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Tanzanita / DraTake

Con mucho amor para 

Creyó que Takemichi era un fantasma bondadoso o algo así, porque la primera vez que lo vio se estaba desangrando en una calle desolada, él apareció en su campo de visión, con una expresión preocupada y ojos llorosos. Ken sintió que estaba rodeado de un aura celestial, aunque sólo era la luz de una lámpara de alumbrado público. De no haber sido por el rubio de ojos azules, estaría muerto. Supo que no era un espectro, cuando lo vio al lado de su cama de hospital, sentado en un sillón, dormido en una posición extraña.

Hanagaki Takemichi no tenía razones para permanecer a su lado, pero se quedó en todo momento, escuchando las instrucciones del doctor mientras le daban el alta e incluso acompañándolo a su casa. Creyó que ya no lo volvería a ver, pero esa alma bondadosa había regresado constantemente, con comida especial para su recuperación, con dulces, libros para entretenerse. A veces le platicaba cosas de las que no tenía mucho contexto, pero era interesante escuchar de sus aventuras con sus amigos.

—Mañana te dan tu alta total—Takemichi le secaba el cabello húmedo, le había ayudado a teñir sus raíces—¿Estás emocionado?

—Sí, no tanto como cuando me quitaron los puntos, pero ya quiero salir de esta cama y las chicas sólo me van a dejar ir hasta que tenga ese papel—cierra los ojos ante los masajes suaves del menor—¿Vas a irte?

—¿Quieres que me vaya?—ambos sabían de lo que hablaban.

—No—Ken abre sus ojos para observar los orbes azules, esos pedazos de tanzanita preciosa le observaban con cariño—Nunca entendí la razón por la que te quedaste a mi lado, pero no quiero que te vayas.

—Entonces me quedaré a tu lado—le sonríe cálidamente.

(...)

Takemichi es casi un secreto, no porque le de pena, sino porque sabe cómo son sus amigos, no desea que su pequeño héroe sea alejado de él, tal vez es egoísta de su parte o grosero, pero no le importa. Está muy consciente del efecto que Michi provoca en las personas, lo vio en las chicas del burdel, ellas siempre se ponen contentas cuando el rubio está en el lugar.

Ese día estaba en casa de Takemichi, es un lugar acogedor, los padres del rubio trabajan mucho y a veces en el extrnajero, entonces no es raro que esté solo, pero no abandonado, se llaman y envían mensajes constantemente.

—¿Te gusta el jengibre?—vestido con el delantal de su madre, el rubio cocina para los dos—La receta lleva, pero no a todo el mundo le gusta el sabor.

—No tengo problema—recarga su rostro en su mano, desea seguir viendo esos escenarios por siempre.

—¿Quieres hacer un día de campo?—Takemichi parece emocionado al decir eso.

—Claro, sería genial.

(...)

El día de campo es asombroso, es como esos de televisión, con una cobija amarilla y suave extendida por el piso, recipientes con frutas, refresco de uva y algunos bocadillos salados. Takemichi se veía contento, precioso a la luz del sol, era como si los rayos de esa masa de fuego lo activaran de alguna forma. Ken se sentía bendecido de poder disfrutar de un momento así.

—Ken—Takemichi observa un punto en el parque—Hay unas personas mirándonos desde allá.

Sigue la dirección de la mirada, casi se le sale una maldición, reconoció a sus amigos y ellos parecían decididos a ir donde ellos estaban. Realmente no quería que ninguno conociera a Micho.

—¿Los conoces?—pregunta cuando nota que los desconocidos caminan hacia su dirección. Takemichi se aferra a su brazo, porque los muchachos se ven intimidantes.

—Sí, son amigos míos—el menor no se aleja ante la revelación, porque de todos modos parecen sujetos peligrosos.

—Draken, te llamamos pero tu celular está apagado o algo así—Baji mira fijamente al rubio que se encoge contra el cuerpo más alto—¿Y este?

—No es "este"—bufa cuando sus amigos toman asiento sin invitación—Se llama Takemichi.

El rubio sacude su mano como saludo, no sabe si debe hacer una reverencia o algo así, porque la verdad los amigos de Ken podrían patear niños en sus tiempos libres. Al menos así se ven.

—¿Estás teniendo una cita?—Mikey le pregunta con la boca llena, porque en cuanto vio comida, supo que debía atragantarse.

—¿Qué?

—Esto parece una cita—Mitsuya asiente de acuerdo ante las palabras de su capitán.

Ken se queda en silencio por un momento, pensando en lo que debe responder, observa de reojo a Takemichi quien tiene toda la cara encendida en rojo, nervioso oculta su rostro contra su brazo.

—¿Son novios?—Baji imprudentemente los señala—Porque eso explicaría porque te vas rápido de las reuniones de la pandilla.

—¿Pandilla?—la suave voz del rubio atrae la atención de los muchachos—¿Eres parte de una pandilla?

—Creo que dijiste algo que no debías—Chifuyu le dice a Baji.

—Sí, soy parte de Toman

—¿Toman?—parece temblar ante la mención de la pandilla—¿Ustedes son parte de Toman?

—Sí, Mikey es nuestro capitán y Draken el subcapitán—Baji explica mientras toma uvas—¿No sabías?

No, Takemichi no sabía que Ken era miembro de una pandilla, la noche que lo encontró, le mintió diciendo que había sido un asalto, nunca mencionó la existencia de sus amigos, si de Toman, quería que las cosas se quedaran así por un momento más, pero ahora las cosas estaban siendo reveladas y él sólo puede esperar que su preciado ángel no lo abandone.

—Debo irme—siente frío cuando el cuerpo ajeno se despega de su brazo—Lo siento mucho— hace una reverencia de noventa grados—No creo que podamos seguir viéndonos.

