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Esto Nunca Pasó - Capítulo 24

Veinte horas después de lo ocurrido en el mini departamento de Tom, en el aeropuerto Charles de Gaulle de París. Diana veía maravillada las grandes diferencias entre un país y otro nada más llegando al lugar. Caminó por los alrededores y, al salir por la puerta principal, un chofer la esperaba con su nombre escrito en un pedazo de papel. Ella se aseguró de que se trate de la persona correcta que indicaba el programa de turismo y subió a la parte trasera del vehículo, mientras el conductor acomodaba su equipaje en la maletera.

Tras emprender la marcha, Diana veía con mucha ilusión cada detalle de las calles, los jardines, los edificios que la nueva ciudad tenía para ofrecer. Por un instante, se olvidó de todos los problemas de hace unas horas y se sintió revitalizada de tan largo viaje que tuvo que hacer.

Tras este paseo, ella llegó a un bellísimo hotel donde pasaría los días de excursión según indicaba el programa que recibió de regalo. Visitaría muchos lugares de la ciudad parisina y hasta tendría oportunidad de probar su tan destacada gastronomía en diversos restaurantes, todo sin gastar un centavo a menos que quisiera darse un gusto adicional. Una amable empleada del lugar, quien hablaba un español muy fluido, la guio hasta donde sería su habitación, la cual resultó ser más grande y ostentosa de lo que ella esperaba. Abrió las ventanas del balcón que tenía y tuvo una vista hermosa de casi toda la ciudad, puesto que ella se encontraba en un décimo piso.

La empleada le indicó entonces su horario de los próximos días y le confirmó que tendría el resto de ese día para pasear por la ciudad, así como de disponer del chofer que la trajo para ello. Diana agradeció la atención recibida y descansó un poco mientras leía el cronograma. En efecto, dentro del mismo estaba el paseo por la avenida de los Campos Elíseos, pero mencionaba un paseo con un grupo y que solo era de paso para ir a otro lugar y que no se detendrían en el Arco del Triunfo sino hasta el último día.

Fastidiada por ello, tomó una breve ducha y se cambió de ropa antes de bajar y contactar al chofer. Al verlo, le pidió que la lleve directamente al Arco del Triunfo, pasando por la avenida Campos Elíseos a la menor velocidad posible. El conductor accedió y se encaminaron a aquel lugar de ensueño que la joven tanto anhelaba ver.

Efectivamente el lugar le pareció de fábula, cada calle, cada establecimiento, los detalles, los árboles, la gente; todo ahí le hizo sentir como un ángel recién llegado al cielo. Para buena fortuna, era un día muy soleado y daba la sensación de querer pasar más tiempo fuera que adentro, puesto que la brisa era fresca y aliviaba el poco bochorno que se alcanzaba a sentir. De pronto, frente al vehículo se erguía cuán titán en el horizonte el monumento que ella más ansiaba ver desde hacía dos años. Pidió entonces al chofer encontrar el estacionamiento más cercano ya que quería pasear a solas un instante, pidió además que se mantenga cerca en caso ella se perdiese porque luego de su paseo volvería al hotel en espera de comenzar el itinerario.

Caminó tímidamente hacia los pies del Arco del Triunfo, lo rodeó y sus ojos brillaban ante su inmensidad y blancura que parecía resaltar con la luz del día. Sonrió con mucho alivio y suspiró al sentirse relajada luego de todo lo ocurrido. Mirar al costado fue un pequeño error que cometió, puesto que se vio rodeada de parejas felices tomándose fotos, besándose y abrazándose por doquier. Personas de todas partes del mundo y de todas las razas. De pronto ella vio al mundo en pares y se sintió sola en el enorme país que, irónicamente, era considerado el país del amor. Un nudo en su garganta entonces parecía a punto de ahogarla cuando de pronto una voz masculina que hablaba en español interrumpió sus pensamientos.

—Wow, es más hermoso de lo que pensaba.

Diana volteó impresionada y no supo cómo reaccionar ya que quedó viendo a aquel joven fijamente, llamando así su atención.

Oh désolé mademoiselle, je ne voulais pas vous interrompre. —dijo el chico en un francés fluido.

—Perdón, yo también hablo español, no hace falta que hables en francés. —respondió ella apenada.

—Oh, entiendo, pues me estaba disculpando por interrumpir.

