Esto Nunca Pasó - Capítulo 22
Mientras todo esto ocurría, Tom iba en el antiguo taxi que solía conducir Alfredo, pero esta vez guiado por Fred. Habían pasado unos minutos desde su última conversación con Diana y ahora era el propio conductor quien le informaba por mensaje de la decisión tomada por su ahora ex novia tras leer la carta. Tom agradeció el favor recibido y pudo finalmente respirar tranquilo. Le contó a su amigo que conducía lo que había pasado cuando recibió una llamada.
—¿Aló? —respondió Tom.
—Aló, Tom, hijo —respondió una voz femenina.
—Señora Lucero, ¿Cómo ha estado?
—Bien, Tom, aunque algo preocupada, ya sé lo que hiciste con ese chico Miguel y su hermana. Me sorprende de ti.
—Lo siento señora, pero algo tenía que hacer. Se la tenía jurada desde hace tanto por lo que le hizo a Roxana.
—Eso lo entiendo.
—Si de algo sirve —interrumpió Tom— conozco a Diana, la hermana, es fuerte y estoy seguro que lo superará con el tiempo. Ahora me enfoqué cien por ciento en Miguel y a él me enfrenté al final. Le hice ver las consecuencias de sus actos y estoy seguro que se la pensará muchas veces antes de estar nuevamente con alguien.
—Entiendo hijo, no te preocupes, no me decepcionas, ha sido típico de ti el defender el honor de mi hija y te agradezco por ello. Solo desearía que ella estuviera aquí conmigo ahora y más aún en ese entonces. Estoy segura que te hubiese podido evitar todas las molestias que te has tomado.
—Tiempos difíciles a veces nos obligan a tomar decisiones apresuradas. Quizás no fue la mejor opción señora, pero me alegra haberle podido plantar cara a ese tipo.
—De igual forma gracias Tom. Espero puedas un día de estos pasarte por mi casa, te invito un desayuno o un almuerzo cuando gustes.
—Gracias señora, estaremos en contacto.
—Hasta luego.
Una vez colgó, Tom respiró hondo y se dejó caer en el asiento en el que se encontraba. Por primera vez después de dos largos años podía hablar y actuar como él mismo fuera de su trabajo. Muchas partes de la piel de su rostro se veían ligeramente desiguales en tonalidad, las cuales cubrió torpemente con base para que pase desapercibido. Pese a ello, ya no llevaba una máscara de látex y podía ver el mundo nuevamente con sus propios ojos y hablar con su propia voz. Pese a esa tranquilidad, un pensamiento no lo dejaba tranquilo puesto que no había realizado en él hasta que la propia Diana se lo dijo en su última conversación y no parecía haber una nueva oportunidad para aclararlo.
—Así que aún te llevas con la ex suegris ¿eh? —dijo Fred riéndose.
—Pues sí y créeme que no me hace mucha gracia.
—Lo siento causa, solo que me sorprende que hayas ideado todo esto tú solo.
—¿Solo? Puede ser.
—¿Sabes? —interrumpió Fred— Hiciste bien en actuar en contra de ese pata, me di el gusto de golpearlo una vez lo llevé a la puerta.
—¡¿Qué?! —se sobresaltó Tom.
—Tranquilo, solo un golpe en la barriga. Nada grave, solo caminará como con ganas de ir al baño por unas cuadras.
—No debiste, pero gracias.
—Para servirte amigo. Recuérdame, ¿A dónde vamos?
—Ah sí, al café de la calle Ágape.
Veinte minutos después habían llegado al café, el cual quedaba en una zona ligeramente acaudalada de amplias áreas verdes y parques llenos de juegos, grandes árboles y hermosas flores traídas de diferentes partes del mundo. Los edificios aledaños tenían un aire italiano y el aroma a café se apoderaba del ambiente atrayendo a turistas y visitantes fortuitos. Las calles eran transitadas por pocos vehículos y predominaba más el silencio, así como el cantar de algunas aves.
Tras bajar del vehículo y despedirse de su amigo, Tom ingresó a aquel lugar y le dio su nombre a una de las meseras quien lo guio a una mesa alejada del resto que estaba al lado de una ventana que daba a la calle. Pidió entonces una bebida caliente y una rosquilla dulce, sumado a un dulce salado y un té frío, se los trajeron de inmediato. Dio los primeros sorbos de su bebida con mucha dificultad y se vio sorprendido ante una silueta femenina que se puso frente a él, quien respiraba con mucha dificultad.
—Llegas tarde —le dijo ella señalándole con el dedo.
—Eres tú la que acaba de llegar —le respondió Tom con una mirada extrañada.
Aquella mujer llevaba el cabello corto y ondulado. Su ropa era formal, un saco rojo que más parecía un poncho estilizado. Una falda negra que llegaba a la altura de sus rodillas, sus piernas cubiertas con unas pantimedias oscuras y casi transparentes color negro. Siendo destacable en ella unos mechones rojos que tapaban uno de sus ojos y unos lentes que se quitó apenas se sentó.
—Ya era hora que llegaras —le dijo Tom— pedí el té frío y el dulce salado para ti.
—No lo olvidaste ¿Eh? —dijo ella mientras se acomodaba— Y bien, ¿Cómo salió todo?
—Por el lado de Miguel súper bien, se llevó un golpe de yapa.
—Bien merecido, por cierto.
—Por el lado de Diana...
—Imagino cómo debe estar.
—No se lo merecía.
—Tal vez no, pero como comentamos una vez era la única forma de llegar al tipo este.
—Supongo.
—¿Era necesario invertir tanto tiempo en esto para que lo encares en media hora?
—Se confió precisamente por eso, necesitaba su confianza y me hice su amigo. No sabes lo repugnante que fue.
Ambos tomaron sus bebidas casi sin mirarse, un silencio incómodo se apoderó del ambiente y fue ella quien rompió el hielo, llamando la atención de Tom fingiendo que tosía.
—Entonces Tom, ya no estás con ella. ¿no?
—Pensándolo fríamente quizás nunca lo estuve.
—Entonces crees que... tú y yo... podríamos... —dijo ella tomando la mano de Tom tímidamente.
Al sentir sus dedos, Tom tomó rápidamente su bebida sin importarle la temperatura, quitó las manos de la mesa y sacó de su bolsillo algo de dinero y el viejo celular que usó en suma al suyo minutos antes. Se puso de pie y se encaminó a la salida.
—Adiós Roxana —le dijo antes de abandonar el lugar.
Ella quedó fría ante tal situación y solo optó por aparentar que nada ocurrió mientras veía desde la ventana a Tom tomar un vehículo con destino desconocido. Mientras tanto, tomó su celular viejo y se dispuso a revisar su contenido. Se sorprendió de ver que se encontraba tal cual como se la había entregado a su ex pareja varios años antes y más aún al ver muchas fotos que ya no recordaba haberse tomado. Fotos que resumían los años de relación que tuvieron antes de conocer a Miguel, donde predominaban las sonrisas, los paseos y sobre todo un amor sincero que ella añoraba con ansias recuperar tras tanto tiempo.
Rompió en llanto ante cada foto que veía y susurraba para ella un perdón que nadie alcanzaba a escuchar.
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