Aquella tarde del domingo de invierno del 2013 fue anunciada en las noticias como el día más frío del año. El joven aquel, testigo y partícipe, comprendió la situación que había presenciado e hizo una llamada que no volvería a hacer en mucho tiempo. Mientras tanto, la joven pareja en el bus se encontraba desprotegida ante la acusadora mirada de los otros pasajeros quienes no podían evitar verlos de pies a cabeza.

El sujeto sacó unos audífonos y, a todo volumen, puso una canción de una banda poco conocida en el país. Ella, en cambio, buscaba cobijo en su hombro y esperaba que hablaran durante el viaje. Cosa que no ocurrió hasta poco antes de bajar, tras mucha insistencia y casi arrancarle dichos audífonos.

—¿Y cómo es el lugar donde estaremos? —Preguntó ella.

—Pues súper privado como te gusta —respondió él ya más calmado— no es un lugar de lujo pero nos servirá hasta que consigamos algo mejor.

—Mientras estemos juntos, todo estará bien ¿verdad?

—Si, por supuesto.

En suma, el viaje tomó dos horas. A los cuales, se le suman otros quince minutos de caminata en los que ella tuvo que seguir jalando la pesada maleta. Llegaron entonces a una casa de cuatro pisos, con un letrero de "Se alquila habitación". La casa no tenía color alguno, no estaba tarrajeada y mucho menos pintada. El vecindario se veía peligroso y ella sugirió ingresar de una vez, usando como excusa el frío que sentía.

Haciendo un gesto en remembranza a un niño a quien le obligan a comer vegetales, él no tuvo más opción que subir la maleta hasta el cuarto piso donde se encontraba la habitación donde vivirían. Con mucha dificultad abrieron la puerta y ante ellos se abrió una pieza a la que le faltaba barrer y trapear. La cual solo contenía en su interior un catre de metal con un colchón delgado encima, una mesa de plástico y una mochila pequeña que pertenecía al chico aquel.

Nada más al cerrar la puerta, él se desvistió y comenzó a besarla apasionadamente esperando que ella se dejara llevar por los bajos instintos. Sin embargo, el cansancio era evidente y ante una respuesta negativa no tuvo más opción que tomar su ropa de dormir y echarse en el catre.

Ella, por su parte, se tomó la molestia de barrer y liberar el ambiente que se sentía demasiado cargado. Siendo casi la medianoche, finalmente pudo ponerse su pijama y le dio la espalda al echarse.

—Ok, se hará como tú quieras amor —le dijo él somnoliento al sentirla a su lado— pero me lo debes ah y mañana si o si lo haremos.

—De acuerdo, pero será después del trabajo ¿Si?

—Ah... verdad. Aún trabajas, lo había olvidado.

—¿Tú no trabajas acaso? —preguntó ella sorprendida.

—Sí, pero mañana es mi descanso.