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07: Pablo

ANTES

Invierno 2021

Había conseguido el número de Valeria y no dejaba de contar cada dígito, confirmando que esta vez estén todos completos. No sé cuánto tiempo había pasado, pero el papel con su número revoloteaba como una abeja en mi bolsillo pidiendo salir y yo lo sacaba de vez en cuando, queriendo armarme de valor para hacer algo.

¿Le mandaba un WhatsApp?

¿O la llamaba?

Estuve así un tiempo, debatiéndome entre si escribirle o llamarle. No sabía cuál era lo más adecuado, ni tampoco sabía por qué mi corazón se aceleraba y las manos me sudaban.

Yo solo quería saber de ella y ser amigos. Amigos. Pero, ¿por qué me ponía tan nervioso?

Estaba tan perdido mirando el número que ni me di cuenta cuando Fermín entró sin tocar.

—¿Estás enfermo?

—Joder, que me asustas.

—Te estamos esperando para una pichanga.

Miré el papel con el número de Valeria y luego a uno de mis mejores amigos; él notó lo que tenía entre mis manos y antes de que pudiera ocultar el papel, él ya me lo había arrancado.

—Venga, devuélvemelo.

—¿Quién ha sido la que te ha dado su número, guapillo?

—Nadie —dije rápido para que no empezara con sus bromas y me devolviera el papel.

Pero mi cara decía tanto. Mi cara gritaba lo que significaba ese papel.

—¿Es esa tal, Valeria?

—No es… —El calor empezó a subir por mi cuello. «¿Por qué me pasaba eso?» me pregunté. Escuché la risa de Fermín y, por más que quería replicar y decirle que no era ella, que no era nada importante, dije la verdad—. Es ella.

—Ya la has conquistado —Tenía una sonrisota al decirlo y no tardó en darme dos palmadas en la espalda, felicitándome—. Eres todo un guapete, cayó rendida a tus pies y dime, ¿ya le escribiste? ¿Ya la besaste?

Le quité el papel y lo guardé en mi bolsillo, negándome a sus preguntas.

¿Besarla? Yo… yo solo quería conocerla.

—¿Y qué esperas?

—No quiero parecer…

—Las tías buscan interés; debes de escribirle, Dez.

Miré el papel una vez más, sintiendo el peso de las palabras de Fermín. ¿Qué esperaba? Quizá tenía razón. Tenía que escribirle o llamarla, pero ¿y si lo arruinaba? Me sudaban las manos solo de pensarlo.

Finalmente, decidí que lo mejor era actuar. No se ganaba un partido quedándose sentado en el banco; debía de luchar por cada oportunidad, jugar con pasión y eso fue lo que hice.

Le escribí.

Empecé a escribirle, pero mis palabras no tenían ni pies ni cabeza y podía malinterpretarse todo y lo confirmé cuando Fermín leyó por encima de mi hombro lo que había escrito.

—No sé si le estás hablando en español o en catalán o en el idioma de los enamorados que te has inventado.

Volví a ponerme más nervioso y rápidamente borré todo lo que había escrito. Me iba a dar por vencido, pero Fermín tenía razón: si quería ser su amigo, debía de mostrarle interés. Una llamada era más personal; podría, podría escuchar su voz, tal vez escuchar si sonaba interesada o... desinteresada.

El interés en ser amigos…

Respiré hondo y marqué su número, de tanto mirarlo, ya me lo había aprendido de memoria. Mi corazón latía con fuerza en mis oídos mientras el tono de llamada resonaba en el silencio de la habitación. Después de lo que parecieron minutos eternos, finalmente respondió.

—¿Hola? —su voz sonaba suave, algo curiosa; al fondo se escuchaban voces de tías, risas y música.

—Hola... Valeria, soy Dez —Mi voz salió más baja de lo que esperaba, pero al menos no me había trabado, ni quedado en blanco.

—Ah, Dez… hola —parecía recordarme, lo que me dio algo de confianza, aunque me sentía como si estuviera fuera de juego—. ¿Cómo estás?

—Bien, bien... ¿Y tú? —La charla parecía fluir de forma natural, pero por dentro yo me debatía entre mil cosas. No quería sonar como un tonto, pero tampoco como si me importara demasiado, aunque claramente me importaba.

—Todo bien, solo me estoy preparando para salir en un rato —Su voz seguía siendo relajada, pero había algo en el fondo que me decía que tal vez tenía poco tiempo.

—Ah, qué bien. ¿Tienes planes para hoy? —intenté sonar casual, aunque la curiosidad me carcomía.

—Sí, una fiesta con unos amigos. Nada muy especial, pero ya sabes, fiesta entre día de semana y una gran resaca —se reía ligeramente. Dios, qué bella risa.

—Oh, claro, suena divertido... —Me quedé en silencio unos segundos, pensando en qué decir después, cuando ella se adelantó.

—Bueno, Dez, ha sido lindo hablar, pero tengo que irme o llegaré tarde. Te llamo después, ¿vale?

—Sí, claro. Nos hablamos luego entonces —dije, intentando mantener una sonrisa en mi tono de voz.

—¡Perfecto! Cuídate, hasta luego.

—Tú también, Valeria. Hasta luego —y colgamos.

—¡Estás enamorado! —chilló Fermín.

—No estoy enamorado. No la conozco —repliqué con la pura verdad, no la conocía. Solo me parecía linda, me daba curiosidad, me llamaba la atención. La conocía de vista, pero de ahí a estar enamorado... no, no podía ser.

Solo la veía y quería conocerla.

—¿Y estás muy interesado en conocerla? —preguntó Fermín, levantando una ceja con esa sonrisa que siempre parecía leerme el pensamiento.

Por algo era mi mejor amigo desde que llegué a la cantera.

Me quedé en silencio por un segundo, tratando de ordenar lo que sentía. La verdad era que sí, algo en ella me intrigaba, pero no quería que Fermín lo supiera, al menos no aún. Pero él me conocía bien y mi sonrojo me delataba.

¿Por qué me paraba sonrojando cuando se trataba de Valeria?

—No es eso —respondí finalmente, encogiéndome de hombros—. Solo me pareció una tía guay…

—Una tía guay —repitió él, alargando las palabras como si no me creyera ni un poco—. A ver cuánto tiempo más te dura esa excusa, hermanito.

Justo en ese momento, para mi salvación o quizá no, Cristo apareció por la puerta con una pelota en la mano.

—¿Qué pasa, van a venir o no? —dijo, moviendo la pelota de una mano a otra.

Antes de que pudiera decir algo, Fermín intervino con una sonrisa traviesa.

—Nada, que nuestro chavalín aquí —dijo señalándome—, ha hablado con su crush.

Otra vez las mejillas me ardieron.

Cristo frunció el ceño, mirando a Fermín y a mí con curiosidad.

—¿En serio? Con Valeria —preguntó, alzando una ceja mientras soltaba una carcajada—. Felicidades, tío. Ya era hora.

Sentí el calor subiendo de nuevo a mis mejillas con más intensidad y desvié la mirada, pero Fermín, como siempre, no me dejó escapar. Era como un hermano que quería avergonzarme a todas horas y me estaba conteniendo de no explotar.

—De Valeria, tío —respondió Fermín, dándole una palmada en la espalda a Cristo—. Le ha marcado, pero la cosa es que aún no se lo quiere admitir ni a sí mismo, que le gusta y que es su crush.

Me consideraba una persona que se picaba rápido; la verdad es que ya estaba tardando en saltar a la defensiva.

—¡Que no es mi crush, joder! —respondí de inmediato. Cristo y Fermín se rieron, lo que solo hizo que mi frustración creciera.

—Ya, ya, relájate, hombre —soltó Cristo, levantando las manos en señal de paz—. Solo estamos bromeando.

—Pues no me hace gracia —seguí, dando un paso hacia adelante. Sabía que me estaba picando por nada, pero no podía evitarlo. Todo el tema de Valeria me tenía en un lío y ellos lo sabían—. Siempre con las bromitas, tíos, ¿no pueden dejarlo ya? Un tío y una tía no pueden ser amigos, ¿o qué?

Fermín me miró de lado, aún sonriendo pero con una ceja alzada.

—Relájate, Dez, que estamos de tu lado. Solo es que… —hizo una pausa, como si estuviera buscando las palabras correctas para no echar más leña al fuego—, sabemos que tienes razón, pero también que lo que decimos es verdad.

Eso me descolocó por completo. Sabía que no podía mentirme a mí mismo, al menos no por mucho tiempo. Ellos me conocían mejor que nadie, y aunque me fastidiaba que lo sacaran a relucir, también sabía que estaban intentando ayudarme, de alguna forma.

Suspiré, rascándome la nuca mientras la tensión se disipaba un poco.

—Mira, solo... no es lo que piensan. No sé, la tía me cae bien, y eso es todo.

Cristo y Fermín se miraron entre sí, intercambiando una mirada cómplice.

—Sí, claro, "solo te cae bien" —dijo Cristo, lanzando la pelota al aire y atrapándola de nuevo—. El problema es que te cae tan bien que hasta te pones de todos los colores cuando hablamos de ella.

