Esto Nunca Pasó - Capítulo 19
Cuando llegó ese día, habían pasado unos meses más desde que Tom terminó su relación con Roxana. Desde aquel entonces, no había recibido noticia alguna de ella, ninguna llamada, ningún mensaje. Prefirió eliminarla de sus redes sociales y esperaba poder superarla con el pasar del tiempo. Para él, Roxana fue muy especial, la primera persona con la que compartió momentos íntimos y personales, secretos, momentos tristes y felices, la única que lo motivó a madurar de forma acelerada y con quien pudo llegar a hacer planes de un futuro utópico. Eran tres los años que pasaron juntos. Le sorprendió realizar que quizás ella no compartía su visión de las cosas.
Uno de los vicios que comenzó a adquirir Tom en esos días fue el del alcohol. Si bien no llegó a niveles que lo masacraran, al menos tomaba un vaso de distintos licores al día, esto cada vez que sentía un dolor en el pecho cuando un recuerdo feliz llegaba a su mente. Él no era de muchos amigos, esperaba encontrar en la soledad una expiación a sus errores y la paz necesaria para encontrar una solución, con el fin de volver a Roxana e intentar recuperar ese amor que alguna vez se prometieron.
Ese día no fue diferente, él aún vivía con sus padres entonces. Aprovechó la distracción de los mismos para ingresar al minibar que tenían y servirse un poco de ron en una taza donde usualmente se servía distintas bebidas de desayuno. Esto con el fin de pasar desapercibido ante el resto de su familia, quienes se encontraban en la sala común mirando un noticiero dominical.
La noticia de la semana era el terrible asesinato de un joven a manos de la nueva pareja de su ex novia, quien por celos y con el fin de "marcar su territorio", no dudó en tomar un arma y arrebatarle la vida de un certero disparo en la frente. Todo esto en frente de la chica quien no tuvo reparo en denunciar el hecho, a riesgo de recibir una reprimenda de la familia del asesino. El nombre de la infortunada víctima, era Leonardo Montes de Oca.
En ese momento sonó el celular de Tom. El número era conocido por él y le sorprendió que fuera esa persona quien le fuera a dar las novedades sobre Roxana. Tratando de disimular, subió rápidamente a su habitación y contestó hablando lo más bajo posible.
—¿Aló, señora?
—Tom, hijo, buenas tardes, qué bueno que me contestas. ¡Es urgente! ¡Necesito que me ayudes! —le dijo la mamá de Roxana, muy preocupada.
—Dígame en qué puedo ayudarla.
—¡Es terrible! ¡Es Roxana! ¡Empacó sus cosas y se fue de la casa!
—Ella siempre me habló de irse, señora. No se lleva con su pareja.
—Eso lo sé, a mí también me lo dijo muchas veces. Pero se fue de un momento a otro, sin decir nada, aprovechó que habíamos salido a comprar.
—Bueno señora, entienda que ella ya es mayor de edad, no podemos interferir en sus decisiones. Usted más que nadie la conoce, seguro ya tiene todo preparado para mudarse de forma segura. Yo con mayor razón ya no puedo interferir ya que no estoy con ella.
—Si, tal vez, lo sé, pero no conozco al tal Miguel o Kise o como se llame con el que se está yendo.
—¡¿Se está yendo con ese?! —preguntó Tom mucho más alterado— ¿Cómo lo sabe?
—Roxana dejó sus redes sociales abiertas, vi sus conversaciones y sé a qué hora y dónde se encontrará con él. Es muy lejos para mí.
Tom se lo pensó un momento, supuso muchas veces que Miguel planeaba mudarse con ella, pero lo creyó poco comprometido como para concretarlo. Quedó muy sorprendido y no estuvo dispuesto a dejar que aquel sujeto se saliera con la suya por lo que alistó rápidamente las primeras prendas que encontró.
—Dígame dónde y a qué hora se encontrarán por favor. Intentaré convencerla de que no se vaya.
Mientras tanto, casi al mismo tiempo, Roxana se encontraba en un vehículo de transporte público. Llevaba con ella una pesada maleta a ruedas y el divertido peluche de gato que Tom le había regalado, el cual ella apreciaba muchísimo. Vestía un abrigo que hace mucho no usaba, unos leggins negros con interior de polar, unas botas de gamuza y un gorro de lana.
Se repetía constantemente que lo que hacía era lo correcto y observaba su celular a cada rato esperando un mensaje de parte de su nueva pareja que le confirmara precisamente ello y que todo estaba más que listo para una vida juntos. Tardarían mucho en encontrarse aún.
