Esto Sí Pasó - Capítulo 7
Mi familia no siempre fue disfuncional, hubo una época hermosa donde mi papá y mi mamá vivían juntos, vivimos en un pequeño departamento en las afueras de la ciudad. Mis recuerdos de esos días comienzan cuando tenía entre cinco y siete años aproximadamente. Un detalle a tener en cuenta en este punto es que mis padres se llevan diez años entre sí, cuando me tuvieron mi madre tenía veinticinco años y mi papá treinta y cinco. En ese entonces, mi papá era empleado en una gran empresa de importaciones, esa empresa estaba en su mejor momento y mucho se hablaba de una expansión a nivel nacional y posiblemente uno a nivel internacional. Mi padre era un hombre letrado, culminó la carrera de administración tras dejar la de derecho a medias, fue en esta segunda carrera donde conoció a mi madre por amigos en común. Ella estudiaba contabilidad en la misma universidad.
Pese a lo que puedan comentar algunos tíos, mi concepción y nacimiento fue completamente planeado. Si no se casaron, ni por lo religioso ni por lo civil, fue por decisión de mi madre. Pese a muchos inconvenientes, juntaron dinero suficiente para mudarse juntos y criarme dentro de una familia convencional. Papá en ese entonces era muy serio, igual o más que ahora, por su experiencia en dos carreras logró ascender muy rápido, lo que llenó de orgullo a mi madre. Ella, por su parte, poco a poco dejó de ejercer su carrera en empresas y se dedicó enteramente a ser lo que ahora se conoce como freelancer. Obtenía trabajos ocasionales para diversas empresas que hacía tranquilamente en casa y recibía pagos comparables a tres sueldos mínimos por cada uno.
Pese a que ambos ganaban bien, éramos austeros en nuestro estilo de vida. Como dije, vivimos en un departamento pequeño, sin grandes lujos. La meta era conseguir un lugar mucho más grande, de ser posible en el centro de la ciudad, con acceso a cualquier sitio que quisiéramos.
Fue precisamente mi nacimiento lo que empujó a mi madre a la vida de freelance y a que mi papá se esforzara incluso más que antes. Dentro de mis preciados recuerdos está mi madre cocinando y atendiéndome por las mañanas, mientras por las tardes se la pasaba enfocada al cien por ciento en su trabajo. Quizás por ello, a pesar de que la quiero, no me siento tan apegada a ella porque si bien estábamos juntas en todo momento, a la vez era como si no lo estuviera del todo.
Con papá en cambio la historia fue diferente. Él llegaba de trabajar y sin importar la hora que fuera, se daba el tiempo de jugar conmigo, platicarme y de preguntarme cómo me fue en el día. "Llegas tarde" solía decirme antes de que yo se lo dijera y eso se me quedó como una curiosa costumbre por las que muchos me han cuestionado. Siendo yo una tardona por excelencia, me esfuerzo por ser quien dice esa frase primero, aunque no siempre me resulta. Ahora que lo pienso, sin importar la hora, nunca lo vi cansado, ni tampoco la más mínima señal de que jugara conmigo por obligación. Lo disfrutaba tanto, o quizás más que yo. Desanimado si lo he visto unas veces, supongo que, por el propio estrés del trabajo, por lo que siempre dentro de nuestros juegos, buscaba la forma de hacerle reír.
Todo ello fue así hasta que cumplí quince años, mi papá consiguió un puesto mayor, la empresa ya se había expandido por la mayor parte del territorio nacional y se abría paso a la internacional. Su jefe de aquel entonces comenzó a pedirle que supervisara las sucursales de varios departamentos, por lo que los viajes comenzaron. Junto a mamá jamás nos imaginamos que esos viajes comenzarían a hacerse más y más frecuentes con el paso del tiempo. Cuando cumplí la mayoría de edad y ya estaba en la universidad, los viajes dentro del país se convirtieron en viajes fuera del mismo.
Dentro de ese rango de edad, mis padres cumplieron su sueño máximo, el de conseguir un amplio departamento en el centro de la ciudad, cerca de un parque y a lo que luego sería mi alma máter universitaria. A día de hoy, ninguno se atrevió a confesar cuánto costó, pero supe por medio de escuchas a escondidas que fue mi papá quien consiguió pagar casi la totalidad del inmueble y que fue un contacto suyo quien le otorgó todas las facilidades para conseguir un precio casi irrisorio para la época. Mi madre usó su parte de los ahorros para colocar mobiliarios nuevos y llenar la casa, ya que ahora el espacio nos sobraba.
Fue en este mismo rango donde comenzó mi gusto por el anime y la cultura pop en general. Esto gracias a una amiga de mi nuevo colegio donde pasé mis últimos años de secundaria. Con la mejora de la economía en mi hogar, mis padres pudieron costear una computadora mejor para mis estudios, la cual comencé a aprovechar para esta nueva afición y así conocer gente igual de interesada. Abrí mis primeras redes sociales y empecé a empaparme más y más de esta onda. Los primeros eventos en mi país comenzaron a anunciarse y solo esperaba tener más libertad para asistir, ya que en su mayoría aún eran privados y con capacidad limitada.
A los dieciséis me gradué del colegio y ese mismo año me postulé e ingresé a la universidad. Conocí a Tom, mi primer novio, a mis dieciocho. Nuestro enamoramiento es una historia muy larga que prefiero no tocar aquí, solo he de mencionar que por mucho tiempo lo consideré un error. Visión de la que me arrepentiría más tarde. Un año después, los viajes de papá se hicieron casi permanentes y desde entonces solo ha vuelto a casa de una a dos veces al año. Poco maneja la tecnología por su edad, por lo que son muy pocas las video llamadas que nos hacemos. Luego, a mis veintiún años, mi madre anunció su separación al mundo y fui una de las últimas en enterarse. Lo llamamos divorcio porque para muchos, incluyendo mis padres, una relación de más de diez años puede considerarse un matrimonio. Pocos meses después, llegó la susodicha nueva pareja de mi madre a la casa que tanto le costó conseguir a mi padre. Lo odie desde el primer momento. Un gordito sin gracia con aires de señor feudal frustrado. No me tomó mucho tiempo enterarme que mi mamá lo conocía desde hace más de tres años y fueron amantes, ese tipo era uno de sus clientes más frecuentes.
Fue en ese mismo año también cuando terminé con Tom, estuve con ese hijo de puta de Miguel y cuando la historia de venganza más surrealista de mi vida tuvo comienzo. ¿Quién fui en mi otra vida para que todos los peores momentos de mi vida se juntaran a mis veintiún años? Incluso ahora a mis treinta puedo ver mi mala suerte, o, quizá, todo haya sido producto de mis pésimas decisiones. ¿Que si soy feliz? Actualmente sí. Pero tendrás que esperar un poco más para conocer el final de mi historia.
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