Rodé los ojos, sabiendo que seguir discutiendo no me llevaría a nada. Era inútil intentar esconder algo cuando mis mejores amigos lo notaban todo.

—¿Saben qué? —Me miraron curiosos a la espera de que admitiera lo que ellos querían escuchar y lo que yo aún no aceptaba del todo—. Vamos a jugar.

💌💌💌

Al día siguiente, después de mis clases y de entrenar, me acosté en mi cama para descansar un momento antes de ponerme las pilas con mis deberes. Revisaba mi móvil viendo los próximos partidos que el primer equipo jugaría y también revisando los partidos que yo jugaría con el juvenil B. En eso, entró una llamada y al ver el nombre de Valeria en la pantalla, sentí un pinchazo de nervios en el estómago, pero lo respondí sin pensarlo demasiado.

—Hola —dije, intentando sonar casual.

Yo había pensado en llamarla en la noche, después de hacer todas mis tareas que tenía pendientes.

—Hola, ¿qué tal? —respondió ella con una voz suave, que me relajó al instante.

—Todo bien, ¿y tú? ¿Cómo fue la fiesta?

—Bien. Bien, fue divertida. Perdón por no hablar mucho tiempo ayer; estaba ocupada alistándome y no quise parecer grosera.

—No pasa nada, yo llamé en mal momento —solté, intentando que mi voz no sonara demasiado ansiosa.

—¿Y ahora es buen momento?

—No tengo nada que hacer —respondí, como si no tuviera una montaña de tareas esperándome en el escritorio—¿Y tú?

—Tarea, pero ahora estoy hablando contigo. Te la debo por ser tan lindo.

¿Lindo? Me había llamado lindo, no supe qué decir por unos segundos, y en esos momentos de silencio, sentí como si hubiera dejado escapar una oportunidad. No sabía cuál, pero estaba ahí, flotando entre nosotros y Valeria la atrapó.

—Oye, una pregunta... ¿Tienes Instagram? —me preguntó de repente.

Me sorprendió la pregunta, pero rápidamente le di mi usuario.

—Sí, es pablovaldez10.

—Guay, te sigo.

Se escuchó un silencio y luego el sonido de teclas de un portátil. Supuse que estaba tecleando mi usuario.

—¿Player juvenil B? —dijo con un tono curioso—. Eres futbolista, ¿no?

—Sí, juego en el juvenil B del Barcelona —respondí con naturalidad, aunque no sabía qué impresión le causaría.

—¿En serio? —exclamó, sonando genuinamente sorprendida—. Eso es guay. Yo juego en el equipo de vóley de mi colegio. Tenemos algo en común.

Solté una risa, sintiendo cómo la conversación empezaba a fluir con más naturalidad.

—Vóley, ¿eh? —respondí con una sonrisa—. Entonces sabes de juegos.

—Sí, aunque no sé si estás a mi nivel —dijo, con un tono juguetón que avivó mis instintos competitivos.

Me crucé de brazos, sonriendo más ampliamente. Estaba diciendo que podía ganarme.

Ganarme a mí. Menuda tía.

—¿Estás insinuando que me ganarías? —le pregunté.

Ella soltó una pequeña carcajada.

—No estoy insinuando nada —contestó, divertida y con total confianza dijo: —. Estoy bastante segura de que lo haría.

—¿Ah, sí? —respondí, fingiendo incredulidad—. Quizás deberíamos comprobarlo un día de estos. Aunque no creo que puedas conmigo tan fácilmente.

—Eso suena a un reto —dijo ella, se le escuchaba confiada—. Pero seguro que ya te estarás arrepintiendo al final, cuando te gane. Suelo callar bocas.

Reí suavemente, disfrutando de esta conversación.

—Bueno, supongo que lo averiguaremos —respondí,manteniendo la energía competitiva entre ambos—. Un día de estos podrías venir a ver uno de nuestros entrenamientos, si te apetece. Podemos quedar para una pichanga después, mitad de tiempo voley y mitad de tiempo fútbol.

—¿En serio? Me encantaría, soy muy competitiva para que lo sepas —respondió ella rápidamente, entusiasmada y luego añadió—. Nunca he visto un entrenamiento de fútbol en persona.

—Pues ya está, te invito cuando quieras. Los entrenamientos son divertidos de ver... al menos, eso dicen.

Eso dicen los ligues de mis colegas que las invitan para impresionarlas.

—¡Trato hecho! —dijo, y pude imaginar la sonrisa en su voz—. Oye, te agrego a Instagram entonces, para seguir en contacto.

—Dale, Val —respondí, y en ese momento mi teléfono vibró con la notificación de su seguimiento.

Yo también la seguí.

Seguimos conversando durante un rato más, hablando de deportes, de su colegio y de cosas triviales que fluían con facilidad. Aunque seguía un poco nervioso, cada minuto me sentía más cómodo hablando con ella.

Me sentía sorprendentemente cómodo, incluso hablando por el móvil. Su voz al otro lado de la línea tenía una especie de calma que hacía que todo fluyera con naturalidad, como si lleváramos años conociéndonos, aunque apenas habíamos cruzado un par de palabras en persona. Lo curioso es que no había silencios incómodos, ni la típica sensación de no saber qué decir. Cada comentario suyo parecía una invitación para seguir hablando, para explorar un poco más de esa conexión que empezaba a formarse.

Nos seguíamos retando y, sin darme cuenta, ya me encontraba sonriendo más y más. Valeria me provocaba de una manera sutil, y a diferencia de cuando me provocaban mis colegas y terminaba explotando, con ella era diferente; me gustaba que se metieran conmigo, que me retara con una confianza a mil, como si fuéramos amigos de toda la vida y ni siquiera mis amigos lograban eso.

Valeria tenía ese poder en mí, me atrapaba a seguir hablando un rato más, sin cansarme de oírla, y me gustaba esa ligereza entre los dos. A pesar de estar hablando mediante una llamada, se sentía cercano, íntimo, como si estuviera al frente mío, charlando y sonriéndome a mí.

Deseé que la conversación no terminara, pero se terminó cuando escuché la voz de la que suponía era su mamá decirle que haga sus tareas y ella, sin replicar, se despidió de mí.

—¿Puedo llamarte mañana?

—Sí, ¿A la misma hora?

—A la misma hora —confirmó—. No te olvides que tenemos un reto pendiente, Dez.

—Y yo te voy a ganar, Val.

—Ya lo veremos. Adéu.

—Adéu.

Colgué el móvil y me lo quedé mirando por unos segundos,recordando la conversación con Valeria, pero finalmente me levanté y me senté en el escritorio. Tenía una tarea por hacer, aunque con la cabeza llena de pensamientos sobre nuestra charla, sabía que concentrarme iba a ser complicado.

¿Cómo decía que podía ganarme? Era obvio que no me conocía y ahora solo quería que llegara el momento de demostrarle lo bueno que era.

Abrí el archivo, pero mi mente seguía vagando, repasando cada palabra de nuestra conversación. "No te olvides que tenemos un reto pendiente, Dez". Solté una risa suave, sacudiendo la cabeza. Me gustaba cómo usaba mi mote en ese tono desafiante. ¿Cómo sonaría mi nombre de su voz?

El cursor en la pantalla parpadeaba, y yo seguía sin abrir el archivo.

Después de un tiempo de intentar concentrarme y batallar con cálculo, el teléfono vibró a mi lado. "Valeria". Sonreí automáticamente al ver su nombre y abrí el mensaje:

Valeria:

¿Ya estás practicando
para no perder?

me:

Creo que tú estas
haciendo eso :)

valeria:

🤣🤣🤣

estoy envuelta en cálculo

me:

joder, yo tambien

me es imposible
concentrarme


Valeria:

en quien estaras
pensando 🧐

me:

en realidad se acerca
un partido

y tú?

logras concentrarte


valeria:

se me dan fatal los números :(

prefiero las letras

y también porque

No puedo dejar de pensar
en que pronto veré
un entrenamiento en vivo 🙈

Una sonrisa se me hacía más grande al leer ese mensaje.

Me:

Pues cuando vengas, te prometo que no te vas a aburrir. Además, te puedo dar un tour por la cantera.

y te consolare cuando pierdas.

Valeria:

Te tragaras tus palabras

¿Y cómo es vivir ahí?
Tiene que ser increíble,
hacer lo que más amas 24/7.

Me:

Lo es, aunque también es mucho trabajo. Entrenamientos, clases, más entrenamientos... pero te acostumbras. Lo mejor es que todos aquí compartimos el mismo sueño.


Valeria:

Todo esfuerzo trae su recompensa

además de seguro un dia juegas en primera división

Me:

Es un sueño la verdad.

cualquier chaval sueña con eso.


Valeria:

Estoy segura que lo lograras
no te olvides de mí en ese momento jsjjs

Me:

Claro que no, me caes bien. Además, te doy permiso para mostrar nuestros chats y decir que hablabas conmigo cuando no era famoso 😉.

Valeria:

😅 eres creído.

