Episodio 5 - Alguna vez fuimos hermanos...
Senn regresó a meditar a la cueva, la cual era la cripta de los campeones. El lugar fue devastado tras el ataque a crown peak. Y estaba casi inundado ya que el sistema de acueducto de la capital fue destruido, por lo que casi toda el agua fue a parar allí. Senn estaba sentado, meditando en la oscuridad. De repente, el agua empezó a agitarse, el viento entró por alguna parte desconocida y sopló con fuerza. Senn abrió los ojos despacio, luego miró hacia el agua. Vió como toda el agua empezaba a agitarse en un punto específico. Senn esperó. En determinado momento, emergieron unas llamas oscuras que formaron la silueta del Necrolord. Senn no se alarmó.
– Así que decidiste aparecer, hermano... – Dijo él.
– No te atrevas a llamarme así, Senn. – Respondió Xander con desdén.
– Como prefieras, – dijo mientras se levantaba – ya me da igual lo que seas. –
– ¿Xaria murió?
– Así es... –
– No me esperaba menos. –
– ¿Qué demonios es lo que quieres? – Preguntó, claramente impaciente
– Quiero... que tú y tus tropas lleguen a Felden... – Dijo. – Tienes hasta mañana al amanecer, o todas las personas de este simple reino desaparecerán, y serán consumidas por mi poder. – Dicho esto, se desvaneció.
Senn se alarmó. Sabía que hablaba en serio. No quería tomar riesgos. Se levantó y salió de la cueva. Camino al templo, se topó con Ria, quien estaba ayudando con labores de recolección.
– ¿Senn...? – preguntó ella al verlo tan apurado.
– Reúne a las tropas, – dijo él – debemos irnos a Felden, ahora. –
– De qué hablas... – Dijo ella. – es un suicidio enfrentarlos en su terreno.
– Ria, ahora no te hablo como rey, – dijo él y la miró a los ojos – te lo pido como tu amigo, que confíes en mí. –
Tras unos segundos, Ria finalmente exclamó:
– A muerte... – Dio media vuelta y corrió hacia el palacio.
Senn siguió hacia el templo, donde estaba Zulius. Al entrar, dió la orden:
– Envíen aves mensajeras a los campamentos militares cercanos: "Todo personal disponible debe presentarse en Felden, en la costa de las minas de basalto. Eviten los túneles, nuestro ataque se enfoca en la playa" –
– ¿Senn que...? – Preguntó Zulius.
– ¡Sólo hazlo! –
Ante la urgencia, Zulius vaciló un segundo. Finalmente, cedió ante la voluntad de Senn, ya que, a pesar de la imponencia, más que como rey, se lo pidió como amigo. Senn lo dejó ahí, con las palabras en la boca, y finalmente, se retiró a la sala de juntas. Senn estaba inclinado sobre un mapa de Felden, marcando rutas de evacuación y puntos críticos. Su mirada estaba fija en el pergamino, pero su mente vagaba entre las decisiones difíciles que debía tomar. La sombra de la amenaza de Xander aún pesaba sobre él. Entonces, un sonido de pasos firmes lo sacó de su ensimismamiento.
—Senn —dijo Abigail con su tono decidido. Se detuvo a pocos pasos de él. Luna no estaba lejos, visible desde la ventana, vigilante como siempre.
El joven alzó la vista, apenas reaccionando al verla entrar. Abigail frunció el ceño y avanzó, deteniéndose a su lado.
—Voy a sobrevolar Felden para asegurarme de que la evacuación se lleva a cabo sin problemas. Denny y Thunderome se encargarán del flanco este. Pero necesito saber si tienes alguna instrucción especial.
Senn asintió lentamente, aunque parecía que procesaba sus palabras con dificultad.
—Eso está bien... confío en ti, Abigail.
Ella inclinó la cabeza, observándolo detenidamente. Había algo en él que la inquietaba: esa mirada perdida, el peso visible en sus hombros. No era el mismo Senn que conoció hace años, ni siquiera el joven rey que había comenzado a liderar con tanta determinación. Algo estaba roto.
—¿Estás bien? —preguntó, esta vez sin la formalidad habitual.
Senn no respondió de inmediato. Sus ojos volvieron al mapa, pero su mente estaba lejos. Abigail, dejando a un lado su rol de líder, dio un paso más cerca, colocando una mano firme en su hombro.
—Senn —dijo, su voz más suave—. No estás solo en esto. Lo sabes, ¿verdad?
El rey de Ardonia finalmente alzó la mirada. Sus ojos reflejaban cansancio, pero también algo más profundo: culpa y duda. Abigail percibió ese conflicto interno y, en un gesto inusual para ella, bajó la voz aún más.
