03; Y o o n g i [3/4]
Pero quizá sí tenían de qué preocuparse, pues un día por primera vez en siete años ChaeRin le negó el permiso para ir a casa de su novio y de ahí en adelante todo comenzó a caer en picada.
El pelinegro lo aceptó los primeros días, tratando de pensar qué habría hecho mal para ser castigado de esa manera, pero luego de una semana entera sin saber del lindo castañito su paciencia llegó al límite.
—¿Hoy tampoco puedo ir? —preguntó con evidente molestia por obtener la misma negativa siempre, su madre no lo miró.
—Ya te dije que hay cosas que hacer aquí, aparte de tus tareas evidentemente —Yoongi bufó, habiendo limpiado hasta debajo de la tierra.
—Puedo hacer mis tareas allá, ha pasado una semana y no sé nada de Hoseok, ¿Por qué no me dejas ir? ni siquiera te estoy pidiendo quedarme a dormir, sólo quiero verlo.
—Dije que no, Yoongi.
—¡Pero dame una explicación! —explotó, no acostumbraba a sobre reaccionar (mucho menos con su progenitora) pero no saber nada del menor lo ponía a la defensiva—. Llevo la mitad de mi vida prácticamente viviendo allá, ¿Y esperas que de un día a otro deje de ir sin siquiera decirme el motivo?
La mujer lo miró amenazante, no estando de humor para soportar su molestia.
—Ten cuidado con cómo me hablas —el pelinegro nunca había sido caprichoso, prefería guardar silencio y obedecer pues era lo más acorde a su personalidad, más el estar siendo alejado de quien amaba presionaba todos los botones correctos para ponerlo histérico.
—Entonces explícame —se atrevió a retar. Su madre jamás lo había golpeado pero si tenía que soportar un golpe para tener respuestas pondría ambas mejillas al descubierto sin dudar.
La rubia lo miró con seriedad, no acostumbrada al brillo de determinación en los orbes oscuros de su hijo. Lo pensó un momento hasta ceder, no queriendo armar un alboroto entre los dos. Suspiró en rendición y se acomodó el cabello.
—El señor Jung no resultó ser quien decía ser, JiHyun está consternada y yo solo quiero protegerte. No es seguro para ti el estar con ellos en estos momentos —el recuerdo de Hoseok angustiado meses atrás entre sus brazos le heló la sangre.
—¿Qué hizo el padre de Hoseok? —se apresuró a preguntar, rogando no fuera lo que tenía en mente.
—No te incumbe, sólo ten presente que por tu bien no puedes ir hasta nuevo aviso —Yoongi arrugó el entrecejo, una punzada directo a su corazón casi lo deja sin aire.
Hoseok. Su precioso novio estaba solo.
—Perdón cariño, sé que te importa pero-
Se alejó sin dejarla terminar, estaba siendo grosero con su madre pero por un demonio que quería llorar de frustración por no poder correr a proteger a su Hoseokie.
...
Es pasada la medianoche cuando se decide.
No cargó nada consigo para mayor comodidad, nada más que nervios y tensión sobre los hombros.
Abrió la ventana y salió.
Mientras trepaba por la barda del patio se cuestionó si fue su mejor vía de escape o había actuado impulsivamente, pero una vez del otro lado confirmó que sí, pues salir por la puerta principal podría exponerlo de más ya que su madre acostumbraba despertarse por las madrugadas a beber agua.
Miró la profundidad de la oscura noche y corrió, porque por primera vez estaba escapando de casa sintiéndose expuesto, juzgado, observado.
Corrió y sólo cuando vio la casa de Hoseok a lo lejos se permitió ralentizar el paso. Estando frente a la estructura que conocía como la palma de su mano maldijo al aire, ¿Cómo entraría a la casa sin que lo confundiesen con un ladrón? forzando a su cerebro a maquinar soluciones terminó entrando por el patio trasero gracias a unas maderas en la cerca que sabía, necesitaban cambiar.
En medio del patio sus ojos vagaron directo a la ventana de la habitación de Hoseok y lanzar piedras como en las películas ya no sonaba tan descabellado. Tomó unas pequeñas y las lanzó, el pulso se le alteró en terror de ser escuchado por sus suegros en lugar de su novio. Pero cuando está por lanzar una quinta piedra su oído agudizado por el miedo a ser descubierto alcanza a escuchar un gimoteo ahogado que reconoce de inmediato.
