Esto Nunca Pasó - Capítulo 13
Como había acordado un día antes, Leo se encaminó a la casa de su novia vestido de una manera rozando lo formal. Una casaca de cuero, pantalones oscuros y unos zapatos perfectamente lustrados. Para asegurarse de llegar a tiempo, le pidió a Diana la dirección exacta y pidió un taxi desde un aplicativo en su celular.
Mientras tanto, Diana en su casa se sentía en un manicomio. Su hermano se había levantado particularmente temprano y había hecho un desorden en la cocina al intentar prepararse un desayuno improvisado. Ellas limpiaban mientras él se disponía a jugar videojuegos en la sala aún en pijamas, pese a ser ya casi la una de la tarde.
La comida se encontraba lista y todos salvo él en el hogar se encontraban listos. El celular de Diana sonó anunciando la cercanía de Leo. Fue entonces cuando su hermano subió las escaleras para ponerse más presentable tras recibir un grito de su madre. Ella le dio a su amado unas instrucciones adicionales de cómo llegar y, mandando un beso, le dijo que no podía esperar su llegada. Su mamá le requintó una vez más por la mentira dicha y deseó con todo su corazón conocer a un chico amable.
Pasaron unos diez minutos más cuando el timbre sonó, Diana abrió la puerta y abrazó a Leo como si no lo hubiese visto en años. Se embriagó del aroma del nuevo perfume que él había conseguido especialmente para la ocasión. Tras advertirle sobre la personalidad de su mamá, la señora apareció para dar la bienvenida y quedó impresionada ante la apariencia casi formal del muchacho que entraba tímidamente a su hogar.
—Así que tu eres el famoso Leo —le dijo la madre de familia— bienvenido, toma asiento.
—Muchas gracias señora —respondió él educadamente— espero no le incomode pero traje este vino para usted- dicho esto entregó una botella discretamente cubierta con una bolsa para regalo.
—Oh vaya, gracias joven, adelante, adelante —respondió ella mientras colocaba la botella en una vitrina.
Leo entró un poco más confiado al notar una ligera aprobación. Tomó asiento en uno de los muebles frente al televisor. Miró alrededor y se dio cuenta que la casa, pese a no ser tan grande como imaginaba, era muy acogedora y el trato que recibía hasta ese momento era de lo mejor.
—¿Qué opinas de mi casa amor? —le preguntó Diana sentándose pesadamente a su lado.
—Muy cálida, me recuerda a mi casa, en la que vivía con mis padres.
—¿A que sí? somos muy cálidos.
—Siéntete como en casa hijo —dijo su mamá desde la cocina— en unos momentos sirvo el almuerzo.
—Gracias señora, ¿Puedo ayudarla en algo? —dijo Leo haciendo un ademán de querer ponerse de pie.
—No, no, por favor, el invitado eres tú.
—¡¿Escuché que llamaban hijo a alguien más?! —se escuchó desde el segundo piso.
—¡Es un decir, tonto! —respondió Diana.
—¿Es tu hermano? preguntó Leo.
—Ah sí —respondió ella sonrojada— perdón por eso.
—No te preocupes, lo entiendo.
—¡Hijo, baja para el almuerzo! —gritó la mamá.
—¡Espero que esta vez sea a mí! —respondió desde el segundo piso.
Unos pasos fuertes se escucharon entonces desde la planta superior, las escaleras eran de madera y resonaron fuertemente como anunciando la llegada de un ejército. El hermano de Diana, había bajado rápidamente buscando intimidar a quien fuera su actual pareja. Llegó a espaldas del sofá esperando cogerlo del cuello por sorpresa, pero Leo se había dado cuenta de ello, lo esquivó, se puso de pie y extendió la mano.
—Oh hola, mucho gusto, soy Leo Montés.
El chico quedó sorprendido ante la diferencia de tamaños que tenía ante el novio de su hermana. Asimismo, su apariencia se le hizo poco común, el cabello castaño oscuro largo y caído que se iluminaba ante la mínima luz del sol, los ojos cafés inusualmente claros, profundos y dos líneas de expresión que se marcaban a cada lado de una nariz respingada mediana y delgada.
—Mucho gusto —dijo apenado, correspondiéndole el saludo— Miguel Ángel Londoño.
—Por fin bajas Mikey —dijo su madre saliendo un rato de la cocina— por favor ayúdame con los cubiertos.
