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Esto Sí Pasó - Capítulo 16


¿A dónde tan elegante?  —preguntó esa persona.

—¿Qué eres, periodista? Jajaja —respondió Tom.

Pudimos serlo

—Era un chiste. Hoy saldré con alguien en la noche, estoy algo nervioso.

¡Al fin el señor redactor sénior descubrió que hay más peces en el mar!

—No hagas aspavientos oye, más bien no te olvides del...

Si si, ya lárgate a tu cita antes que la pierdas, yo me encargo de to...


Antes de que esa persona pudiera terminar la frase, recibió una llamada. Tom no pudo evitar oír parte de la conversación.


¿Eres o te haces? pero si te dije... no, pero... mira aún sigo en la chamba, hablamos cuando salga ¿sí? ... Por la pu... ok perdón, ya chau, chau.

—¿Problemas en el paraíso? —preguntó Tom curioso.

Te sacaré la M si sigues de chismoso.

—Jaja, perdón perdón, oye, si estás teniendo problemas puedes contar conmigo.

Ya me las arreglaré, anda que llegarás tarde.

—De acuerdo, gracias... qué personaje eres...

¿Sigues?


Dicho esto, Tom se fue de verdad con un gesto de despedida a la distancia, tanto a esa persona como a sus compañeros. Volvió a su casa y se sometió a su cambio de imagen a Leo.

La jornada de ese día en su iglesia se resumía en una serie de conferencias a las que la asistencia era opcional. Solo los más apegados a aquella secta fueron, entre ellos Leo y Diana, quienes vieron oportuna la situación para escapar antes de tiempo sin levantar muchas sospechas. El plan para ese día era celebrar su primer aniversario por adelantado, ya que la semana siguiente tendrían un evento de navidad, al cual esperaban asistir. Este evento sería solo para miembros, por lo que se divertirían con el grupo al comenzar y a solas a la primera oportunidad.

Cuando Leo mencionó que vivía cerca a la iglesia en un mini departamento, a Diana se le hizo buena idea ir ahí después de una cena. Esto por supuesto causó suspicacia en su novio ya que sería estar a solas en un espacio íntimo. Le preguntó varias veces si estaba segura y ella le repitió que sí, dedujo que era o demasiado inocente o demasiado atrevida, por lo cual, para no arruinar la oportunidad, decidió que todo siguiera como lo propuso. Cabe destacar que, en todo este tiempo, las reuniones entre Tom y Roxana se redujeron a meros mensajes ocasionales, donde ella preguntaba cómo iba y él apenas y le respondía. En ese tiempo, además, en verdad intentó lastimar a Diana, pero siempre algo, ya sea en su conciencia, el amor que le tenía quizás o en el entorno mismo, se lo impedía y por el contrario terminaba tratándola como a una reina. Para evitarse problemas, se dejó llevar por sus sentimientos y vivió ese amor a plenitud, sentía que se lo merecía, aunque fuera una mentira. Pensó muchas veces hasta qué punto debía llegar y hasta no tenerla clara, decidió continuar. Evitó a toda costa salidas en donde tuviera que usar sus documentos falsos, todo lo hacía a nombre de Tom, pero lograba disimularlo.

Llegada una determinada hora en una de esas conferencias, Leo se retiró sin llamar la atención de nadie. Había acordado con anterioridad que se juntarían en la esquina del local, saliendo él primero. 10 minutos después, Diana hizo lo mismo, ya era de noche por lo que fueron inmediatamente a cenar. Lo que ella esperaba era una cena en un restaurante común, dígase una pollería, una pizzería o cualquier lugar de comida rápida. Sin embargo, su novio la estaba sorprendiendo con un bistró muy elegante, el mismo al que Micaela le había llevado un año antes. A diferencia de la primera vez, Tom se sentía a gusto, tenía mucho más clara la carta por lo que pidió unos Tournedos a la Provenzal y ella la misma carne a la parrilla que él pidió en aquel entonces, más un postre de manzana. Para acompañar, pidieron una limonada frozen, ya que Diana no era de tomar bebidas alcohólicas. Comenzaron a comer, la comida no fue para nada decepcionante para ninguno de ellos.


—¿Disfrutas la cena amor? - preguntó Leo.

—Me encanta —respondió ella con una sonrisa nerviosa, se sentía fuera de lugar por su vestimenta— Todo está Ri-qui-si-mo.

—Jeje Te ves tan hermosa al sonreír. Me enamoras cada día ¿sabes?

—No digas eso que me sonrojo —respondió ella tocándose las mejillas.