Soltó las piedras y subió con prisa los escalones en la casa del árbol, el corazón se le apretó en angustia al reconocer la espalda temblorosa de Hoseok recostado en el colchón, recreando una escena del pasado.
—¿Hoseokie? —murmuró con cuidado, el mencionado giró la cabeza con brusquedad , sus ojos inyectados en sangre por las horas de llanto. No pudo hacer nada más que extender sus brazos hacia su novio y llorar con mayor fuerza al ser envuelto en un necesitado abrazo.
—Pensé —chilló con tristeza—, q-que ya no vendrías... pensé-
—Pensaste mal —cortó Yoongi apretándolo contra sí queriendo quitarle el dolor y cargarlo consigo, sus propios ojos empezando a humedecerse—. Lamento llegar tarde, mamá no me dejaba venir. Bueno, sigue sin dejarme.
—¿Escapaste? —Hoseok interrogó con sorpresa, el pelinegro le limpió varias lágrimas con la yema de los dedos.
—Y lo haré las veces que sean necesarias por ti, bonito —dio un tierno beso en la punta de su nariz—. ¿Qué ocurrió?
El menor besó sus labios un par de veces buscando fuerzas para no romperse.
—Tenía razón —admitió sin entusiasmo—, papá vende droga. Todos estos años lo ocultó bien hasta que mi madre encontró un paquete grande escondido y pidió explicaciones, al menos tuvo la decencia de responder. Van a divorciarse, Yoongi.
—Joder —maldijo sin poder contenerse, la situación parecía cada vez más complicada.
—Mamá dice que no reconoce al hombre con el que se casó y yo... —un sollozo lo interrumpió—, no es un mal hombre, j-juro que mi papá no es malo, sólo tomó decisiones equivocadas.
—Lo tengo claro —tranquilizó el pelinegro atrayéndolo nuevamente al refugio en su pecho—. ¿Crees que alguien malo podría engendrar a alguien tan bueno? eres la bondad personificada.
Hoseok rio aliviando a Yoongi, quien agradeció ver su sonrisa al menos por un segundo. Si tenía que decir tonterías con tal de ver su precioso rostro sonriente con gusto se volvería su bufón.
—Eso no es lo que más me preocupa —la seriedad le tintó las pestañas—, tendré que mudarme.
Y aquello hizo que la respiración del mayor se estancara en su garganta.
—Está bien, nosotros-
—No quiero irme —la voz se le quebró—. No quiero dejarte, ni a mis amigos, ni la escuela. Quiero seguir durmiendo en tu casa y que vengas a hacer pijamadas con Jungkookie y conmigo.
Yoongi inhaló con fuerza, no encontrando palabras de consuelo para el desolador futuro.
—Estaremos bien —prometió al vacío, atrayendo una vez más a su novio contra sí, quien aún con el llanto haciéndole temblar decidió creer ciegamente en las palabras del mayor.
Porque si Yoongi decía que el cielo era rosa y no azul, él podía creerle.
[...]
Fue cuestión de días para acostumbrarse a la rutina.
Llegada la medianoche Hoseok salía del calor de su habitación para trepar a la casa del árbol y esperar con paciencia a Yoongi mientras las estrellas junto a la brisa fresca de junio le hacían compañía. Mientras, varias calles a lo lejos el pelinegro corría bajo la luz de la luna y el canto de los grillos, con la psicosis por ser descubierto y observado no abandonándolo nunca.
Después de la travesía llegaba y pasaba el resto de la madrugada junto al castaño rizos de otoño, producto de la habitual humedad durante dichas horas.
Y hablaban, sobre sus sueños, metas y anhelos; sobre sus miedos, carencias y errores. Como cuando eran dos niños conociendo el mundo a través de los ojos del contrario o como si el tiempo dentro de aquella pequeña estructura no avanzara amenazando con separarlos.
