13. Fe y esperanza
—¿Dónde está la reina?—preguntó a Gael, que se retiraba a su habitación tras haber hecho el turno de noche.
—En la biblioteca, señor.
¿Otra vez en la biblioteca? Aquella niña tenía la manía de pasar el tiempo alimentando su curiosidad en la biblioteca. A veces estaba acompañado con el cura, el cual no cabía en su asombro al ver el voraz hambre de su reina por conocer más. Era obvio que todos en el castillo habían comprobado del asombroso cambio de la reina, pero había sido infinitamente a mejor. Aquella muchacha quería ayudar, quería levantar el país y lo mejor de todo, tenía las puertas abiertas al cambio.
Su antecesora le había dejado una reputación más que pésima, que le perjudicaría a la hora de negociar, pero sabía que se le ocurriría algo para solucionarlo. Era inteligente.
Kai se sorprendió así mismo dejando las cosas en manos de la muchacha. Confiaba en ella y él nunca confiaba en cualquier otra persona ajena a la Guardia.
—Buenos días, señor.
—Unai.
—¡Buenas! — la muchacha levantó la mirada del pergamino. No se alegraba de verle, pero sí que estaba sorprendida por verle.
—¿Qué hacéis?
—Ver el Tratado de Paz entre Imperios.
—Ya lo han visto, no hay ninguna fisura.
—Lo sé.
—¿Entonces? —le costaba pensar que aquella niña estuviera dispuesta a perder su tiempo.
Ella se encogió de hombros.
—¿Qué quieres, Kai?
—Mañana será la Fiesta de la Acogida.
—Creía que no había dinero.
—Y es cierto, pero la corona debe ostentar.
—Entiendo.
—Pronto tendremos la visita del príncipe de Arkan. Siempre envían a un embajador, pero esta vez su rey ha decidido enviar a su hijo.
—¿Por qué?
—No lo sabemos. El rey de arkan no está bien de la cabeza, toda su familia ha muerto en unas circunstancias que no cuadran. Tal vez envía a su hijo con el fin de asaltarle por el camino y matarle.
—Entonces habrá que escoltarlo desde la frontera hasta el castillo. Si su padre tiene tan pocos escrúpulos como me estás contando, tal vez utilice la muerte de su hijo para empezar una guerra. ¿no?
El guerrero asintió, conforme.
—Pero debemos ir con cuidado, tiene fama de borracho y putero.
—¿Acaso hay alguien en este mundo que no lo sea? —pero aunque trató de sonar indiferente, no lo consiguió. La fama de Elia era un lastre y le parecía injusto que ella tuviera que arrastrarla —¿Leonardo ha vuelto a su casa?
—Sí, pero solo Dios sabe lo que está tramando.
La muchacha comenzó a organizar los papeles con total indiferencia. No había hablado con ella sobre el tema de su virginidad y su desplante de la noche pasada, la muchacha había demostrado que era orgullosa y que si le bailabas demasiado el agua saltaría directamente a la yugular. Pero la ira le calentaba la lengua y decía cosas que todavía no sabía si estaba dispuesta a cumplir. Por el momento, Kai no quería hablar del tema, porque la niña niña era orgullosa y no quería darle ningún motivo para que se contradijera.
—¿Algo más?— preguntó la muchacha, incómoda por la mirada escrudiñadora del Jefe de la Guardia.
—Dhana os lleva buscando toda la mañana.
La niña rodó los ojos.
—¡Qué pesadilla!
—Debéis aprender cuales son los modales. En la cena todos los presentes os notaron rara y no era para menos. Además, no sabéis bailar.
—¿Es que también tengo que bailar?
—Por supuesto, cuando llegue el príncipe tendréis que abrir la ceremonia de bienvenida con un baile con él.
—No se me da bien bailar.
—Pues en realidad sois muy buena, hay ceremonias que no os sentáis en toda la noche.
—Yo creía que las fiestas era para mantener negociaciones.
—Ya bueno, no es algo que hayáis hecho nunca.
—Pues deberemos de cambiarlo. Quiero una lista con todos los presentes, quiero saber qué tienen y qué hacen.
—Mandaré a Xoel para que os ponga al día.
—Gracias.
