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Esto Nunca Pasó - Capítulo 16

Era abril del 2018 cuando Leo cayó de visita una vez más al vecindario de Diana. Antes que ir a su casa, prefirió llamarla a su celular y pedirle que se reúnan en un parque cercano para coordinar algunos detalles. Unos meses antes, en febrero, Leo le había comentado que para ese mes tendría lista una sorpresa tanto para ella como para su mamá y que había ahorrado mucho para conmemorar el haber alcanzado dicha meta.


Eran horas de la mañana, la mamá de su novia se encontraba trabajando mientras Miguel Ángel se había ido a su universidad. Diana había programado sus clases para horas de la tarde y no tenían culto, por lo que era el momento ideal para hacer las respectivas coordinaciones.


—Hola mi amor —le dijo Leo cuando la vio llegar.

—Hola amorcito —le saludó con un piquito— y bien ¿Cuál es la sorpresa?

—Bueno, digamos que moví algunas influencias en mi trabajo y pude conseguirle a tu mami un día completo en un spa de lujo.

—¡No bromees! ¡¿En serio?! —respondió ella muy sorprendida.

—Claro, lo mejor para la mujer que trajo al mundo la luz de mi vida.

—Oh, gracias amor, gracias —le dijo mientras lo abrazaba— estoy segura que le encantará.

—Y eso no es todo —respondió él demostrando un poco de pena.

—¿Qué ocurre?

—¿Recuerdas lo que te prometí cuando comenzamos?

—¡Oh por Dios, no me digas que...!

—Si... Bueno, no exactamente.

—¿Entonces?

—Conseguí un viaje, pero no es para Francia, perdón amor, siento que te fallé.

—No, no, está bien. El simple hecho de que consiguieras un viaje ya es mucho, en serio me encantaría ir contigo a donde sea.

—¿Lo dices en serio?

—Si amor, de veras, ¿A dónde iremos?

—Eso sí es una sorpresa, tomemos esto como una prueba de amor ¿Que dices? —le dijo ya más sonriente

—¿Cómo así?


Leo había traído consigo una maleta pequeña donde guardaba algunos cuadernos que usaba en su trabajo, de él sacó un sobre manila.


— Verás —reanudó él— en este sobre tengo tu pasaje, en él obviamente dice el lugar a donde iremos. También está todo el itinerario. El día será de aquí a dos semanas en la terminal del Sur, la otra sorpresa es que ya hablé con tu mamá al respecto y está de acuerdo en que vayas conmigo.

—Oh, ¿en serio? ¿Ella sabe a dónde iremos?

—Sabe la región, pero no el lugar exacto, me hizo prometer que llamarías en todo momento y la mantuviéramos al tanto de lo que hagamos. Confía mucho en ti.

—Yo diría que en ti.

—Y eso me alegra. Así que la prueba está en que no debes abrir el sobre hasta llegar a la terminal una vez nos juntemos. ¿Crees poder aguantar la curiosidad?

—Por supuesto, acepto el reto, gracias amor, de veras gracias, y ¿también le dijiste a mi mami sobre el spa?

—Aún no, eso se lo diré cuando vuelva de su trabajo, ¿Te parece?

—Claro —respondió ella emocionada- vaya, ojalá pudiera hablar de esto con las chicas.


Ese día pasó sin muchos sobresaltos, Leo volvió a su trabajo a completar el día, mientras que Diana asistió a sus clases en horas de la tarde. Tal cual lo prometió, el joven llamó a la mamá de su enamorada y le confirmó la sorpresa que tenía para ella, a la cual podría acceder el mismo día y hora en el que se haría el viaje. Hecho esto, las siguientes semanas pasaron muy rápido y antes de que se dieran cuenta, ya era el día pactado y la emoción se sentía en casa de los Londoño.


El día era un domingo y las sorpresas prometidas eran el único tema de conversación. Miguel demostró una faceta de chico celoso, la cual disminuyó al saber que había algo para él también. Diana entonces hizo sus maletas, el viaje era de 5 días y durante las dos semanas hizo los preparativos para poder faltar a su universidad.


El Spa quedaba regularmente lejos, en una zona de alto nivel económico, por lo que la mamá de Diana tuvo que alistarse temprano para poder llegar a tiempo a la cita pactada. Su hija, por su parte, sabía que debía llegar a la estación de buses unas horas antes para esperar a su amado y poder pasar un tiempo juntos antes de la aventura que comenzarían. Para ello, Leo había dispuesto un chofer privado quien la recogería en unas horas.