Hoseok solía cantarle a las nubes y Yoongi escribía poemas para las hojas de los árboles si con ello podía conseguir la hermosa sonrisa del menor luego de recitarlos en voz alta. Escribiría poemas eternamente si luego de cada uno de ellos el castaño lo besaba en felicitación.
A veces comían uno que otro dulce viejo de festividades atrás que no pudieron terminar en su momento o simplemente se acariciaban en silencio. Entrelazaban sus manos, apegaban sus cuerpos y cerraban los ojos sintiendo la respiración del contrario y el bombeo de corazones enamorados.
Y algunas otras veces, se aventuraban un poco más allá.
Como cuando besos traviesos los hacían suspirar y manos de fuego los hacían temblar. Justo como aquella madrugada especialmente fría en la que la pareja se besaba con las manecillas del reloj apresurándolos, susurrando a los cuatro vientos que el tiempo se les agotaba. Pero ellos no escuchaban, pues dentro de aquellas cuatro paredes nada más allá del contrario existía.
—Gigi —suspiró Hoseok orgulloso de ver los habituales labios rositas de su novio teñidos en rojo gracias a él y sus mordidas.
—¿Hice algo mal? —preguntó preocupado con las pupilas dilatadas gracias a la penumbra de la noche.
—No, no —se apresuró a corregir. Tomó aire buscando valor para gesticular lo que tenía en mente—. M-Me gusta. Me gusta que me beses así...
Reuniendo toda la valentía que la vergüenza de su inexperiencia podía brindarle se levantó solo para segundos después sentarse en el regazo de su mayor. Acción que no era del todo anormal puesto que Yoongi acostumbraba mimarlo demasiado.
Pero oh dios y todos los santos si el pelinegro notó cómo aún con la tenue iluminación los comúnmente brillantes ojos de Hoseok ardían en llamas. Y por un demonio que se ahogó con su propia respiración al sentir a su pequeño deslizarse más arriba de sus muslos.
Lo observó atónito por sus acciones, pero todo pensamiento fue desechado al ver su rostro enrojecer con tanta potencia que ni siquiera la escasa luz fue capaz de ocultar.
—...¿Pero, podríamos probar algo nuevo? —susurró con timidez, la seguridad de su espíritu aventurero titilando entre sus iris.
—¿Qué quieres probar? —su propia voz saliendo dos tonos más grave. El castaño balanceó las caderas en respuesta. A Yoongi se le fue la vida en un solo movimiento.
—Todo.
Quizá fue apresurado y algo torpe, pero jamás un error. No podían llamar error a ese algo más allá del entendimiento humano que los hizo sentir tan completos al entregar todo lo que poseían. No podrían olvidar que durante algunas horas se metieron bajo la piel del contrario y durante algunos minutos fueron capaces de sentir el verdadero cielo en la tierra.
Fue más allá de tocar el paraíso, fue embriagarse en la mirada del contrario con las gotas de sudor perfumándoles la piel. Fue morir en cada jadeo y renacer en cada inhalación, hasta que cielo e inframundo fueron uno solo y el universo estalló dentro de sus mortales cuerpos.
Yoongi se dejó caer contra el desastroso colchón atrayendo a su precioso novio en un caluroso abrazo que buscaba volver a unir sus almas como momentos atrás habían danzado, pero oh pobre hombre que acababa de descubrir la irritante barrera que era el cuerpo físico cuando se tiene al alma gemela en brazos.
Y Hoseok moriría eternamente solo si luego de soltar su alma en un suspiro Yoongi lo hacía renacer entre besos amorosos y jadeos hambrientos.
El menor recostó la cabeza en el pecho del pálido, escuchando con atención la dulce melodía que sus latidos habían creado. Sintió largos dedos cepillar entre las desastrosas hebras de su cabello y levantó la mirada, completa y profundamente enamorado del brillo que los orbes ajenos tomaban cada vez que se encontraban con los propios.
—Te amo —fue lo único que pudo decir entre todo, Yoongi le acarició la mejilla con delicadeza y le sonrió tan bonito que no creyó jamás poder amar a nadie que no fuera el lindo pelinegro ojos de carbón.
—También te amo, Hoseokie.
[...]
Pero las manecillas siguieron avanzando, los días muriendo y en un parpadeo el tiempo se había terminado.