Siguieron comiendo, pasaron los minutos y Diana comenzaba a sentirse a gusto, ignoraba por completo los alrededores y sentía por primera vez que vivía un sueño en la realidad. Leo, por su parte, no encontraba forma de insinuar a su novia que ir a su casa podría no ser muy apropiado. Sabía de antemano que él era su primera pareja, ella siempre ha sido una chica tímida y nunca se había enamorado a ese nivel, él fue el primer chico por el que se interesó y no buscaba traicionar esa confianza diciendo lo que suele ocurrir cuando una pareja se junta en un espacio íntimo a solas, no quería dar a entender que tenía esas intenciones. Rogaba porque se diera cuenta por ella misma.


—Diana, entonces... después de esto... —comenzó a decir Leo cuando ya estaban por terminar de comer.

—Ah si, como quedamos, mi familia salió hoy así que no creo que me estén esperando como otras veces —dijo ella sonriendo— Me gustaría pasar más tiempo contigo amor, siempre salimos de esta manera y gastas tanto, al menos por nuestro aniversario quise que sea diferente y por eso propuse lo de cenar e ir a tu casa que queda cerca para ver una peli. De hecho malograste mis planes con esta cena jajaja.

—Te mereces esto y más amor, me encanta tu consideración, ahora que mencionas la película, hace poco contraté un servicio de televisión por cable y grabé esa de criaturas mágicas que se hizo viral, podemos verla si te interesa.

—Claro, me encantaría verla contigo.


Todo resultó de maravilla en la cena, el mini departamento de Tom quedaba a unos 15 minutos a pie desde la iglesia, pero al haberse desviado para ir al restaurante, que no quedaba muy lejos tampoco, tomaron un taxi para ahorrar algo de tiempo. Leo ya tenía todo previsto por sí iban a su casa, por lo que escondió toda evidencia de su vida como Tomás. Al entrar Diana se comportaba como una niña a la que le acababan de regalar un juguete, su emoción era tal que recorrió todos los rincones excepto la habitación principal que no le llamó la atención. Desde la fachada le parecía un lugar muy elegante y dentro aún más. Leo tenía una amplia televisión, con un sistema de sonido muy moderno. Su novia estaba como hipnotizada, sin saber quedarse quieta.


—Ven amor, siéntate —le dijo Leo indicando que se sentara a su lado en el gran sofá que tenía.

—Wow, es cómodo —respondió ella.

—Relajémonos, ha sido un día largo. Ve poniendo la película amor. Traeré algo para picar.  —dijo mientras iba a la cocina.


Leo sacó una bebida gaseosa, unos vasos y unos snacks que tenía escondidos en una gaveta. Tanto su personaje como Tom mismo tenían una gran manía por los dulces, por lo que siempre estaba surtido de este tipo de alimentos. Aunque cuando sentía que se excedía, hacía ejercicios para mantener la línea, lo sentía como una penitencia justa ante tanta gula.


—Listo mi amor —gritó Diana— ya está lista.

—Genial, tengo listas las botanas —respondió él mientras se acercaba.

—Apaga la luz para que parezca cine, quiero apreciar mejor tu pantalla.

—¿Segura? —preguntó sorprendido.

—Claro —respondió ella con una inusual inocencia.


Leo le hizo caso y apagó las luces, en efecto el lugar parecía un cine y la habitación se iluminó por la luz de la televisión. Se sentó a su lado, estaba nervioso. Diana en cambio estaba muy tranquila y podría decirse que hasta feliz. Se sirvieron las bebidas, abrieron unas bolsas con papitas fritas y comenzaron la película, ella reposó su cabeza en el hombro de su novio. Ambos estaban cómodos.

Ya avanzada la película, Leo no pudo evitar ver a su novia puesto que se veía sorprendida por algún motivo y miraba alrededor. Le tomó de la mano y ella estaba temblando, como ansiosa por algo. Por su mirada esquiva y su sonrojo dedujo que había llegado el momento, Diana se había dado cuenta de la situación en la que se encontraban. Lejos de incomodarla, él optó por darle tranquilidad y abrazarla. Ella lo comprendió y se acurrucó en su pecho. Por primera vez, estaban juntos a gusto, completamente solos, sin la posibilidad de que algún amigo, pastor o quien sea los pudiera interrumpir. Diana entonces tomó la iniciativa, primero con un beso en la mejilla a modo de agradecimiento. Tras esto, sus miradas se encontraron y un segundo beso tuvo lugar, pero esta vez en los labios. Los besos que se daban normalmente habían sido muy apasionados pero muy cortos, incluso los pocos manoseos que comenzaron a darse apenas unos meses se daban por encima de la ropa y era ella quien ponía un alto a esas situaciones por temor a que alguien los descubriera.