—No importa lo que enfrentes, nosotros estamos aquí. Yo estoy aquí. No dejes que todo este peso te consuma.
Senn parecía querer responder, pero no lo hizo. Abigail se permitió una pequeña sonrisa y dio un paso más cerca, lo suficiente como para que su presencia llenara el espacio entre ambos. Era un gesto de apoyo, un recordatorio de que no tenía que cargar con todo solo.
Desde la entrada, Ria observaba la escena. Había llegado momentos antes y se había quedado en silencio, escuchando desde la distancia. Pero ahora, viendo la cercanía entre Senn y Abigail, su corazón dio un vuelco. Cuando Abigail se inclinó un poco más, como si fuera a decir algo privado, la mente de Ria corrió a la peor conclusión.
—¡Senn! —exclamó, irrumpiendo en la habitación con pasos rápidos.
Ambos se giraron, sorprendidos. Abigail frunció el ceño, apartándose instintivamente, pero sin mostrar culpa. Senn, por su parte, parpadeó confundido.
—¿Qué pasa, Ria? —preguntó, su tono cansado.
—Necesitamos hablar. Ahora —dijo, mirando a Abigail con un destello de incomodidad en los ojos.
Senn suspiró, claramente irritado por la tensión que empezaba a formarse. Finalmente, asintió.
—Abigail, discutiremos el plan más tarde. Haz lo que consideres necesario por ahora.
La líder de los Caballeros del Fin asintió sin decir más, pero sus ojos se quedaron un momento en Ria, como evaluándola. Luego salió de la sala, dejando a ambos solos. Luego, Senn salió por otra puerta al lado opuesto, seguido por Ria.
Ria caminaba junto a Senn en silencio. Él estaba claramente molesto, aunque no lo expresaba abiertamente. Finalmente, cuando llegaron a un pequeño salón contiguo, cerró la puerta tras ellos y se giró hacia ella.
—¿Qué fue eso, Ria? —preguntó, cruzándose de brazos—. Abigail solo estaba haciendo su trabajo. ¿Por qué tanta hostilidad?
Ria apretó los labios, sin saber cómo responder al principio. Pero la emoción contenida desde hacía tiempo comenzó a desbordarse.
—No es solo Abigail, Senn. Es todo. Ella, la guerra, todo lo que te aleja de nosotros... de mí.
Él se quedó en silencio, sus ojos buscando respuestas en los de ella. Ria sintió que había cruzado un límite, pero no podía detenerse ahora.
—No lo soporto —admitió, su voz temblando ligeramente—. No puedo soportar la idea de perderte de nuevo. Y no es solo porque eres mi mejor amigo. Es porque...
Se interrumpió, el miedo mezclándose con la sinceridad de sus palabras. Finalmente, respiró hondo y continuó.
—Es porque creo que estoy enamorada de ti.
Senn la miró fijamente, su expresión cambiando de sorpresa a una suave comprensión. Dio un paso hacia ella, aunque manteniendo cierta distancia.
—Ria... —empezó, su voz baja—. No sabes cuánto significa que me digas eso. Pero estas circunstancias... no son justas para ninguno de los dos.
Ella lo miró, buscando algo en su expresión que indicara lo que realmente sentía.
—¿No compartes lo que siento? —preguntó, apenas en un susurro.
Él suspiró y bajó la mirada por un momento antes de volver a alzarla.
—Sí. Creo que sí. Pero ahora mismo, entre la guerra, Xander, y todo lo que estoy tratando de arreglar... no puedo ofrecerte lo que mereces. Y no puedo arrastrarte a todo esto más de lo que ya estás.
Ria sintió una mezcla de alivio y dolor. Había esperado su rechazo, pero sus palabras eran honestas y profundas, y eso dolía más.
—Entonces, ¿qué hacemos? —preguntó, su voz quebrándose ligeramente.
—Seguimos adelante —respondió él—. Luchamos, juntos, como siempre lo hemos hecho. Y si algún día esta guerra termina y queda algo más que salvar... hablaremos de esto de nuevo. ¿Te parece?
Ella asintió lentamente, tragándose el nudo en su garganta. Aunque no era lo que quería escuchar, sabía que era lo que necesitaban ambos.
—De acuerdo —murmuró, levantando ligeramente la barbilla, intentando recuperar su postura firme.
Senn le ofreció una pequeña sonrisa, sincera aunque teñida de tristeza. Finalmente, no supo qué hacer, y cargado por el peso de sus emociones, se dió media vuelta, y salió de la habitación. Ria se quedó allí, recostada sobre una de las mesas, pensando en lo que acababa de pasar. La puerta se cerró detrás de Senn, dejando a Ria sola en la vasta sala. Las antorchas iluminaban débilmente los muros de piedra, proyectando sombras largas que parecían susurrar los pensamientos que no podía callar. Se dejó caer en uno de los bancos cercanos, su cabeza inclinada mientras sus manos jugaban nerviosamente con su cabello.