Horas antes, en ese mismo día, Miguel se levantó temprano. Decidió entonces que todo lo que haría sería una sorpresa, por lo que optó por no llamar a Roxana hasta encontrarse en el punto acordado. Tomó la mochila más pequeña que encontró, empacó poca ropa como para dos días, una cajetilla de cigarros y bajó rápidamente a tomar desayuno.
—¡Qué milagro tan temprano hermanito! —le dijo Diana, aún de 18 años en aquel entonces.
—No estoy para chistes hermanita, hoy tengo un evento que me hará muy feliz.
—Me alegra que te vaya bien hijo, ¿volverás para almorzar? —le dijo su mamá.
—No lo creo madre, lo que sí volveré muy tarde en la noche así que no hace falta que me esperen despiertas.
—Te guardo cena entonces.
—Bueno ya me voy, cuídense.
Miguel se levantó y le dio un beso en la mejilla tanto a su madre, como a su hermana. Esta última hizo un gesto fingido de asco, pero sonrió al sentirse muy querida por él. El joven salió de su casa, miró a ambos lados y a paso ligero caminó varias cuadras hasta llegar a un conjunto habitacional quince minutos después. Este lugar estaba sin tarrajear, era tétrico, de color gris y llevaba en la parte delantera un cartel que indicaba que aún se alquilaban habitaciones a parejas y personas solas.
Miguel ingresó al lugar y subió hasta el cuarto piso. Entró a una habitación que aún se encontraba sucia, en cuyo interior sólo había una mesa y un catre que le había regalado un amigo días antes, la cual se dispuso a armar colocando un colchón delgado encima y unas sábanas que había conseguido días antes. Al terminar y hacer algo de tiempo viendo su celular dejó su mochila, de la cual solo sacó su cajetilla de cigarros, observó la hora y realizó en lo aburrido que sería la travesía de dos horas de viaje de ida, y otras dos para regresar. Pensó que a partir de entonces ya no tendría que viajar tanto para ver a su pareja y que se ahorraría mucho en hostales.
Tom entonces salió de su casa ya cambiado e intentó encontrar un transporte público que lo lleve hasta el punto de encuentro. Notó que eran muy pocos los que iban a esa zona, y ninguno lo suficientemente cerca para detenerlos a tiempo. Llamó entonces a Fred, un amigo de su vecindario quien tenía su propio carro. No pasó mucho rato y tanto Fred como Alfredo, su padre, aparecieron, ambos estaban en un vehículo mediano que el señor usaba de taxi.
—¡Tom, hijo, ¿Cómo estás?! —Le saludó Alfredo.
—Tiempo que no nos vemos, amigo. —completó Fred.
—Muy bien... bueno... con un problema.
—¿Qué pasó hijo? te veo impaciente.
—Pues, como le dije a Fred, debo ir a un lugar, pero...
—Faltaba más, ven Tom, te llevamos —replicó el señor.
—Está lejos, ¿No hay problema?
—Donde quieras Tom, ven. —añadió Alfredo.
—Gracias, en serio se los agradezco mucho —dijo Tom casi hasta las lágrimas.
—Te dije que papá ayudaría encantado. —añadió Fred.
Durante el camino, Tom aprovechó en contarles lo ocurrido con más detalle puesto que tanto padre como hijo llegaron a conocer a Roxana y sabían lo importante que había sido ella en su vida. Aceleraron el paso, pero sabían que ya iban mucho tiempo retrasados y que existía una gran posibilidad de no llegar a tiempo.
Cuando llegaron, lo hicieron en una esquina opuesta de la calle donde habían acordado los jóvenes. La cual estaba cerrada puesto que estaban a punto de comenzar unas obras esa semana y no había posibilidad de que ningún carro entrara. Sin embargo, Tom conocía muy bien la zona y sabía dónde quedaba el punto de reunión por lo que corrió lo más rápido que pudo esquivando todo obstáculo que se le pusiera enfrente.
https://youtu.be/ljzARXrci5A
Giró entonces en la última esquina y los vio juntos como pareja por primera vez, estaban de espaldas tomados de la mano lo cual le rompió el corazón, por un momento tuvo un poco de fe y optó por llamar la atención de ambos.
—¡Roxana! —gritó a todo pulmón, generando sin querer un eco a lo lejos.
—¿Qué hace aquí? —le dijo ella a su pareja muy sorprendida.
—Ese idiota... —respondió él igual de absorto.
El silencio llenó el ambiente de pronto y la humedad comenzó a acrecentarse. Una leve garúa comenzaba a sentirse y con el pasar de los segundos, ella salió del asombro y ya con la cordura repuesta, miró fijamente a Tom.
