Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Episodio 8 - Tuviste una oportunidad... (Final Pt. 1)

La espada de Senn brillaba con una intensidad deslumbrante, llenando la oscura y profunda cueva con una luz cegadora. La sangre que resbalaba por su rostro trazaba líneas carmesí, pero su postura, aunque marcada por el cansancio, no titubeaba. Su mirada ardía con una resolución inquebrantable. Xander, alarmado, reaccionó con furia. Blandiendo su hacha con un grito salvaje, cargó hacia Senn con la fuerza de un huracán. Sin embargo, Senn giró con agilidad, esquivando el golpe por un margen estrecho y contraatacando con un movimiento preciso. Su espada apenas rozó el brazo de Xander, pero el efecto fue inmediato: en lugar de sanar como era habitual, una luz blanca espectral comenzó a emanar de la herida, extendiéndose lentamente por su piel, consumiéndola con un brillo inquietante.

—¿Qué... qué fue lo que hiciste? —balbuceó Xander, su tono cargado de incredulidad que rápidamente dio paso a un rugido de rabia—. ¿¡QUÉ DEMONIOS HICISTE!?

Xander, cegado por la furia, cargó de nuevo hacia Senn, pero éste esquivó con destreza. La danza mortal continuó, con Xander atacando implacablemente y Senn respondiendo con esquivas fluidas y contragolpes calculados. A diferencia de sus enfrentamientos previos, esta vez Xander parecía preocupado, incluso vulnerable, una sensación que no experimentaba desde hacía siglos. Senn activó Mobilibounce, utilizando la habilidad para impulsarse a una posición estratégica en el aire, y luego Mobiliburst, propulsándose hacia Xander con velocidad explosiva. Al tiempo, canalizó Aggrohit en su espada, cuyo filo brilló con energía arcana concentrada. El impacto hizo retroceder a Xander, quien trastabilló por primera vez en años. Aprovechando la apertura, Senn ejecutó dos cortes profundos en el pecho de Xander, trazando una X llameante. La espada arcana brilló con fuerza, y el impacto hizo que el hacha de Xander cayera al suelo con un estruendo. Una luz blanca intensa comenzó a irradiar desde las heridas de Xander, propagándose por su torso. Intentó convocar su magia, pero sus palabras se ahogaron en un grito de frustración. La magia arcana impregnada en la espada de Senn estaba despojándolo de su inmortalidad, revocando su conexión con las fuerzas oscuras que lo mantenían.

—Yo también... —murmuró Senn, levantando su espada con ambas manos— tengo la sangre de un hechicero.

El aire se tensó mientras Senn se preparaba para dar el golpe final.

—¡Espera! —gritó Xander, con desesperación en su voz—. Por favor... te lo suplico.

Por un momento, la duda se reflejó en los ojos de Senn. Su respiración se volvió irregular mientras sus pensamientos lo asaltaban, recordando todas las oportunidades que había concedido en el pasado. Pero la furia y el dolor se impusieron. Frunció el ceño y gritó con una voz cargada de determinación:

—Le di a mi hermano una oportunidad.

Sin más palabras, Senn hundió la espada en el pecho de Xander. El impacto hizo que la máscara de Xander saliera despedida, revelando un rostro marcado por el tiempo y el sufrimiento. Grietas luminosas comenzaron a recorrer su cuerpo, mientras la magia arcana lo envolvía con un resplandor abrasador.

—No... NO —vociferó Xander, luchando contra lo inevitable—. ¡MALDICIÓN!

Con un último grito desgarrador, el cuerpo de Xander sucumbió. Su forma se desintegró en una explosión de luz pura, irradiando una onda expansiva que atravesó la cueva, ascendiendo hasta el volcán y más allá. La ola de energía cruzó los océanos, alcanzando la costa y los campos de batalla.