– ¿Es tan difícil esperar? – murmuró para sí misma, su voz apenas un eco.
– La paciencia no siempre es nuestra mejor virtud, especialmente cuando el corazón está involucrado. –
La voz anciana y pausada la sobresaltó. Ria levantó la cabeza rápidamente, encontrándose con Sulliman, que se apoyaba en su bastón de madera tallada, su silueta encorvada y sus ojos brillantes detrás de las arrugas profundas.
– ¿Sulliman? ¿Qué haces aquí? – preguntó con una mezcla de sorpresa y algo de vergüenza, como si el anciano hubiera visto demasiado.
El hombre avanzó con calma, sus pasos resonando suavemente en la piedra. – Oh, solo soy un viejo que suele estar en el lugar equivocado en el momento adecuado. O tal vez al revés. –
Ria frunció el ceño, intentando descifrar sus palabras, pero él levantó una mano para detener cualquier pregunta.
– Escuché lo suficiente para entender que tienes un peso en el corazón, joven Ria. Y un peso compartido siempre es más fácil de llevar. –
Ella desvió la mirada, cruzándose de brazos. – No es algo que pueda arreglar con palabras. Ni siquiera sé si hay algo que arreglar. Senn y yo... Estamos atrapados en algo más grande que nosotros. –
Sulliman se sentó lentamente en un banco cercano, dejando escapar un leve suspiro al acomodarse. – Eso es cierto. Pero no subestimes lo que los lazos personales pueden hacer en tiempos oscuros. ¿Sabes cuánto confió Thalleous en Senn cuando lo tomó bajo su cuidado? –
Ria lo miró, sorprendida. – ¿Qué quieres decir? –
Sulliman sonrió con melancolía. – Thalleous veía algo especial en Senn, algo que iba más allá de su linaje o su poder. Pero lo que más admiraba era su capacidad para seguir adelante, incluso cuando todo parecía perdido. ¿Sabes por qué podía hacerlo? –
Ria negó lentamente, atrapada por las palabras del anciano.
– Porque nunca estuvo realmente solo. Siempre había alguien que creía en él, que estaba dispuesto a recordarle quién era y lo que podía lograr. Thalleous fue uno de esos pilares para Senn. Ahora, ese papel recae en ti. –
Ria sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas, pero las contuvo, apretando los puños. – Pero ¿y si no soy suficiente? ¿Y si él nunca me ve de esa manera? –
Sulliman soltó una leve risa, cálida y comprensiva. – La paciencia, mi joven amiga. El tiempo tiene una manera peculiar de alinear los caminos que están destinados a cruzarse. Lo importante es que sigas siendo quien eres: alguien que lucha por él, no solo con armas, sino también con el corazón. –
Ria se quedó en silencio, procesando las palabras. Había algo reconfortante en la voz de Sulliman, una sabiduría que no podía negar.
– Gracias, Sulliman. No sé si puedo prometer que será fácil, pero... intentaré ser esa persona para él. –
El anciano asintió con una leve sonrisa, poniéndose de pie con cierta dificultad. – Eso es todo lo que alguien puede pedir. Ahora, será mejor que vuelvas a tus deberes. No queremos que Senn crea que me robé tu tiempo. Él ya desconfía demasiado de mí como para darme más razones. –
Ria dejó escapar una risa suave, algo que no había hecho en horas. – Sí, no creo que quiera más excusas para mirarte de reojo. –
Sulliman comenzó a alejarse, su figura encorvada deslizándose hacia las sombras. Antes de salir del salón, se giró una última vez.
– Recuerda, Ria: el amor no siempre llega en el momento más conveniente, pero siempre vale la pena luchar por él. –
Con eso, desapareció, dejando a Ria con un corazón un poco más ligero...
Horas después...
A las afueras de Crown Peak, se construyó una baliza improvisada, y cientos de guerreros se amotinaron en torno a ella. Senn estaba a la cabeza, con la mirada perdida en el cielo, aún sin estar del todo seguro de qué hacer, con respecto a todo. Finalmente, un ave lo sacó del trance. Merlin, el ave mensajera de confianza del fallecido Achillean, apareció en medio del cielo y aterrizó en el hombro de Senn.
– Majestad, – empezó – todo está listo. Lucan y Niika tuvieron éxito. La baliza de la costa de Basalto esta lista. –
Senn asintió, y Merlin voló de su hombro. Finalmente, Senn desenvainó su espada, y un grito de guerra resonó en la multitud, mientras la baliza se activaba y los guerreros empezaban a desaparecer de Crown Peak.
Continuará...
https://youtu.be/OEZdKA9nffo
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