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¿Has escuchado la leyenda? Bonten x Take


Hay una leyenda, se cuenta entre aquellos que viven con temor en las calles de Japón, lo murmuran cada que un miembro de Bonten es visto. La policía se burla de los ciudadanos que cuentan la historia como parte de su testimonio, como si ellos hubieran preguntado sobre sus creencias estúpidas.

—Se lo digo oficial—decían con ojos locos—No hay forma de que ellos sean capaces de hacer todo esto sin algún tipo de ayuda.

Claro, porque la corrupción no existe, piensa el oficial.

—¿Entonces no pudo reconocer a ninguno?—vuelve a preguntar señalando las fotos en la mesa.

La mujer pasea sus ojos por toda la superficie, tratando de reconocer a alguno de los ejecutivos de Bonten—Podrían ser ellos—señala a los gemelos Haitani—No vi sus rostros, pero el cabello de uno era como este—pone su dedo sobre el rostro de Rindou—Había alguien más, pero a ese no le pude ver ni los pies—nuevamente sus ojos parecen los de una persona demente—Ese debe ser.

—Gracias por su colaboración—termina con todo antes de que la mujer vuelva a contar la leyenda urbana que, según muchos, explica el éxito e impunidad de Bonten.

—¿Y bien?—su compañero se acerca con dos cafés en las manos.

—Todos dicen lo mismo—suspira—Tres individuos, la mayoría reconoce a los Haitani, pero nadie sabe quién es el tercero.

—Tres no son suficientes para masacrar a cien personas en un antro—señala lo obvio, pero eso no sirve en ese momento.

—Puede que tuvieran gente dentro desde el principio.

—Pero sólo salieron tres.

Los policías parecen exasperados.

(...)

—¡¿Cómo se les ocurre?!—Todos en la sala de reuniones bajan la cabeza ante los gritos de Mikey.

—No lo pensamos muy bien—murmura Rin—Sólo creímos que sería divertido si salíamos con él y...

Se calla cuando su hermano mayor pellizca su brazo.

—No volverá a suceder, además él está muy contento, es por lo que todos nosotros nos esforzamos ¿no?—Ran sonríe porque sabe que nadie se atreverá a negarlo, Mikey masajea su cuello

—Sí, tienes razón.

(...)

Las noches son más oscuras, las sombras más densas, serían tontos de no notar esos cambios que consumen todo a su alrededor. Por las noches las luces de los focos no son suficientes para iluminar más de un metro a su entorno. No es que tengan miedo, porque son hombres crueles que tienen las manos llenas de sangre y anhelos rotos que ellos mismos martillaron. Pero aún así tienen más linternas y lámparas que armas.

—Es el turno de Kakucho—susurra Kokonoi—Él es quien tiene que visitarlo hoy.

El horario que hicieron era claro, todos debían hacerse cargo, como si de un perro se tratase, aunque tal vez lo que ladran en orden son otros.

—Sí, pero qué voy a llevarle—revuelve sus cabellos—Por lo del antro estamos manteniendo perfil bajo, no hemos traído a nadie.

—Sólo dale lo que le preparé, no creo que rechace una carne tan buena— desliza un plato lleno de carne—Pero si quieres, deja que te de una mordida.

—No, gracias—toma la comida—Reza por mí, Koko.

Ese pasillo siempre parecía infinito por la oscuridad que inundaba el espacio, era tan denso que no se podía notar el final, se perdía la noción de lo que se recorría en él y si mirabas hacia atrás, la misma negrura intensa te decía que estabas siendo tragado por el espacio.

—Traje la cena—Dice cuando finalmente llega a la puerta de madera blanca y detalles en oro, la cual se abre liberando un suave aroma a arándano y madera.

Sus ojos se cierran cuando son golpeados por la luz blanca del interior, trata de apresurarse y dejar la bandeja en el buró antes de que él aparezca, porque no lo ve, pero sabe que está en la habitación. La iluminada habitación, carente de ventanas, se siente cálida, a diferencia del gélido exterior.

—¿Por qué te vas tan rápido?—sus vellos se erizan ante la tierna voz que le habla a sus espaldas cuando estaba por salir.