«Lo arruiné»,  pensé de inmediato, sintiendo cómo la vergüenza subía por mi cuello.

¿Por qué había dicho eso? Era una broma, claro, pero no sonaba tan graciosa ahora que lo veía en pantalla. Me pasé una mano por el pelo, nervioso, pensando en cómo arreglarlo antes de que la conversación se volviera incómoda.

Me:

Nah, era broma.
Ya sabes,
no soy tan importante.


«Aún»

Me quedé mirando la pantalla, esperando su respuesta, intentando mantener la calma aunque sentía que el corazón me latía más rápido. ¿Por qué me importaba tanto?

Valeria:

Tranquilo, solo bromeaba también 😂. Pero un poco creído sí que eres. De la buena manera 😸

Solté el aire que ni siquiera sabía que estaba conteniendo, aliviado de que no se lo había tomado mal.

Me:

Vale, lo admito,
tal vez un poquito...

Pero solo porque intento impresionarte.

Valeria:

Es bueno que lo admitas.

Sonreí, sintiéndome mucho más relajado. No lo había arruinado.

Me:

¿Seguirás con la tarea?

Valeria:

la verdad es que no quiero,
pero debo.

🥺🤧

Por cierto
¿cuantos años tienes?

Me:

16 ¿y tú?

Valeria:

¿cuantos crees que tengo?

Ya sabía su edad, a decir verdad, cuando la busqué en instagram. Pero debía de disimular.

Me:

15?

Valeria:

casi
Tengo también 16

Me:

Otra cosa en común.

Y siguiendo con el interrogatorio 😅

¿Cuándo es tu cumpleaños?

Valeria:

El  6 de agosto.

¿Y el tuyo?

Me:

5 de agosto.
Soy mayor que tu

Valeria:

por un dia 🙄

Ahora entiendo por qué eres tan seguro de ti mismo.

Eres Leo ♌️ 😏

Me:

lo mismo digo, valeria.

Suena a una amistad
interesante

Valeria:

Ya veremos cómo nos va 😊

Sonreí al leer lo que escribió, sintiendo complicidad ante nuestras coincidencias.

Valeria:

¿Qué tal si hacemos una videollamada para hacer la tarea juntos? Así será más entretenido.

Me:

Guay, al menos
sufriremos juntos
haciendo la tarea.

Valeria:

vale, entonces te veo en unos segundos.

Dejé el móvil y corrí a verme al espejo; me pasé una mano por el pelo, peinándome a la vez que mi móvil empezaba a sonar. No quería hacerla esperar mucho, así que corrí, me volví a sentar y abrí la videollamada. Después de unos segundos, la cara de Valeria apareció en la pantalla, sonriendo tímidamente mientras jugaba con un mechón de su cabello.

—Hola, otra vez.

Madre mía, qué guapa era.

—Ho… —La garganta se me seco—. Ho-la…, ¿lista para sufrir con la tarea?

—Bueno, con compañía, todo es más llevadero, ¿no?

Me reí por lo que dejó; sus palabras me relajaron. Verla frente a frente, aunque fuera por una pantalla, lo hacía sentir como si todo fuera más real.

—Definitivamente. ¿Dónde empezamos?

—Yo estoy atascada en matemáticas. No soy muy buena, para ser honesta.

—Tienes la suerte de que soy un genio. Te ayudo.

—Vale, genio de las matemáticas —escuché su risita y joder, no podía existir una risa más perfecta.

Continuamos hablando, Valeria me envió fotos de lo que estaba haciendo y yo también lo hice con lo mío. Ella no era tan buena en matemáticas, pero me dijo que me ayudaría con un ensayo. Ambos hablábamos, en un ambiente cómodo, y me seguía sorprendiendo  lo fácil que era hablar con ella, aunque a veces me ponía nervioso y mucho.

Sus ojos tenían algo.

Tenía unos grandes ojos.

—A ver, si sumo esto... espera, mejor utilizo la calculadora porque dudo de mis conocimientos.

Me reí sin poder evitarlo, y ella me miró a través de la pantalla, medio sonriendo.

—¿Tan mal estamos? —me burlé y vi cómo rodó esos ojazos.

—No me juzgues, las matemáticas no son lo mío. Soy más de letras.

—Está bien, te cubro la parte numérica entonces. Somos un equipo de Leo y Leo.

Valeria soltó una risa, moviendo la cabeza con diversión.

—Lo dices como si fuéramos superhéroes o algo así.

—¿Y quién dice que no lo somos?

—Vale, super Leo Valdez, sigo confiando en ti para salvarme de esta pesadilla de números. Por cierto, Leo Valdez es uno de mis crushes de un libro. Menuda casualidad.

Me reí bajando la mirada para que no notara la rojez en mi rostro. ¿Lo había dicho con segundas intenciones?

—Eres monísimo.

¿Se había dado cuenta de que me sonrojaba? Necesitaba aprender a controlar esos sonrojos.

La miré, sintiéndome avergonzado, pero ella me daba confianza al mirarme toda sonriente.

—¿Seguimos?

—Claro, claro.

Volví a la tarea, intentando concentrarme en las operaciones, pero la imagen de su sonrisa seguía rondando en mi mente. Valeria se inclinó un poco hacia la cámara, como si eso la hiciera más cercana.

—Es esta ecuación... Ah, espera, ¿estás seguro de que esto se multiplica y no se suma? Porque la última vez me confundí y terminé con un número gigante que ni sé de dónde salió.

Solté una risa, apreciando su sinceridad.

—Vamos, que lo haremos juntos. Si no puedo, siempre puedo pedirle ayuda a Leo Valdez, él es un experto en matemáticas.

Ella rió, y me sentí un poco más en control.

—Eso es, invoca a tu héroe—dijo, guiñando un ojo.

Ambos soltamos una risa, y el ambiente se sentía cada vez más ligero. Al final, la tarea se volvió un juego, y olvidé por completo los nervios que había sentido al principio.

—¿Ves? Estás haciéndolo bien. Lo estamos logrando—dijo al ver el desarrollo de Valeria.

—Gracias a ti. Quizás seamos el nuevo dúo dinámico.

La conversación fluyó de forma natural, y me di cuenta de que me estaba gustando más de lo que había anticipado. Sin duda, Valeria era especial.

—Bueno, creo que hemos sobrevivido a la clase de matemáticas—dije, sintiéndome más aliviado.

—Sí, y quizás deberíamos hacer esto más a menudo.

—Me parece un gran plan—respondí, sintiendo una emoción que no había esperado.

Después de la videollamada con Valeria, no pude contener la emoción. Sabía que tenía que compartirlo con alguien, así que decidí llamar a mi hermana, que siempre estaba dispuesta a escuchar mis historias.

—Te escucho diferente, ¿eh? ¿Me ocultas algo, hermanito?

—Nada.

—Dímelo, porque soy tu hermana favorita.

Mi única hermana.

—He hablado con una tía —confesé en un susurro, como uno de mis mejores secretos guardados.

—Una tía. ¿Tu novia?

—Nos estamos conociendo, joder.

—Venga. Nombre, apellidos, ¿te gusta? ¿Le gustas?

—¿También quieres su tipo de sangre?

—Necesito saber si en verdad es para ti, Pablo. Que las tías que te presentan tus amigos me dan mala espina y… —Se quedó en silencio—. Le estoy revisando el Instagram y me da buenas vibras, pero ya sabes lo que dicen: cara vemos, corazones no sabemos.

Mi boca se abrió a medida que la iba escuchando.

—¿Cómo le conseguiste el Instagram?

—Entré a tus seguidos de Instagram. Háblame de ella, ¿te interesa?

—La quiero conocer…

—Uhhh estás enamorado, mi hermanito está enamorado.

—Somos amigos. Nada más.

—Eso dicen todos, ¿cuéntame más, Pablito?

Le conté lo de la llamada, los mensajes, la videollamada y el corazón se me aceleraba al recordarlo. Pero eso no se lo diría a mi hermana.

—¡Espera un segundo! ¿Te dijo monísimo? Eso es una buena señal, hermano.

No pude evitar sonreír, recordando su sonrisa y la confianza que había sentido durante la llamada.

—Sí, y aunque estaba nervioso al principio, al final fue genial. Nos reímos un montón.

—Eso suena increíble. ¿Y qué piensas hacer ahora?

—No lo sé. Quiero seguir hablándole, pero no quiero parecer demasiado intenso o desesperado.

—Solo sé tú mismo. Si te gusta, ¡adelante! ¿Y qué tal si le invitas a hacer algo divertido la próxima vez?

—La invité a uno de mis entrenamientos.

—Venga, suerte que quieres ser solo su amigo.

—Es lo que quiero, Aurora.

—Claro. Imagínate, tú como el futbolista y ella animando. ¡Un romance de película!

«Ojalá, digo, solo amigos»

—Me alegra saber que estás emocionado y me alegra que hablaras con esa tía.Recuerda que siempre estoy aquí para lo que necesites, ¿vale? Y hazle saber que si te hace llorar, iré por ella.

—Gracias y en serio me das miedo.