Yoongi lo recuerda vívidamente cada noche antes de dormir y si cierra los ojos todavía puede sentir en su carne el momento en el que la burbuja explotó.
Aún puede ver la mirada aterrada de quien le había endulzado la vida sin esperar nada a cambio fragmentada por las lágrimas. Nadie le dijo que la inocencia de un niño era tan fácil de quebrar, ni que el primer amor no se borra jamás.
Nadie les advirtió lo efímera que era la vida.
Pues lo que un día debió ser una noche normal terminó por marcar la vida de dos adolescentes que jugaban a ser hombres.
Y Yoongi lo recuerda, las patrullas perturbando una pacífica madrugada de verano en el que las calles se ensordecieron con al abrumador ruido de las sirenas y las miradas curiosas de algunos vecinos que se habían despertado por el escándalo. Nada común para aquel barrio tranquilo.
Recuerda los rostros consternados de la gente alrededor y el grito desgarrador que le heló la sangre. Y entonces, pudo verlo. Entre el túmulo de gente y policías, la mujer a la que muchas veces sintió como su segunda madre se deshacía en sollozos sobre el cuerpo inerte de quien había sido su marido.
El pelinegro no entendió la horrible escena hasta que vio a su pequeño ser detenido por oficiales que intentaban alejarle del cuerpo de su difunto padre, en un intento por protegerlo de posibles traumas. Y él corrió como nunca lo había hecho en su vida, esquivando vecinos y autoridades por igual, solo queriendo llegar junto al castaño que lloraba desconsolado.
En menos de un latido llegó a su lado, confundiendo a los uniformados que no tuvieron otra opción más que apartarse luego de ver cómo el pequeño que lloraba había saltado a sus brazos. Yoongi a veces vuelve a escucharlo entre pesadillas, cómo Hoseok se rompió entre sus manos al ver a su padre asesinado en la entrada de su casa, sin darle tiempo siquiera de llegar a la puerta.
Recuerda su mirada llena de temor y pesadumbre, con el dolor manchándole las pestañas y el cuerpo tembloroso bajo el suéter celeste. Así es como fue descubierto, pues los agentes contactaron a su madre no buscando más responsabilidades por atender. Y ella igualmente había llorado consolando a su amiga en brazos, pues incluso si juzgó tercamente ella sabía que el señor Jung tan solo era un buen hombre que tomó malas decisiones.
Y el mundo se empezó a caer a pedazos cuando ChaeRin anunció que tenían que marcharse. Yoongi no quería dejar sólo a su novio, no cuando aún luego de que se llevasen el cuerpo seguía llorando sin parar. Sus propios ojos ardían ante la idea de dejar al menor cuando lo necesitaba más que nunca.
—Hijo —se arrodilló frente a él—. Entiendo, te juro que lo hago, pero ya no nos corresponde hacer otra cosa. Es momento para que la familia de Hoseok se una y vivan el duelo juntos.
—Pero mamá... —las lágrimas de impotencia brillaron con fuerza.
—Lo sé cariño, lo sé. Pero no podemos hacer nada más que no ser una carga adicional para ellos, ¿Entiendes eso? —y a duras penas asintió.
Con pena regresó hacia donde su pequeño estaba, rodeándolo en un abrazo que rogó pudiera calmar aunque fuese un poco su destrozado corazón. A la fuerza y con algunas miradas comprensivas de su madre avisó que tenía que irse, que lo lamentaba y que cualquier cosa solo tenía que llamarlo para regresar corriendo.
En medio del huracán Hoseok le agradeció con una mueca quebradiza en intento de sonrisa y varios besos en los labios. Abrazó con fuerza a JiHyun quien aún con el alma rota fue capaz de agradecerle con una sonrisa triste por cuidar siempre de su hijo.
Y aquello quizá terminó por romper algo dentro suyo también.
[...]
El funeral fue al día siguiente, pues según lo que su madre le había comentado Jihyun quería adelantar todo lo posible para mudarse cuanto antes a Seúl, ella creía que luego del asesinato de su marido la vida de su hijo y la propia corrían peligro gracias a los malos contactos con los que el señor Jung había comerciado.