Miguel por su lado se sentía en medio de una tormenta, en medio de tanto grito y apuro. Siendo horas de la tarde, él se encontraba aún en pijamas y trataba de ver una serie en televisión. Para él también habría una sorpresa, pero Leo no le había dicho nada aún. La mamá salió de casa entonces, quedando solos ambos hermanos. Diana había terminado de arreglar su equipaje y se disponía a dejarlos en la puerta.


—Creí que te ibas de viaje, no de casa —le comentó Miguel sarcásticamente a su hermana.

—Quien sabe y quizás lo haga pronto. Tú deberías haberlo hecho hace mucho hermanito. —le respondió.

—Graciosa eres, supongo que debo desearte que te vaya bien en tu viaje.

—Se agradece.


Diana dejó sus cosas a un lado y fue corriendo a abrazar a su hermano, dándole a su vez un beso en la mejilla. A lo que él respondió con un gesto fingido de asco y una sonrisa.


—Volveré el viernes por la noche —le dijo ella— hasta entonces asegúrate que mamá no se preocupe por mí y si alguna de mis amigas viene a buscarme les dices que estoy en la universidad o algo ¿sí?

—Amigas eh, descuida, yo las atenderé muy bien.

—Hablo en serio Mike.

—Ok, ok, no te preocupes.


Unos momentos después sonó el teléfono de Diana y, al contestar, le habló un hombre que respondía al nombre de Alfredo quien era el chofer que anunciaba su llegada para llevarla a la terminal. Miguel la veía mientras hablaba y no podía evitar verla como la pequeña niña que solía ser, la que iba siempre detrás de él para jugar. Se le hizo un nudo en la garganta y por un momento pensó en decirle que la extrañaría muchísimo y que no se fuera, pero sabía que esto último sería en vano.


Ella por su parte confirmó la identidad de Alfredo llamando a Leo después y se dispuso a ir a la puerta a esperarlo. Cuando llegó el transporte, un vehículo negro de último modelo, de lunas polarizadas y un adorno con forma de masquerade plateado, Diana aprovechó para darle un último abrazo a su hermano y recordarle sus indicaciones.


Se bajó del vehículo un hombre ya mayor, gordito y de semblante bonachón, con un pícaro bigote que destacaba además de una sonrisa propia de alguien humilde. Se presentó de forma cordial y ayudó con el equipaje antes de abrir la puerta trasera para que la joven pudiera subir.


Una vez adentro se embarcaron hacia la terminal. El conductor fue muy amable con ella y conversaron durante todo el camino. Comentaron sobre el viaje que estaba a punto de ocurrir, así como los planes a futuro que tenía ella con Leo. El señor por su parte le habló de su familia y de lo bien que se llevaba con su novio ya que era un conocido de años.


Mientras Diana se encontraba en camino, Miguel se encontraba aún en casa y recibió una llamada por parte de Leo.


—Hola Miguel, ¿Cómo estás?

—¡Cuñado! todo bien, todo bien —le respondió un tanto desganado— buen detalle con el chofer, mi hermana ya se sentía como de la realeza. Tú me entiendes.

—Sí, entiendo. Oye, iré a alcanzar a Diana más tarde, pero necesito hablar contigo antes...

—¡Ah sí! —interrumpió Miguel— me dijo ella que tenías algo para mí también.

—Sí, pero no me va a dar el tiempo de ir a llevártelo así que ¿crees que puedas venir a mi casa un momento? Te daré la dirección.

—Asu, qué flojera, pero ya bueno iré pues. Más te vale que sea algo bueno ah.

—No te preocupes. Nos vemos en un rato entonces.

—Si, sí. Ahí los vidrios.


Mientras tanto, en su casa, Leo terminaba de alistar su equipaje mientras miraba de forma impaciente tanto su celular como el reloj de su cuarto. Eran las 3pm y sabía que tanto Diana y su mamá llegarían a sus respectivos destinos aproximadamente en una hora, mientras que Miguel llegaría poco después. Se observó al espejo, asegurándose que su camisa no se viera desordenada, se vio a sí mismo un momento como quien busca un grano en su rostro y sacó de un cajón cercano una pequeña caja de zapatos, cuyo contenido guardó en el bolsillo de la casaca que se pondría. Se echó en su cama y cerró los ojos.