💌💌💌

Había seguido hablando con Valeria y quedamos en un día para los entrenamientos, el cual ya había llegado.

La emoción me recorría el cuerpo, no podía evitar pensar en lo que haría para impresionarla, es más había practicado una jugada. Mientras esperaba en la cancha, la impaciencia comenzó a atormentarme. El entrenamiento ya había iniciado, y Valeria no aparecía.

¿Se había olvidado de la hora?

Venga Dez, concentrate.

Dejé de pensar en ello y me concentré en el fútbol. No sé cuánto tiempo pasó, pero al mirar hacia la entrada, la vi aparecer, con su uniforme del instituto ajustado y un aire de disculpa. Su cabello caía desordenadamente, como si hubiera corrido para llegar, y no pude evitar sentirme aliviado al verla.

Tomó asiento en una de las gradas y miró hacia el campo, al verme sonrió alzando su mano en forma de saludo.

—Venga, Dez, continúa —La voz del entrenador me hizo volver a la práctica.

Me concentré en la pelota, haciendo todo bien al mil porciento porque sabía que Valeria me estaba mirando.

—Parece que tu novia ha venido —dijo Nico al acercarse a mi—. No sabía que ya le habías hablado.

—Somos amigos.

Muy buenos amigos.

—Concéntrate en el entrenamiento, tío.

Seguí en lo mío, ignorando las miradas que me lanzaban mis colegas. La mayoría que me conocía y era cercano a mi, se había dado cuenta de quien estaba sentada en las gradas y no perdían la oportunidad al decirme: “huele a amor”.

Finalmente el entrenamiento terminó y me acerqué a Valeria, deseando que mis colegas no me siguieran y me avergüencen.

—¡Hola!—exclamó, sonriendo—. Lo siento por llegar tarde, los horarios del instituto son un caos.

—No te preocupes…

—Ni siquiera me dio tiempo de cambiarme.

Iba a contestarle, pero mis amigos sin perder la oportunidad no tardaron en llenarnos con preguntas.

—¿Y quién es esta tía?—preguntó Balde, con una sonrisa pícara en su rostro.

—¿Tu novia?—añadió Nico, levantando una ceja y haciendo que me sonrojara de inmediato—¿Cómo te llamas? Por cierto, eres guapísima.

Si tenía que presentar a Valeria a mis amigos, hubiese deseado que el primero sea Fermin, era el más decente y estaba seguro que no me avergonzaría o al menos no al frente de ella. Pero estaba en otra categoría.

—Gracias, me lo dicen seguido y me llamo Valeria

—Alejandro, pero me dicen Balde, un gusto.

—Yo Nico y supongo que él que te dice guapísima seguida es nuestro Dez ¿verdad?

—Déjenla en paz—dije, intentando salvarme.

La risa y las miradas de curiosidad de mis amigos me hacían sentir como un bombillo fosforito a punto de explotar. No sabía cómo defenderme, así que opté por
desviar la atención.

—Oye, Val ¿Te gustaría ver un poco del lugar?—pregunté, intentando cambiar de tema y alejándola de mis amigos.

—Claro, suena genial—dijo, aliviada de escapar de la ronda de preguntas.

—¡Recuerden que está prohibido el ingreso de niñas a los dormitorios! —grito Nico con una risita.

No te sonrojes, no te sonrojes, no te sonrojes.

La cara me ardió y vi como Valeria también se ruborizaba. Ambos evitamos mirarnos.

—Son unos gilipollas, pero buena gente.

—No estoy mintiendo, en verdad ¿Son tus colegas de toda la vida?

—Los conozco desde los 11, somos una familia a decir verdad. Ahora solo están ellos dos, pero también están Fermin,Cristo y Biel. Ellos están en el juvenil A y también está Ansu, él es un crack con la pelota y está jugando con los mejores en el primer equipo.

—Guay. ¿Sabes?—dijo Valeria, mirándome con atención.

—¿Qué?—pregunté, sintiéndome un poco nervioso por la dirección de la conversación.

—Puedes saber cómo es una persona al escucharlo hablar de sus amigos. Y a ti, te han brillado los ojitos—respondió, sonriendo con complicidad.

Me quedé un momento en silencio, sorprendido por lo que había dicho. ¿Realmente podía notar eso? Me sonrojé un poco, sintiendo que mis mejillas ardían.

—Es que...—intenté explicarme, pero la verdad era que no sabía cómo hacerlo. Sentía una conexión con mis amigos que iba más allá de cualquier otra cosa, pero no estaba acostumbrado a abrirme tanto.

—Está claro que los valoras mucho. Eso habla bien de ti.

—Sí, son como hermanos para mí. Pasamos por muchas cosas juntos—admití, tratando de mantener la voz firme.

—Eso es lindo. A veces, los amigos son la familia que elegimos—respondió Valeria, y en ese momento, sentí que había algo especial en su forma de ver las cosas.

La conversación fluyó naturalmente, y me di cuenta de que cada palabra que intercambiábamos nos acercaba un poco más. La forma en que me miraba, con esa mezcla de curiosidad y calidez, me hacía sentir como si estuviera compartiendo un secreto con alguien que realmente lo entendía.

—Y tú, ¿tienes amigos así?—pregunté, buscando profundizar más en su vida.

—Claro, tengo un grupo de chicas con las que he crecido desde el jardín. Nos cuidamos mutuamente, somos como una familia.

Ella había dicho que podías saber cómo es una persona al escucharlo hablar de sus amigos. Ella habia hablado de sus amigas y su sonrisa no pasó desapercibida por mi.

—¿Así que eres de Sevilla y has venido desde los 11 a Barcelona?

—Estás en lo correcto.

—¿Y fue difícil? —preguntó mientras caminábamos por el campo—. Dejar a tu familia, tu hogar y venir a una nueva ciudad.

—El primer año mis padres rentaron un piso, luego para el siguiente quise vivir yo en La Masía. Era lo mejor y así ellos podían regresar al pueblo, yo estaría bien y estuve bien. Claro que los extrañaba, pero realmente estoy aquí por una razón…

—Ser jugador del primer equipo ¿verdad? —Asentí, era mi sueño—. Voy en buen camino conociéndote, Dez.

Sonreí y seguimos hablando con confianza.

Le hablé de mis amigos de mi pueblo y como seguíamos conversando una amistad con el pasar de los años y de la distancia.

La llevé por los pasillos, señalándole los logros del equipo y contándole anécdotas sobre los jugadores que habían pasado por allí. Mientras caminábamos, no podía dejar de pensar en lo linda que se veía con su uniforme, y cómo su risa resonaba en mis oídos, apagando los nervios que me generaban mis amigos.

—Así que, ¿qué te parece?—pregunté mientras le mostraba la sala de trofeos, llena de copas y medallas relucientes.

—Es impresionante, de verdad—respondió, observando cada detalle con admiración. Su mirada se iluminaba con cada historia que le contaba, y eso me hizo sentir un poco más seguro.

—Aunque debo decir que...—comenzó, girándose hacia mí con una sonrisa traviesa—. Eres un poco gruñón, ¿sabías?

Solté una risa, sintiéndome avergonzado pero también divertido.

—¿Yo? —respondí con una sonrisa, tratando de devolverle la broma.

—Por tus colegas de hace rato, es que frunciste el ceño y —no contuvo su risa—. Eres un niño bonito gruñón—agregó, riéndose mientras me daba un ligero empujón en el brazo.

La risa de Valeria era contagiosa, y me gustaba cómo se sentía fácil hablar con ella.

—Dejemos el reto para otro día, ¿te parece?—sugerí, recordando lo que habíamos planeado.

—¡Por supuesto! Pero ten cuidado, que no me voy a dejar ganar tan fácilmente—me retó con una sonrisa desafiante.

Nos detuvimos en un mirador que daba al campo de entrenamiento, donde se podía ver a los demás practicando. Era un momento tranquilo y perfecto para disfrutar de su compañía.

—Vamos a seguir con esto—dije, sintiéndome más relajado—. Prometo no ser tan gruñón en la próxima vez que mis amigos intenten avergonzarme. En realidad no los llevaré —reí por lo último que dije.

Valeria se rió y se detuvo al mirar la hora.

—Dios, ya es tarde.

—Te puedo acompañar a tu casa ¿si quieres?

Podía llevarla en bicicleta o tomar el bus, lo importante era ser un caballero.

—No te preocupes, mi chófer me espera. ¿Nos vemos luego?

—Vale, para la próxima me hablas más de ti. 

—Soy un libro abierto, Dez.

💌💌💌

Me apresuré a entrar en la cafetería, ajustando el lazo del pequeño regalo que le había comprado a Valeria por San Valentín. No era nada del otro mundo, solo un libro que encontré en oferta en una librería de segunda mano. No era mucho, pero sabía que a ella le gustaba leer y era San Valentín; quería darle un regalo por el Día de la Amistad, obviamente.

Al caminar hacia el lugar donde habíamos quedado, revisé el reloj una vez más. Cinco minutos antes de la hora adecuada.

