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Cap LII: Nueva Arma

Desde aquí empiezo a narrar en tercera persona.

La muerte de Steve impactó más de lo esperado  a Dianne. Su secuestro fue un éxito, se encontraba en una de las bases secretas donde opera la Doctora Zeul.

Sus poderes habían desaparecido desde aquel día, no percibía nada, si forzaba su vista ya no podía ver más allá de lo que un ojo humano normal puede. Los primeros días lucho con la poca fuerza que le quedaba para fastidiarle los planes a Doris, pero siempre venía la bruja y la hacía revivir una y otra vez la muerte de Steve hasta que al final se rindió.

—¿Lista para más pruebas, Dianne? —la voz del doctor resonó por todo la habitación a través de los parlantes—. Hemos tenido grandes progresos en las últimas semanas.

—¿No ve los progresos? —quiso decirle, pero se abstuvo de hablar. Había dejado de hablar con ellos desde hace dos semanas.

—Supongo que si estás lista —habló de nuevo el doctor desde el otro lado del gran cristal. Su celda contaba con un enorme pared de cristal donde los médicos se paraban a observarla por horas como si fuera un leon del zoológico.

La única entrada y salida de la celda se abrio, entraron los mismos ocho médicos y enfermeras junto con los guardias para llevársela al laboratorio. Antes de levantarla le dieron el somnífero de siempre, unas gotas son suficientes para mantenerla sedada hasta que la prueba termine. Recordaba muy poco de los últimos días, la llevaban al laboratorio, le conectaban unos aparatos a la cabeza y después despertaba en su celda nuevamente. A estas alturas ya comprendía que había perdido la batalla, fuese lo que fuese que ellos querían de ella, ya lo habían conseguido. Y no le importaba, pues no tenía sentido luchar si él ya no estaba.

El ciertamente divertido como los cuartos de las celdas estaban en perfecto estado, pero lo demás no; los corredores estaban llenos de moho y goteras, mientras que las celdas y el laboratorio brillaban con sus paredes blancas y buena iluminación. No era la única allí, había otros agentes de SHIELD que desaparecieron en otras misiones, agentes de STRIKE también se encontraban. Todos tenían un tatuaje entre sus dedos, un número.

Si tan solo tuviera mis poderes, pensó Dianne, bien podría quitarme el efecto del sedante. Hacer añicos este lugar, aunque luego muera, pero hacerlos sentir una pequeña pizca del dolor que sentí yo cuando me quitaron lo que más amo. ¿Qué clase de Diosa pierde sus poderes?  Soy patética.

Médicos iban de aquí para allá, ella no era el único experimento. Al tener el centro de Loki en sus manos, los científicos de Doris Zeul buscan posibilidades para hacer nuevas armas, hasta Doris permitía que experimentaran con ella para mejorar el suero agrandador. Las facilidades de Dianne para escapar eran escasas, el lugar se encontraba bajo tierra y ella no sabia que había más allá del piso donde esta su celda y los pasillos al laboratorio; o al menos no recuerda haber estado arriba. Pero sabia que estaba bajo tierra por algunas conversaciones que escuchó entre las enfermeras, una de ellas solía quejarse de la claustrofobia que le producía estar ahí y el saber que la únicas salidas estaban en el elevador.

Al entrar al laboratorio ya la esperaban los mismos médicos de siempre, hasta Zeul se encontraba allí. La ayudaron a sentarse, para Dianne todo seguía dando vueltas, se encontraba en una nube, las voces de todos los presentes se escuchaban lejanas, a kilómetros de distancia. Se realizaron los mismos exámenes de siempre: checaron su ritmo cardiaco, su presión, tomaron una muestra de sangre.

—¿Cómo has estado, Dianne? —preguntó Doris, fingía interés y su tono de voz era divertido. El verla tan débil y drogada le resultaba gracioso. Ver a la gran Dianne Prince drogada y a su disposición la hacia sentir como si se hubiera sacado la lotería. En ocasiones, Doris con tal de regocijarse con el dolor de Dianne, llevaba a Wanda para hacerla revivir una y otra vez las perdidas más grandes en su vida—. ¿Sabes una cosa? es algo raro que tus disque amigos no te estén buscando. No les importas tanto después de todo. Tenemos vigilada la Torre, lo único que hacen es ir y venir a misiones; claro que primero se tomaron una semana para llorar la perdida del Capitán y luego volvieron a sus quehaceres diarios.

—Juro que te matare con mis propias manos —mascullo en griego. Eran sus primeras palabras en muchos días.

