VALERIA:
Verano, 2026
Aquí vamos otra vez...
Sé que he estado perdida estos días y que no te he contado nada. Pero, Mar Mar esto se está saliendo de control y madre mía, me siento atrapada.
Ya sabes cómo ha ido mi vida, y seguro donde sea que estés has visto el gran plot twist, pero, como mi lugar seguro es escribir, te lo contaré...
Mi vida había cambiado tanto en los últimos años, que necesitaría un libro completo para contarlo (y ya los tengo escritos). En resumen, desde que me fui, me prometí a mí misma que sanaría, que encontraría la felicidad y que me dedicaría a lo que más amaba. Había logrado sanar, aunque todavía queda trabajo por hacer; había encontrado la felicidad en la vida, y lo más importante, sigo construyendo la carrera de mis sueños. Tenía un nombre en el mundo de los libros; si googleabas mi nombre, podrías ver lo que había logrado y en la punta de la cima me caí.
O más bien me tiraron de un patadón.
Todo pasó en la última semana, cuando me reuní en una noche de copas con alguien que consideraba un amigo. Fue el primer amigo de verdad que hice desde que llegué a este país. Nuestra amistad inició de una manera normal, se podría decir y luego intentamos liarnos, pero no dio resultado. Yo andaba aún muy pillada de Pablo y no pude acostarme con otro. El punto es que quedamos siendo amigos, mejores amigos y hace unos días ¡BOOM! Me dijo y cito:
"Tal vez ya es hora de que vuelvas a vivir una historia de amor"
Y me besó. Me besó. ¡Me besó! Me besó.
Me tomó por sorpresa y quisiera decir que el vino me hizo devolverle el beso, pero no fue así. Le devolví el beso queriendo descubrir si en verdad ya estaba lista para algo serio, preguntándome si ¿ya había dejado de amar a Pablo?...
Vale que había tenido sexo con otros hombres después del único amor que me hizo sentir tanto, pero lo que hice con Marc fue como... como si en verdad hubiera un tal vez ahí. Una oportunidad.
Claro que estaba asustada y a la mañana siguiente, luego de amanecer desnuda a su lado, no me quedó de otra que huir. No tenía una respuesta clara que darle y tampoco quería hacer con él lo que hacía con mis otras relaciones. Bueno, no fueron relaciones oficiales en sí.
El punto es que quedé más confundida.
No había pensado en el amor de verdad desde Pablo y a él no lo veía hace ya casi 4 años. La última charla que tuvimos fue cuando le deseé feliz año nuevo y eso ya hace unos casi 6 meses.
Hice lo que mejor se me daba hacer, escribir. Me desaparecí escribiendo todo lo que pasaba por mi mente, todo con Marc y en menos de lo esperado ya estaba segura que tal vez estaba escribiendo mi próximo éxito literario. Era una idea grandiosa y necesitaba mostrarlo a la editorial; claro que me llevé la sorpresa que había sido despedida.
La noticia fue la patada que me hizo caer de la cima en la que estaba.
Mi despido no tenía patas ni cabeza; claro que mi jefa se tomó muy en serio que Marc le dijera que estaba enamorado de mí y no de ella. Sabía que Betty (mi jefa) estaba pilladisima de Marc. Yo los presenté en la fiesta que hice para celebrar que era best seller en mi primera entrega. Tonteaban, se liaron, Betty me preguntaba por él y Marc decía que no era nada serio. No sé en qué punto quedaron y tampoco me importó porque Marc tonteaba con miles de tías y yo no mezclaba mi vida personal con mi trabajo. Pero sus problemas estallaron en mi puta cara.
Nada profesional, nada ético, fue mi despido. Y lo peor fue cuando me amenazaron de acusarme de plagio si tomaba cartas en el asunto.
Quise llorar, pero ya había llorado lo suficiente a mis 17 y 18, y no iba a derramar más por una injusticia. Tenía opciones (es lo que pensé).
Podía buscar una nueva editorial, lo sabía. Tenía los contactos, la experiencia, y hasta el dinero suficiente para publicar por mi propia cuenta si fuera necesario. Pero lo que realmente me dolía, lo que me quemaba por dentro, era el abuso de poder, el intento de borrar todo lo que había construido.
No podía dejar que jugaran así conmigo, así que tomé cartas en el asunto. Me reuní con la abogada de mi papá, aún con la esperanza de que podría arreglarse de alguna manera. Sin embargo, lo que descubrí en esa reunión fue otro golpe de un Titán.
La abogada mencionaba bastantes términos legales, mencionando artículos y números que no comprendía del todo, pero luego se detuvo, me miró a los ojos y me dijo que el asunto era grave. Que la editorial fue muy astuta en cubrirse las espaldas. Las cláusulas de cesión de derechos y propiedad intelectual eran mi mayor problema. Básicamente, todo lo que hayas escrito mientras trabajaba con ellos les pertenecía. No solo mis libros ya publicados, sino cualquier idea nueva que desarrollé bajo contrato.
Toda una mierda.
Me quería morir, sentí un vértigo y mi cerebro me hizo creer que el suelo bajo mis pies desapareciera de repente.
¿Puedes imaginarte cómo me sentí?
Todo lo que había creado... ya no era mío. Mis personajes, mis historias, cada palabra que había escrito, no me pertenecía. Pero eso no era todo, aún había más.
También estaba la cláusula de no competencia. En pocas palabras, estaba legalmente atada; no podía publicar con otra editorial por un tiempo.
Ese día se convirtió en mi top número 3 de las peores noticias de mi vida.
Fueron horas de replantearme todo. De obligarme a respirar y darme cuenta de lo tan ingenua que fui.
Todo esto había sido un juego, y yo era la pieza más vulnerable. Habían planeado cada detalle para asegurarse de que, sin importar lo que pasara, saldrían ganando. Ellos tenían el control de mi carrera, de mis mundos, de mi futuro.
Aun así creo que el despido había sido lo mejor; así me daba cuenta de los hijos de puta que eran. Ni siquiera recordaba haber firmado esas cláusulas, lo tenía confuso, pero ahí estaba mi firma en ese contrato.
Tuve muchas recomendaciones por parte de la abogada. Una de ellas fue que tuviera mucha paciencia, que todo esto sería un proceso lento y que debíamos de llegar a un buen acuerdo.
Con varias heridas de Bala, ya estaba de vuelta de pie para luchar por lo que me pertenecía, pero no ayudé mucho cuando tuve la primera cita con la editorial y les grité varias barbaridades cuando dijeron que estaban dispuestos a venderme los derechos.
¡Mis derechos! ¡MIS HISTORIAS!
La abogada y todo el equipo de abogados especializados en esto me recomendaron que era mejor evitar ese tipo de numeritos (mis gritos), por lo que prácticamente me pidieron que dejara todo en mano de ellos.
La abuela y papá me recomendaron tomarme unas vacaciones para relajarme. Pero yo no quería vacaciones. Yo necesitaba escribir, pero tampoco podía con ello porque no tenía la motivación de publicarlo próximamente o continuar con mis proyectos porque ya no eran míos.
No quería vacaciones, necesitaba mantenerme ocupada y a papá se le ocurrió la grandiosa idea de que lo acompañará a su trabajo. Supervisar los hoteles de la familia donde se quedaría una de las selecciones para el Mundial.
¿Ya vas sospechando de qué va todo esto?
Apenas escuché "Mundial" la piel se puso de gallina al pensar en Pablo y que probablemente me lo encuentre. Aunque era imposible...
No quería. No le daba ni una razón a papá del porque no quería y él insistía, la abuela insistía y no me quedó de otra que aceptar. Para no perder la cabeza.
Además, iba a ir para estar trabajando en el hotel de mi familia. ¿Qué posibilidades había de que lo encontrara?