Sin embargo, no esa vez. El propio Leo se detuvo un momento para preguntar si estaba bien lo que estaban haciendo. No hubo respuesta. Solo una silenciosa aceptación por parte de ella. Las ropas cayeron, de la boca pasaron al cuello y fueron descubriendo aquel cuerpo que tanto amaban. Suspiros leves, uno que otro quejido y finalmente los primeros gemidos de placer. Bocas y manos fueron puestos a prueba en esos juegos previos. Estaban completamente embriagados ante la sensualidad y dulzor del otro. Tenían la habitación disponible al lado, pero la ignoraban por completo, el lugar que el destino eligió para este primer encuentro amoroso fue una sala, frente a una película y no parecía haber nada de malo en ello. Fue inevitable para Leo recordar su primera vez, la que tuvo con Roxana bajo el nombre de Tomás. Recordó el temor de lastimarla al ser el primero en tomar su inocencia. Ahora tenía nuevamente ese honor con una hermosa chica que llevaba muy arraigada esa palabra y que pese a que el punto de todo ello era lastimarla, no iba a ser de esa forma. Tomó esa experiencia y la puso en práctica disimulando un poco de torpeza. No había marcha atrás, querían hacerlo. Con todo el amor que podía sentir, con toda la delicadeza del mundo, sin soltar sus manos ni despegar la mirada de sus ojos, sus partes más íntimas se unieron en un solo movimiento. Era evidente el dolor por las expresiones que Diana le daba, pero con dulces palabras y un largo beso en la frente logró distraerla de esa primera rara sensación para convertirla en una de placer mutuo que se fue intensificando hasta llegar juntos a una visión cercana al ser testigos del nacimiento de una estrella. Los detalles de este primer encuentro, quedarían grabados en su memoria para siempre y serían el referente para los siguientes.

Cuando terminaron estaban agotados, el sofá era cómodo pero no apropiado para un acto de amor tan hermoso y temerario. Pero sí fue lo suficientemente amplio para que Diana quedara sobre su amado Leo y pudieran quedar abrazados aún desnudos. Ambos aún jadeaban de cansancio, nada importó las gotas rojas y las manchas cremas que quedaron en el inmobiliario. Era un momento único que rogaban que se repitiera. Cuando volvieron en sí, se miraron a los ojos y sonrieron con una complicidad propia de quienes se salen con la suya. No había vergüenza, se habían visto por completo y estar así ya debía convertirse en algo normal. Al mirar la tele, notaron que la película había terminado y se habían perdido el clímax y el final, aunque lo vivieron a su manera.


—Amor... no quería preguntarte esto cuando empezamos, pero...  —comenzó a decir Diana— me llamó la atención esta cicatriz de tu hombro. ¿Puedo preguntar qué te pasó?

—¿Esto? —respondió Leo algo nervioso, esa cicatriz fue de cuando intentó lastimarse por el bullying que recibía de chico, él no estaba dispuesto a dejar que ella supiera lo ocurrido, por lo que se inventó una historia— pues te lo contaré solo por ser tú. Alguna vez, cuando era adolescente, un ladrón entró en la casa de mis padres y para mala suerte lo descubrí. Lo que hice fue gritar para despertar a todos. Ese loco se puso nervioso, llevaba un cuchillo en la mano y en su intento de huida me empujó, clavándome con eso. Fue toda una locura la verdad, mis padres salieron y me llevaron al hospital de inmediato, perdí mucha sangre. Es una experiencia que no me gusta recordar la verdad. Amorcito, ¿Me prometes que nunca se lo mencionarás a nadie por favor?

—Por supuesto mi amor, no lo mencionaré, a nada ni a nadie —lo de nada lo dijo en referencia a su diario, se prometió a sí misma no contárselo a nadie ni tampoco escribir al respecto por respeto a su novio.

—Gracias mi vida. Dios... ojalá quedarnos así por siempre, ya casi es la hora en la que debes estar en casa... me preocupa que sospechen...

—Es verdad...


A Diana no le molestó ese comentario, ella anhelaba quedarse con Leo tanto como fuera posible, pero sabía que debía volver y le encantaba lo considerado que era su novio para con su familia. Se dieron un último beso y se separaron. Mientras él se vestía, no le quitaba la vista de encima. La vista que tenía de su novia era privilegiada y se aseguró de no olvidar ninguna curvatura, ningún lunar de ese cuerpo delgado y moreno que apenas instantes tuvo en sus manos. Ella, por su parte, quería gritar de emoción. Siempre se preguntó por ese tipo de experiencias y aunque esperaba que fuera a darse tras un matrimonio, no tenía arrepentimientos por haberse adelantado. Ignoró el tema de la cicatriz y se quedó con las nuevas sensaciones que había experimentado. Fue al baño para lavarse entonces, llevando consigo su ropa para terminar de cambiarse. Aún sentía en su cuerpo como si estuviera siendo abrazada, en su vientre aún lo sentía, quería más de él, por un instante deseó dejar su casa y mudarse con su amado. Mientras se lavaba se tocaba discretamente, recordando cada mínimo detalle de lo sucedido, soltando ligeros suspiros. Ya se había tocado antes, a solas en casa, pero hacerlo tras el propio acto en sí con el hombre que amaba y que era objeto de sus fantasías, en un hogar que no era el suyo, era una experiencia nueva con la que también se quedó.