—Lo siento no entendí lo que dijiste —frunció la boca en un gesto de desilusión.

—Estamos listos para comenzar, Doctora Zeul —informó una de las científicas.

—Su ritmo cardiaco se mantiene normal, sin alteraciones. —habló otro.

—Perfecto, iniciemos. —sonrió sin mostrar los dientes. Reclinaron a Dianne, manteniéndola en su silla para que Doris pudiera colocarle los dos pequeños aparatos que van en sus sienes—. Resultaste ser una arma mejor que el Soldado. Buenas noches.

La respiración de Dianne se altero, su pecho subía y bajaba con rapidez. Luego de ponerle esos aparatos ella soñaba, tenía sueños tan reales, a veces eran recuerdos con Steve o con Trevor. No deseaba dormir, no le hacia bien.

Segundos después de ponerle esos aparatos en las sienes recibió una descarga. Sintió como si le fuera a explotar el cerebro, empuño las manos. El dolor fue disminuyendo de apoco, lentamente dejo de sentir, se sentía como si flotara en el limbo. Quiero verlos, pensó. Visualizo la Torre, su cuarto, el gimnasio, la cocina, el laboratorio de Tony, cada rincón de la Torre Vengadores al que ella a entrado; para cuando quiso darse cuenta ya estaba ahí, se encontraba en la terraza mirando hacía la ciudad, era de noche y como Nueva York nunca duerme las luces de los edificios y los autos iluminaban la noche. Levanto la vista al cielo, sintiendo el aire frio chocar contra su cara.

Escucho el sonido del elevador abriéndose. Lo primero en lo que pensó fueron sus amigos, Natasha la ayudaría, Tony comprobaría que anduviera todo bien y luego tomaría una armadura, Clint la abrazaría y Banner dejaría salir a Hulk para que se divirtiera aplastando. Ellos la salvarían, era su momento de decirles todo para que la encontrasen.

—¡Oigan! —corrió hacia ellos. Tony lucia angustiado, se tocaba la cabeza como si fuera a explotarle, Natasha venía detrás suyo con una pequeña pantalla entre las manos, Clint se fue a recostar en la sala suspirando cansado—. Chicos, necesito su ayuda.

Toco el hombro de Natasha, la peliroja no volteo, actuaba como si no la escucharan. De cierto modo era así, Dianne se dio cuenta que su mano traspaso el hombro de Nat; era como un fantasma.

—Genial, ahora soy Gasparin —alzo los brazos.

—Tony, escucha lo que te digo. No es ella, qué no te has dado cuenta? —Nat le muestra la pantalla—. ¡Mírala bien! ha actuado raro desde el día en que llego.

—Romanoff, justo ahora no sé en que creer. Viste lo que paso, cuando llegamos todo estaba hecho un desastre, los agentes, el edificio. Tan sólo nos enteramos unos minutos luego de que ellos se fueron, ¿qué tardamos en llegar? ¡nada!

—Sí, pero quiero que entiendas que la que esta allá arriba no es Dianne. —Natasha trataba de convencer a Tony—. Su técnica de pelea es diferente...

—Ella dijo que perdió sus poderes. Estuvo desaparecida una semana, Nat. No sabemos por las atrocidades que paso.

Dianne se quedo mirándolos sin entender. Era el sueño más extraño de todos hasta ese momento. Ellos hablaban de ella, pero su amiga aseguraba que era una impostora.

—Estoy con Nat, Tony —dijo Clint desde la sala—. Dianne nos dijo muchas veces que conoce todos los bailes en su video, nos consta que si, y sabemos lo mucho que le gusta bailar y humillarte. ¿No te parece extraño que desde que regreso no quiere bailar? ponla aprueba para que veas.

—Estuvo buscando su traje el otro día —agrega Nat—. Me pregunto si no sabia donde estaba su lazo.

—¿Y eso que? yo también olvido donde guardo mis cosas —replicó Stark.

—Siempre lo guardo en el armario —murmuró Dianne desentendida.

—Explícame cómo diablos va a olvidar que lo guarda en su armario, si ella misma hizo un pequeño cuarto secreto dentro de su armario para ocultar sus armaduras.

—Otra cosa —continuó Clint, acercándose a ellos—. El sazón de Dianne es pasable, todos estamos conscientes de que su guiso de espinaca con elote es espantoso, pero prepara un café delicioso; ¿tienes idea de por qué ya no es bueno su café? ¿O de por qué ya olvidó que los jueves ella cocina? ¡Olvidó los martes de tacos! ¡Y los sábados de películas!