El mundial se iba a hacer en 3 países diferentes. Yo estaría en México, y no tenía idea de donde jugaría él. Siempre había estado pendiente de su carrera, pero esa vez no me había fijado donde sería su primer partido; me daba nervios volver a verlo. Decirle tanto me aterraba y a la vez lo necesitaba. Necesitaba que me diera una sonrisa y me abrazara como solía hacerlo.
Mi Pablo.
Siempre llevaba conmigo el brazalete que me regaló. Era como mi amuleto de la suerte y algo que me representaba. Que gritaba Valeria. Y no dejaba de jugar con aquella joya, ni cuando aterrice en México, ni cuando me dormí jugando con los dijes, contándo y recordando todo.
A primera hora supe que mi trabajo se trataba de un puesto inventado por papá: "Embajadora de experiencias exclusivas" ¿Qué se supone que debía de hacer? Papá me dijo que disfrutara, pero era lo último que pasaba por mi cabeza.
Sentía que algo iba a pasar. Me sentía ansioso y mis dedos no dejaban de acariciar los dijes del brazalete.
"Estoy bien" fueron las dos palabras que le mandé a Carla apenas revisé mi móvil. Tenía miles de mensajes y llamadas, pero a la única que le contesté fue a mi mejor amiga y compañera de aventuras.
Necesitaba una gran charla con ella. Ya la había tenido, pero necesitaba otra. Intenté convencerla de que hiciera esto conmigo, pero su agenda no se lo permitió o solo me dio una excusa para evitar lo que estaba evitando y lo que yo también estaba evitando.
Pero la diferencia es que a mí no me quedó de otra.
Al deslizar mi dedo por la pantalla del móvil, me detuve al ver el chat con Marc. No habíamos hablado desde que le pedí tiempo. Y lo estaba cumpliendo.
No tenía ni idea de quién era el equipo que se quedaría en los hoteles de mi familia. Tampoco sabía con exactitud lo que debía de hacer en este trabajo y me encontraba inspeccionando cada piso.
Y aquí viene otro gran plot twist, por favor, toma asiento y bebe un poco de café.
Cuando las puertas del ascensor se abrieron y lo vi, el aire parecía espesarse y unos pajaritos junto a corazones empezaron a pintarse en el aire a la par que mi corazón se aceleró al verlo. A Pablo, a mi Pablo.
La banda sonora de mi vida empezó a reproducir MAMMA MIA de ABBA, mientras mis pensamientos se alborotaban dentro de mi cabeza. Tantos besos, tantos sueños, tantos te amo que no dije y aquel para siempre que quedó en un tal vez.
Mi Pablo estaba al frente mío.
Mi Pablo.
«Ya no es tuyo» me dijo una voz, la misma Blair que había aprendido a controlar sus sentimientos durante años.
Me quedé paralizada viéndolo, como me pasaba al ver un libro nuevo y me quedaba viéndolo con ganas de comprármelo. Lo compraba y lo tenía entre mis manos, enamorada. Pero era diferente, porque Pablo era un libro abierto; siempre lo fue, pero el que tenía enfrente mío era como una nueva versión, una que quería leer, pero a la vez no.
Podía dejarlo pasar. Controlar mi corazón y el plumón invisible que pintaba pajaritos y corazones en el aire, las puertas del ascensor se estaban cerrando e iba a pasar de él, fingiendo que no lo había visto porque aún no estaba lista. Pero él rápidamente puso un brazo entre las puertas, impidiendo que volviera a desaparecer.
Una sola mirada y yo me olvidaba de todo.
Ni siquiera escuché lo que me dijo, su voz fue un susurro y yo ya me encontraba entrando al ascensor.
Las piernas me pesaban, al igual que los recuerdos en mi mente y corazón. Tenía duda, pero no lo demostré. Estar a su lado, hizo que todas las palabras que había escrito de nuestra historia empezaran a leerse en mi mente.
Recordando ese para siempre y ese tal vez como puntos suspensivos.
No dejábamos de vernos e inconscientemente susurré su nombre. Pablo.
Él se veía diferente, pero al mismo tiempo, tan familiar. La misma sonrisa suave, los ojos que siempre supieron mirarme como si fuera la única persona en la habitación. Casi cuatro años sin vernos, había deseado tanto un abrazo que, al verlo a menos de un metro de mí, me contuve de no saltar a abrazarlo y decirle que estaba bien. Que realmente estaba bien.
Pero respiré hondo y mantuve la compostura. Arrepintiéndome de no ser la dulce Valeria de la cual él se enamoró.
Había trabajado tanto en mí misma, en sanar las heridas de una joven Val, en poder vivir sin mi mayor amor. Ese mismo amor había sido el más real, el que la había hecho sentir viva como nunca más lo había sentido desde entonces. Desde que había decidido alejarme, creyendo que solo así podría encontrar mi propio camino. Encontré un camino, pero una antigua Val siempre quiso que él estuviera a mi lado. No sabía si esta Val que escribe esto quiere lo mismo, pero lo que sí sabía es que Pablo siempre sería el hombre de mi vida. Así pasen los años, siempre me pondré nerviosa con él.
Mi primer novio.
Mi primer amor.
Mi primer todo.
Pero ahí, en el ascensor, frente a él, con solo unos pocos pasos separándonos, mi mente se llenó de recuerdos. Los días de risas, de planes para un futuro que nunca llegó. Y las lágrimas, la tormenta, mi carta y una promesa. El día en que lo dejé atrás, no porque lo dejara de amar, sino porque necesitaba salvarme a mí misma.
Lo saludé, pronunciando su nombre con una voz tan segura. Había pronunciado su nombre como un privilegio; escribir sobre él y volver a pronunciar se me hacía tan raro y a la vez familiar.
Él me devolvió el saludo con esa voz que no había olvidado, aunque me hubiera gustado poder hacerlo (lo admito).
También noté que aquel acento sevillano se había desvanecido.
Sentí una extraña mezcla de nervios y calma. Era como si el tiempo no hubiera pasado, pero al mismo tiempo todo había cambiado. Era tan obvio que estaba ahí por el Mundial, con ese conjunto deportivo de la selección, y aún así necesitaba algo con lo que romper el hielo.
Le dije la cosa más obvia y él me contestó afirmando lo que ya sabía y volteándome la pregunta. Claro que aquel ego seguía presente cuando me preguntó "¿Me has venido siguiendo?"
"Ya quisieras, Pablo Valdez" quise decirle, pero solo sonreí. No podía evitarlo. Aún tenía ese toque engreído, esa chispa que me había encantado tanto tiempo atrás. Podía sonar insoportable, pero me había acostumbrado a él.
Pablo y su ego eran insoportables, pero se hacían querer.
Había sido una completa casualidad: yo no tenía idea de que Pablo estaba aquí. No quise averiguarlo por internet por miedo y el hecho de que nos encontremos en el ascensor, en el mismo hotel, en la misma ciudad me hacía pensar si era el destino. ¿Nos estaría diciendo la vida que, después de todo, aún teníamos algo pendiente?
Como escritora de romance podía confirmarlo. Y nuestras miradas lo gritaban.
Él estaba llegando tarde y llevaba los tenis sin atar. Algo clásico en él y no había cambiado eso.
Se llevó el batido a la boca y lo terminó de un solo trago, como si eso fuera a salvarlo de los minutos que había perdido. Observé su expresión, tan concentrada y nerviosa a la vez, y me descubrí sonriendo sin querer. No pude evitar reírme. Le había quedado bigote. Mi risa me hizo sentir ligera, como si todo el peso que llevaba cargando en los últimos días desapareciera por unos segundos.
Pablo giró para verse en el espejo del ascensor y, al notar el rastro de batido sobre su labio, lo limpió con la manga de su sudadera, como si todo fuera lo más natural del mundo.
"Con todo y bigote falso me sigo viendo guapo" dijo todo engreído, hasta me guiñó, viéndome a través del espejo.