Luego de aquello sale corriendo. Ken se queda mirando, porque está pasmado, no entiende qué acaba de suceder, no creyó que reaccionaría así, porque él prometió quedarse a su lado.

—¿Lo arruinamos?—cierra los ojos ante la pregunta de Mikey

(...)

No recordaba que sus días fueran tan grises como ahora, estaba seguro de que estaba bien antes de que Takemichi llegara a su vida. Siente que perdió algo y no importa cuánto se esfuerce en traerlo de regreso, parece que no lo va a lograr. Ha ido a la casa del menor muchas veces, pero nunca le abren, tampoco responde sus mensajes, ni atiende sus llamadas. Lo perdió y ni sabe cómo.

Siente que su pulso se acelera, Takemichi camina justo frente a él, lleva una bolsa de la tienda de conveniencia, llena de productos, parece cojear un poco y se ve triste. Ken se apresura, necesita hablarle, preguntarle qué ocurre, pedirle que no le abandone sólo por ser parte de Toman.

—Michi—el menor trata de correr, pero Ken toma su brazo para atraerlos hacia él—No huyas, por favor—el otro evita mirarlo—Michi, yo no quiero que te alejes de mí, no entiendo la razón de que...

—Eres parte de Toman—interrumpe—Ese es el problema.

—No lo entiendo.

—¿No? —Takemichi niega

—No y no puedo dejar a Toman sólo porque te caemos mal.

—Ni siquiera te lo pedí—sus ojos se llenan de lágrimas—Ustedes son horribles, jodanse todos ustedes, en especial Kiyomasa.

Se zafa del agarre de Ken y corre, al menos trata porque todavía cojea.

(...)

Mikey le recuerda que le había llegado el rumor de que Kiyomasa tenía apuestas por peleas, unas que siempre eran una masacre. Ken esperaba que no fuera lo que estaba imaginando, porque entonces se sentiría horrible de no darse cuenta de aquello.

—Si esa es su razón, entonces lo entiendo—Mitsuya palmeó su espalda como consuelo—Están usando el nombre de Toman para hacer daño y eso puede hacer que muchos nos odien por creer que eso nos representa.

—No quiero que él piense que yo soy así.

—Yo creo que él sabe que no eres así, sólo está asustado porque eres parte de algo que lo daña, al menos eso cree.

—Sólo detengamos lo que sea que esté haciéndole Kiyomasa—Mikey comienza a caminar—Vamos, hay que salvar a tu novio.

—No es mi novio— se pone en marcha también—Todavía—Mikey le sonríe.

Pronto llegan al lugar donde se supone que se realizan las peleas y contra todas las esperanzas de Ken, Takemichi estaba allí, a punto de ser golpeado por un bate, mientras trataba de proteger a sus amigos.

—¿No sientes un deja vu, Hanagaki?—Kiyomasa se burlaba del rubio—Así te rompí el brazo unos meses—su risa es escandalosa y sus subordinados ríen incómodos por lo que estaba a punto de suceder.

Ken comienza a caminar más rápido, tiene que detener eso, debe proteger a Takemichi, cuidar de él tal como el menor hizo por él. Todos a su alrededor hacen una reverencia ante su presencia, eso hace que Kiyomasa detenga sus movimientos. Desea golpear a ese desgraciado que tuvo el atrevimiento de dañar a su ángel, pero primero debe ver cómo está su pequeño cielo.

—¿Qué te duele?—pregunta al instante, tomando su rostro entre sus manos con suavidad.

—Ken—hace un puchero antes de comenzar a llorar amargamente.

A sus espaldas Mikey llega, puede escucharlo golpear a Kiyomasa y decirle que no se atreva a ensuciar el nombre de Toman.

—Nosotros no sabíamos de esto, te lo juro— le dice despejando su rostro de los mechones rubios—Si me hubieras dicho de esto, yo mismo te habría protegido.

—No quería que supieras lo patético que soy—murmura.

—¡No lo eres!—uno de sus amigos le grita—¡Todo el tiempo recibiste los golpes por nosotros!—todos los muchachos tienen el rostro lloroso—¡Eres nuestro héroe!

Todos lloran desconsolados, pero Ken los entiende, acaban de salir de una situación aterradora.

(...)

Ken observa el rostro tranquilo de Michi quien le masajea la cara cubierta por una mascarilla. Sus ojos de tanzanita preciosa lo miran con mucho amor. Desde hace unos años las cosas se habían puesto muy serias, tanto como para terminar viviendo juntos.

—La primera vez que te vi, creí que eras un ser celestial o algo así—la confesión hizo que el otro se atragantara con su saliva.

—No digas cosas así tan de pronto—apenado retira la mascarilla del rostro ajeno—La primera vez que te vi, creí que estabas muerto—Ken le sonríe—Me asusté mucho cuando de pronto te moviste—se acomoda para acostarse al lado del mayor—Simplemente creí que debía ayudarte, luego se me hizo imposible dejarte.

—Nunca me dejes—se abrazan—Porque yo ya no sé cómo es la vida sin ti

—Yo me quedaré contigo, todo el tiempo que mi vida mortal me lo permita.

Se sonríen con cariño, entrelazando sus cuerpos en la cama, mirándose con todo el amor que sus ojos pueden transmitir. Con lentitud acercan su rostro, porque tienen todo el tiempo del mundo y aman mimarse antes de unir sus labios. Ken le aparta el pelo de la cara, acaricia sus mejillas con su pulgar, disfruta la suavidad y calidez que se siente en ella y finalmente unen sus labios en un suave vals que dura unos minutos.

Se acurrucan el uno contra el otro, dejando que el sueño los venza y duerman con un cosquilleo en el pecho que promete una hermosa mañana.

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