—Creí que no estabas en la habitación.

—Lo estoy, sabes que estaba aquí—se gira cuando siente unas manos suaves en su muñeca—¿Sigues enojado conmigo por lo del antro?—los ojos azules se ven tan inocentes que Kakucho tiene la necesidad de acariciar su mejilla—Yo no creí que ustedes se enojarían tanto, Ran y Rin dijeron que estaba bien.

—No estamos enojados, estamos contentos porque tú estás feliz, Takemichi— retira de su rostro un mechón rubio dorado—Sólo estaba un poco nervioso, porque no hemos podido traerte la comida que acostumbras.

En eso los ojos ajenos se dirigen al plato sobre el buró, olisquea en el aire, percibe el aroma animal que desprende la carne sazonada y Kakucho siente un burbujeo en el pecho del rubio, como si contuviera un gruñido.

—N...Necesitamos tiempo para que las cosas se calmen—por un momento siente que su mano capturada peligra, porque Takemichi tira de él, pero sólo lo conduce a su cama, donde hace que se siente.

—¿Quién lo hizo?

—Koko

Sus ojos azules brillan más, si es que eso es posible, parece contento de escuchar que el peliblanco le ha preparado la comida. Aunque antes de comer centra su atención en Kakucho.

—Hueles a miedo—dice empujándolo con su dedo para acostarlo en su cama—¿A qué le tienes miedo?—sube a horcajadas sobre su cuerpo—No hay nada que temer, sólo estamos tú y yo.

A eso le tengo miedo, quiere decir Kakucho, pero elige callar, observa al rubio sobre su cuerpo, parece muy ocupado observando los botones de su camisa y acomodándose sobre su pelvis.

—Kakucho—su voz aterciopelada lo hipnotiza un poco—No debes temerme, yo estoy aquí para ustedes, lo sabes—se acerca a su rostro, poniendo sus manos a cada lado de su cabeza—Soy de ustedes.

—Sí, lo sé—susurra por alguna razón.

Con una sonrisa complacida, Takemichi lo besa.

(...)

Kokonoi no es una persona ansiosa, es hasta cierto punto desinteresado con lo que pase con sus compañeros de organización, especialmente si es Sanzu, si pudiera lo cambiaría por un cheeto pisado, pero con Kakucho es diferente, porque sabe que es una persona buena, es como un perro gigante y eso le trae recuerdos de alguien a quien quiso mucho. Es por eso que se dirige a la habitación de Takemichi.

Una hora era demasiado tiempo, sólo tenía que dejar la carne y regresar. En su mano lleva una linterna que no alumbra mucho pero es lo suficiente para mantenerlo con confianza de caminar por el pasillo, la última vez que camino a tientas, terminó con el susto de su vida porque el rostro dulce y brillante de Takemichi apareció frente a él de la nada.

—¿Todo en orden?—dice mientras abre la puerta.

En ese momento tiene un dejavu, siente que ya vio la misma escena sexual antes, pero esa vez fue con los hermanos Haitani, esta vez sus ojos captaron un cowboy style entre Takemichi y Kakucho, quien al parecer ya no estaba aterrado.

—Koko—Takemichi gime su nombre y eso hace que su rostro se caliente. El rubio abre sus brazos con el rostro más lascivo que Koko ha visto, le pide que se acerque como si no estuviera montando a otro hombre—Ven.

Termina caminando hacia él, porque no es nadie para resistirse a esos ojos que claramente le piden algo. Casi con apuro el otro toma su rostro para besarlo y comenzar a deshacerse de su traje.

(...)

Las convocatorias eran discretas, casi de voz a voz, "Bonten busca nuevo personal, dicen que hay que presentarse en un lugar marcado por su emblema" eso se decía por las calles. Nunca faltaban aquellos que se animaban a ir, casi siempre jóvenes, porque trabajar en eso era dinero fácil, no era un empleo de experiencia previa. Estas ofertas de trabajo se abrieron luego de un tiempo, los interesados no se hicieron esperar.

