solo mirando el anillo que tenía en su mano. Su vida iba a dar un gran cambio y capaz se volvía loco en el proceso.
Y todo por culpa de aquel maldito viejo chiflado.
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