En el campamento aliado, los guerreros sintieron la llegada de la onda luminosa. Los ardoni activaron sus Songs Protissium en una reacción instintiva, mientras humanos, felinos, magnoritas y otras especies buscaron refugio. Sin embargo, la onda no trajo destrucción. En lugar de eso, envolvió a todos con una brisa cálida y pacífica. Los no-muertos cayeron al suelo, convertidos en meros cadáveres inertes, mientras los nigromantes sentían cómo sus poderes se desvanecían de forma irrevocable. El campo de batalla quedó en silencio. La luz comenzó a disiparse lentamente, dejando a los aliados atónitos ante el milagro que acababan de presenciar.

De vuelta al volcán, Senn se desplomó al suelo con un sonido sordo. Su respiración era pesada y entrecortada, como si cada aliento le costara un esfuerzo titánico. Los últimos momentos de batalla lo habían agotado por completo. Había canalizado cada fibra de su ser en ese último ataque, y aunque sabía que el precio sería alto, no se había detenido. Durante los últimos diez meses, había entrenado en secreto, perfeccionando aquella técnica desesperada que ahora lo había dejado tan vulnerable.

El poder que había acumulado a lo largo de su vida se había drenado casi por completo, dejando una sensación de vacío que parecía consumirlo por dentro. Sus músculos estaban tensos y doloridos, como si cada parte de su cuerpo se estuviera revelando contra la carga de energía que había forzado a liberar. Su espada aún brillaba tenuemente en sus manos, pero el brillo era más débil, como un faro que se apagaba lentamente. Se levantó con esfuerzo, sus piernas temblando bajo el peso de su agotamiento. Cada paso le costaba, pero la necesidad de terminar lo que había comenzado lo impulsaba. Caminó lentamente hacia la máscara de Xander, que yacía en el suelo, apartada por el impacto de la batalla. Su rostro se contrajo en una mueca de dolor y tristeza mientras se acercaba a la máscara, como si el simple hecho de verla lo conectara con todo lo que había sucedido. Senn se arrodilló frente a la máscara, sus manos temblorosas extendiéndose hacia ella. El aire a su alrededor parecía pesarse, como si el mundo entero estuviera esperando. Con delicadeza, tomó la máscara entre sus dedos, sintiendo su frío tacto como una metáfora del vacío que había dejado en su vida. Finalmente, Senn acercó la máscara a su frente. La presión de la culpa y el dolor se aliviaron ligeramente con ese gesto, aunque no desaparecieron. Sin decir una palabra, ni pronunciar un único lamento, se levantó lentamente, su rostro una máscara de determinación y cansancio. Dejó la máscara de Xander allí, en el suelo, un recordatorio de lo que había perdido y lo que había ganado. Con una última mirada hacia el objeto, Senn dio un paso atrás, se giró y comenzó a caminar hacia el horizonte. Sabía que el futuro sería incierto, que su poder jamás sería el mismo, y que las cicatrices de esta batalla lo acompañarán por siempre. Pero también sabía que, de alguna manera, ese sacrificio había sido necesario. El ciclo de oscuridad que había perseguido a su familia finalmente había llegado a su fin, y aunque la paz fuera efímera, al menos había luchado por ella.

Días después... Provincia de Sendaria

El funeral de Ria estaba colmado de figuras militares, vestidas con sus uniformes solemnes. Personas de distintos rangos y edades se encontraban reunidas frente a la tumba iluminada, donde la tristeza llenaba el aire. Telaia Sendaris, la maestra del clan, ofrecía palabras de consuelo a los asistentes, mientras su voz reverberaba en el silencio del atardecer. Entre los asistentes, Abigail estaba sentada en una pequeña roca cerca de la tumba, con las manos entrelazadas sobre sus rodillas. Su rostro, aunque calmado, mostraba la lucha interna por contener una lágrima. La pena por la pérdida de Ria se reflejaba en cada gesto, en cada respiración entrecortada. Ella la había considerado una hermana, alguien con quien compartió tantas luchas y victorias. Pero mientras la ceremonia avanzaba, Abigail no pudo evitar notar algo extraño: Senn no estaba allí. Por más que miró, no logró encontrarlo entre la multitud de personas reunidas. Su ausencia era una sombra, un vacío difícil de ignorar.