Sentí un pequeño nudo en el estómago. Era como si los años no hubieran pasado, como si aún supiera exactamente cómo hacerme sentir nerviosa con solo una mirada. Apreté los labios para ocultar la sonrisa que me amenazaba, tratando de parecer indiferente.
Lo vi voltearse para mirarme directamente, y supe que en ese momento iba a decir algo, algo importante. Podía verlo en sus ojos, en la forma en que me observaba, como si quisiera decirme mil cosas a la vez. Pero justo cuando abrió la boca, el ascensor se detuvo y las puertas se abrieron, rompiendo el hechizo.
Debía irme, debía de procesar esto. Di un paso hacia adelante, pero antes de que pudiera salir, sentí su mano en la mía.
Su contacto era suave pero firme, y me hizo detenerme. Me giré para verlo, y por un segundo creí que iba a decir todo lo que sus ojos me habían estado gritando. Pero, en cambio, tartamudeó. Lo vi luchar por encontrar las palabras, y ese silencio que tanto odiaba entre nosotros se hizo presente.
"Yo...", empezó, pero su voz se apagó.
"Estoy llegando tarde... en verdad yo..." mis palabras intentaban salvarme, pero no sabía muy bien qué decir.
"¿Estarás por acá?"preguntó al final, y aunque no era lo que esperaba escuchar, su pregunta me hizo sonreír.
"Creo que ese es el plan" fue lo que dije. Lo vi abrir la boca de nuevo, como si fuera a invitarme a hacer algo, a cualquier cosa. Pero justo en ese instante, una señora con un carrito de servicio apareció y nos interrumpió. La magia se desvaneció, y el momento pasó.
Fui la primera en salir del ascensor, y sentí su mirada en mi espalda mientras caminaba hacia la salida.
"Te veo luego, ¿vale?"dijo detrás de mí, su voz sonando lejana.
Giré solo lo suficiente para devolverle la mirada, notando algo en sus ojos que me hizo sentir que hablaba en serio, que realmente quería volver a verme.
Murmuré un "vale" antes de continuar mi camino. Y mientras me alejaba, pude sentir sus ojos siguiéndome hasta que desaparecí tras la puerta.
Ni siquiera tenía planeado salir. Se suponía que mi plan era conocer el hotel. Pero ya me encontraba caminando por las calles de una ciudad que no conocía, perdida en mis pensamientos y en lo que significó volver a verlo.
Él seguía siendo mi gran amor, ese amor que nunca había logrado enterrar del todo. No podía negarlo, nunca lo haría. Pablo siempre será mi gran amor, ese primer amor mágico y único. Pero ambos habíamos tomado caminos diferentes y yo había aprendido a vivir sin él.
Pero había cosas que nunca cambiaban.
Un ejemplo: mi corazón seguía acelerado por él.
Una llamada entrante me volvió a la realidad. Era papá avisando que ya me estaba esperando para tomar nuestro desayuno. Escuchar su voz me hizo saber que tal vez él sí estaba enterado de que la selección española se estaba quedando en este hotel.
Quise recriminarle a él porque no me había avisado, pero me mantuve calmada. No tenía tantas confianzas con él y menos hablando de un tema de hombres y más sabiendo que él sabía de mi relación con Pablo, que él conoció a la Valeria de 16 pilladisima por un tío.
No demore mucho en llegar al restaurante del hotel y él, sin querer dejar un frío silencio entre los dos, fue el primero en preguntarme que me parecía el lugar. (seguía esforzándose en ser un buen papá) y yo en todo el caos seguía (a veces) siendo un poco fría "Lindo" dije sin tener mucho del qué decir; mi mente seguía pensando en cierto futbolista y que estaba demasiado cerca de mí.
Papá seguía haciéndome conversación, a decir verdad, desde que empezamos de nuevo con nuestra relación, él se encargaba de tener algo de qué hablar. Yo llegaba a ser un poco seca o no saber qué decirle, pero ponía de mi parte.
Ya no lo quería muerto.
A decir verdad, en este tiempo me había dado una familia.
Seguía pensando que él sí sabía que Pablo estaba aquí y no dudé en preguntarle y él se hizo el inocente como si supiera quien era Pablo. Fingió desinterés mientras tomaba un sorbo de café. Pude notar cómo su mano temblaba levemente al bajar la taza. Lo conocía demasiado bien para saber cuándo estaba nervioso, y en ese momento lo estaba.
No quería que jugara conmigo y se lo dejé muy en claro. Él lo sabía, era su trabajo y debía de saberlo; sobre todo debía haberlo dicho. Y como todo hombre, empezó a buscar una excusa.
"No pensé que te importaría. Creí que ya habías superado esa etapa... con él" dijo finalmente, sin mirarme a los ojos, y fue realmente un puño al corazón.
Sentía una oleada de emociones mezcladas: confusión, rabia y algo de nostalgia. Él no sabía cómo de difícil había sido para mí dejar a Pablo atrás, todas esas noches llorando por querer llamarlo, ni lo mucho que me había costado construir algo de paz interior después de irme, queriendo volver.
Papá se quedó en silencio por un momento, como si estuviera eligiendo cuidadosamente sus próximas palabras. Y lo que me dijo fue lo mismo que yo en el fondo sabía.
"No te lo mencioné porque... porque sabía que si te lo decía te ibas a inventar una excusa para no venir".
Razón no le faltaba. No hubiese sido valiente para volver a verlo y más sabiendo que lo haría.
"Valeria"empezó a decir mi padre, y por primera vez en mucho tiempo, noté en su voz una verdadera preocupación: "No quiero que te hagas daño. Escribes romance, quizá ya es hora de que vuelvas a escribir tu historia"
Volver a escribir mi historia.
Volver a escribir mi amor.
Pero eso significaba regresar y recordar el porqué tenía estrellas en la espalda.
Era más fácil decir que hacerlo. Marc lo dijo y yo huí.
Digna hija de Martina Roson.
Todo me hacía acordar a Pablo; hasta una servilleta me hacía pensar en él. Mi mente seguía divagando, preguntándome cómo iba a manejar la situación ahora que Pablo estaba tan cerca.
No sé si estaba mal, si mi rostro lo decía, pero estaba empezando a preocupar o es lo que me dejó saber papá al decirme "No voy a decirte qué hacer. Eres adulta y tomarás tus propias decisiones, pero quiero que recuerdes quien eres. Te hará bien".
Por los dioses del Olimpo y por Percy Jackson, necesitaba unas palabras tuyas, mamá.
Papá era muy protector, pero no condescendiente. En el pasado, esa conversación había terminado en gritos o en silencio incómodo, pero ahora... ahora parecía que ambos estábamos aprendiendo a entendernos.
Claro que él quería que los acompañara a darles la bienvenida, pero yo no estaba lista para sonreír como una anfitriona. Además, todos o la mayoría de la selección española me conocía. Así que no me quedó de otra que agarrar un cruasán y me puse de pie, alejándome de aquella obligación.
Salí a pasear por la bella ciudad, pero no tenía cabeza para enfocarme en la bella cultura que me rodeaba. No me quedó de otras que regresar al hotel y tratar de escribir, de continuar con una historia que "ya no era mía". Era un proceso largo de letras y varias tazas de café. No quería ser interrumpida por nadie, es por eso que pedí a recepción que no estaba para nadie. ¡Para nadie!
Pero cuando me llegó servicio a la habitación y olí la rica lasagna, mi estómago rugió y, sobre todo, mi corazón me repitió que Pablo no era la clase de chico que se rinde tan fácilmente. Hasta me había mandado una rosa, mi flor favorita.
No sé qué manía tenemos con las servilletas, pero me dejó un mensaje por aquel pedazo de tela.
"Con cariño, Pablo"
"¿Te puedo llamar?"
Entre en un cortocircuito. No quería ser grosera ante tan lindo gesto, pero una llamada me dejaba demasiado expuesta y no quería arruinarlo; no quería decir palabras de las cuales luego me arrepentiría.