—Ya voy madre —dijo como soltando la respiración, sin perderle la vista de encima.
—Ven amor, siéntate conmigo —interrumpió Diana indicando a Leo dónde ir.
Todos fueron a la mesa, la madre de Diana y Miguel ocupó el asiento principal, mientras que la pareja ocupaba uno de los costados, quedando ella al lado de su madre. El hermano, por otra parte, ocupó el otro extremo de la mesa donde usualmente se ubicaría el padre de la familia quedando al lado del novio de su hermana. La comida ya estaba servida, Leo y Diana pidieron un momento para hacer una breve oración, la cual realizaron pese a la mirada desaprobatoria y burlona de Miguel. Una vez terminados, comenzaron la merienda.
—Y dime, Leo ¿verdad? —preguntó la madre.
—Sí señora.
—Eres de la iglesia esa a la que va mi hija.
—Así es.
—Y además de estar ahí, ¿a qué te dedicas?
—Bueno, soy Licenciado en Ciencias de la comunicación y...
—Oh, comunicador, yo también lo soy —interrumpió Miguel— bueno, en proceso.
—¿En serio? —preguntó Leo impresionado.
—Así es, aquí mi hijo está estudiando para ser comunicador pero ha tenido algunos problemas, ¿verdad amor?
—Nada que no pueda superar madre, uno o dos cursos no van a detenerme.
—Dos carreras dejadas al primer ciclo, y uno o dos cursos repetidos en los primeros de este ¿verdad hermanito? —preguntó Diana sarcásticamente.
—¡Diana, por favor! —interrumpió la madre.
—Lo siento mamá.
—Mi hermana no sabe lo que es esforzarse —reanudó Miguel— Las mujeres la tienen fácil en la universidad, en cambio nosotros en una carrera como la nuestra debemos estar siempre trasnochándonos, apuesto a que tu también has repetido uno que otro curso.
—De hecho no —dijo Leo ligeramente apenado— Sí me esforcé y repetir era algo que no me podía permitir, la economía de mis padres no era muy buena y mi universidad no me la ponía fácil.
En ese momento hubo un silencio incómodo, Diana miraba a su hermano de forma burlona mientras que él estaba inadvertido de ello. La madre se sintió apenada por lo dicho y quiso enfocar la conversación por otro camino.
—Aún no me dices a qué te dedicas y qué aspiras hacer— retomó ella.
—Oh, lo siento, soy redactor senior en una empresa de publicidad.
—¿Qué haces ahí?— preguntó muy curiosa.
—Pues básicamente cuando un cliente viene y quiere que su empresa tenga un video, un comercial de radio o simplemente un discurso para un evento, yo me encargo de ordenar lo que ellos quieren para que los creativos puedan darle forma.
—¿Y tú no eres creativo? —preguntó Miguel en tono burlón.
—A veces me llaman para dar ideas, pero prefiero lo mío ya que puedo enfocar cualquier tipo de información para el lado más conveniente, así que digamos que los creativos no pueden serlo sin mi ayuda.
—Suena interesante, aprende de eso en tu universidad hijo, tú de por si eres muy creativo —replicó la madre— y debes asegurarte de encontrar una chica que te motive a mejorar, no como esa última que me contaste que solo te retenía ¿Cómo se llamaba? ¿Rosita? ¿Rosalynn?
—Ya entendimos mamá, gracias. —interrumpió casi gritando.
Continuaron comiendo, Leo tuvo tiempo de halagar la comida preparada y Diana quiso lucirse diciendo que ella también había cocinado exclusivamente para él. Las bromas sobre algo que no pasa muy a menudo no se hicieron esperar, y la madre de familia agradeció el cambio positivo que había generado en su hija. Esta conversación puso un poco tenso a Miguel, quien no dudó en retomar la conversación al tema anterior.
—Yo también soy redactor ¿sabes? —intervino el hermano de Diana.
—¿En serio? —preguntó Leo incrédulo.
—Sí, he escrito algunos fanfics en internet y una que otra historia original, ¿si sabes que es un fanfic?
—Si, fan fiction, historias inventadas por fans sobre series, películas y demás ¿verdad?
—Ah vaya que sabías, pues sí, hacía de animes.
—Yo también he querido ser escritor alguna vez, hice uno que otro cuento durante mi carrera como tarea, me encantaría leer tu trabajo.
