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La piedra color púrpura.

—¡Deténgase! —dijo Akian con todas sus fuerzas casi cayendo del pedestal donde dormía al ver como arrastraban a la joven desaliñada— ¡No le hagan daño, por favor!

Los soldados la dejaron libre al escuchar la orden. Todos miraron con asombro de donde había salido el grito. El príncipe Akian, después de tantos años había despertado y verlo tratar de levantarse era una sorpresa para los ahí presentes.

—Akian, cariño —dijo la Reina sosteniéndolo, que había ido en su ayuda, no podía creer lo que sucedía, su hijo había despertado tras el beso de una harapienta desconocida—. No debes hacer ningún esfuerzo.

—Diles que se detengan mamá —dijo Akian tratando de levantarse.

—¡He dicho que la desalojen de aquí! —gritó el Rey enfurecido señalandola con el dedo— Esa cosa no tiene derecho a estar en este lugar.

—No es cierto —respondió la joven sosteniendo una vez más su herida sangrante e inclinándose con la frente apoyada en el suelo—. El comunicado informaba que se podía presentar toda doncella de la comarca y aquella que lograse despertar al príncipe se casaría con él. Es verdad que antes no me hubiese atrevido a venir pensando por error que el príncipe había roto nuestra promesa, que solo jugó conmigo y durante estos años lo creí así, pero no fue hasta hace unos días que la hija mayor de los Hilton me contó lo sucedido con el príncipe Akian y me animó a venir.

Ante sus palabras el Rey guardó silencio por unos segundos y luego rompió a reír burlonamente seguido por todos los presentes.

—No me hagas reír —dijo el Rey sin dejar de carcajear—. El comunicado se sobre entiende que va dirigido a las  familias de las altas esferas, no a escoria como tú.

—Puede ser cierto —dijo la joven levantado levemente la cabeza enmarañada—. Pudo haber sido dirigido a familias adineradas, doncellas de alto linaje, Duques y demás. Puede que esté excluida de todos esos méritos por no tener familia, ser pobre, no tener un buen aspecto —decía mientras sus ojos se humedecían—, pero fue mi beso quién lo despertó; fueron mis labios sucios quienes rompieron el hechizo, porque aunque por mis venas no corra sangre azul —y agarrándose con fuerzas el pecho gritó—... ¡¡También tengo corazón!!

Sus palabras se elevaron como un himno de guerra, retumbaron por todo el salón y los invitados quedaron perplejos. Pero no solo ellos, también ella. Aquellas palabras habían roto más que el silencio, habían quebrado la barrera que cernía sobre la joven harapienta y por su mente comenzaron a aflorar disímiles recuerdos. La imagen de una niña caprichosa y descontenta, el maltrato de ella para con la servidumbre tratándolos como animales, el desprecio con las atenciones que le daban y las últimas palabras dirigidas a una extraña chica harapienta en un enorme jardín de rosas blancas, “Son solo animales sin sentimientos” . Su pasado olvidado se unió a su presente, todo eso y mucho más revoloteó en su cabeza mientras la piedra púrpura que colgaba de su cadena plateada se tornaba blanca.

—¡Que la saquen de aquí he dicho! —dijo más enfurecido aún el Rey ante lo que consideraba un insulto, un atrevimiento atroz.

—¡No, no lo hagan! —gritó Akian sin poderse levantar.

Los guardias la tomaron de los cabellos otra vez, pero antes de tirar de ellos una fuerza invisible los apartó de la joven estampandolos contra la pared, cayendo inconscientes sobre el suelo. Los invitados se apartaron ante el suceso y se alejaron unos metros más del centro del salón donde quedó la joven harapienta. Y los ojos no se apartaron de ella hasta que una nueva invitada entró en el gran salón.

Sus pasos eran fuertes y firmes, resonaban como una marcha ancestral y llegaban acompañados por dos personas más. Ella iba de negro y tenia el cabello rizado dorado, mientras que la dama y el señor que la seguían vestían de blanco. Se detuvo al lado de la joven que aún seguía sobre el suelo y acercándosele al oído pronunció:

—Hola, Olidia —articuló las palabras pausadamente—. Por fin te has dado cuenta que todos tenemos corazón.

—Sabina —dijo Akian recordando que había sido la última persona en ver antes de caer en un profundo sueño.

Sabina lo miró, le tendió la mano a Olidia y cuando está la tomó todo su ser sufrió una inesperada transformación. La ropa harapienta y desgarrada que llevaba se convirtió en un elegante vestido de perlas azules, sus heridas, varias de ellas causadas por los soldados en su lucha por tratar de llegar allí se sanaron, y su cabello se recogió en un moño estilizado descubriendo el rostro más hermoso de todas las doncellas allí presentes, causando un asombro mayor ante los invitados.

—Es gracioso como ha jugado el destino con mis piedras del castigo —dijo Sabina caminando donde Akian, observando que su piedra también se había tornado blanca—. Ambos fueron castigados y uno ha roto el hechizo de los dos —le tendió la mano a Akian y este la tomó recuperando así las fuerzas perdidas con los años.

—¿Quién eres? —dijo el Rey confundido ante la joven que nunca había visto.

—Yo Soy Sabina, un hada oscura que se complace en enseñar a los humanos descarrilados las diferentes maneras de amar, los sentimientos, el verdadero significado de amor. Su hijo pagó las consecuencias de su avaricia —le dijo Sabina—, pagó por llevarlo a jugar con corazones ajenos causándoles sufrimiento —dijo colocando a los jóvenes uno frente al otro—. Y de la princesa Olidia tomé lo que desperdiciaba con sus padres degradando a otros que consideraba inferiores, puros animales; Usurpé su vida borrando su memoria y la de todo aquel que la conoció.

—¿Princesa? —dijo el Rey desconcertado, a lo que se sumó el murmullo de los comentarios de los invitados.

—Si, Olidia es la verdadera princesa del reino Acronto —dijo el señor que junto a la otra dama elegante habían entrado con Sabina—. Nuestra hija.

Olidia miró hacia ellos y sonrió, ahora recordaba todo aquello a lo que no tuvo acceso mucho tiempo en su memoria, un pasado, la vida de la cual ella misma se privó.

—Ellos han aprendido en carne propia su lección —dijo Sabina acercándose al Rey—. Su amor es puro, rompieron esquemas, estirpes y fronteras. Su amor será eterno, más contigo, hoy comienza tú lección.

Y levantando una mano recitó un nuevo hechizo, se creó una nueva piedra púrpura como enseñanza de lo que es, el verdadero amor.

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