—Mi amor, ¿Todo bien? ¿estás lista? —preguntó Leo al notar que tardaba un poco.

—Si, ahora salgo Leo.  —respondió ella tras un brinco.


Cuando salió, ya arreglada y lista para partir, fue como si se estuvieran viendo por primera vez. Se veían con pena pero estaban muy felices por lo ocurrido. Por esos años ya existían los taxis por aplicativo, por lo que salieron para pedir uno. No sin antes pasar por una farmacia para conseguir una píldora del día siguiente como precaución. Lo que hicieron fue tan imprevisto que no hubo tiempo de conseguir uno tradicional como un preservativo y optaron por un arriesgado método del ritmo.

Para buena fortuna, el conductor del taxi que tomó el viaje era un señor muy mayor con apariencia amable. Diana le dio un beso a su novio y se embarcó, despidiéndose y agradeciendo por tan grandiosa velada. Leo le dio la tranquilidad de que haría seguimiento al viaje y le pidió que llamara una vez esté en casa. "Así será" respondió ella y el vehículo se marchó.

Una vez solo y de vuelta en su mini departamento, aún recordaba lo ocurrido con mucha alegría y suspiraba de emoción cada tanto. Ingresó a su habitación y se vio al espejo que tenía cerca de su armario.

https://youtu.be/okIQYRE_t3s

Recordó entonces la mentira que estaba viviendo y un ataque de ansiedad tuvo lugar. Usualmente Tom era muy cuidadoso al retirarse la prótesis, la peluca, y todo lo que conllevaba el disfraz de Leo. Sin embargo, en esa oportunidad, preso de la frustración que sentía le dio todo igual y se quitó la nariz de golpe. Luego pasó a las lentillas, las mismas que le daban una apariencia amable a su rostro marcado por el dolor. Las mismas que ocultaban los ojos de un hombre muerto en vida. Preso de sus nervios, apenas pudo quitarse una de ellas y se vio al espejo una vez más, veía su rostro dividido entre Leo y Tom. La alegría del momento vivido se desvaneció y lo cambió por una profunda tristeza.

Salió de su habitación, aún sin quitarse la peluca y buscó entre sus gavetas unas botellas de cerveza artesanal que tenía guardadas, las cuales obtuvo como regalo de su empresa por el aniversario de la misma hacía unas semanas atrás. De su refrigeradora tomó unos cubos de hielo y los dispuso en la mesa de su comedor. Se comenzó a servir uno, dos, tres vasos que tomó de porrazo. La cerveza era más fuerte que las convencionales y comenzaba a marearse. No lo había hecho de esa forma desde que terminó con Roxana. Comenzó a llorar y a lamentarse por lo ocurrido.


"¿A quien engaño? ¡Claro que la estoy lastimando!, pensó, ¡Cuando descubra todo le dolerá, tuvo su primera vez con un puto extraño!"


El solo imaginar a Diana triste, desconsolada, decepcionada del amor, como alguna vez él lo estuvo lo llenó de una pena y un cargo de conciencia que jamás había experimentado antes. Tom no quería eso, llegar a tanto para lastimar a un sujeto como Miguel no parecía valer la pena. Recordó que llevaba la peluca, se puso de pie de golpe, se la quitó y la tiró al suelo. Sin embargo, al hacer ese movimiento, todo el alcohol se le subió a la cabeza provocando un mareo fuerte casi llegando al vómito. Intentó calmarse y se sentó nuevamente en el comedor, acostándose parcialmente sobre la mesa esperando así tranquilizarse del propio mareo y del susto que esto le había provocado.

Miró alrededor y su pieza comenzaba a distorsionarse, comenzaba a escuchar alrededor la voz de Diana, por momentos riendo, por momentos llorando, escuchaba a Roxana también, sentía que muchas sombras se paseaban a su alrededor, no entendía nada y él tampoco podía moverse del todo, solo sus brazos y su cabeza y no podía ponerse de pie, solo permanecer sentado.

Con mucho esfuerzo trató de sacudir su cuerpo y a duras penas pudo hacerlo para notar que aún se encontraba en su sala y que toda esa visión había pasado. Su respiración era agitada y le llamó la atención la sombra de alguien cerca a él.


—Si en verdad piensas eso sobre esta noche Tom —le dijo ese alguien— ¿Por qué sigues haciendo esto?

—¡¿Cómo? ¿Tú? ¿Qué mierda haces aquí?! —respondió el joven alterado reconociendo a quien tenía cerca.

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