—No te preocupes, no interrumpiste nada, solo miraba el Arco.

—Es muy lindo ¿verdad?

—Si, ideal para parejas.

—París es conocido por el amor y esas cosas —respondió el chico con un gesto de pena— sin embargo, yo solo estoy de paso viajando a solas. Como huyendo.

Diana lo observó y no pudo evitar sentirse identificada con él, ella había aceptado el viaje como una forma de desquite y así poder huir de todo lo ocurrido apenas unas horas antes.

—¿También viajas solo? —preguntó ella entrecortada.

—Si ¿Tú también? ¿Cómo es posible? Si se puede saber claro. —preguntó el chico curioso.

—Digamos que todo lo que creía, mi mundo, mi felicidad, todo fue una gran mentira, admiré a una persona desde que tengo memoria y por ella... —pensó bien su respuesta— no lo sé, quizás fui su medio de expiación y por eso terminé aquí.

—Lo que entiendo, por lo que me dices, es que los justos pagaron por pecadores. ¿Es así?

—Si.

—Entiendo ese sentimiento.

Antes de que Diana pudiera ahondar más en lo dicho por el joven aquel, un señor ya mayor de edad apareció y les interrumpió. Por su apariencia, era un europeo completo, de barba blanca y ojos claros. Vestía de forma humilde, ligeramente desarreglado y llevaba consigo una pequeña cámara de revelado instantáneo.

Désolé de vous déranger jeune homme, Vous êtes en couple?  —preguntó el anciano.

Oh non monsieur, nous nous sommes juste rencontrer. —respondió el chico de igual forma.

—¿Qué dice el señor? —preguntó Diana intrigada y más animada.

—Pues... —respondió apenado el joven— me preguntó si éramos pareja.

—Oh... entiendo. —respondió ella apenada.

—Eh... descuida, le dije que no —respondió nervioso el joven.

Oh c'est triste  —comenzó a decir el anciano— tu regardes ensemble. Tu n'est pas confortable si tu prends des photos gratuites pour bienvenue dans la ville.

Je comprends monsieur. —respondió el chico apenado.

—¿Qué dice?

—Dice que pensó que éramos pareja porque quería tomarnos una foto gratis como bienvenida.

—Oh ¿En serio?

Je suis désolé j'insiste, si vous n'êtes pas en couple, pouvez vous prendre une photo de vous, je te donne une copie.

—El señor insiste, dice que nos quiere tomar la foto, aunque no estemos juntos ¿Qué dices?

—Pues... —se cuestionó Diana— supongo que este tipo de cosas pasan usualmente en un viaje, lo tomaré como parte de la aventura. Acepto.

—Está bien —sonrió el joven y se dirigió al fotógrafo— Ok monsieur prenez une photo.

Tras la confirmación, el fotógrafo se mostró muy emocionado e inmediatamente buscó el ángulo ideal para cubrir tanto a los jóvenes como al monumento. Siguiendo sus indicaciones, Diana se puso al lado del joven, manteniendo sus manos hacia atrás con el fin de evitar el contacto mientras que él metió sus manos a los bolsillos de su casaca. Mientras esperaban al fotógrafo, ella no pudo evitar mirar bien al joven que acababa de conocer. Vestía muy casual, con una casaca drill marrón claro, unos jeans oscuros entre verde y negro, zapatillas casuales, un polo negro y una boina negra. En todo el tiempo que habían hablado, le vio sonreír poco, pero su gesto normal parecía de alguien afligido que intentaba fingir alegría.

Recordó entonces que él mencionó que entendía ese sentimiento, no quiso ahondar en detalles, pero una pizca de curiosidad comenzó a aparecer. Pensó en conocerlo un poco más y hacerle la conversación luego de tomarse la foto, sin embargo, el recuerdo de Leo aún la ahogaba y pensó que hablarle sería como volver a cometer el mismo error al dejarse llevar por el primer sentimiento ante una nueva persona.

Ils sont prêts?  —preguntó el fotógrafo.

Oui  —respondió el joven y se dirigió a Diana— sonríe, será un bonito recuerdo de nuestra primera vez en París.

—Sí —respondió ella, sonriendo alegremente, dejando de lado toda tristeza.

Una vez tomada la fotografía, el señor pidió un momento para asegurar que el revelado estuviera bien hecho. Al hacer esto dejó que los jóvenes siguieran hablando.