Cuando finalmente la vi, en la mesa al lado del ventanal, vi que tenía un portátil abierto frente a ella y mi corazón dio un vuelco. Por un instante, me sentí un completo gilipollas. ¿La habría hecho esperar como aquel imbécil que había sido con mi ex?

¿Me había confundido de hora?

Sacudí la cabeza, intentando sacarme esas comparaciones absurdas de la mente. Pero aun así, los nervios me carcomían.

Me acerqué lentamente, tratando de que mi sonrisa pareciera relajada, aunque por dentro estaba bastante alterado. Valeria, con su mirada fija en la pantalla, ni siquiera se había dado cuenta de que ya estaba allí.

—Hey —dije, tomando asiento frente a ella.

Valeria levantó la mirada, sus ojos brillando al verme. Y por alguna razón, eso me tranquilizó.

—Dez, no te vi llegar —respondió con una sonrisa que me hizo olvidar cualquier preocupación por completo.

—¿Hace mucho que estás aquí? —pregunté, tratando de que no se notara mi preocupación por haber llegado tarde.

—Nah, llegué hace un rato. Quería llegar puntual y me excedí 30 minutos antes, pero me puse a escribir mientras te esperaba.

Me sorprendió. Nunca me había mencionado que escribía. Con todo lo que habíamos hablado sobre el vóley y las cosas del día a día, no se me ocurrió que también tuviera esta faceta creativa. Aunque debí suponerlo, siempre que la veía iba con un libro en mano.

—¿Escribes? —le pregunté, genuinamente interesado.

Valeria asintió, un poco tímida. Fue raro verla así; normalmente siempre estaba tan segura de sí misma.

—Sí, es algo que hago cuando tengo tiempo libre. No es nada serio, solo... no sé, historias que se me ocurren.

Mi interés aumentó al instante. Me incliné un poco hacia adelante, señalando su portátil sin pensar demasiado.

—¿Puedo ver?

Tan pronto como las palabras salieron de mi boca, me arrepentí. ¿Era demasiado pronto para pedirle algo tan personal? Pero, sorprendentemente, después de una breve pausa, Valeria giró el portátil hacia mí, aunque su sonrisa nerviosa me dejó claro que estaba fuera de su zona de confort.

—Solo si prometes no reírte —dijo, mordiéndose el labio.

Tomé el portátil con cuidado, como si estuviera manejando algo importante. Empecé a leer el capítulo y, desde la primera línea, noté algo especial en su forma de escribir. Valeria tenía una forma sencilla pero directa de contar las cosas. Era una escena romántica, pero no era cursi; estaba llena de pequeñas observaciones que hacían que la relación entre los personajes pareciera real. Las descripciones no eran complicadas, pero lograban capturar ese momento en el que todo parecía fluir entre los dos protagonistas.

Levanté la vista del portátil, impresionado.

—Val, esto es increíble. De verdad, deberías publicarlo.

Ella se rió, pero con ese tono nervioso de alguien que no sabe si tomar el cumplido en serio.

—¿Publicarlo? ¿Dónde? No es tan bueno —murmuró, agitando la mano como si lo que dijera fuera obvio—. Además, es un fanfic de Charles Leclerc. ¿Quién lo va a leer?

—Yo lo leería y claro que es bueno —insistí—. Hay una plataforma llamada…

Tenía el nombre en la punta de la lengua; había oído hablar de ella por mi hermana, que se la pasaba leyendo de vez en cuando ahí.

—¿Wattpad?

—Esa misma. Deberías intentarlo, eres buena. 

Vi cómo sus ojos brillaban un poco más al escucharme, aunque trataba de disimularlo. Sabía que la idea le atraía.

—No sé... —dijo, mirando hacia un lado, claramente pensándolo, pero también disfrutando el cumplido—. Si lo hago, no puedes contarle a nadie. Me da vergüenza.

Me reí, alzando las manos en señal de rendición.

—Trato hecho. Seré tu mayor fan en secreto.

Ella soltó una carcajada y cerró el portátil, mirándome con esos ojos llenos de complicidad. Me di cuenta de que los nervios que tenía antes se habían desvanecido por completo. Estar con ella era sencillo, natural.

—Por cierto, tengo algo para ti —dije, casi olvidando el regalo que había estado escondiendo—. Feliz San Valentín.

Le entregué el paquete. No era gran cosa, pero su sonrisa mientras lo abría fue suficiente para hacerme sentir que había acertado.

—¡Gracias! —dijo Valeria, claramente emocionada—. Amo los libros. ¿Cómo lo sabías?

—Lo intuí.

—Tengo algo para ti también —dijo, inclinándose un poco hacia la mesa. Sonriéndome como una niña pequeña.

—¿En serio? —pregunté, sorprendido mientras dejaba el portátil a un lado—. No tenías que hacerlo.

—Tú lo has hecho por mí. No es gran cosa, pero quería darte algo por San Valentín.

De su bolsa sacó un sobre y me lo entregó. Por mi mente pasó lo que quizá sería, ¿una carta? Le gustaba escribir; seguro me había escrito algo especial.

Rasgué el sobre con cuidado y saqué dos entradas. Al verlas, levanté la vista hacia ella; me miraba sonriente, emocionada por el regalo que me acababa de dar. Miré las entradas, ¿acaso eran?

—¿Son…? —empecé a decir, pero no terminé la frase, simplemente me quedé mirando las entradas.

—Para el próximo partido del Barça. Puedes ir con un amigo —dijo, sintiendo una oleada de satisfacción al ver su sonrisa—. Pensé que te gustaría ver a tus compañeros del primer equipo. Sé lo mucho que los admiras, y no sé, tal vez te inspire para lo que viene.

La miré sin poder contener mi sorpresa. Sabía lo que significaba para mí tener esas entradas, no solo por el partido, sino por el gesto. Era un detalle que mostraba cuánto había pensado en mí, en mis sueños.

—Valeria... esto es increíble —dije, con una mezcla de agradecimiento y sorpresa—. No tenías que hacer esto.

—Claro que sí, Pablo. Te lo mereces. Además, quién mejor que tú para disfrutarlo. Quiero que un día estés jugando en esos partidos.

Me quedé mirándola por un momento, sin saber qué decir. Este regalo no era solo algo material, era un impulso, una especie de recordatorio de que no estaba solo en este camino.

—Gracias. De verdad —murmuré, tocado por el detalle.

—De nada —respondió ella con una sonrisa cálida—. Pero prométeme que vas a disfrutarlo, ¿vale? Aunque sea desde la grada esta vez.

—Lo haré, te lo prometo. Y tú vendrás conmigo.

—¿Yo? —preguntó Valeria, levantando una ceja con sorpresa.

—Claro. No voy a dejar que te pierdas un partido así. Además, fuiste tú quien consiguió las entradas —le respondí, como si fuera la cosa más obvia del mundo.

—Bueno, es que... no lo había pensado —rió un poco, mordiéndose el labio—. Pero me encantaría ir.

—Entonces está decidido. Vamos juntos —dije con una sonrisa, ya imaginando la idea de tenerla a mi lado en las gradas, compartiendo ese momento.

Vi su mano apoyada sobre la mesa, relajada, a centímetros de la mía. Mi corazón empezó a latir más rápido, y no pude evitar pensar que tal vez, solo tal vez, debería tomarla. Sentí ese impulso nervioso pero decidido, como si ese simple gesto pudiera cambiar algo entre nosotros.

Me incliné un poco hacia adelante, acercando mi mano a la suya, con los nervios recorriéndome el cuerpo. Estaba justo a punto de rozarla, cuando de repente, escuché una voz que me hizo detenerme en seco.

—¡Valeria! —gritó Carla desde la puerta de la cafetería, agitando una mano en el aire mientras caminaba hacia nuestra mesa.

Retiré la mano rápidamente, sintiendo cómo el calor se acumulaba en mis mejillas, maldiciendo mi mala suerte. Valeria levantó la cabeza, sonriendo al ver a su amiga, y yo me quedé allí, intentando no parecer demasiado frustrado por el momento interrumpido.

—¡Carla! —Valeria le devolvió el saludo alegremente, sin darse cuenta de lo que había estado a punto de suceder.

Me recosté en la silla, intentando calmar los latidos de mi corazón, mientras Carla se acercaba con una gran sonrisa en el rostro, completamente ajena al pequeño drama que acababa de suceder bajo la mesa.Vi su mano apoyada sobre la mesa, relajada, a centímetros de la mía. Mi corazón empezó a latir más rápido, y no pude evitar pensar que tal vez, solo tal vez, debería tomarla. Sentí ese impulso nervioso, preguntándome si su tacto sería igual de suave a como me lo imaginaba. 

Me incliné un poco hacia adelante, acercando mi mano a la suya, con los nervios recorriéndome el cuerpo. Estaba justo a punto de rozarla, cuando de repente, escuché una voz que me hizo detenerme en seco. Retiré mi mano rápidamente.

—Hola, perdón por llegar tarde —dijo la chica rubia que reconocí como la de la otra vez. Sin pedir permiso, tomó asiento al lado de Valeria y la abrazó, besando sus dos mejillas—. Feliz San Valentín. Te traje una paleta.

