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9. Everial, seca y yerma

Por mucho que le encantara la magia y ser protagonista de una serie, Olivia sentía que aquello no era para ella. Ella era una cobarde incapaz de levantar la voz cuando sus seres queridos necesitaban más que nunca su ayuda. Ella no servía para eso, cualquiera haría mejor aquello que ella. Pero claro, no todos tenían un físico casi idéntico a la reina Elia. 

El dolor de su muñeca la recordaba que era débil y quejica. El médico del castillo se había limitado a repetir las palabras de Guido, que aquello no era nada grave que con un poco de reposo acabaría desapareciendo el dolor. Pero el dolor seguía, persistente y molesto. 

Quería volver a su hogar, quería volver con su abuela y olvidarse aquella ciudad que olía a orina y basura descompuesta. No quería sentirse observada en todo momento, pero tampoco quería decepcionar a aquellas personas que habían puesto todas sus esperanzas en ellas. Había algo que les tenía preocupados, algo que todavía ni Guido ni Vito se habían atrevido a contarle. Por eso quería salir fuera de aquella habitación, investigar y conocer a más personas que pudieran dar luz a sus dudas.

Olivia se tragó toda la vergüenza que sentía y fue directa hacia la puerta. Cuando abrió, aquellos hombres se enderezaron. 

—Hola — dijo sin saber muy bien qué hacer o qué decir, sus mirados provocaron  que se sintiera diminuta —. Me preguntaba si podría hacer algo.

—¿Algo? —preguntó el soldado de pelo cano que ya había visto con anterioridad, Vito.

—Aprender, hacer algo. No sé situar ni si quiera a Everial en un mapa.

Vito asintió mientras se esforzaba en aparentar que aquello no le sorprendía. Aquella muchacha se parecía tanto a su antigua reina pero parecía tan distinta en todos los sentidos que no podía apartar la sensación de que Elia le estuviera tomando el pelo. Deslizó la vista hacia su compañero, Gael.

—Kai no se molestará si la llevo a la biblioteca.

No hicieron falta más palabras, Gael asintió y seguidamente retomó el camino para comunicar al Jefe de la Guardia dónde se encontraría la reina. Vito la indicó que le siguiera y caminaron por los oscuros pasillos del castillo. Había pasillos estrechos y anchos, oscuros e iluminados, solitarios y  repletos de personas, pero eran especialmente los oscuros e iluminados por  antorchas los que sorprendieron a Olivia por su aspecto fantasmal.

—¿Quién es Kai? —preguntó la muchacha.

—Guido, nuestro Jefe de la Guardia— pero aquello no le parecía suficiente a la reina ya que todavía veía la duda plasmada en su cara —. Vuestra madre era negada para los nombres, entonces cuando llegó Guido a la Guardia Real le llamaba Kai. 

—¿Y no la corregistéis?

—Sí, pero vuestra madre nunca quiso aprenderlo. Le entraba el nombre de Guido por un oído y le salía por otro— la muchacha asintió pensativa y Vito no podía dejar de mirarla con curiosidad. Hubiera dado cualquier cosa para estar dentro de su cabeza y saber cómo estaba asimilando aquella situación. 

—Está es la biblioteca —dijo mientras se paraban frente a una puerta de madera maciza. 

El pomo brillaba como si nadie lo hubiera tocado durante años, pero aquello no era lo único que se ganó su atención.  En cuanto el soldado abrió la puerta, pudo notar que la boca se le caía al suelo de la sorpresa. Había estanterías repletas de libros y en el techo había un fresco que imitaba un cielo repletos de ángeles.  

— Xoel es el encargado de mantener todos estos libros intactos.

—¿Un librero?

—Un escribano. También su consejero religioso.

El guerrero anduvo por la sala y Olivia le siguió. En una de las paredes había un mapa entero de un continente que no se parecía en nada a los continentes que ella ya conocía.

—Everial es esta parte del dibujo— dijo mientras señalaba con el dedo la parte superior  izquierda del dibujo. 

—Es pequeño, ¿verdad?

—Eso parece.

Era pequeño, aunque tal vez se lo pareciera porque a su alrededor solamente había Imperios que la triplicaban en tamaño.

—Actualmente es el tercer reino más grande, pero es el más antiguo de todo el continente. Hace un siglo, había cuarenta y cinco reinos en todo el continente.

—Vaya —exclamó sorprendida.

—Muy pequeños, claro —apuntilló—. No sobrevivieron a la Época Oscura que inició Arkan tras invadir a sus reinos colindantes —Vito señaló con el dedo el sur del continente y seguidamente movió el brazo hasta llegar extremo derecho del mapa —. Al mismo tiempo el imperio Guaní inició una invasión por el este y así fue cómo comenzó una carrera para ver quien se hacía con el control de todo el continente. Ahora solamente hay seis reinos en pie.