Los mensajes eran la mejor opción. Le agradecí por la cena y por la rosa y como debí sospecharlo, él me confirmó que había sobornado a la recepcionista. Pensé que tendríamos una conversación normal, de "amigos" para nada me esperaba una foto de él sin camiseta y con solo un boxer.
Mis ojos se clavaron en la pantalla. Su torso marcado ocupaba casi todo el encuadre, con el torso pálido y los brazos bronceados resaltando bajo la luz. Llevaba un bóxer ajustado que dejaba poco a la imaginación, negro, sencillo, pero suficiente para arrancarme un suspiro.
La curva de su sonrisa, tan segura y descarada, lo decía todo: sabía exactamente lo que hacía. Sus ojos me miraban a través de la pantalla, desafiantes, como si esperara mi reacción.
Era un maldito engreído. Y yo, condenada, no podía dejar de mirar.
Obviamente debía de hablarlo con mi terapeuta personal y no dudé en tomar una captura y mandárselo a Carla, quien no tardó en mandarme un mensaje.
"Ostras, parece que champiñón se ha puesto más fuertecito"
Dios. No podía dejar de mirar la foto y él esperaba un mensaje mío. Obviamente no le iba a mandar una foto encuerada (No por el momento).
Me mandó otro mensaje y no fue nada más y nada menos que una canción. Sin duda me conocía tan bien. Tan bien como me daba miedo, él conocía a esa antigua Val.
Tiroteo fue la canción que me mandó, la misma que una vez me cantó cuando se emborrachó por primera vez. La misma que significaba tanto.
Me hizo sentir culpable y fue la razón por la cual me demoré en contestar. No sabía qué decirle, no sabía en qué punto estábamos. Me entiendes ¿verdad?
Pablo es muy intenso; creo que fue una de las razones por las cuales me enamoré de él. Aunque fuera el puberto que le sudaban las manos al tocarme, tenía una faceta intensa con las personas que le importaban. Yo le importaba y le seguía importando.
Me mandó una taza de café y un inmenso ramo de rosas rojas a la mañana siguiente. No lo he procesado y tampoco procesé cuando fui a darles la bienvenida a él y a sus compañeros. Me miraron de una forma, y miraron a Pablo de una forma que me hizo sentir bajo una lupa.
Y aquí estaba yo, escribiendo todo esto en mi diario. Cómoda con una taza de café, con una vieja playera y solo mis bragas. Sin saber si tomar mis maletas e irme a esconder a Manhattan...
—Hola —la voz de Pablo resonó en la habitación. Era demasiado fuerte para mi gusto, casi como un trueno rompiendo la calma e hiciera que mi mano presionara de más el bolígrafo y este rayara la hoja de mi diario.
El susto fue instantáneo. Solté un grito y me levanté de un salto, dejando caer mi diario al suelo. Sentí cómo mi rostro se encendía mientras intentaba cubrirme con la manta que estaba a mi lado. ¿Qué hacía aquí?
—¡¿Qué haces aquí?! —exclamé, sin poder ocultar mi sorpresa ni mi vergüenza.
Él me miró con esa mezcla de seriedad y burla que tanto me desconcertaba.
—Quería verte.
¿Verme? ¿En serio? Podría haber llamado antes de aparecer como un loco.
—Joder, podrías haber llamado —le dije, aunque mi tono sonaba más avergonzado que molesto. Sentía el calor subiéndome por el cuello.
En lugar de disculparse, me miró como si supiera algo que yo no sabía. Como si hubiera planeado todo esto.
—¡Estás loco! —grité, tomando un cojín y lanzándoselo con todas mis fuerzas. Él apenas lo esquivó, pero su expresión no cambió. Seguía con ese aire de suficiencia que lograba sacarme de quicio.
Lo dejé ahí, plantado, mientras me giraba y caminaba a grandes pasos hacia mi habitación. Necesitaba espacio. Aire. Todo esto era demasiado, pero como era típico en él, no entendía de límites. Lo escuché detrás de mí, siguiéndome como si no hubiera nada de malo en lo que estaba haciendo.
Era un puto intenso.
Al entrar en mi habitación, sentí su presencia antes de verlo. Mis ojos se posaron en las rosas que él había traído hace días. Estaban en un jarrón junto a la mesita de noche. Por un segundo, quise sonreír. Pero no lo hice.
—¿Por qué me sigues? —pregunté, tratando de mantener la calma mientras buscaba mis shorts de lino para ponérmelos.
—Joder, Pablo, eres tan...
—¿Tan irresistible? —respondió, en tono engreído.
Rodé los ojos, aunque sabía que no me veía. Lo escuché moverse, inspeccionando mi espacio como si tuviera derecho a hacerlo.
—Pablo, estás invadiendo mi espacio personal —dije con firmeza, girándome para enfrentarlo. Su atención estaba en mis cosas, en las fotos, en los libros.
—Por favor, vete.
Quise sonar dura, pero algo en mi voz traicionó lo que sentía.
—Vine a por ti —respondió, sin siquiera pestañear.
—¿Por mí?
—Una cita, tú y yo. Esta noche.
Quería gritarle. Sacudirlo. Hacerle entender que no podía aparecer así, trastocando todo.
—Me vuelves loca —murmuré, sin poder evitar que las palabras salieran de mis labios. Pero no le di tiempo a responder.
—Vete —insistí, señalando la puerta con mi mano. Mis dedos temblaban, y al hacerlo, me di cuenta de lo que él estaba mirando.
El anillo.
Vi su rostro cambiar. Una mezcla de sorpresa y algo más que no supe definir. Su mirada se posó en mí, luego en el anillo, y finalmente volvió a mí.
—¡Vete, Dez! ¡Lo digo en serio!
Lo último que quería era que siguiera haciéndome preguntas, así que le lancé una almohada con fuerza, esperando que entendiera la indirecta.
—Valeria...
Su voz tenía un tono distinto, como si estuviera buscando algo en mí, alguna confirmación que no pensaba darle.
—¡Lárgate! —grité, perdiendo por completo la paciencia—. ¡No puedes venir y entrar como Juan en su casa! ¡Vete!
Tomé todo lo que encontraba a mi alcance, cojines, almohadas, lo que fuera, y se lo lancé mientras seguía gritándole que se largara.
Finalmente, conseguí empujarlo hacia la salida. Cerré la puerta de golpe, apoyando la frente contra ella mientras intentaba calmar mi respiración.
Mi corazón latía desbocado, y mi mente se llenó de preguntas. Sabía lo que él pensaba. Sabía lo que estaba viendo. Pero eso no le daba derecho a irrumpir en mi vida de esa manera.
Me alejé de la puerta, tratando de recuperar algo de control. Aunque, en el fondo, sabía que su mirada, su presencia, no me dejarían en paz tan fácilmente.
Y claro que no lo hizo porque esa noche me dedicó "Besos de guerra" y yo tenía una canción que dedicarle y no dudé en mandársela.
ME:
mamma mia by ABBA
Fíjate en la letra
Pablo mi pablo:
https://open.spotify.com/playlist/1RxCIZXBu2SFFmhlw40x1y?si=zycqpiZgRJmySAXRLPSO5Q&pt=69741bcd11b186ff3a0ea43cf6dab758&pi=MFPizg5TRSG-y
Anda poniendo todas nuestras canciones en esa playlist Val.
💌💌💌
De niña había tenido mi familia soñada, mis grandiosos abuelos, mi grandiosa mamá, mis reyes, mi princesa. Y aunque ya no los tenía en mi mente, los tenía en mi corazón en un recuerdo feliz.
Cuando estuve sola, pensé que la familia feliz se había acabado. Que por más que la familia del que en ese entonces era mi novio me hacía sentir parte de una familia, una parte de mí sabía que no era la mía.
Una parte de mí siempre les tendría envidia por lo que tenían y lo que yo no podía tener, porque mis abuelos y mamá murieron, y no había nadie que pudiera reemplazarlos en mi corazón.