Sonriente, le entregó el dulce a Valeria y luego me miró.

—A ti también te traje un chocolate, Dez. Feliz San Valentín. Por cierto, que quede claro que yo soy su mejor amiga.

Me sonrió contenta, pero a la vez, sus últimas palabras sonaban como amenazantes, como diciéndome que ella y solo ella era su mejor amiga y que yo no pintaba nada allí.

—Carla —vi cómo la codeó y le dio una mirada de regaño.

—Es una broma —respondió Carla, riéndose.

Miré a ambas amigas, tratando de procesar la situación. No sabía que tendríamos compañía; pensé que solo seríamos ella y yo en esta salida. Valeria debió de darse cuenta de mi cara de confusión, ya que habló.

—No te avisé antes, pensé que no te importaría.

Tragué saliva, sintiendo una mezcla de decepción y curiosidad.

—No, está bien —respondí, tratando de sonar despreocupado—. Supongo que es más divertido con más gente.

—Deberías llamar a un amigo tuyo, así tenemos una ci… —Se detuvo de hablar ya que Valeria habló por ella.

—Muero de hambre, ¿pedimos ya?

Entre las dos se miraron de una manera que no entendí; era como si estuvieran hablando mediante sus ojos y luego llegaron a la conclusión de pedir churros.

Ambas sonrieron; podía notar que había una chispa de complicidad entre las amigas. Carla me lanzó una mirada traviesa, como si quisiera dejar claro que estaba lista para proteger a Valeria de cualquier intromisión. Y yo le devolví la sonrisa, diciéndole que mis intenciones eran buenas.

💌💌💌

primavera 2021

Ya habían pasado dos meses desde que empecé a hablarme con Valeria. La conocí, ella me conoció y creo que ya nos consideramos amigos. Hablábamos todos los días, ya sea por mensajes, llamadas, videollamadas o cuando íbamos a por algo de comer y nos quedábamos charlando; teníamos tanto que decirnos. Cada conversación se sentía como un descubrimiento, como si cada palabra que intercambiábamos nos acercara un poco más. A veces, me preguntaba si ese vínculo que estábamos construyendo era solo amistad o si había algo más bajo la superficie.

Me había quedado pensando en ello desde hace ya más de una semana, cuando estuvimos jugando al fútbol y caí encima de ella. Recuerdo la forma en que su risa se mezcló con la mía, y cómo sus ojos brillaban mientras intentaba liberarse de mi agarre. Esa sensación, el roce de su cuerpo contra el mío, me había dejado un nudo en el estómago por no decir otra cosa guarra.

La cercanía había sido eléctrica; sentí su calor y la forma en que su respiración se aceleraba un poco, como si lo mismo que me estaba pasando a mí también le afectara. Su risa aún resonaba en mi mente, y me encontré deseando que en ese momento uno de los dos hubiese dado un paso. Pero nos repetíamos tanto que éramos amigos, que ninguno de los dos actuaba de otra manera. Por más que una parte de mí anhelaba besarla, explorar lo que había entre nosotros.
Cada vez que pensaba en su sonrisa y en la forma en que se iluminaba cuando hablábamos de nuestras cosas, me hacía cuestionar si realmente éramos solo amigos. La conexión entre nosotros era palpable, y me preguntaba si, al igual que yo, ella también sentía esa tensión, esa atracción que flotaba en el aire.

Esa noche, cuando me acosté, no pude evitar preguntarme si algún día encontraría el valor para cruzar esa línea y descubrir qué pasaría si nuestros labios se encontraran.

¿Valeria me gustaba?

No sabía a quién contárselo, o bueno sí, pero me daba vergüenza.

Hubiese sido fácil hablar con mis amigos y que ellos me den un consejo, pero ellos mantenían relaciones nada serias en donde solo pasaban el rato para follar. Y joder, yo no veía a Valeria de esa forma y no era que no quisiera follar con ella, joder… claro que quería, bueno, era mejor no pensarlo, porque ni siquiera tenía el valor de tomarla de la mano; mucho menos tendría el valor de besarla y desnudarla. De tan solo pensarlo me intimidaba y también me emocionaba.

Joder, ni siquiera sabía cómo follar. Todo era nuevo y aterrador, y la última cosa que quería era arruinar lo que teníamos. Valeria era especial, y no quería meter la pata. Ella merecía algo real, algo sincero y yo se lo daría, sin importar que muriera de la vergüenza en el acto.

Necesitaba un consejo y, aunque me muriera de vergüenza al contarlo, le conté todo a mi hermana. Un resumen detallado de cómo me sentía como Valeria, de cómo mi corazón se aceleraba al estar con ella y cómo quería que el tiempo se congelara para seguir con ella.

—Te has enamorado —dijo finalmente, como si hubiera resuelto un gran misterio.

Me quedé en silencio, dándole vueltas a sus palabras. ¿Enamorado? Esa palabra resonaba en mi mente. La idea de que lo que sentía por Valeria era más que una simple atracción comenzó a tomar forma. Tal vez sí, quizás estaba enamorado.

—Lo estoy, joder. Lo estoy. ¿Y qué se supone que debo hacer?

—Primero, relájate. Estás actuando como si tu vida dependiera de ello —respondió mi hermana, su voz tranquila resonando a través del altavoz del teléfono—. No tienes que hacer nada drástico. Solo sé honesto contigo mismo y con ella. Muéstrale interés, que quieres ser algo más que un amigo.

—Pero… ¿Y si la asustó? No quiero arruinar nuestra amistad —dije, apretando el teléfono con fuerza.

—No la vas a asustar si lo haces bien. Si realmente te gusta, se lo vas a tener que decir. Además, no hay nada de malo en ser vulnerable. A veces, eso es lo que hace que una relación sea más fuerte.

Sus palabras resonaban en mi mente, como un eco que no podía ignorar. Me quedé en silencio por un momento, contemplando la idea. ¿Estaba realmente dispuesto a arriesgar lo que teníamos por mis sentimientos? Cada vez que pensaba en Valeria, el miedo se mezclaba con una urgencia que no podía ignorar.

—Tienes razón, pero… ¿Cómo se lo digo? ¿Y si ella no siente lo mismo? —mi voz se tornó casi un susurro.

—Si no lo intentas, nunca lo sabrás. A veces hay que dar un salto de fe, Dez. La vida es corta, y no siempre tienes la oportunidad de decir lo que sientes. Así que, si crees que vale la pena, díselo.

Asentí, aunque sabía que ella no podía verme. La determinación comenzaba a reemplazar al miedo, y una parte de mí sabía que era hora de dejar de pensar tanto y simplemente seguir mi corazón.

—¿Y si la cago? —pregunté, sintiendo que el nerviosismo aumentaba de nuevo—. No quiero cagarla, Aurora. En verdad, ella es especial.

—¿Qué es lo peor que puede pasar? Puede que se sorprenda, pero eso no significa que se aleje de ti. A veces, las cosas más arriesgadas traen mejores recompensas.

Tomé una respiración profunda, pensando en qué hacer.

—Haremos un plan, ¿vale?

—Un plan, vale un plan. Te escucho.

—Como eres un poco idiota, podemos empezar siendo lentos —dijo. Ni siquiera me esforcé en pedirle que no me insultara, solo seguí escuchándola—. Lo primordial es dejarle en claro que no quieres ser su amigo…

—Pero quiero ser su amigo.

—Hombre, te verá como un hermanito. Pueden seguir siendo amigos, pero siendo novios, ya sabes, besarse y hacer cosas de novios —respondió mi hermana, como si fuera lo más obvio del mundo.

—Con cosas de novios, ¿te refieres a follar? —dije, sintiendo el calor subir a mi rostro al pronunciar esas palabras.

—Pues sí, eso hacen las parejas —replicó ella con una risa, como si estuviera disfrutando de mi incomodidad.

—¡Joder! Tú... ¿Tú follas con Javi? ¡Qué asco! —exclamé, horrorizado por el rumbo que estaba tomando la conversación—. Lo voy a matar cuando lo vea, ¿me escuchas?

—Ay, por favor, eres un dramático. Además, eso no es asunto tuyo. Relájate, Dez.

Mi mente estaba ahora dividida entre la incomodidad de pensar en mi hermana y su novio, y los nervios sobre Valeria.

—Entonces, ¿qué más hago…? 

—Toma nota, hermanito…

La escuché atentamente, apuntando todo lo que me decía Aurora.

Terminamos de hablar y al colgar, le di una ojeada a todo lo que había escrito, miré las últimas palabras y remarqué:

“Hacerla sentir única”

💌💌💌

Faltaba completar la primera fase de mi plan.

—Oye, Valeria, espera —la llamé justo cuando estaba a punto de irse. Mi corazón latía más rápido y, de repente, las palabras parecían atraparse en mi garganta.

Ella se volvió hacia mí, sus ojos llenos de curiosidad, esperando a que dijera algo. Pero, ¿cómo se supone que uno dice lo que realmente siente sin sonar como un completo idiota?