—¿Y por qué no absorbieron también a Everial?

—Lo intentaron, pero Guaní y Arkan querían hacerse con el control de nuestro reino. No llegaron a un pacto que repartiera las tierras de forma equitativa, por lo que iniciaron una guerra que duró años. Sus recursos escasearon y crearon un Tratado de Cooperación a partir del cual nos bloquearon todas las vías comerciales. Los cultivos se estropearon y fue un verano muy seco, por lo que más de la mitad del pueblo estaba desnutrido y agotado. 

—Pero sus fronteras se chocan —observó la joven —. ¿No han intentado matarse entre ellos?

—Sí. Estuvieron en guerra durante treinta años sin apenas treguas. Pero no consiguieron nada más que mermar la población y quedarse prácticamente sin ejército. Firmaron la tregua hace diez años pero en los territorios fronterizos todavía se vive la tensión.

—¿Y nosotros donde estamos?

—Aquí—señaló con el dedo índice un punto cercano a un  lago de gran tamaño —. ¿Te has dado cuenta que por la noche hace frío y por el día hace mucho calor? —asintió — es porque estamos en la falda de la montaña.

—Entiendo — pensó detenidamente mientras observaba el mapa —. Supongo que ya desistieron y estamos en paz.

"Por favor, dime que no he acabado en un país en guerra porque sino ya me muero" suplicó en su mente mientras le observaba con detenimiento. Aquel hombre la miraba pensativo y se dio cuenta de que era un hombre muy atractivo pese a tener por lo menos cuarenta años. 

—El peligro siempre esta latente, señora. Ya no tratan de invadirnos con espada en mano como hacían hacía cuarenta años, pero si que tienen la potestad de hacernos un bloqueo.

—¿Un bloqueo?

—Durante el reinado de su abuela, la reina Victoria, hubo un brote de "picazón" que hizo que más de la mitad de la población falleciera, incluido su abuelo. Ella fue la que detuvo la remesa de esclavos y aunque Guaní amenazaron con invadirnos, Victoria les hizo comprender que si llegaba la remesa de esclavos la enfermedad se traspasaría a su reino. Es por eso que el pueblo tiene mucho cariño al recuerdo de vuestra abuela.

—¿Esclavos?

—Si, señora. Para el imperio de Guaní los esclavos son una muestra de poder y prosperidad económica.

Aquello la espantó pero aquel hombre pronunciaba con  tan natural las palabras que entendió que aquello era normal en este lado del universo.

—¿Y a cambio de qué?

—De abrir sus fronteras y permitir un libre comercio. El problema es que la producción everial es escasa, apenas permiten tener excedentes. 

—Pero eso es... —arrugó el ceño y trató de callarse porque ella no sabia nada de aquello.

—Adelante —la invitó —. Puede decir cuanto le plazca, usted es la reina.

—¿Qué es lo que le damos a Guaní: carbón, madera?

—Entre otras cosas.

—Pero esos son recursos limitados, ¿qué pasará cuando el carbón se acabe y las minas estén vacías?

Aquel soldado se encogió de hombros.

—Usted como reina deberá llegar a otro acuerdo con los Imperios fronterizos.

—¿Y cuál es el fin, desvalijar Everial?

Vito ladeó la cabeza en señal de inseguridad. Aquella pregunta era muy compleja.

—Puede verlo así, también puede verlo como una forma de salvar a su pueblo de la guerra. Sin las remesas de esclavos y materia prima, los imperios se levantarán contra nosotros. 

—Pero esta medida solamente es alargar el problema. Cuando nos quedemos sin recursos y nos ataquen seremos más débiles que antes.

—¿Por qué dais por hecho que nos atacaran? —la voz de Kai la sobresaltó.

No le había escuchado entrar.

—¿Por qué no deberían hacerlo?

—He preguntado yo primero.

La muchacha suspiró, irritada.

—Más territorio, más impuestos. Además, si estamos en una zona de montaña me imagino que la madera abunda. También me imagino que si no hay agua corriente, mucho menos habrá  anticonceptivos. La tasa de natalidad debe ser alta, lo que implicaría más esclavos.

Kai caviló aquella respuesta, y le dio la razón con un tímido asentimiento de cabeza.

—Everial tiene mucho potencial, sobretodo ahora que los imperios más ricos tienen sus recursos naturales al límite. Los guanís creen en la magia y piensan que en las piedras preciosas se encuentran los viejos poderes de sus antepasados mágicos.

—Usted no cree en la magia —comentó la muchacha, sorprendida.

—Solo creo en lo que puedo ver y tocar. 

La muchacha no pudo evitar sonreír.

—¿No soy la suficiente prueba de que la magia existe?

—Por lo que a mi respecta, Adriel es tan solo un charlatán.

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