Una parte de ella se convenció de encontrarse en un sueño, sus amigos le aseguraron que el guiso de espinaca con elote sabía bien.

—De acuerdo, puede que tengan razón —reconoció Stark, frotándose la barba. Se preguntó si la escena frente a ella era verdadera, un sueño, u obra de Wanda. En cualquier momento se volvería loca—. Se ha negado a realizarse unos análisis, conseguiré un cabello para ver si tiene el mismo ADN. De ser verdad y la que se encuentra en el cuarto de arriba no es la verdadera Dianne, entonces debemos actuar rápido.

—Yo sé cómo sacarle toda la verdad —sonrió perversa la pelirroja.

—¿Qué vas hacer, Nat? —cuestionó curioso Barton.

—Ya lo verás.

Sus amigos se desvanecieron, comprobando que eran un simple sueño. La Torre se desvaneció igual, todo desaparecía con una oleada de aire, se iba como polvo. Permaneció en penumbras unos segundos, la absoluta oscuridad la acompañaba. Una luz se manifestó frente a ella, era una pequeño esfera de luz la cual se fue elevando hasta iluminar por completo a Dianne, dejándola como el centro en toda esa oscuridad. Se puso alerta, algo no le cuadraba.

Captó un zumbido interrumpiendo el silencio, algo se aproximaba, se concentró más para adivinar de que dirección venía. Detrás suyo, el zumbido se acercaba por detrás a gran velocidad, se giró y por milagro logró atraparlo al pasar junto a su cabeza; era una flecha, con punto dorada. El aullido de un lobo se hizo presente.

—Artemis —afirma.

La luz es intensifica revelando un hermoso bosque con altos pinos, la luna brillaba como nunca alumbraba casi con la intensidad del sol. Cerca de ella, en lo alto de un pino, había un búho observándola, sus enormes ojos siguen cada movimiento de Dianne.

—¿Por qué no sales, Artemis? Sé que eres tú —dijo, mirando al búho. Sabia que la diosa la miraba a través del animal. El búho emprendió vuelo hacia el este, Dianne suspiro exasperada—. No tengo humor para juegos, Artemis.

El búho volvió sobrevolándola, la rondeaba como un zopilote; era clara su intención y Dianne no tuvo de otra que seder. Comenzó a caminar, no comprendía lo que la diosa quería de ella; después de Ares, no ha vuelto hablar con ningún otro dios. Estaba en su mente, era lógico y le sorprendió el poder que Artemis tenía pues era la mente de Dianne y la diosa había elegido el paisaje. El búho la guió hasta un claro en medio del bosque, había dos troncos tirados y en medio de estos una fogata.

Artemis se encontraba acariciando la cabeza de un lobo blanco cuando Dianne llegó.

—Hola, Dianne.

—Esto es tuyo. Supongo que lo perdiste al casi dispararme en la cabeza —lanzó la flecha a sus pies.

—Me sorprende que alguien que es lo suficientemente débil como para permitir que jueguen con su mente haya sido capaz de parar mi flecha en el último segundo. Creí que habías perdido tus poderes, Princesa.

—Los perdí —aseguró. Tomó asiento en el tronco frente a Artemis, cruzándose de brazos. El lobo parecía tan tranquilo, gustoso de recibir las caricias de su dueña—. Ya los perdí una vez, ¿lo olvidaste?

—Era diferente, todo lo era —enfatizó la palabra todo—. Dianne, eres muy poderosa y más aún sin tus brazaletes. Podrías volar el lugar en pedazos en un parpadeo, eres hija de Zeus...

—¿Y qué gano con eso? No fue suficiente para salvar a Steve. —la voz se le quebró al mencionar a su novio, se le cristalizaron los ojos mientras se preguntaba si algun dia dejaría de llorar.

Artemis se enderezó tomando una postura firme, demandante. Dianne no bajó la cabeza, sostuvo la mirada de la Diosa de la caza.

—Mírate nada más, en verdad eres patética. El amor te ha hecho así, debiste unirte a mis cazadoras cuando te lo ofrecí. Atenea estaría tan decepcionada de ver que la gran sabiduría que te otorgó no sirvió de ¡nada! —bramó. El lobo se inclinó, asustado ante la repentina furia de Artemis—. ¿En serio piensas que al encerrarte en una jaula perderías los poderes? ¡Ay, Dianne! Parece que no conoces el gran poder de la mente, ¡tú misma estás reprimiendo tus poderes! Te ponen en un trance y así ellos sacan provecho de tus poderes. Te he estado observando, sólo te la pasas mirando al vacío lamentando la muerte de Rogers ¡¿y sabes que hacen ellos?! Manipulan tu mente para que hagas el trabajo sucio.