—¿Qué? —preguntó, sonriendo un poco, como si no tuviera idea de lo que iba a decirle.

Respiré hondo, intentando armarme de valor. 

—Me preguntaba si... Si mañana querías salir conmigo.

—Claro... Déjame pedir permiso y te aviso, ¿vale?

—Vale.

¿Lo había hecho? ¿Había completado la primera fase del plan?

Claro que no, mis palabras sonaban como una salida de las miles que teníamos. Valeria se estaba dando media vuelta, así que actúe rápido.

—Espera... —dije, deteniéndola justo antes de que se fuera. «¿Y ahora cómo empiezo?»—. Es que... no quiero que sea una salida...

Vi cómo su mirada se tornaba curiosa, y la noté tensarse un poco. «Genial, seguro piensa que me estoy echando para atrás».

«Joder»

—¿Ya no quieres salir? —me preguntó con una calma que no sentía para nada.

Las palabras se atascaron en mi garganta ante su pesada mirada. Dejé de mirarla y respiré, rascándome la nuca.

Finalmente, logré articular algo.

—No, claro que no —respondí, aunque aún me costaba encontrar el tono correcto. Miré al cielo como si allí encontrara las palabras que necesitaba, y luego volví a mirarla—. Me refiero a que... no quiero que sea una salida de amigos... Más bien como más que... Más que amigos.

Ahí está, lo dije.

Esperaba que con eso todo quedará claro, pero su expresión seguía confusa.

Mierda, no me estoy explicando bien.

—¿Más que amigos? —repitió ella, como si intentara procesar lo que le había dicho.

«Sí, exactamente, más que amigos», pensé. Pero, viendo la mezcla de ilusión y confusión en su rostro, empecé a dudar de si estaba haciendo lo correcto. Había visto ese brillo en sus ojos, como si estuviera esperando algo más grande, algo que no estaba listo para darle todavía.

—Sí. —Intenté sonreír, pero la sensación de que podía arruinarlo todo en cualquier momento seguía presente—. Me refiero a que... una salida más que amigos... Amigos... Ya sabes...

—¿Cómo novios? —preguntó de golpe, y la sorpresa me tomó por completo.

La negación salió casi automáticamente. Me asusté; se suponía que debíamos ir paso a paso.

—Noo. Noo o sea, más que amigos..., pero no novios...

Vi cómo su rostro se apagaba de golpe. Sabía que había fallado en transmitir lo que realmente quería.

«¿Cómo demonios explico lo que siento sin arruinarlo más?»

Había una parte de mí que quería ir más despacio, entender mejor lo que sentía, sin etiquetar nada todavía. Pero viendo cómo la decepción se dibujaba en su rostro, me di cuenta de que no lo estaba haciendo bien. Sus ojos me evitaban, y el silencio entre nosotros empezó a hacerse incómodo. Sabía que tenía que aclararlo antes de que todo se fuera al traste.

Entonces, la vi iluminarse de repente, como si hubiera entendido algo que yo no había logrado decir bien.

—¿Hablas de una cita? —preguntó.

«Sí, eso es».

Me sentí aliviado de que al menos una de las cosas que había querido decir quedara clara.

—Sí, sí. Eso —respondí rápido, rascándome la nuca, aún con los nervios a flor de piel.

«Lo logré»

Tal vez no era la confesión perfecta, ni la mejor manera de pedirle algo, pero por lo menos había conseguido lo que realmente quería: invitarla a una cita.

—Vale. Será una cita —susurró ella, y esa simple afirmación hizo que me relajara un poco.

Nos despedimos, y la vi entrar en su casa. Justo antes de cerrar la puerta, me dedicó una última sonrisa. Yo seguía ahí, parado, como un tonto, sonriendo como si todo hubiera salido perfecto, cuando claramente no lo había sido. Pero bueno, al menos me había invitado a algo más que una simple salida entre amigos.

«Un paso a la vez, Dez, un paso a la vez»

💌💌💌

Me peiné nervioso mientras caminaba hacia la puerta. Mis manos temblaban un poco, lo admito. Llevaba 24 horas esperando por esta cita, pero ahora que estaba a punto de verla, la realidad me golpeaba más fuerte de lo que esperaba. ¿Y si metía la pata? ¿Y si no le gustaba lo que había planeado?

Quizá estaba siendo muy exagerado; ella y yo ya habíamos salido muchas veces, y todo había ido de maravilla.

Claro que esta salida tenía la palabra “cita” escrita.

Me detuve frente a la puerta y respiré hondo. Justo cuando iba a tocar el timbre de nuevo, la puerta se abrió y ahí estaba ella.

—Hola.

—Hola.

Intenté sonreír, pero la timidez me ganó. No entendía por qué me ponía tan nervioso frente a ella. Fue ella quien dio el primer paso y me dio dos besos, a los que correspondí. Parecieron segundos eternos, como si el mundo entero se paralizara solo para nosotros. A decir verdad, mi mundo dejaba de girar y suponía que el de Valeria también.

—Te he traído un regalo —dije, sacando el libro envuelto torpemente. Siempre había sido malo envolviendo cosas, y ahora no era la excepción—. Soy pésimo envolviendo, perdón.

Su rostro se iluminó, y eso hizo que todo el esfuerzo valiera la pena.

—Gracias. En verdad, muchas gracias, qué lindo.

Intenté minimizarlo. No quería que pensara que esperaba algo grande a cambio. Solo quería hacerla sonreír. Y vaya que lo hizo.

Ella sonreía y yo me enamoraba más.

—Solo es algo pequeño, no es la gran cosa.

Pero cuando ella sonrió y dijo que significaba mucho para ella, sentí que mi pecho explotaba. No pude evitar sonreír también.

Nos subimos a un taxi, y durante todo el camino hablamos sin parar. Como ya nos era costumbre.

Llegamos al parque de atracciones, y aunque las filas eran largas, estar a su lado hacía que el tiempo pasara volando.

Subimos a la montaña rusa y, la verdad, no pensé que fuera a ser un gran problema para ella. Pero al ver su cara pálida antes de que empezara, supe que esto no iba a ser fácil para ella.

Al bajar, estaba tan mareada que apenas podía mantenerse en pie. Intenté no reírme, lo intenté.

—Nunca más vuelvo a subirme en una de esas —me dijo con una queja que la hizo ver aún más adorable.

—¿Qué dices? Pero sí fue divertido.

Sonreí tratando de contener la risa, pero al final se me escapó una carcajada que ella notó. La estuve vacilando y ella se defendía de una forma dramática, riendo y empujándome juguetonamente, pero lo que más me sorprendió fue sentir cómo su brazo se había enredado en el mío sin que ninguno de los dos se diera cuenta. Sentí una corriente de electricidad recorrerme el cuerpo, pero noté cómo se alejaba rápidamente, avergonzada.

—Lo siento.

Me acerqué de nuevo, eliminando la distancia entre nosotros.

—No te preocupes.

Nuestras manos se rozaron, y no pude evitar preguntarme si estaba bien tomarla de la mano. Era un gesto simple, pero algo dentro de mí me pedía hacerlo. Tragué saliva y con nerviosismo le pregunté:

—... Puedo... ¿Puedo tomarte de la mano?

Sentí cómo el calor subía a mis mejillas. Estaba seguro de que se reiría de mí, pero, para mi sorpresa, ella me miró y asintió.

—Cla… claro.

Nuestros dedos se entrelazaron, y la sensación fue... indescriptible. Era como si, en ese momento, todo el universo hubiera dejado de existir, y solo estuviéramos nosotros dos. Caminamos juntos, nuestras manos juntas, como si siempre hubieran estado destinadas a estar así.

—Perdona si sudo —murmuré sintiendo el sudor en mi mano a causa de los nervios.

—Te pido lo mismo.

Sus palabras fueron un respiro para mí, nos regalamos medias sonrisas y continuamos con nuestro camino.

Cuando recogimos la foto de la montaña rusa, Valeria se avergonzó de cómo salía. “Horrorosa”, según ella, pero para mí, estaba perfecta. Me encantaba verla así, con el pelo desordenado y una sonrisa tan genuina en su rostro. No pude evitar decirle lo que realmente pensaba.

—Lo ves, sales muy guapa.

Sus mejillas se sonrojaron, y eso me hizo sonreír aún más. Era increíble lo fácil que me hacía sentir cuando estaba a su lado.

—No es cierto.

Saqué mi móvil, sin soltar su mano, y guardé la foto. Me encantaba tener esos pequeños recuerdos con ella, por más tonta que pareciera la foto.

—¿La guardarás? —preguntó con curiosidad, como si dudara de mis intenciones.

—Para recordar cómo tus gritos me dejaron sordo —me burlé con una risa que escapaba sin remedio. Soltó mi mano para cruzarse de brazos, haciendo un berrinche juguetón que me hizo reír aún más. Pero cuando vi su labio inferior temblar un poco, acaricié esa parte de su boca, sin pensarlo. Me encantaba verla así, tan espontánea y natural.