—Claro, te pasaré el link, aunque es algo que hice hace años.
—Mi Mikey es muy creativo, hasta donde me cuenta ha hecho muchas cosas durante su carrera ¿verdad hijo? —dijo la madre.
—Muy pocas ma', escritor, dibujante, locutor, actor, conductor, guitarrista, cantante, compositor, maestro de ceremonias, en fin, pocas cositas nomas. —comentó orgulloso.
—Oh, músico —preguntó Leo impresionado— ¿tocas en una banda?
—Tocaba, estuve en dos, seguro escuchaste de ellas, primero en Hanabi y luego en Súper Masters.
—Me suenan, ¿Los Súper Masters no son los de un evento donde la gente comenzó a lanzar cosas al escenario? algo así me pareció escuchar en las noticias una vez.
—Oh... —respondió Miguel nervioso— bueno si, pero yo ya me había ido cuando eso pasó, no eran tan profesionales, por eso pasó lo que les pasó.
Diana no pudo evitar reírse, mientras que Leo sentía que había dicho algo inapropiado por lo que se disculpó por ello. Miguel no parecía resentido por lo dicho, por lo que solo dijo que estaba bien y que le sorprendía lo mucho que sabía del medio. Retomaron la conversación entrando en detalles sobre la familia de Leo y de cómo se había conocido con Diana. Fue entonces cuando la madre recibió un mensaje del padre de la familia, quien le decía que en unos momentos podía conectarse por video llamada para ser parte del almuerzo.
—¿Su esposo no está aquí, señora? —preguntó Leo.
—No, él está en Estados Unidos trabajando —respondió ella apenada— pero quiere conocerte y se conectará en breve. Gracias a él, estos chiquitos pueden estudiar apropiadamente.
—Vaya. Ojalá pueda volver pronto para conocerlo en persona.
—Volverá para cuando yo termine mi carrera y se rinda con Miguel —respondió Diana riéndose.
—¡Hija, esos comentarios! —respondió la madre.
—Perdón mamá.
—Ya quisieras hacer la mitad de las cosas que he hecho hermanita —interrumpió Miguel.
—Si lo haría, en nombre del Señor, no de tus dibujitos chinos.
—Ya Diana, antes de que se saquen los ojos iré por la computadora y traeré a su padre. No incomoden a Leo por favor.
—No mamá —respondieron ambos hermanos.
Quedaron los tres en la habitación, pese a los comentarios por parte de su hermana, Miguel se sentía muy cómodo con Leo. En el fondo, aunque no quería admitirlo, había encontrado un modelo a seguir en cuanto a lo que aspiraba hacer. Sabía por parte de Diana que Leo ganaba una buena cantidad de dinero y que aspiraba hacer cine en algún momento. Sabía de sus contactos en los medios masivos, por lo que decidió llevar la fiesta en paz con él y ganarse su confianza.
—¿Y ves animes Leo? —preguntó Miguel.
—He visto uno que otro.
—Eso nunca me has dicho amor —interrumpió Diana.
—Pues hace mucho veía, sobre todo los clásicos, cuando era más chico.
—Puedo enseñarte algunos nuevos, a ver si te gustan, ¿Qué dices?
—Claro, me encantaría.
—Bueno chicos —dijo la madre al entrar de nuevo en el comedor— aquí está la laptop y el guapo de la pantalla es mi esposo. Di hola cariño.
—¿Hola? ¿Hola? —respondió el padre desde la pantalla.
—¿Qué hay viejo? —respondió Miguel ligeramente desganado.
—Hola papi, ¿Cómo estás? te extraño —respondió Diana amorosamente.
—Bien hijos, bien, antes que nada, quiero comentarles que este año también iré a casa por navidad, así que espérenme que tengo muchos regalos para ustedes.
—Si papi.
—¿Regalo? ojalá sea ese muñeco de colección que te he venido pidiendo eh.
—Ahora, ¿Dónde está el muchacho del que tanto me hablaban? pásame con él amor.
—Aquí está —dijo la señora enfocando la cámara en Leo.
—Buenas tardes muchacho. —dijo el señor con rostro serio, casi como un militar.
—Buenas tardes señor, mi nombre es Leo Montés, gusto en conocerlo. —respondió él con una cálida sonrisa.
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