Cuando sonrió se dio cuenta que Olivia era todavía más guapa que Elia. No era una belleza que te volviera loco, aunque a más de uno le volvía loco pero eso tal vez fuera por su título. A primera vista el rostro de la reina pasaba desapercibido, como si se tratara de una hoja en blanco. Su pelo ensortijado, enredado y seco no ayudaba mucho. Pero era cuando sonreía que su cara se iluminaba y entonces descubrías que sus ojos estaban llenos de vida. Tenía ese brillo de ambición que que ayudaba a diferenciar a los mediocres respecto a los que de verdad pasarían a la historia. La principal diferencia entre Elia y Olivia.
—¡Por fin os encuentro!
La muchacha soltó el aire como si hubiera recibido un golpe en el estómago, haciendo que Guido reprimiera las ganas de reír.
—Dhana, que hermosa coincidencia.— con voz meliflua.
—A otro con esas milongas.
El desprecio con el que trató a aquel hombre le hizo reír a la muchacha. La anciana tenía muy malas pulgas, tanto que poco le importaba que Guido fuera la persona más amenzadora de todo el castillos.
—Debemos de preparar la ropa para mañana. ¿Sabe a quien tiene que saludar? ¿Y usar los tenedores como debe de hacer? —no permitió que la muchacha respondiera— ¡No, claro que no! Y se permite perder el tiempo con libros.
La anciana la agarró del brazo y ella le miró suplicando ayuda. El guerrero se limitó a encogerse de hombros. Dhana siempre era muy correcta y que Elia la hubiera relegado a la lavandería le había ofendido muchísimo.
Xoel observó aquella escena en silencio. Cuando aquellas mujeres desaparecieron, volvió a enterrar su cara en la lectura.
—¿Qué piensas, monje?
—Nada, señor.
—¿No estás preocupado? La niña podría venderte ante el Santo Padre.
El monje levantó la mirada.
—No, señor.
—¿Ah, no? No la conoces, ¿Cómo estás tan seguro que no contará que compartes tu tiempo libre con ese muchacho de veinte años? ¿Cómo se llamaba, Jaime?
—He tenido el placer de hablar con nuestra Majestad y es un auténtico deleite hablar con alguien tan rico en conocimiento como ella.
Había ignorado por completo el tema de su joven amante.
—¿Rico en conocimiento?
—La muchacha es lista y sabe escuchar.
—¿Insinúas que antes no?
—La verdadera reina era lista, pero no era buena reina.
—¿Crees que ella si?
—Sí, pero todavía no lo sabe. Es insegura y se considera cobarde.
—¿Os lo ha dicho expresamente?
—No, pero lo he podido notar. — el soldado le fulminaba con la mirada, pero aquel hombre estaba harto de no poder dormir por las noches porque su vida estaba a merced del volátil carácter de una niña caprichosa—. La historia tiene su propio ritmo, sus propias necesidades y sus propios planes al margen de sus protagonistas. A veces se adelanta y deja los últimos detalles a la selección de sus personajes. Nosotros jugaremos cada uno de nuestros papeles en la obra, pero no siempre los papeles más cruciales los juegan personas especialmente dotadas.
—Elia...
—Exacto, esa era Elia. Nunca le interesó la política, solamente quería divertirse y no escatimar en gastos. Olivia no. Olivia está comprometida con el papel que está jugando y deberíamos de ayudarla a que haga un buen trabajo porque se siente frustrada.
—¿Insinúas que no ayudo?
—Tratas de ayudarla pero solamente la frustras y la haces sentir inútil porque todo lo que dice está equivocado—el hombre cerró el libro mientras miraba al soldado con cara de mala uva—. Todos los grandes movimientos son consecuencia de muchos otros, pequeños y grandes, de muchas voluntades, de muchos intereses, de muchas circunstancias de una mezcla específica de muchas inteligencias y muchas necedades. Aunque Olivia pueda dar la impresión de que sencillamente estaban en el lugar equivocado en el momento menos oportuno, en realidad está destinada a cambiar el mundo en el que vivimos.
—¿Y eso quién te lo ha dicho, Dios?
—No, y sé que es una estupidez perdirle que tenga fe en mis presentimientos. Pero señor Sande, creer os dará alas. No os conforméis con el suelo porque se dará cuenta, cuando menos os lo esperéis, que Olivia habrá decidido volar y os desechará como a un lastre.
—Anciano, deberías tener cuidado con tus palabras.
Pero Xoel estuvo lejos de amedrentarse. Tenía la mirada de quien ya no teme a nada.
—Crea, señor Sande. Simplemente crea en la niña.
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