La brisa nocturna alborotaba el cabello marrón de Artemis, sus ojos atravesaban a Dianne como dagas; era clara su molestia con la Amazona, ella veía una gran guerrera con potencial en Dianne, hace muchos años le ofreció unirse a sus cazadoras pero la Amazona se rehusó. Artemis podía adoptar la apariencia que deseara, bien podía ser una niña, adolescente o una mujer imponente; en este caso optó por la apariencia de una mujer en sus veinte, vestida con una túnica hasta las rodillas ideal para estar en el campo, su característico arco y flechas la acompañaban junto con sus animales.

Sus palabras pusieron a pensar a Dianne. ¿Y si de verdad su mente estaba reprimiendo sus poderes? ¿Podría ser obra de la brujita? No podía creer lo tonta que había sido.

—¿Sabes dónde estamos? —volvió hablar de repente. La pregunta tomó por sorpresa a Dianne, ella tenía entendido que estaban en su mente. Pero Artemis siguió hablando sin darle oportunidad de responder—. Estamos en mi lugar favorito en todo el Olimpo. Si ves a tus espaldas verás El Monte Olimpo, saca tus conclusiones de cómo llegaste hasta acá.

Era imposible que Dianne se encontrará ahí, ella estaba dormida en la silla del laboratorio. Su mente trabajaba aprisa, frente a ella tenia a la verdadera Diosa Artemisa, se encontraban en los bosques del Olimpo, nada de eso era un sueño. En Temiscira leyó muchos libros, podía ver las palabras de estos pasar frente a sus ojos, todo venía a su mente como un huracán.

De pronto lo supo y quiso golpearse por no habérsele ocurrido antes usar la proyección astral.

—Proyección astral —susurró.

Una sonrisa triunfante se dibujo en extendió en la cara de la Diosa.

—Así es, tu alma está en el plano astral. —su rostro se ablandó un poco, ya no tenía ese semblante duro—. Sabes lo que debes hacer ahora. Sálvate tú misma o espera a que tus amigos lo hagan, como quieras; pero no olvides que nada puede quitarte tus poderes.

No pudo evitar reírse. Parecía algo tan sencillo, su cabeza reprimía sus poderes, el problema era ella, había vivido todo ese infierno sólo por que no pensaba fríamente. Cabía la posibilidad de no estar hablando con Artemisa si no que en realidad era Wanda jugando con su cabeza otra vez.

—Buen intentó, Wanda. Has jugado demasiado con mi mente, te juro que en la primera oportunidad que tenga voy a matarte al igual que todos en éste lugar. —espetó entre dientes.

Una fuerza comenzó a jalarla, de pronto Artemisa y el bosque se veían en la lejanía, hubo oscuridad otra vez. Abrió los ojos y se encontraba de nuevo en su celda de paredes blancas y gran ventanal.

Ella estaba ahí, Wanda se encontraba de pie al otro lado del cristal mirándola fijamente, su característica sonrisa no estaba en su cara, tenía un semblante serio que no provocó ninguna alerta en Dianne. ¿Te gustó el espectáculo, perra? Pensó. Sabia que Wanda leía su mente en todo momento. La bruja se retiró sin demostrar expresión alguna, algo le molestaba, quizá el haber sido descubierta.

Transcurrieron unos minutos para que los médicos se manifestaran con sus libretas, tomando nota de su comportamiento supuso Dianne. Se sentía como los leones del zoológico.

El quedarse sin hacer nada ya no era una opción, haría de sitio un infierno, lo dejaría hecho cenizas aunque fuera lo último que hiciera. Se acercó al cristal catalogando a cada una de las personas al otro lado, recordando sus rostros, para cuando todo explotara cerciorarse de no dejar a mi uno vivo. En su dedo había puesto una enumeración, 3553, así la etiquetaron; bajo la vista a su tatuaje, para agarra un poco más de valor y vaya sorpresa se llevó al ver que no había más ningún tatuaje. Lo habían borrado.

Golpeó el cristal furiosa. No esperaba la reacción de los científicos, sus semblantes cambiaron y estaban asustados. Una diminuta fisura apareció luego de golpear el cristal, tal vez su cabeza si estaba reteniendo sus poderes y la conversación con Artemisa haya sido real. Se propuso a si misma a estudiarse ahora ella, ella misma se haría pruebas para averiguar la verdad y de tener sus poderes, haría que el infierno de Dante pareciera el cielo a comparación de lo que ella provocaría allí.

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