Ni Margarita y Dani podrían reemplazarlos, porque ellos eran otra parte de mi vida; ellos seguían, pero no llenaban el vacío.
Siempre habrá una familia materna y la otra partena, nadie podía reemplazar la materna, pero había un espacio para otra familia que quería conocerme. No me había puesto a pensar en ellos, ni en lo grande que era, ni lo intenso que era. Pero estaba bien, porque era una nueva Valeria y necesitaba sanar, conociendo a mi padre, conociendo a su familia. A mi familia.
Entendí porque mamá huía de la abuela Lily; era igual a su madre, mi abuela Emilia.
Entendí por qué mamá dijo que me llevaría bien con el abuelo Bass; le encantaban los libros igual que a mí.
Y ni hablar de cada miembro de mi nueva familia. Al principio me vieron como un juguete nuevo, la hija perdida que querían conocer; me hacían miles de preguntas que me agobiaban y, gracias a Dios, que tuve a Carla a mi lado, ella me ayudó a manejarlo todo y me retuvo para no salir corriendo.
Supe que eran como una especie de celebridad y pasar tiempo con ellos me hacía sentir como un personaje de Gossip Girl. Ricos y famosos viviendo en Nueva York.
Era el día del primer partido de España y mi familia tenía un palco en el estadio. Me ponía nerviosa que por el estatus de mi familia nos fotografiaran, aunque ya estaba 100% de que ya nos habían fotografiado y grabado para las diversas redes sociales. Eso no me preocupaba, lo que me preocupaba era que volviera a suceder.
Mi nombre y el de Dez juntos de nuevo en un titular.
¿Qué poder tendría en mí?
El partido aún no iniciaba y fui a esconderme a la parte del buffet de la zona VIP. Mordí una magdalena y alguien se puso a mi lado, para servirse uno de los jugos. La miré de reojo y pude reconocerla: ya no era rubia, ahora era castaña; sus rasgos angulosos la hacían ver demasiado guapa.
Era Cayetana.
Aún no se daba cuenta de mí, la situación perfecta para huir. Me lo planteé y me quedé. ¿Por qué huirá al verla? Quedaría como la misma niña tonta de hace unos años.
Y tenía cosas más importantes de las cuales huir. Ella era mi menor problema.
—¿Qué haces aquí? —preguntó al verme.
—Comiendo una magdalena.
—No te hagas la graciosa —Me dio una mala cara—¿Qué haces aquí? ¿Vienes a por mi Pablo?
Mi Pablo.
Una punzada me lastimó el corazón.
—No tengo porque darte explicaciones —dije y puede que sonará un poco hostil. Cayetana seguía dándome un amargo sabor de boca.
No la soportaba. Y no eran celos, solo que ella y Pablo no pegaban ni con cola.
—No te acerques a Pablo.
Le llamaba Pablo. Tenía unas inmensas ganas de gritarle "No lo llames Pablo", pero yo no era nadie para decirlo.
—No eres nadie para decirme que hacer.
Sonrió maliciosa.
—Soy su novia, tú eres la que sobras, cariño.
Dio media vuelta y me dejó con las palabras en la boca.
Cayetana era su novia. Esa misma que me hizo daño.
Estaba aún procesando lo que acababa de pasar. Cayetana era su novia. ¿Cuándo había sucedido? Sentí cómo mi estómago se revolvía, y la magdalena que tenía en la mano ya no tenía ningún sabor. Mis pensamientos giraban alrededor de una sola pregunta: ¿Cómo había terminado todo así?
"Mi Pablo."
Esas dos palabras se clavaron en mi mente como espinas, removiendo viejos recuerdos que no quería revivir. No tenía derecho a sentirme así. Yo fui la que lo dejó. Fui yo quien le pidió que siguiera adelante, que encontrara a alguien más. Sin embargo, saber que estaba con ella... Era demasiado.
Sabía de los rumores que corrían por Internet, pero pensé que ella solo se los inventaba, y el mundo era ingenuo creyendo en que ella era una santa paloma que tenía algo con Dez.
Respiré hondo, intentando mantener la compostura. No era el momento ni el lugar para dejarme llevar por el dolor o los celos. Salí de la zona del buffet, esquivando miradas, buscando un lugar donde pudiera respirar con tranquilidad.
Pero no había paz. No cuando él estaba en mi mente, no cuando Cayetana estaba ahí, caminando como si fuera dueña de todo. Caminé sin rumbo, intentando distraerme, pero los recuerdos volvían una y otra vez.
Volví a sentarme en mi lugar del palco, observando el campo de fútbol mientras la multitud se preparaba para el partido. Intenté concentrarme en cualquier otra cosa, pero mis pensamientos siempre regresaban a él. Pablo. Mi Pablo... Su Pablo.
Desde que lo volví a ver, no podía dejar de pensar en cada pequeño detalle: la cena que me envió, el café, las rosas, su visita inesperada que me sacó de quicio, los mensajes, las canciones... Y lo más reciente, la promesa de que me dedicaría un gol.
Pero había algo que no cuadraba. Si de verdad estaba con Cayetana, ¿cómo podía haberme dicho eso? ¿Qué clase de juego era este?
Una parte de mí quería creer que Cayetana mentía, que solo lo había dicho para alejarme, para herirme. No sería la primera vez que decía algo para lastimarme. Pero otra parte de mí se preguntaba si todo esto era una fantasía que yo había creado para justificar lo que sentía por él.
¿Y si me estaba mintiendo?
—¿Qué sucede, cariño? —La voz de la abuela me sacó de mis pensamientos, suave y elegante, con esa calma que siempre la caracterizaba. Su porte y su manera de ser me recordaban tanto a Lily van der Woodsen (Carla y yo la denominamos así cuando la conocimos, hasta tejían el mismo nombre "Lily")
Mi abuela era la matriarca de la familia Blair. No le gustaban para nada los escándalos que dejen ver mal a su familia y se encargaba de mantener unida a la familia con una cena familiar cada domingo. También tenía una obsesión con encontrarnos pareja; lo intentaba conmigo y con Carla. Era un poco controladora, mucho a decir verdad, y es por eso que no le conté nada de lo que me estaba pasando. No tenía las cosas claras en mi cabeza y menos en mi corazón. Contarle a la abuela significaría tenerla al pendiente de Pablo, de contarle todo con punto y coma; hasta estaba segura que lo mandaría a investigar. Y por el momento no quería eso. Pablo seguía siendo una incógnita.
—Nada, abuela, solo estoy un poco nerviosa por el partido —dije con una sonrisa suave, queriendo desviar el tema.
Desde que los conocí siempre me han hecho sentir parte de la familia y es por eso lo de este palco. Querían hacerme sentir en casa.
—¿Segura? —preguntó con esa mirada perspicaz que siempre sabía cuando algo no andaba bien.
—Segura —murmuré—. Iré a beber algo de beber.
—No te pases de copas, querida —Fue lo que me dijo.
Me puse de pie y fui a tomar algo al bar. Antes de que pudiera beber mi Martini tranquila, Alexa y Sully se me acercaron, eran mis primas.
—¿Nerviosa por Pablo Valdez? —preguntó Alexa, dándome un codazo suave, como si supiera exactamente en qué estaba pensando.
Intenté mantener la compostura, pero sentí cómo mis mejillas se calentaban.
—No es nada de eso —respondí, riendo un poco, aunque por dentro mi mente seguía dando vueltas.
—Te has sonrojado, pillina —dijo Sully, quitándome el Martini y bebiéndoselo ella.
—Oye, era mío.
—Apiadate de mí, es mi noche sola sin Peter —dijo haciendo un morrito. Peter era su hijo, mi sobrino y suponía que la había dejado con una niñera.
Miré hacia la barra.
—Tres chupitos de tequila —pedí.