—Vaya locura eh —dijo el chico.

—Si, nunca me había tomado una foto así de repente.

—Bueno... —comenzó a decir el muchacho con un semblante distinto— ya me debo ir.

—¿Eh?  —respondió Diana muy sorprendida, casi en shock, ya que en el fondo deseaba seguir hablando con él.

—Espero que disfrutes mucho tu viaje.

Dicho esto, el joven se acercó instintivamente a ella y se despidió con un beso en la mejilla que, si bien fue rápido, para ella fue como si hubiese durado mucho más tiempo, como si hubiese postrado sus labios sobre ella y los hubiera dejado reposar hasta recuperar el calor. Ese sentimiento tan familiar y que sabía que no volvería a experimentar con su ahora ex pareja. Ella nunca se lo dijo, pero lo que más le gustaba de su relación eran precisamente los besos que se daban tanto en la boca como en la mejilla, besos inesperados como el que estaba recibiendo y que le daban tranquilidad en los momentos más complicados. Su corazón latió con más intensidad y parecía querer salirse del pecho. Ella no comprendía por qué se sentía así por un desconocido e inconscientemente le rogaba a su corazón que se tranquilice y a su mente que reaccione, puesto que todo su cuerpo se puso pesado y no podía articular palabra alguna.

—Adiós Diana —dijo él susurrando.

De inmediato, el joven se encaminó hacia su lado opuesto y se fue perdiendo entre la multitud. Diana, por su lado, tardó en reaccionar y cuando pudo hacerlo asimiló lo que acababa de pasar. Sintió pena al no poder hablar y no preguntarle siquiera su nombre. Sin embargo, fue en ese instante donde se dio cuenta que ella nunca le había dicho el suyo y que él la había llamado Diana. Se quedó sorprendida y nerviosa, cuando pudo moverse trató de seguirlo, pero al dar dos pasos y mirar a todos lados se dio cuenta que lo había perdido de vista.

En ese instante, el fotógrafo se acercó a ella y le entregó la fotografía. Ella no entendía lo que decía y solo atinó a agradecer con una tenue reverencia mientras el señor se despedía y seguía hablando. Ella lo observó mientras se iba y, aun atónita, se apoyó en el muro del Arco para observar bien la foto. No encontró nada raro en ella, el joven se veía con una sonrisa leve mientras que ella literalmente parecía otra persona con una amplia sonrisa. Como un acto reflejo, volteó la foto y notó que había palabras escritas en un perfecto español que decía lo siguiente:

"Querida Diana:

Prometí algo hace años y vine para cumplirlo personalmente, siendo yo mismo. Sobre tu última pregunta, mi respuesta es sí, por supuesto que sí, te amo, he llegado a amarte más de lo que mi corazón podría soportar. Desearía haberte conocido en otras circunstancias. Ruego tu perdón y te deseo solo lo mejor de ahora en adelante.

Tomás Durán."

Diana quedó impactada una vez más, el chico con el que había hablado y compartido un lindo recuerdo no era otro sino su ex Leo bajo su apariencia y nombre real. Finalmente, ella lo conocía y pudo entender cada cosa que le dijo. Pese a que no se reveló directamente, entendió sus razones y hasta le causó gracia toda la escena que tuvo que armar solo para acercarse a ella de nuevo y poder decirle la verdad. Miro la foto nuevamente, esta vez con otros ojos, y el nudo en la garganta volvió a aparecer, cayendo así por sus mejillas las últimas lágrimas que derramaría por su hermano Miguel y su efímero amor.

"Cuando al fin te conocí" - Ilustración especial hecha por Milecas02 por las primeras 1000 vistas de esta novela. Muchas gracias a todos, mis queridos lectores. Hay un anuncio especial para ustedes líneas más abajo.

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Nota de autor:

Hola a todos, antes que nada muchas gracias por acompañarme en esta travesía durante estos 24 capítulos. Espero hayan sido de su total agrado. Aún no se levanten de sus asientos que hay más, el verdadero final de esta historia donde veremos las consecuencias de todos estos hechos:

Esto Nunca Pasó - Capítulo Final.

Como siempre, el próximo miércoles 8 de febrero a la medianoche (Hora peruana). ¡Hasta entonces!

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