—Te ves muy mona —le dije suavemente, porque era cierto. No podía quitarme esa idea de la cabeza.

Vi cómo bajaba la mirada, y ahí estaba de nuevo esa sonrisa boba que se hacía costumbre en su cara cuando estaba conmigo. Me llenaba de una especie de satisfacción silenciosa, como si cada pequeño gesto mío la hiciera feliz, aunque no lo dijera.

En verdad sospechaba que estaba enamorada de mí y yo estaba enamorado de ella. ¿Podíamos ser más suertudos?

—Guardaré la foto —insistí. Me encantaba la idea de tener algo que me recordara este momento tan único. Pero ella, con ese puchero adorable, volvió a negar. No importaba cuántas veces lo hiciera, para mí esa era la foto perfecta.

—Sales bien —dije de nuevo, esperando convencerla. Aunque en realidad no me importaba cómo salía ella, lo importante era que esa foto representaba nuestra primera cita oficial.

Cuando sacó su móvil y me hizo un ademán para acercarme, lo hice sin dudar. Sentía una ligera tensión en mi pecho, pero no era incómoda, más bien una mezcla de nervios y algo más profundo que no quería analizar demasiado. Con una voz temblorosa, le pedí permiso para rodearla con el brazo. Ella lo concedió, y al sentir su cuerpo más cerca del mío, algo cambió. Todo encajaba.

Nuestras sonrisas surgieron sin esfuerzo, como si fuera lo más natural del mundo. Ella no tenía ni idea de cuánto me gustaba estar así, en esos pequeños momentos donde no había presión ni expectativas, solo nosotros dos. Cuando vi la foto, supe que sería una de esas que guardaría para siempre.

—Esa es mejor —dijo, satisfecha con el resultado, pero yo no podía dejar de pensar en la primera.

—Me sigue gustando más la otra —contesté con una sonrisa traviesa, tirando de su mano. Porque para mí, no había foto mejor que la que capturaba su esencia, gritando como loca, siendo ella misma.

Seguimos subiéndonos a más juegos, algunos divertidos, pero otros, sabían que le daban miedo, aunque trataba de disimularlo con una cara de valiente que me encantaba, pero sus manos me apretaban cada vez más fuerte en esos momentos. Ya se estaba haciendo de noche cuando pasamos por un puesto de algodón de azúcar, y no pude evitar ofrecerle uno al recordar esos días en los que la veía en el parque.

—¿Te gusta demasiado? —le pregunté al verla morder el algodón como si fuera lo mejor del mundo.

—¿Se me nota demasiado? —contestó, medio riendo, con los ojos más brillantes de lo normal. Me encantaba verla así, tan feliz por algo tan sencillo.

—Los ojitos te brillan —le dije. Y era cierto. Parecía que el algodón de azúcar le había alegrado la vida entera en ese instante.

—Me fascina —respondió, y fue en ese momento cuando me di cuenta. No solo por el dulce en sus manos, sino porque ella misma era como eso, como un algodón de azúcar. Tan dulce, tan suave en sus gestos, y a veces, como ahora, tan pura y transparente.

Era un algodón de azúcar y cuando vi un peluche de ese dulce, no dudé en jugármela para ganárselo. Y cuando lo gane, se lo regalé y los ojitos volvieron a brillarle.

Valeria era una mezcla perfecta de dulzura y espontaneidad.

La misma espontaneidad que tuvimos cuando entramos a esa cabina de fotos. El espacio era pequeño y nuestros cuerpos chocaban; respiraba su perfume y su cercanía me puso los nervios a flor de piel, aunque verla me hizo pensar que tal vez esa era mi oportunidad.

Mi mirada viajó a sus labios y supe que necesitaba besarla. Que moría por besarla.

La cuenta regresiva empezó a salir en la pantalla y Valeria hizo una mueca graciosa que me hizo reír. No aparté la mirada de sus labios y cuando los vi arquearse en una sonrisa, actué sin pensar.

Jugueteé con su gorro, cubriéndole la cara, y sin pensarlo, rocé mis labios con los suyos. Fue un impulso, apenas un susurro de un beso, pero sentí una corriente recorrerme el cuerpo. Su calidez me hizo sonreír contra sus labios, y por un segundo, no existía nada más. Fue suave, breve, pero suficiente para saber que quería sentir eso una y mil veces más, pero me congelé y me avergoncé cuando Valeria se acomodo el gorro, me miró perdida con sus mejillas ruborizadas.

Ni siquiera podía abrir mi boca para disculparme por besarla sin su permiso. Claro que me relajé cuando la vi sonreír y me besó.

¡Valeria me besó!

Mis manos, casi por instinto, buscaron su rostro, acariciando con delicadeza sus mejillas suaves mientras el beso se profundizaba lentamente, un beso dulce que me desarmó y me dejó más embobado de lo que ya estaba.

Cuando nos separamos, ambos en busca de aire, no pude evitar sonreír. La miré a los ojos y, con suavidad, dejé un último beso en la punta de su nariz, saboreando ese momento perfecto que había sido capturado en una tira de fotos.

Cada uno se llevó una tira al salir de la cabina. Tenía una necesidad de querer besarla más y más, pero ambos nos quedamos sonriendo y besándonos con la mirada, avergonzados y emocionados por esos besos que nos habíamos dado.

Llevé a Valeria a su casa y desde el primer momento en que Valeria susurró "Buenas noches, Dez", algo dentro de mí hizo clic. Esa noche había sido distinta a cualquier otra. Pero aún había algo más. Algo que me empujaba a no dejar que se acabara ahí.

—Valeria —la llamé, sin pensar demasiado.

Cuando se giró para mirarme, aproveché para acercarme, acomodando un mechón de su cabello rebelde. Mi corazón latía rápido, y durante un segundo, pensé en besarla. Pero no lo hice. No, no era el momento aún. En vez de eso, le sonreí, buscando un poquito más de tiempo con ella.

—Llámame Pablo —le dije, y en ese instante supe que esa petición era importante para mí. No quería que me viera como a todos los demás. Dez era el futbolista, el amigo, un apodo que todos usaban. Quería que me viera como Pablo, el chico que estaba frente a ella, deseando algo más que una simple amistad.

Ella se rió, pero yo seguía acariciando su mejilla. No podía despegar mis ojos de los suyos.

—¿Pablo? ¿Por qué?

—Es mi nombre.

—Lo sé, qué tonta pregunta —murmuró con una carcajada que quería escuchar todos los días —. Creí que te gustaba que te llamaran Dez.

—Dez para los amigos, tú puedes llamarme Pablo —dije, dejando claro lo que realmente quería—. Tú eres más que una amiga, algodón de azúcar.

Y antes de que pudiera responder, me acerqué un poco más, rozando sus labios. Al besarla, supe que no me había equivocado. Fue un beso suave, dulce, lleno de la promesa de algo más. Y en ese momento, comprendí que Valeria era especial, lo suficientemente especial para que quisiera que me llamara por mi nombre verdadero. No el apodo que todos usaban, sino el nombre que revelaba quién era yo en realidad.






































Xoxo.

¡Hola mis pequeños champiñones! ☀️ 
Espero que hayan disfrutado este capítulo lleno de primeros pasos, risas nerviosas y crushes al borde de convertirse en algo más. 🌹 Este viaje por los recuerdos de Pablo nos muestra cómo Valeria llegó a su vida como una chispa inesperada, revolucionando su rutina futbolística con su risa, miradas y esa manera única de hacerlo sentirse tan torpe como encantado. 😏 ¿Quién más siente que Pablo es el rey de las emociones encontradas? 

Vamos a las preguntas importantes: ¿qué opinan de la dinámica entre Pablo y Valeria? 🥰

Ya tenemos la versión de Valeria y sabemos lo que sentía, pero ahora al tener la versión de Pablo ¿Qué opinan de ambos? ¿Qué opinan de este Pablo joven? ¿Sigue siendo el mismo?

Personalmente, me encanta cómo se complementan: ella tan espontánea (aunque sabemos que por dentro estaba igual de nerviosa que Pablo) y él tratando de mantener el control pero fallando (de la forma más adorable, claro). ✨ 

Cuando empecé a escribir esta historia siempre quise mostrar como su relación podía ser tan dulce y tan Hot a la vez 😅💖❤️‍🔥 y con estos capítulos vemos la parte dulce, una parte inocente del primer amor. 

La canción para este capítulo es "Aprender a quererte" de Morat 🎵, porque refleja a la perfección la ternura y los pequeños gestos que hacen de su historia algo tan especial. Aunque si tienen alguna otra canción que los haga pensar en ellos, ¡compártanla conmigo! Ya saben que amo sus sugerencias. ❤️ 

Recuerden que siempre pueden encontrar contenido extra y playlists de la historia en mis redes. Nos leemos pronto, mis champiñones. ¡Los adoro! 🌈✨ 

PD:La playlist de Pablo y Val está en mi Spoty, ¡corran a escucharla y díganme qué canción agregarían! 🎧

Xoxo,
Anto 💋

Ig: ancovi12
Tiktok: ancovi12

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