—¡Que sean triples! —gritó Sully—. Debo de disfrutar, por cierto, después del partido. ¿Nos perdemos en la noche, verdad?
Sully me miró con una cara suplicante, una cara que siempre me ponía cada vez que tenía una noche libre. La usaba para divertirse. Era la prima mayor; tenía 30 años, aunque para ella decía que los 30 eran los nuevos 20, ya estaba casada con un esposo que caía bien y era lo que una "Blair" ameritaba, según decía la abuela. La conocí y dijo que mi cara le daba la confianza suficiente para cuidar a su hijo mientras ella se tomaba una noche de cita con su esposo. Un matrimonio perfecto.
Por otro lado estaba Alexa. Ella era un poco más como yo. Amantes de las letras, la música y los libros, mi lectora beta cada vez que tenemos la oportunidad y es una rockstar.
—Al menos que tengas otros planes —dijo Sully y alzó sus rubias cejas, mirando a Alexa—. Con cierto futbolista.
—Venga, no empiecen.
—Te has puesto roja —Alexa señaló mi rostro—. Estás nerviosa.
—Votación, alcen la mano si Blair está nerviosa —Sally miró a Alexa, Alexa me miró y ambas alzaron la mano—. Si estuviera Carla, estoy segura que también alzaría la mano, cariño.
—No tienen cura —Rodé los ojos a la vez que llegaban los chupitos.
Agarré uno y bebí todo el contenido, inclinando mi cabeza hacia atrás. El ardor del alcohol bajando por mi garganta me hizo cerrar los ojos por un segundo, sintiendo el calor en mi estómago.
—¿Valeria? —Reconocí esa voz de inmediato. Volteé hacia donde provenía la voz y me encontré con Aurora, la hermana de Pablo—. Valeria.
Y antes de que pudiera reaccionar, Aurora dio un paso hacia mí y me envolvió en un abrazo. Fue un abrazo cálido y su aroma me hizo acordar a aquellos tiempos en los que me quedaba con ellos y me hacían sentir parte de su familia.
—Te he echado de menos —susurró con sinceridad mientras me apretaba un poco más.
Me quedé inmóvil al principio, pero luego mis brazos se movieron automáticamente, devolviéndole el abrazo. Sentí una mezcla de emociones; nostalgia, alivio y algo de incomodidad. No sabía bien cómo manejar la situación, especialmente con todas las excusas que siempre le daba cuando me invitaba a visitarlos.
—Yo también —logré decir, y era verdad.
Más allá de ser la hermana de Pablo, fue una amiga para mí. Y en todo este tiempo, respetó mi decisión de no decirle de más a su hermano sobre mí. Mantuve la comunicación con ella; a decir verdad, hablábamos muy a menudo. De hecho, nuestra última conversación fue hace unos días; ella me llamó y me seguía llamando "cuñis" por más que su hermano y yo ya no seamos nada. Me dijo que debíamos de vernos en el mundial y yo le dije que sí, pensando en qué excusa inventar cuando llegara el día para decirle que no pude ir. Y al final de todo sí vine.
Aurora me soltó del abrazo y me escaneó con la mirada.
—Te ves espectacular.
—Gracias, tú también te ves espectacular —Aurora me agarró de las manos, emocionada.
—¿Y qué haces por aquí? ¿Es por mi hermanito? —preguntó Aury, refiriéndose obviamente a Pablo.
—Sí, tu hermanito es Pablo Valdez, pues estás en lo cierto —respondió Sully, para nada sorprendiéndome de su habitual desparpajo.
—¡Sully!
Aurora miró a Sully y vi complicidad en su mirada. Ambas se habían caído bien en la primera impresión.
—Aury,ellas son Sully y Alexa —las presenté señalando a la rubia y a la pelirroja—. Sully, Alexa, ella es Aurora, una amiga.
—¡Encantada! —dijo sonriente Sully, mientras Alexa sonreía y murmuraba lo mismo, ambas sorprendiéndose por los dos besos que les daba Aurora en las mejillas.
—¿Eres Alexa Star? —le preguntó Aurora a Lexi. Cuando les dije que Alexa era una Rockstar, no mentía. Era famosa.
—Es la misma que viste y calza; quitándole todo lo Stargirl, queda nuestra Alexa Bloom —dijo Sally, apretando las mejillas de la pelirroja, quien se sonrojó.
—¿Te molesta una foto? —Le preguntó Aurora a Alexa y ella asintió—. Flipo con tu música.
—Muchas gracias.
—¿Les molesta si me llevo a Valeria un momento? —Les pregunto y una parte de mí quiso decir que debía de volver con mi familia para ver el partido, pero otra parte de mí quería ir con Aurora y ponernos al día.
—Claro que no —Sally movió su mano en el aire—. Pero nos la devuelves antes de que inicie el partido, o sino la abuela nos mata —añadió con un guiño juguetón.
Solté una risa leve y me fui con Aurora a lo que suponía era el palco de su familia.
—Se van a poner felices de verte.
Se refería a su familia, a la misma que siempre quise pertenecer, a la misma que me hizo un hueco y me adoptaron como una más. Aún sin ser novia de su hijo siguieron llamándome y preocupándose por mí. Me faltarían dedos para contar todas las veces que me dijeron que vaya a visitarlos a Sevilla. Pero aún no era el momento.
Me emocionaba la idea de verlos, pero en cuanto recordé un pequeño detalle, esa emoción se desvaneció como si me hubieran echado un balde de agua fría. Si iba al palco de la familia de Dez y él realmente tenía algo con Cayetana, lo más probable es que ella también estuviera allí.
—Aurora... —No pensé en una excusa y ya era demasiado tarde.
—¡Miren a quien me encontré! —exclamó con una sonrisa mientras nos encontramos con su familia, quienes no tardaron en abrazarme y decirme lo hermosa que estaba.
—Mi niña, —Belén, me abrazó como la madre que dijo que sería para mí—. Mírate, si estás preciosa. Pablo, mírala si está preciosa.
—Estás preciosa, Valeria —dijo el padre de Pablo. Compartían el mismo nombre con su padre y a mí me causaba nervios lo mucho que se parecían.
En unos 20 años, Pablo sería igual.
Los abrazos fueron familiares y como era de costumbre me hicieron sentir bienvenida. Me invitaron a quedarme a ver el partido con ellos y aunque me negué, ellos insistieron y no me quedó de otra que aceptar (por más que sabía que la abuela se iba a poner furiosa).
—Solo el primer tiempo, ¿vale? —dije; el segundo tiempo iría al palco de mi familia y así no iba a ser maleducada con ninguna de las dos familias.
En el palco no había rastro de Cayetana, lo que me permitió respirar más tranquila y una parte de mí sonrió victoriosa y satisfecha. El porcentaje de que lo que me dijo Cayetana era mentira iba aumentando y me daba una satisfacción que no se imaginaban.
La familia de Pablo seguía charlando y riendo conmigo como si el tiempo no hubiera pasado, como si yo nunca me hubiera ido.
A pesar de los casi 4 años y la distancia, parecía que nada había cambiado en su cariño por mí. Me sentía como si aún fuera aquella chica de dieciséis años que solía pasar los fines de semana con ellos. La familiaridad y el calor que emanaban me hicieron sentir acogida. Por un momento, olvidé todas mis preocupaciones.
—Tengo mucho que contarte, Val —Aury me abrazaba como una hermana mayor; sus palabras me hicieron acordar a nuestra última conversación; quería verme uno de estos días que íbamos a estar en el mismo continente porque quería charlar y era una charla que no se podía decir por móvil—. Vale, no sé por dónde empezar...
Se le veía un poco nerviosa; su sonrisa me lo confirmaba.
—Empieza por lo que te haga más feliz contar —le dije, tratando de calmar su evidente inquietud.
Aurora soltó una pequeña risa y asintió. Acarició su vientre, miró a Javi, su novio, ambos dándose miradas cómplices y antes de que lo dijera tuve una sospecha de lo que me iba a decir y me lo confirmó.