Yoongi y su madre no asistieron pues la mujer no quería exponer a su hijo a otro quiebre emocional, sin saber que el privarlo de contener a su pareja lo destruía el triple. El pelinegro se había mordido todas las uñas por la ansiedad, solo queriendo correr y resguardar del dolor a cierto castaño de ojos tristes.
Más fue el propio Jung Hoseok el que durante la interminable tarde llegó hasta la puerta de su casa. El pecho del mayor dio un vuelco al verlo con grandes ojeras y la mirada cansada.
Se veía tan frágil.
Lo abrazó con todo el amor que pudo reunir y Hoseok sollozó un poco más al sentirlo, pues nunca imaginó que así sería el fin. Un final tan triste para la bella historia que por años construyeron.
Con el corazón en la garganta se separó y vio por lo que deseó fuera una eternidad la negrura brillante en los ojos del hombre al que amaba. Y lo observó, de pies a cabeza miró todos y cada uno de los centímetros en su cuerpo, guardando cada detalle a fuego vivo en su mente. Se detuvo en su cuello blanquecino y ascendió a sus labios rositas, pensando una vez más que los lindos belfos que poseía como cuando eran niños eran hermosos.
Paró una vez más en sus ojos y suspiró cortamente, rogando renacer luego de tantas horas muerto.
Y lo besó, con el sabor amargo de las despedidas rozándoles los labios y estrujándoles el alma.
—Lo lamento —dijo al separarse. Vio cómo Yoongi estaba por negar y volvió a hablar, prediciendo sus palabras—. Sé que nada de esto es mi culpa, pero realmente siento que las cosas terminaran así. Vengo de casa de Jungkookie, quise despedirme de ti al final porque... luego de irme de aquí no creo que pueda hablar sin llorar.
Una risa agria salió de sus labios. Yoongi no podía responder, el nudo en su garganta asfixiándolo.
—Te amo —fue lo último que el menor pudo pronunciar antes de que su voz se quebrase. No podía. No podía poner en palabras lo agradecido que estaba con la vida por haberlos unido, no encontraba cómo explicar que aún con aquella agonía en la piel renacería mil veces si eso significaba volver a abrazarle, besarle, amarle.
—Te amo más que a nada en este mundo Hoseokie —correspondió con las lágrimas escurriendo por sus mejillas, tomó el brazalete en su muñeca con manos temblorosas, tanteando con su otra mano la mitad faltante en la muñeca de su amado—. Volveré a encontrarte, no importa si pasan meses o años, te encontraré como cuando tenía siete. Mientras tenga puesto este brazalete voy a buscarte, y mientras tú tengas el tuyo me dejarás reencontrarte. Esta es mi promesa, ¿Podrías esperarme?
Y el llanto ajeno fue la respuesta.
—Las vidas que sean necesarias —respondió decidido, un poco de calma por fin instalándose en su débil alma.
Esperanza, eso floreciendo en su pecho era la esperanza de una promesa hecha con el alma desnuda y los ojos rojizos. Y el beso en los labios el sello.
Hoseok miró tras de sí, sabiendo que por más que desease vivir para siempre en ojos carbón tenía un vuelo por tomar que no podía retrasar.
—Te amo tanto Min Yoongi —besó una, tres, veinte veces sus labios. Un abrazo que se sintió como casa lo despidió y antes de abrir la puerta del auto miró atrás—. Y Gigi... no me extrañes mucho.
Cambió un viejo diálogo con el dolor de imaginar al amor de su vida llorando en la soledad de su habitación. Aquello lo golpeó sin aviso, con las emociones desbordadas gritó cuánto lo amaba sin importar quién pudiese escuchar el lamento de su joven corazón enamorado.
Y ambos ojos mantuvieron contacto incluso después de que el auto arrancó, con promesas desesperadas y latidos erráticos siendo arrastrados por el aire. Dejando tras de sí las huellas de quienes se amaron con locura impregnadas en cada nube y pedazo de cielo rosado por el atardecer.
La última tarde que se vieron el cielo fue rosa y no azul, y si Yoongi decía que iba encontrarlo aún si en ello se le iba la vida, él iba a creerle.
[...]
Esta es mi parte favorita chau :c
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