Los candidatos estaban en fila, el lugar de reunión era un edificio en obra negra, eran vigilados por algunos sicarios de la organización, frente a ellos estaban Sanzu y alguien más que vestía una capa negra que cubría su rostro por completo.

En esa fila estaba el valiente compañero del policía Naoto Tachibana, iba de encubierto con la esperanza de ser elegido e infiltrarse en la organización. Trataba de aparentar ser un candidato más. Se mantuvo tranquilo incluso cuando los altos mandos se acercaron a los muchachos. El sujeto de la capa parece meticuloso, no es como si pudiera ver su rostro, pero de alguna forma sabía que observaba cuidadosamente, a veces de la tela negra emergían dos manos preciosas de uñas negras, presionaban alguna extremidad de los postulantes y luego las regresaba al interior de su prenda. Entonces se detuvieron frente a él, Sanzu le pide su examen médico, que era el único requisito para presentarse, lo guarda en su folder arrugado. Se quedan en silencio frente a él, ahí siente que su valentía comienza a drenarse, porque no puede ver, pero está seguro de que el acompañante lo está mirando fijamente.

Casi suelta el aire con alivio, Sanzu se aleja de él para ver al último candidato y cuando regresan al frente, el de la capucha le susurra algo al pelirosa, entonces los ojos azules lo miraban con enojo, truena los dedos y pronto es tomado por los sicarios que les acompañaban.

—No contratamos policías—dice con una sonrisa retorcida.

Temió por su vida mientras era arrastrado lejos del lugar. Para su suerte sólo fue golpeado hasta romperle la nariz, pero fue dejado en libertad.

—El miembro misterioso se dio cuenta que yo era policía—le explica a Naoto.

—No podemos usar el audio como prueba—su suspiro cansado hace que el otro se sienta mal por haber sido fácilmente descubierto—Se escucha ruido blanco, estoy seguro de que tenían bloqueadores de señal o algo así.

(...)

A muchos les da miedo Takemichi, no entienden cómo es que los ejecutivos se llevan tan bien con el aterrador bajito de ojos azules y cabello rubio revuelto. Pese al temor que invade sus cuerpos cada que él les sonríe, siguen siendo devotos a él, le ofrecen algo que lleven cada que se lo encuentran, al punto de ser casi una obligación llevar dulces o postres pequeños. No saben qué pasaría si no le dan un tributo y no quieren averigüarlo.

—¿Qué es eso, Takemicchi?—Mikey se sienta a su lado en el jardín del balcón.

—Un dorayaki y una galleta de chocolate—muestra los dulces que recibió en su camino al balcón—¿Quieres?

Mikey toma su favorito, lo disfruta mientras observa el cielo.

—¿Extrañas a Kanji?—Takemichi se recarga en su hombro —Todavía está su silla en la sala de juntas.

—No es que lo extrañe, es que no hay nadie para ocupar su puesto—enreda sus dedos en las hebras doradas del otro—Realmente no me importa lo que le hiciste.

—La cantidad que tomo...

—Es la cantidad que recibo

Takemichi le sonríe, le da un pico en los labios y frota sus narices.

(...)

—¿Sabes lo que me encanta de ti?—Takeomi empuja sus caderas con fuerza—No importa lo rudo que soy, lo fuerte de mi agarre en tu cuello, tú lo tomas tan bien.

Con él el sexo siempre es sucio, duro y violento. Sus manos están manchadas de la sangre de muchas mujeres que no resistieron el horrible trato, sus compañeros solían preocuparse por eso, siempre era difícil ocultar esos actos, más cuando los hacía fuera del edificio, pero desde que Takemichi llegó a su vida, ya no es un problema.

Takeomi se desploma sobre el cuerpo del rubio, su cuerpo está sudado y jadea como perro. Se deja dar mimos en su cabello, acurrucándose en la suavidad del pecho lampiño del muchacho de ojos azules.

—No me trates como si el inferior fuera yo—dice con cariño—Sabes bien que podría arrancarte el pene.

Un escalofrío recorre el cuerpo de Takeomi.

(...)