—Estoy embarazada —Apenas lo dijo, la abrazé de la emoción.
La conocía a ella y a su pareja que llevaban ya varios años juntos; no fue muy difícil emocionarme por ella y por un bebé que tenía la maravillosa suerte de nacer en esa hermosa familia.
—Felicidades. Felicidades a los dos —dije abrazando a Javi y a Aurora a la vez que una voz decía que el partido ya estaba a nada de iniciar.
—También felicidades a ti porque serás la madrina.
—¿La madrina? ¿Yo?
Era un halago que Aurora pensara en mí para ser la madrina de su primer bebé, pero yo vivía lejos y el nene o la nena merecía a alguien que estuviera junto a ella o él. Aun así, su emoción no me hizo negar su propuesta y más cuando el estadio estalló en gritos y aplausos al recibir a los jugadores de cada selección.
Mi mirada buscó a Dez y no tardé mucho en encontrarlo; estaba dando dos saltos antes de entrar al césped. Cada uno de sus compañeros iba en fila, caminando hasta el centro del campo donde se alinearon, uno al lado del otro.
El himno de España empezó a sonar y mi mirada no era apartada de la de Pablo. Llevaba una expresión seria y concentrada. Pero cuando su mirada chocó con la mía, un cruce breve pero cargado de sentimientos. Dejé de verlo, pero las pantallas enfocaron su rostro y en vez de tener esa expresión seria y concentrada, tenía una pequeña sonrisa.
Necesitaba irme.
Pero me congele.
Esa sonrisa significaba muchas cosas.
Durante el primer tiempo, parecía estar jugando bien, aunque de vez en cuando sus ojos buscaban algo en las gradas, y me daba un amargo sabor al pensar que se trataba de Cayetana, pero sus ojos terminaban en mí.
Entonces, llegó el gol.
Mamma mia, here I go again
My, my, how can I resist you?
Mamma mia, does it show again?
My, my, just how much I've missed you?
Todo pasó en un abrir y cerrar de ojos. Dez logró una jugada espectacular; el estadio estalló en aplausos, pero lo que realmente me hizo temblar fue cuando lo vi buscándome en la multitud. Su mirada me encontró, y con una leve sonrisa, se señaló a sí mismo, luego a mí sus manos hicieron un corazón.
Mi corazón latió descontrolado.
Trayendo varias recuerdos a mi cabeza, todas las veces que me dedicaba un gol, todas las veces que me susurraba que todos sus goles iban a ser dirigidos a mí y lo siguió haciendo. Muchas veces que veía sus partidos celebraba besando el escudo y haciendo una "V". Muchos decían que era la vida de victoria, pero yo sabía que era la V de Valeria, pero esa vez hizo un corazón, como la hacía cuando estábamos juntos.
Sentía la mirada de su familia puesta en mí, mirando mi reacción y queriendo saber qué era lo que estaba pasando por mi cabeza.
Lo que pasaba por mi cabeza era que su hijo podía volverme loca en cuestión de segundos.
Cuando finalizó el segundo tiempo me disculpé con la familia de Pablo y fui al palco de mi familia. Todo estaba como me lo imaginé, reservado.
—¿Dónde estabas? —preguntó la abuela.
—Me encontré con unos amigos —dije, recibiendo las miradas cómplices de Alexa y Sally, también de papá que estaba segura que él intuía de donde venía.
El partido continuó y el ambiente de mi familia era muy diferente al ambiente de la familia de Pablo o en general de todo el estadio. Mientras que en el palco de Pablo se sentía una energía contagiante, con emoción y nerviosismo a flor de piel, en el nuestro predominaba la serenidad y una desconexión palpable. La abuela y mi padre miraban el partido con interés, pero sin la misma pasión vibrante que inundaba el resto del estadio, donde los cánticos y gritos llenaban el aire. Hasta Sally, que era la más extrovertida, se mantenía calmada porque sabía que una cámara podía estar grabando y la imagen de la familia "Blair" era sinónimo de elegancia.
Al final del partido, no pude evitar saltar y gritar ante la victoria de España. La abuela me miró con rareza, el bicho extraño, pero no me dijo nada; se mantuvo sonriendo y aplaudiendo.
Desde lo alto podía ver lo eufórico que estaba Pablo, quien se llevó el MVP y más que merecido si fue el mejor en todo el partido.
—¿Podemos ir a ver a los jugadores? —preguntó Sally para que solo Alexa y yo la escucháramos.
—Tienes marido, Sally —La reprendió Alexa y en automático la rubia empezó a excusarse.
—Solo quiero felicitarlos. Además, Blair puede presentarnos a su osito atlético.
¿Osito atlético? Acaba de llamar a Dez. ¿Osito atlético?
Intenté evitar cualquier encuentro incómodo y más sabiendo como se ponía Pablo al finalizar un partido. Les dije a mis primas que se los presentaría mañana, para dejarlo descansar y ellas aceptaron solo si las acompañaba por algo de beber y luego ir a una fiesta. Acepté, pensando que ya me había librado del asunto, pero el destino tenía otros planes. Mientras nos dirigíamos hacia el bar, me encontré de frente con Aurora.
—Venga, vamos a felicitar a los chavales.
—Yo... —Miré a mis primas para que me salvaran, pero ellas me entregaron en bandeja de plata.
Sully, siempre tan extrovertida, me miró con una sonrisa pícara y para nada elegante, exclamó:
—¡Fuck him already, baby!
Sentí cómo mi rostro se calentaba al instante, y Alexa no tardó en seguirle el juego con una risita. Traté de ignorarla, pero no pude evitar que mis pensamientos se desviaran hacia lo que sucedería cuando viera a Pablo. Aurora debió de entender mi sonrojo y se rió, jalándome y llevándome hacia su hermano.
Al llegar, el bullicio de los medios y los aficionados parecía lejano, y las voces de los jugadores resonaban tras la puerta. Aurora la abrió y vi como los jugadores estaban siendo felicitados por su familia.
Aurora me jaló de la mano y me guió hasta encontrarme con Pablo, quien al verme mencionó ni nombre de una manera grave. Todo a nuestro alrededor se desvaneció y solo quedamos él y yo.
Pablo me abrazó y un escalofrío me envolvió ante el contacto con su cuerpo sudado tras el partido. El aroma a césped, esfuerzo y piel la envolvía, mientras su pecho se apretaba contra el mío. Me abrazaba de una manera en que mis pies dejaron de tocar el suelo. Mi nombre salía de sus labios y entonces el tiempo se detuvo cuando noté que me miraba a los labios. Me dejó en el suelo y sus manos apretaron mis mejillas. Podía notar el brillo de sus ojos y esa sonrisa de infarto que recordaba antes de sus besos.
—¡Te follaría en este momento!
Contuve el aliento, nerviosa y con una excitación que me calentó, recordando nuestros íntimos momentos.
Joder.
Estaba segura que la mayoría a nuestro alrededor lo había escuchado. Y su sonrojo lo delataba, aunque podía ser cubierto por lo activo que estuvo en el partido, en cambio yo...
—Valeria... —No sabía qué decir o cómo reaccionar, y él quiso acabar con la distancia queriéndome besar, pero yo no lo dejé. Retrocedí, sintiendo una mezcla de deseo y vergüenza que me dejó paralizada. Él también se dio cuenta de lo inapropiado que había sido. Sus mejillas se sonrojaron, y por primera vez en mucho tiempo, vi a Pablo sentirse avergonzado.
Me salvé de su mirada y de todo de él gracias al staff que vino a decirnos que dejáramos a los chavales para que terminen de alistarse y así puedan salir a la rueda de prensa.
Me escabullí para no ser capturada por Aurora o su madre y regresé con mi abuela; gracias a Dios no fui interrogada en el coche, pero sí que lo hice al llegar a mi habitación de hotel.