—Vete —dijo ella entonces— ya lo decidí.
—¿Estás segura? —respondió él.
—Ya la oíste oe baboso, ¡lárgate! —intervino Miguel
—¡Tú no te metas! —le replicó Tom.
—Muy segura —interrumpió ella— y esta vez no es un error.
"¿Aún lo consideras así? ¿Por qué?", se preguntó Tom con mucha sorpresa y decepción.
Dicho esto, Roxana tomó su maleta a ruedas y emprendió la marcha dando tiempo a su pareja de burlarse del joven. Tom había corrido muchas cuadras, lo que le dejó muy agotado y respirando con mucha dificultad. Con lo dicho entendió que ya no había más nada por hacer, su forma de pensar no había cambiado pese al tiempo, por lo que dio media vuelta, tomó su celular y devolvió la llamada a la mamá de Roxana mientras caminaba de regreso hacia el auto de Alfredo.
—Aló señora —dijo Tom.
—Tom, hijo, ¿Qué pasó? —respondió ella muy preocupada.
—Llegué tarde. —respondió con lágrimas en los ojos que no pudo contener, buscando justificarse.
—No te preocupes, está bien, no debí pedirte que fueras por ella.
—Se fue, con ese idiota.
—Lo sé, lo sé, pero es como tú dices. Ya es mayor de edad y muy inteligente. Esperemos que pronto se dé cuenta del error que está cometiendo y que vuelva pronto a casa.
—También lo espero señora —dijo simulando calma.
—Gracias Tom, de veras aprecio todo lo que has hecho por ella. Adiós.
—Adiós seño.
Tom colgó y continuó su camino hasta donde sus amigos lo esperaban con mucha preocupación. Rápidamente lo consolaron y le ayudaron a ingresar al vehículo para llevarlo a donde indique.
—Si gustas los seguimos —dijo Fred.
—Déjenlo ahí, está bien.
—Lamento que no se haya podido hacer mucho Tom. —dijo Alfredo.
—No es su culpa señor, no creo haber hecho alguna diferencia si intentaba razonar con ella. Vamos a casa por favor.
—Como digas amigo. —añadió Fred.
—Hijo, no dudes en contar con nosotros para lo que necesites. Si quieres que lo golpeemos, ahí estaremos. - concluyó Alfredo.
—Muchas gracias señor, en serio les agradezco la ayuda.
Ese día, catalogado como el más frío del año 2013, fue aprovechado por Tom para acabarse todo el ron del minibar de sus padres. El cual, le ayudó a apaciguar tanto el frío del ambiente como el de su corazón. Se quedó dormido casi de inmediato, pese a ser aún las ocho de la noche. Lo que él no sabía, era que, en horas de la madrugada, alrededor de las tres, recibiría la primera de muchas desagradables llamadas.
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—Hola, amigo. —le dijo la voz al otro lado de la llamada.
—¿Quién eres? —dijo Tom.
—¿Estás bien? suenas como a mareado, ¿tomaste por ella? Eres patético.
—¡¿Quién eres?! —gritó ya enojado.
—Soy yo pues, tu mejor amigo Miguel, ¿Quién más con esta voz de cantante?
—Maldito, ¿Qué quieres? ¿Cómo conseguiste mi número?
—Roxanita aún lo tenía, pero me aseguraré que lo borre muy pronto. Fuiste un idiota al ir a buscarla, ella no dudó en seguirme.
—Ya la tienes, ¿Qué más quieres?
—Que sufras por ello, que veas mi éxito por si no te quedó claro. Ella y yo vivimos juntos ahora, y ya sabes lo que viene con la convivencia, el sexo diario, uff, sabes lo bien que ella hace estas cosas.
—¡Cállate! —gritó Tom.
—¿Te molesta? Puedo darte detalles de cómo lo hicimos hoy para que no te sientas mal...
—¡Cállate maldito, cállate! ¡Te juro que me las pagarás!
—¿Ah sí? dime cómo.
—No lo sé aún, pero tarde o temprano juro por Dios que me las pagarás.
—No lo creo galán, y si es tarde seré lo suficientemente famoso como para ser intocable. Así que te deseo lo peor en tu miserable vida. Arrivederci. —sentenció Miguel con una carcajada final antes de colgar.
Dicho esto, Miguel colgó y en la cabeza de Tom aún resonaba la risa chillona de su enemigo. Por la frustración y la embriaguez, el joven terminó rompiendo muchas cosas en su habitación. Fueron sus padres quienes tuvieron que intervenir para calmarlo y hacer que aquella mala experiencia pareciera solo una pesadilla provocada por el exceso de alcohol.
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