El funeral continuó, las últimas palabras se dijeron, y finalmente, la multitud comenzó a dispersarse lentamente. El sol se despidió en el horizonte, bañando el cielo con tonos naranja y púrpura. A medida que la oscuridad comenzaba a apoderarse de la provincia, Abigail se dirigió a los jardines del palacio, donde encontró a Zulius apoyado contra una columna. Sus brazos cruzados sobre su pecho y su mirada fija en el horizonte denotaban una serenidad inquebrantable, como si estuviera contemplando algo más allá de la vista común. El silencio que los rodeaba fue pesado, hasta que Abigail decidió romperlo.

—¿No crees que es raro que Senn no estuviera en el funeral? —preguntó ella, su voz quebrada apenas por un suspiro.

Zulius no mostró sorpresa. Continuó observando el paisaje, su expresión tan impasible como siempre. Cuando finalmente habló, su voz fue calmada, casi resignada.

—No es raro. Es Senn. Siempre ha sido así. —Hizo una pausa, observando cómo la luz del sol se desvanecía tras las colinas. Luego, giró ligeramente para mirarla, sus ojos profundos como si conocieran más de lo que cualquier otro podría comprender. —Vendrá esta noche. —

Abigail frunció el ceño, claramente desconcertada.

—¿Cómo puedes estar tan seguro? –

Zulius sonrió, pero no con la ligereza que se esperaría de una broma. La sonrisa que mostró estaba cargada de una melancolía que no se desvanecía.

—Porque lo conozco mejor que a mí mismo. —Sus ojos se suavizaron con un brillo sutil de admiración—. Es como cuando Thalleous le dio su Song; Senn esperó hasta la noche para usarla. Es su forma de lidiar con las cosas. Cuando nadie lo ve, cuando el mundo está dormido... es ahí donde él se permite ser humano. –

Abigail lo observó en silencio por un largo momento. Sus palabras resonaron dentro de ella, pero algo más le rondaba la mente, una pregunta que nunca se atrevió a formular, hasta ahora. Sin pensarlo demasiado, lo soltó, buscando la respuesta que llevaba tiempo esquivando.

—¿Crees que Senn alguna vez... ha pensado en mí de esa forma? –

La pregunta colgó en el aire, pesada y vulnerable. Zulius soltó una risa suave, no cruel, sino pensativa, como si la pregunta no le sorprendiera en absoluto.

—¿De verdad me preguntas eso? –

Abigail alzó una ceja, un poco avergonzada por la insistencia de la pregunta, pero no se retractó.

—Lo pregunto porque... —comenzó, pero no pudo continuar.

Zulius no se burló, sino que, con una seriedad inesperada, devolvió la pregunta.

—La verdadera cuestión es: ¿tú estás enamorada de él? –

Abigail negó con la cabeza de inmediato.

—No, no lo estoy. Lo respeto, lo admiro, pero no siento eso por él. —Su tono era firme, y no dejaba duda alguna. Hablaba con completa sinceridad.

Zulius asintió con una leve sonrisa, como si ya hubiera anticipado su respuesta.

—Ya lo sabía. Pero quería confirmarlo. —Suspiró suavemente, como si la revelación tuviera más peso del que aparentaba—. Aunque... hay algo que sí siento por ustedes dos: una especie de lealtad inquebrantable. Si eso cuenta como amor, entonces sí. Estoy enamorado de ustedes, de alguna manera. –

La suavidad en sus palabras y la sincera vulnerabilidad que ocultaba su tono bromista hicieron que Abigail lo mirara en silencio, con los ojos algo más abiertos de lo que normalmente permitiría. Ella rodó los ojos y sonrió de forma involuntaria, pero el gesto fue cálido, casi protector. La sinceridad de Zulius la tocó de una manera inesperada, como si algo en su interior se aliviará. Era una lealtad más profunda de lo que las palabras podrían describir, un amor que no pedía nada a cambio.