—¡¿Te dijo que te quería follar?!
Sally pegó un grito y tuvo que taparse la boca con las manos.
—Técnicamente le dijo: "Te follaría en este momento".
—¿Y qué haces aquí? —preguntó Sally—. Deberías de estar con él, desnuda...
—No sé en que punto estamos y no quiero arruinarlo con sexo.
—Créeme, no lo vas a arruinar.
—Creo que deberían de hablar antes de pasar a otros niveles —Alexa era más decente y sus palabras me entendían.
Además, todo era tan confuso y estaba siendo todo rápido.
—Aburridas, Carla estaría a mi favor —Sally se cruzó de brazos y me pregunté si Carla estuviera a favor de acostarme con Pablo. Ella estaba a favor de disfrutar mi vida sexual, pero creo que pensaría igual que yo con respecto a Pablo y más sabiendo toda la historia.
Alexa y Sally sabían parte de la historia. Pero no todo.
Necesitaba a Carla.
—Cambiando de tema, ¿vamos por unos tragos y a bailar? —No tenía ganas de salir y mi cara lo demostraba; creo que Alexa estaba pasando lo mismo que yo, ya que Sally empezó a negar—. ¡No! ¡Por favor no! Es mi noche libre, ¿recuerdan?
—Tengo sueño —Quería dormir una larga siesta, a decir verdad, y también necesitaba escribir.
—Aburrida, pero solo te dejo en paz, vaya a ser que ese atlético futbolista venga y se cuele en tu habitación —Me dio una mirada pícara y chocó sus puños frenéticamente simulando golpes.
Era todo un caso.
Pero no lo negué; si quería podía pensarlo solo para que me dejara a solas a mi habitación.
—Pero tú, Lexi —Señaló a la pelirroja—. Estás libre, vamos por unas copas y no acepto un no como respuesta.
Se fueron de mi habitación y canté victoria. Fui a tomar una ducha a la vez que tuve una llamada con Carla donde le contaba todos los acontecimientos y me dio el consejo de ir con calma y descubrir qué era lo que yo quería.
Corté la llamada y no pude evitar pensar en Marc y en la noche que pasamos juntos. No éramos nada, pero no podía evitar sentirme mal al saber que le había pedido tiempo para saber lo que sentía por él y darle una oportunidad. Pero entonces Pablo apareció y él era esa historia que aún no había terminado y solo quedó en ese tal vez que quería borrar y continuar.
Pablo se adueñó de mi mente y colocándome el pijama, me quedé escribiendo... El tiempo pasó a segundo plano, y no fue hasta que al bolígrafo se le acabó la tinta que pude acostarme y cerrar los ojos. Pablo seguía en mi mente y mi cerebro lo tenía bien presente porque soñé con él.
Sus manos recorrían mi cuerpo con una necesidad que me dejaba sin aliento. Cada caricia, cada beso, eran tan reales que mi piel se erizaba al sentir su aliento en mi cuello, sus labios rozando los míos como si no hubiese pasado el tiempo. Mi cuerpo respondía a él sin que yo pudiera controlarlo, y en esos momentos de sueño, me rendía por completo a lo que mi mente deseaba.
—Pablo...
Me miraba de una forma que me derretía y mis súplicas se hacían fuertes al pedirle que me follara. Él solo sonreía y se iba quitando el boxer, y cuando al fin iba a suceder, me desperté abruptamente.
Tenía el corazón acelerado, el cuerpo sudado, y apretando mis piernas deseando que esos sueños no fueran solo fantasías.
—Basta, Valeria —Me dije, pero era imposible.
Las imágenes del sueño seguían claras en mi mente: las manos de Pablo en mi piel, su boca en la mía, el deseo encendiéndome desde lo más profundo. Era imposible ignorarlo.
Deslicé mis manos por mi cuerpo, buscando aliviar esa necesidad que él había dejado en mí, aunque solo fuera un reflejo de lo que realmente deseaba. Mi respiración se hizo más pesada a medida que mis dedos encontraban el camino que tanto anhelaban, recreando las sensaciones que Pablo había despertado en mis sueños.
El placer me envolvió rápidamente, haciendo que cerrara los ojos, imaginando que eran sus manos, su boca, su cuerpo, el que me llevaba a ese punto. No podía contener los suspiros ni las ganas que me hacían morderme el labio.
—Joder...
Me di placer a mí misma, buscando alivio. Pero no era suficiente. Lo necesitaba a él.
Toda calenturienta me puse de pie y me cubrí con un camisón. No lo pensé mucho, y deseoso salí de mi habitación, pero de la misma forma que salí, volví a entrar.
—No seas idiota. No seas idiota.
Me encerré en la habitación y hubo una ducha de por medio que me calmó por un momento.
La noche fue una tortura; no dejaba de tener sueños húmedos con Pablo. Despertaba sudada y mojada entre mis piernas. Me estaba volviendo loca y fue un alivio cuando al fin pude cerrar los ojos sin soñar que me estaba follando a Pablo.
Igual estuve soñando, pero fue algo diferente que me dejó un vacío. Soñé con Pablo, había formado una familia con él y al despertar un vacío me envolvió, lo suficiente para permitirme unas lágrimas.
Eran las 11 de la mañana cuando dejé de llorar por lo que no tenía y agarré mi móvil, deseando que tuviera un mensaje de Pablo. Pero no lo tenía. Quería hablar con él, invitarlo a almorzar y hablar con él, tenía esa necesidad.
Pero no sabía cómo decírselo, así que opté por enviarle una canción.
Revisé los mensajes y entré al chat de Carla. Me había enviado una captura de una historia de Cayeta; se veía regia con su pijama sexy y ese bronceado que la hacía ver morena. Pero lo que más me llamó la atención fue que Carla había encerrado algo con rojo. Le hice zoom y pude apreciar lo que quería que viera mi amiga.
Sobre la cama estaba una camiseta y no era más que la camiseta de Dez.
Carla mi otra mitad ❤️🩹:
Anda con cuidado Val.
¿Qué demonios estaba pasando?
Carla mi otra mitad ❤️🩹:
Una foto de tu príncipe
Para que todo vaya bien
Te extrañamos 😊
Xoxo. Hola champiñones!!!!!
Este capítulo fue un torbellino de emociones, ¿verdad? Tenemos la versión de Valeria y lo que sintió en este inesperado reencuentro con Pablo hasta los momentos de nostalgia, tensión y deseo de Valeria, quería transmitir lo complicado que puede ser revivir un amor que parece nunca haber terminado.
La elección de Mamma Mia de ABBA no fue casualidad; siento que refleja perfectamente la mezcla de emociones de Valeria, esa lucha interna entre seguir adelante y no poder soltar el pasado.
Me encantaría saber qué opinan ustedes:
1. ¿Qué les pareció lo que nos cuenta Valeria, al principio estaba escribiendo en su diario y luego BOOM?
2. Sabemos lo que siente Pablo y lo que siente Val ¿Qué creen que pasará? ¿Y cómo interpretarían sus gestos, como dedicarle el gol o aparecerse sin avisar?
3. ¿Creen que Valeria debería darle una oportunidad a Pablo o seguir explorando lo que siente por Marc?
4. Y por último, ¿ustedes también se han encontrado con un Mamma Mia moment en su vida?
Me encantaría leer sus teorías y opiniones. ¡Gracias por acompañarme en esta historia!
Btw Carla teniendo ojos en todos lados 👀 si leyeron su historia ¿Qué opinan de lo que mando?
Si les ha gustado el capítulo, no olviden dejar su estrella ✨. Es una forma súper importante de apoyarme y me motiva a seguir escribiendo. ¡Gracias por estar aquí y por todo su apoyo!
Recuerden que si les gustó como escribo y quieren estar pendientes de la historia. Siganme en wattpad, instagram y tiktok (He subido un video muy bonito sobre este capítulo)
Ig: ancovi12
Tiktok: ancovi12
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