Cuando el reloj marcó las 4pm, Leo despertó tras escuchar el sonido de su celular con dos mensajes que confirmaban la llegada tanto de su novia a los alrededores de la terminal como de su madre al Spa y un tercero que respondió de inmediato, abriendo la puerta automática y dejando pasar a una persona.


La señora Londoño fue recibida por dos chicas jóvenes quienes la guiaron a una sala donde se proyectaba un video con música tranquila y paisajes propios de la selva y la zona andina, de los cuales destacaban la hermosa vegetación, los manantiales y las gigantescas cascadas que se desprendían de unas grandes montañas. Lugares paradisiacos que le dieron una sensación de calma nada más al ingresar.


—Señora, prepararemos todo para iniciar con los tratamientos, acabamos de atender a otro cliente y hay que limpiar, espere aquí por favor —le dijo una de las chicas.

—No se preocupe, de por sí ya me siento relajada, puedo esperar. —respondió ella.


No pasó mucho tiempo antes de que la señora recibiera una llamada de un número que no tenía registrado. Con mucho recelo contestó, pero la voz que respondió se le hizo conocida por lo que no se preocupó.


—Leo, hijo —respondió ella feliz— tengo que agradecerte, este lugar se ve fantástico y estoy ansiosa de que comiencen.

—Me alegra que le guste señora, no dude en pedir lo que guste ya que está todo pagado, más bien me comunicaba con usted porque necesito pedirle un enorme favor.


Mientras tanto, Diana llegaba al terminal de buses luego de una larga y agradable travesía con Alfredo. Al llegar, aún no era la hora pactada del viaje por lo que el conductor le dijo a la joven que podía esperar en el carro hasta la llegada de su pareja. Ella accedió y le preguntó si podía conseguirle una bebida en lo que esperaba. En ese momento, sonó el celular de Diana y se alegró al notar que era Leo quien llamaba. Contestó de inmediato.


La expresión del conductor entonces cambió de alegre a uno más bien preocupado, bajó del vehículo y le aseguró que traería la bebida.


—¡Amor! ya llegué a la terminal —dijo ella al contestar— te estoy esperando aquí con el señor Alfredo. Ha sido muy amable conmigo.

—No lo dudo amor  —le respondió él— lo conozco de toda la vida.

—¿A qué hora llegas?

—Llegaré pronto cielo. Más bien... te llamaba porque necesito pedirte un enorme favor.


Pasados unos minutos más llegó Miguel al hogar de Leo, el cual era en realidad un mini departamento con las comodidades básicas como una habitación principal, un baño y un segundo ambiente donde se encontraba una cocina, además de una sala pequeña con televisión. Dicha locación se encontraba ubicada en un cuarto piso de un conjunto habitacional, dirigido por una pareja de jóvenes profesionales que solo hacían acto de presencia algunos fines de semana y los días de pago. Solo unas cámaras de vigilancia en la puerta y en algunos pasillos servían como supervisores de todos los pormenores de los inquilinos.


Miguel se sintió intimidado al notar la cámara, por lo que optó por alejarse de su rango y llamar a Leo, quien bajó inmediatamente a recibirlo tras abrir la puerta y así dejarlo pasar. No se dirigieron palabra alguna hasta entrar. Era la primera vez que el joven visitaba el hogar del novio de su hermana y quedó impresionado pensando en lo difícil que le resultaría costearse un lugar como ése.


Una vez adentro, Miguel se acomodó en el sofá y se estiró. Miró alrededor e hizo un gesto aprobatorio.


—Bonito lugar cuñado, si yo fuera tú qué no haría aquí.

—No lo dudo, Miguel —respondió Leo con una sonrisa.

—¿Entonces? ¿De qué se trata todo?

—Oh, ya verás, iré a traerlo.


Leo ingresó a su habitación, mientras que Miguel aprovechó en rondar el lugar y fisgonear en los estantes cercanos. Al no encontrar nada interesante, se dirigió a una ventana que daba a la calle y miraba de lado a lado a cada chica que pasaba. Mientras tanto, sin saberlo, una sombra se acercaba lentamente detrás de él y antes de que pudiera decir algo, el hermano de Diana recibió un golpe en el rostro que lo dejó noqueado.

https://youtu.be/dSPdzyILVyY


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