—Mikey—Sanzu es sorprendentemente cálido—Mikey—Sería el favorito de Takemichi—Mikey—pero es insoportable—Mikey, ¿te gusta?

—Sí— le sigue el juego, acaricia su rostro mientras el pelirosa "le hace el amor" (porque a Sanzu le gusta llamarle así)—Eres el mejor, Sanzu—sabe que el otro escucha la voz de Mikey.

Todo ese acto era un secreto entre ellos, algo que sólo ocurría durante el sexo. Fuera de la cama se trataban normal, Sanzu deja que Takemichi le cepille el cabello mientras le cuenta las cosas que pasaron en su día. Para el rubio no es problema callar lo que pasa una vez que el otro se quita la ropa.

(...)

Compartir es algo que se supone que trae armonía en la vida de las personas, Takemichi ha visto eso a lo largo de su estancia en Bonten, es más notable en los hermanos Haitani, los demás sólo lo tienen a él en común, pero ese par comparten casi todo.

—Pero yo soy su favorito—tenerlos en su cuarto era estresante—Mira tiene un cepillo para mi cabello—sin permiso abre los cajones de su buró y saca el cepillo etiquetado con su nombre, no es porque sea especial, Takemichi sólo piensa que es antihigiénico peinar a Rin y Sanzu con el mismo—¿Verdad?

—Mis favoritos son Koko y Kakucho—dice haciendo que los hermanos dejen de pelear infantilmente.

—¿Por qué?—Ran frunce sus cejas—¿Es por lo del antro? o fue por el trío.

—El trío estuvo genial, el antro no me importa, fueron vidas que no valían la pena, de todos modos—sacude la mano—Simplemente son más mi estilo.

—¿En qué puesto estamos?

—Abajo de Mikey

—¿Quién es el último puesto?

—Takeomi.

Los hermanos parecen conformes con no ser el último puesto, además están casi seguros de que si están debajo de Mikey, está bien.

(...)

Naoto suspira cansado, siente que no alcanza a llegar a su casa, se sienta en la banca del parque que está a mitad de su camino y trata de controlar sus emociones desbordantes. Intenta obtener información sobre Bonten, pero parece que no es posible hacerlos caer.

—Buenas noches, ¿puedo sentarme junto a usted?—sólo asiente ante la amable voz—La noche es hermosa, ¿no cree?

—Está como ayer—su compañero de banca suelta una risa suave—A esta hora es peligroso estar fuera—trata de hacer que el otro se vaya.

—Usted también está fuera de casa.

—Soy policía

—Claro, ¿por qué cree que es peligroso? Yo me siento muy tranquilo.

—Por Bonten, han desaparecido alguna personas y si ve las noticias, sabrá de la masacre en un antro.

—Claro, Bonten— la madera de la banca cruje, como si el otro se estuviera acomodando—¿Usted ha escuchado la leyenda? —Naoto rueda los ojos, quiere abstenerse de contestar, ya está harto de ese tema—Ya sabe, que hicieron un pacto con algún demonio, por eso nadie los puede parar.

—Sólo es corrupción—frustrado se gira a ver al desconocido, en el momento en que sus ojos se clavan en el rostro sonriente, su alrededor se oscurece, como si la luna se hubiese ocultado y las lámparas apagado.

—Sí, debe ser sólo corrupción—sus labios forman una sonrisa bonita.—Dígame oficial, ¿Cuál es su sabor?

(...)

—¿Escucharon?—Koko llega con su tablet en las manos—El detective Tachibana desapareció anoche—Muestra la nota del periodico digital.

Los ojos de Mikey automáticamente se dirigen hacia el pasillo que lleva a la habitación de Takemichi, todos ellos lo saben. Pero de todos modos tienen que preguntar, Mikey va con Koko y Kakucho, porque son los más preciados.

—Takemicchi—toca la puerta, luego esta se abre. El rubio se encontraba sentado en su cama con un libro en sus manos y una taza de té a su lado—¿Fuiste tú?—muetra la tablet de Koko.

—Es el único que realmente los perseguía, si no está, entonces es más fácil—sonríe con cariño—Su carne era tierna

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¿Qué tal?

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