—Eres un caso perdido, ¿sabes eso? —dijo Abigail, con una sonrisa que dejaba entrever una mezcla de ternura y sarcasmo.

Zulius, como siempre, no perdió la compostura.

—Lo sé. Pero es la única forma que tengo de vivir. —Su tono se suavizó aún más, y por un breve instante, la tensión que había rodeado la conversación se disolvió.

Los dos permanecieron allí, en el jardín, mirando el horizonte en silencio mientras el crepúsculo caía sobre Sendaria.

Más tarde esa noche

El cementerio estaba vacío, iluminado solo por la luz pálida de la luna. Senn, vestido con su capa oscura, se encontraba frente a la tumba de Ria, sus manos en los bolsillos de su abrigo. Parecía una estatua, inmóvil y erguido, como si el viento no pudiera tocarlo. Sin embargo, sus ojos fijos en la lápida contaban una historia diferente. Abigail se acercó en silencio, deteniéndose a unos pasos de él. Había esperado que este fuera el momento que Zulius predijo, y no se equivocaba.

—Sabía que vendrías —dijo ella suavemente, sin intención de sobresaltarlo.

Senn no se movió, aunque su mandíbula se tensó.

—No podía estar allí con todos. No quería que... me vieran. –

—¿Ver qué? —preguntó Abigail, dando un paso más cerca.

—Mi debilidad —respondió él, su voz baja y firme.

Abigail lo miró en silencio, observando cómo su postura rígida y perfecta no correspondía a la tormenta en sus ojos.

—No es debilidad, Senn. Es humanidad. –

Él apretó los labios, cerrando los ojos por un momento antes de hablar.

—Ria... ella era todo lo que yo no podía ser. Una líder nata, alguien que no dudaba en arriesgarse por lo que creía. Pudo haber tenido todo conmigo. Nosotros... pudimos haber tenido todo. Pero... —hizo una pausa, su voz quebrándose apenas—. Mi miedo me frenó. No sabía cómo hacerlo. –

Abigail sintió un peso en su pecho al escucharlo.

—A veces, el miedo nos protege de cosas que creemos que no podemos soportar. Pero otras... solo nos aleja de lo que importa. –

Senn asintió levemente, aunque su expresión seguía rígida.

—Ella siempre creyó en mí, incluso cuando yo no podía hacerlo. Y ahora... nunca podré decirle lo que de verdad sentía. –

El silencio cayó entre ellos, pesado y opresivo. Abigail dio un paso más, poniéndose a su lado.

—Senn... no tienes que cargar con todo esto solo. –

Él negó con la cabeza, su voz un susurro.

—Soy un rey, Abigail. No puedo permitirme derrumbarme. –

Ella lo miró fijamente, su voz suave pero llena de firmeza.

—No importa si eres un rey, un guerrero o un fugitivo. Esta noche, aquí, solo eres Senn. Déjate caer. Yo estaré aquí. Si tienes que romperte, hazlo. Te prometo que te reconstruiré, pedazo a pedazo, si es necesario. –

Senn cerró los ojos con fuerza, sus manos temblando ligeramente. Abigail lo observó, viendo cómo intentaba mantenerse entero. Pero finalmente, como una presa que se quiebra, Senn dejó escapar un suspiro tembloroso y cayó de rodillas frente a la tumba de Ria. Las lágrimas que había reprimido durante tanto tiempo finalmente comenzaron a caer, y Abigail se arrodilló a su lado, poniendo una mano en su hombro. No dijo nada más. Simplemente se quedó allí, sosteniéndolo mientras él liberaba años de dolor que ya no podía contener. Esa noche, el rey de Ardonia no era un símbolo de fortaleza. Era solo un joven que había perdido demasiado.


CONTINUARÁ... Episodio 9 - Un nuevo amanecer (Episodio Final)

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro